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El anuncio del hallazgo, realizado por Louis Leakey (en la foto), de unos extraños restos en abril de 1964 revolucionó el campo de la evolución humana y generó preguntas que se mantienen hoy en día.
Fuente: ABC.es | 3 de abril de 2014
Fue uno de esos grandes descubrimientos que han marcado la historia de la paleoantropología y, por añadidura, la del ser humano. Era abril de 1964 cuando el paleontólogo británico Louis Leakey y su equipo, en el que se encontraba su esposa, Mary Leakey, encontraron una serie de fósiles en el Gran Valle del Rift, en Tanzania, que catalogaron como una nueva especie dentro de nuestro propio género. Se llamó Homo habilis.
Según explica el paleontólogo Bernad Wood (izquierda), de la Universidad George Washington, en un comentario en la revista Nature, el descubrimiento cambió la búsqueda de los primeros seres humanos desde Asia a África e inició una polémica que perdura hasta nuestros días. Según explica, incluso con toda la evidencia fósil y las técnicas de análisis de los últimos 50 años, una hipótesis convincente para el origen del Homo sigue siendo difícil de alcanzar.
En 1960, la rama del árbol de la vida que contiene a los homínidos -los seres humanos modernos, sus antepasados y primates como los chimpancés y los bonobos- parecía sencilla. En su base estaba el Australopithecus, el hombre-mono que los paleoantropólogos han recuperado en el África austral desde 1920. Después llegó de Asia el Homo erectus, que se extendió a Europa y evolucionó en los neandertales y el Homo sapiens. Pero no quedaba claro qué había entre los australopitecos y el Homo erectus, el primer humano conocido.
Hasta la década de los 60, restos del erectus solo habían aparecido en Asia. Pero cuando Leakey encontró unas primitivas herramientas de piedra en la Garganta de Olduvai, en Tanzania, pensó que tal vez los primeros humanos se originaron en África.
Foto: Pie de un Homo habilis. Natural History Museum/Mary Evans Picture Library
Wood explica que hallar al Homo habilis fue toda una odisea. Las excavaciones en Olduvai empezaron 33 años antes del anuncio del hallazgo, en 1931, y el equipo tuvo que enfrentarse a todo tipo de dificultades naturales, incluidos los leones. Primero encontraron dos dientes de homínidos, pero eran de leche y difíciles de clasificar. Pero en el 59, Mary Leakey recuperó el cráneo de un adulto joven. El espécimen era muy extraño: cerebro pequeño, cara grande , dientes diminutos... Aparentemente, nada que ver con el Homo erectus. Los Leakey erigieron un nuevo género y especie, el Zinjanthropus boisei (ahora llamado Paranthropus boisei), para darle cabida.
Foto: Homo habilis, reconstrucción facial forense
En 1960, apareció la mandíbula inferior y la parte superior de la cabeza infantil de un homínido que definitivamente no pertenecía a la misma especie que «Zinj», y los Leakey comenzaron a sospechar que era un verdadero fabricante de herramientas. Tres años más tarde apareció un cráneo con la mandíbula superior e inferior y otro muy fragmentado, con dientes bien conservados.
Los investigadores que analizaron los restos llegaron a la conclusión de que se trataba de un nuevo Homo, el Homo habilis. Y era un Homo porque cumplía con los requisitos de una postura erguida, una marcha bípeda y la destreza con herramientas primitivas. Aunque su cerebro, ciertamente, era más pequeño (alrededor de 600 centímetros cúbicos).
Como recuerda Bernard Wood, la propuesta no fue recibida con los brazos abiertos por todo el mundo. Algunos pensaban que los fósiles eran demasiado similares al Australopithecus africanus para justificar una nueva especie. Otros investigadores admitieron que la especie era nueva. Hallazgos posteriores de Etiopía a Sudáfrica han añadido nuevos restos a la colección.
A juicio del investigador, el Homo habilis reúne unas características que no le sitúan ni en la familia de los australopitecinos ni en la de los humanos, y debe tener su propio género.
«El debate en curso acerca de los orígenes de nuestro género es parte del legado del Homo habilis. Desde mi punto de vista, la especie es demasiado diferente al Homo erectus como para ser su antecesor inmediato, por lo que un modelo simple y lineal que explique esta etapa de la evolución humana se ve cada vez menos probable. Nuestros ancestros probablemente evolucionaron en África, pero el lugar de nacimiento de nuestro género podría estar muy lejos del Gran Valle del Rift, donde se ha encontrado la mayor parte de la evidencia fósil. Los descubrimientos icónicos de los Leakey en Olduvai deberían recordarnos lo mucho que desconocemos en lugar de todo lo que sabemos», concluye el investigador.
Recuerdo haber leído uno de los primeros artículos populares sobre este descubrimiento en el... ¿65? en un "Selecciones del Reader's Digest" paleolítico también. La reconstrucción de "Zinj" por un dibujante de esa revista me apasionaba y me daba miedo (¡tenía 9 años!). Desde entonces el nombre de Louis Leakey me "sonó" ya para siempre como gran investigador del pasado más remoto.
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