La miniaturización de herramientas destacó a los homínidos sobre los demás primates

A la izquierda, la icónica hacha de mano con forma de lágrima que llenaba una palma humana y requería un kit de herramientas grandes para elaborarla. A la derecha, kit de herramientas pequeñas para obtener lascas diminutas. Crédito: Emory University

Los antropólogos siempre han argumentado que la fabricación de herramientas es uno de los comportamientos clave que separan a nuestros ancestros humanos de otros primates. Sin embargo, un nuevo trabajo de investigación sostiene que no fue la creación de herramientas lo que distinguió a los homínidos, sino la miniaturización de las herramientas mismas.


Así como los pequeños transistores transformaron las telecomunicaciones hace unas décadas, y los científicos ahora tienen el desafío de hacerlos aún más pequeños, nuestros antepasados de la Edad de Piedra sintieron la necesidad de fabricar herramientas pequeñas. "Es una necesidad con la que siempre nos hemos enfrentado y por la que nos hemos visto impulsados en tal sentido. Lo que hacemos es miniaturizar las cosas", dice Justin Pargeter (izquierda), antropólogo de la Universidad de Emory (Sudáfrica) y autor principal de un artículo publicado en Evolutionary Anthropology en el que realiza una descripción general sobre la miniaturización de herramientas prehistóricas. En el mismo propone que dicha miniaturización es una tendencia central en las tecnologías de los homínidos que se remonta a por lo menos 2,6 millones de años atrás.

"Cuando otros monos usaron herramientas de piedra, decidieron hacerlas grandes y establecerse en los bosques donde evolucionaron", dice el coautor del artículo John Shea  (derecha), profesor de antropología en la Universidad de Stony Brook. "Los homínidos, en cambio, optaron por hacer herramientas pequeñas, fueron a todas partes y transformaron los hábitats, incluso hostiles, con el fin de satisfacer sus necesidades cambiantes", añade.

El artículo analiza cómo lascas de piedra de menos de 3 centímetros de largo, utilizadas para perforar, cortar y raspar, aparecen en el registro arqueológico en lugares de todos los continentes, y se remontan a algunos de los conjuntos de herramientas líticas más antiguos que se conocen. Estas pequeñas lascas de piedra, dice Pargeter, eran como las hojas de afeitar desechables o los clips de papel de hoy en día: estaban generalizadas, eran fáciles de hacer y de reemplazar.

Pargeter ha identificado tres fases en la miniaturización llevada a cabo a lo largo de la evolución humana. La primera fase ocurrió hace aproximadamente 2 millones de años, impulsada por la creciente dependencia de nuestros antepasados de utilizar lascas de piedra en lugar de uñas y dientes para tareas como cortar, trocear y perforar.

Pargeter demuestra cómo nuestros primeros ancestros probablemente usaron pequeñas lascas de piedra para cortar carne.

Una segunda fase aconteció en algún momento después de hace 100.000 años, con el desarrollo de armas como el arco y las flechas, las cuales requerían insertarles pequeñas y ligeras piedras puntiagudas.

Una tercera fase, caracterizada por una mayor miniaturización, ocurrió hace unos 17.000 años. La última Edad de Hielo estaba terminando, lo que obligó a los humanos a adaptarse al rápido cambio climático reinante, a la subida del nivel del mar y al incremento de la densidad de población. Estos episodios provocaron la necesidad de conservar los recursos, incluidas las piedras y minerales necesarios para elaborar herramientas.

Nativo de Sudáfrica, Pargeter co-dirige un trabajo de campo en ese país a lo largo de su costa escarpada y remota del Océano Índico y las montañas interiores cercanas. También es miembro postdoctoral del Centro para la Mente, el Cerebro y la Cultura de la Universidad de Emory y del Laboratorio de Tecnología Paleolítica del Departamento de Antropología. Los miembros del laboratorio realizan herramientas de piedra para comprender mejor cómo aprendieron estas habilidades nuestros ancestros, y cómo ese proceso dio forma a nuestra evolución. El director del laboratorio, Dietrich Stout  (izquierda), se centra en hachas de mano que se remontan a más de 500.000 años atrás. Estas grandes herramientas se consideran un punto de inflexión en la evolución biológica y cognitiva humana, debido a la complejidad que implica su elaboración.

El trabajo de Pargeter con pequeñas herramientas agrega otra faceta a la investigación de la evolución humana. "Él está explorando lo que puede haber llevado a producir pequeños artefactos, es decir, la relación existente entre las herramientas y el cuerpo humano, el cerebro y los probables usos de las mismas", dice Stout.

Al buscar un tema para su tesis de doctorado, Pargeter primero se centró en las colecciones de artefactos grandes, considerados típicos dentro del kit de herramientas de la Edad de Piedra. Revisó los hallados en un enclave sudafricano llamado Boomplaas, los cuales estaban almacenados en el Museo Iziko, en Ciudad del Cabo. Mientras rebuscaba en una bolsa etiquetada como desechable, y que contenía pequeñas lascas que se creían restos de elaborar grandes herramientas, algo llamó su atención: una astilla de cuarzo cristalino que parecía haber sido moldeada utilizando un método altamente técnico llamado descamación por presión.

"Era una astilla diminuta, de aproximadamente el tamaño de una pequeña pasa, y pesaba menos que medio penique", recuerda. "Podías literalmente aplastarla con un solo dedo".

La diminuta astilla de cuarzo cristalino que primero llamó la atención de Pargeter. (Fotos y gráfico de Justin Pargeter.)

Pargeter examinó la astilla bajo una lupa y notó que tenía una fractura distintiva, un escalón en su punta. Tras una investigación experimental se demostró que tal fractura estaba asociada con un daño producido en un contexto de caza.

"De repente, se me ocurrió que los arqueólogos pueden haber estado perdiéndose un componente importante en el registro de herramientas líticas", dice Pargeter. "En nuestro deseo de hacer 'grandes' descubrimientos, es posible que hayamos pasado por alto detalles pequeños pero importantes. Toda una tecnología podría estar quedando oculta detrás de nuestros métodos de trabajo, relegada a bolsas que se consideran material de desecho".

Entonces, ¿cómo interpretar el uso de una herramienta tan pequeña que podía fácilmente aplastarse con un solo dedo?

                         De los 'chips' de la prehistoria a los 'microchips' de la actualidad.

Pargeter comenzó a pensar en esta pregunta en términos de su antigüedad, unos 17.000 años, y el medio ambiente reinante en ese momento. La última Edad de Hielo estaba terminando y el derretimiento masivo del hielo en los polos hizo que el nivel de los mares aumentara. En determinadas zonas de Sudáfrica, la crecida de los océanos provocó que se tragaran un área del tamaño de Irlanda. A medida que desaparecían las marismas y los pastizales costeros, junto con gran parte de la vida acuática y animales de caza, los cazadores-recolectores que vivían en tales zonas huyeron tierra adentro, a sitios como Boomplaas, actualmente ubicado a unos 80 kilómetros de la costa. Las montañas alrededor de Boomplaas proporcionaban manantiales permanentes y otras fuentes fiables de agua dulce.


El clima, sin embargo, fue menos predecible, con cambios bruscos de temperaturas y lluvias. La vegetación estaba cambiando dramáticamente, las temperaturas aumentaban y los grandes mamíferos eran cada vez más escasos. La arqueología en Boomplaas muestra que la gente comía caza menor como liebres y tortugas. Estos pequeños animales habrían sido fáciles de atrapar, pero proporcionaban elementos nutricionales limitados.


"Estas son fuentes de alimentos de baja recompensa que indican una señal de estrés en la actividad de caza y forrajeo", dice Pargeter. "Boomplaas pudo incluso haber servido como un tipo de campamento de refugiados, con grupos de cazadores-recolectores alejándose de la costa tratando de sobrevivir en entornos marginales, ya que los recursos se agotaban rápidamente mientras el cambio climático iba a más".


Las puntas de flecha de unos tres centímetros de ancho ya están en la literatura arqueológica, pero las puntas de cuarzo de cristal de Boomplaas tenían la mitad de ese tamaño. Para derribar a un animal, según la hipótesis de Pargeter, dichas puntas necesitarían veneno en las mismas -derivada de plantas o insectos- y un sistema para lanzarlas a alta velocidad como un arco y una flecha.

Pargeter usó su propio y extenso conocimiento en elaboración de herramientas prehistóricas y arqueología para suponer que la pequeña punta podría haber sido enmangada, usando una resina de origen vegetal, en un eje de unión también hecho probablemente de material vegetal, tal como una caña. Ese eje de unión, de aproximadamente el tamaño de un dedo, encajaría a su vez en un eje de flecha.

Caña con la punta de Boomplaas para ser ensartada en una flecha.

"Esa flecha se introduciría en el animal, sacrificando la pequeña punta, pero el eje de flecha se abriría para que tú pudieras recuperar este componente más costoso", explica Pargeter. "Nuestros antepasados eran maestros de la aerodinámica y actuaban como ingenieros, no, tal como los solemos considerar, como 'gentes de las cavernas'. Aplicaban redundancia en sus sistemas tecnológicos, lo que les permitía reparar fácilmente sus herramientas y reducir el impacto derivado de los errores o fallos".

Nuestros antepasados también conocían el tipo de rocas de grano fino necesarias para la fabricación de sus herramientas. Sin embargo, los suministros de tales materias primas vitales para la fabricación de las mismas probablemente disminuyeron a medida que los océanos crecientes inundaban zonas terrestres y las personas se veían forzadas a concentrarse, lo que obligaba a conservar más cuidadosamente lo que podían encontrar en el paisaje.

Nuestros antepasados ​​habrían aprendido a transportar pequeñas lascas sobre una base como estas que Pargeter hizo con cuarzo.

Como los paleoantropólogos se enfrentan a "cosas" de más de tres millones de años relacionadas con los homínidos, una de las preguntas perennes a la que siguen buscando respuesta es: ¿qué nos hace únicos a los humanos? "Por lo general, decimos que el uso de herramientas nos hizo humanos, pero esa es una respuesta insuficiente, ya que cada vez más se acumulan evidencias de uso de herramientas por parte de otros animales", dice Pargeter.

Los macacos, por ejemplo, usan piedras para abrir ostras. Los chimpancés usan también piedras como martillos y yunques para romper nueces, y modifican ramas o palos para cavar y capturar termitas. Estas herramientas, sin embargo, son grandes. "Las manos de otros primates no se han desarrollado para una manipulación fina y repetida en tareas de gran fuerza", argumenta Pargeter. "Hemos desarrollado un agarre de precisión único que aumenta nuestra capacidad para la tecnología miniaturizada".

Los humanos también son maestros en trasladarse a ambientes novedosos, a diferencia de otros primates que permanecen en los paisajes de sus antepasados. "Las herramientas más pequeñas son la elección tecnologica para una población móvil y dispersa", aduce Pargeter. "Cuando el Homo sapiens se fue de África no llevaba hachas de mano voluminosas, sino arcos, flechas y pequeños utensileos de piedra".

Fuente: phys.org | news.emory.edu | 12 de marzo de 2019

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