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Un mural sobre la vida del hombre de neandertal (AP/American Museum of Natural History)
Hace unos 600.000 años, la humanidad se dividió en dos. Un grupo se quedó en África evolucionando hacia nosotros, el Homo sapiens. El otro se dirigió por tierra a Asia, luego a Europa, convirtiéndose en el Homo neanderthalensis, los neandertales. No eran nuestros antepasados, sino una especie hermana que evolucionó en paralelo.
Los neandertales nos fascinan por lo que nos dicen sobre nosotros mismos: quiénes éramos y en quiénes podríamos habernos convertido. Es tentador verlos en términos idílicos, viviendo en paz con la naturaleza y entre ellos, como Adán y Eva en el jardín del Paraíso. Si es así, tal vez los males de la humanidad, especialmente nuestra territorialidad, violencia, guerras, no sean innatos, sino inventos modernos.
La biología y la paleontología pintan un panorama más oscuro. Lejos de ser pacíficos, los neandertales probablemente eran luchadores hábiles y guerreros peligrosos que solo rivalizaban con los humanos modernos.
Los mamíferos terrestres depredadores son territoriales, especialmente los cazadores en manada. Como los leones, los lobos y el Homo sapiens, los neandertales eran individuos cooperativos que practicaban la caza mayor. Estos depredadores, que se encuentran en la cima de la cadena alimentaria, tienen, a su vez, pocos depredadores propios, por lo que la superpoblación de los mismos genera conflictos por los terrenos de caza. Los neandertales se enfrentaron al mismo problema; de hecho, si otras especies no controlaran su número, el conflicto lo habría hecho.
Esta territorialidad tiene profundas raíces en los humanos. Los conflictos territoriales también son intensos en nuestros parientes más cercanos: los chimpancés. Los chimpancés machos habitualmente se unen para atacar y matar a los machos de bandas rivales, un comportamiento sorprendentemente parecido a la guerra humana. Esto implica que la agresión cooperativa evolucionó en el ancestro común de los chimpancés y de nosotros mismos hace 7 millones de años. Si es así, los neandertales habrían heredado estas mismas tendencias hacia la agresión cooperativa.
Las manadas de leones amplían sus poblaciones, hasta el conflicto con otras manadas. Hennie Briedendhann / Shutterstock
La guerra es una parte intrínseca del ser humano. La misma no es un invento moderno, sino una parte antigua y fundamental de nuestra humanidad. Históricamente todos los pueblos lucharon. Nuestros escritos más antiguos están llenos de historias de guerra. La arqueología revela antiguas fortalezas y batallas, además de sitios donde se produjeron masacres prehistóricas que se remontan a milenios.
La guerra es humana, y los neandertales eran muy parecidos a nosotros. Somos notablemente similares en el cráneo y en anatomía esquelética, y compartimos el 99,7% del ADN. Por otra parte, en términos de comportamiento, los neandertales se parecían asombrosamente a nosotros. Hicieron fuego, enterraron a sus muertos, fabricaron adornos con conchas marinas y dientes de animales, hicieron obras de arte y santuarios de piedra. Si los neandertales compartían tantos de nuestros instintos creativos, probablemente también compartían muchos de nuestros instintos destructivos.
Prof. Dr. Thomas Terberger.
El registro arqueológico confirma que las vidas de los neandertales eran todo menos pacíficas. Los Homo neanderthalensis eran hábiles cazadores de grandes animales, para lo cual usaban lanzas en sus capturas de ciervos, íbices, alces, bisontes e incluso rinocerontes y mamuts. Es imposible pensar que habrían dudado en usar estas armas si sus familias y tierras estuvieran amenazadas. La arqueología sugiere que tales conflictos eran comunes.
La guerra prehistórica deja señales reveladoras. Un golpe en la cabeza es una forma eficaz de matar: los garrotes son armas rápidas, potentes y precisas, por lo que el Homo sapiens prehistórico suele mostrar traumatismos en el cráneo. De igual modo sucedió entre los neandertales.
Otro signo de guerra es la fractura de parada o freno, una rotura en la parte inferior del brazo causada por protegerse de los golpes. Los neandertales también muestran muchos brazos rotos. Y, al menos, un neandertal de la cueva Shanidar, en Irak, fue herido con una lanza en el pecho. Este tipo de traumatismos fue especialmente común entre los varones jóvenes de neandertales, al igual que sucedía con la muerte. Algunas lesiones podrían haberse producido durante la actividad de caza, pero los patrones coinciden con los pronosticados para un pueblo involucrado en guerras intertribales, con conflictos prolongados a pequeña escala pero intensos, con enfrentamientos caracterizados por incursiones y emboscadas al estilo de guerrilla, con batallas escasas.
El cráneo neandertal de Saint-Césaire sufrió un golpe que lo partió. Hace 36.000 años, Francia. Institución Smithsonian.
La guerra deja una huella más sutil en forma de límites territoriales. La mejor evidencia de que los neandertales no solo lucharon sino que sobresalieron en los enfrentamientos es que, a pesar de que nos conocieron, no fueron invadidos de inmediato. Al contrario, durante unos 100.000 año, los neandertales resistieron la expansión humana moderna.
¿Por qué tardamos tanto en salir de África? No fue porque el medio ambiente fuera hostil, sino porque los neandertales ya estaban prosperando en Europa y Asia.
Es muy poco probable que los humanos modernos conocieran a los neandertales y decidieran simplemente vivir y dejar vivir. Por lo menos, el crecimiento de la población obliga inevitablemente a los humanos a adquirir más tierras, a fin de asegurar un territorio suficiente de caza y buscar comida para sus hijos. Pero una estrategia militar agresiva también es una buena estrategia evolutiva.
Sin embargo, a pesar de que durante miles de años debimos haber tenido enfrentamientos mutuos, seguimos perdiendo. En armas, tácticas, estrategia, estábamos bastante igualados, pero los neandertales probablemente tenían ciertas ventajas. Habían ocupado el Medio Oriente durante milenios y obtenido, sin duda, un conocimiento íntimo del terreno, las estaciones, y de cómo vivir de las plantas y animales nativos. En la batalla, su gran complexión y musculatura debió haberlos convertido en formidables luchadores en el combate cuerpo a cuerpo. Sus enormes ojos probablemente les dieron a los neandertales una visión superior con poca luz, permitiéndoles maniobrar en la oscuridad para realizar emboscadas y ataques al amanecer.
Nicholas R. Longrich.
Finalmente, el punto muerto se rompió y la situación cambió. No sabemos por qué. Es posible que la invención de armas de rango superior (arcos, lanzas con propulsor, palos arrojadizos) permitiera que el Homo sapiens, de complexión ligera, acosara a los fornidos neandertales desde la distancia mediante tácticas de golpe y fuga. O quizás mejores técnicas de caza y recolección posibilitaron a los sapiens alimentar a tribus más grandes, creando una superioridad numérica en la batalla.
Incluso después de que el primitivo Homo sapiens saliera de África hace 200.000 años, se necesitaron más de 150.000 años para conquistar las tierras de los neandertales. En Israel y Grecia, el arcaico Homo sapiens tomó terreno, pero tuvo que retroceder después de las contraofensivas neandertales. Posteriormente, una ofensiva final del Homo sapiens moderno, comenzada hace 125.000 años, pudo eliminarlos.
Esta no fue una guerra relámpago, como uno esperaría si los neandertales fueran pacifistas o guerreros inferiores, sino que fue una larga guerra de desgaste. Al final, ganamos. Pero esto no se debió a que los neandertales estuvieran menos inclinados a pelear. Es probable que nos volvieramos mejores que ellos en la guerra.
Fuente: theconversation.com | 2 de noviembre de 2020
Por Nick Longrich, profesor titular de Paleontología y Biología Evolutiva en la Universidad de Bath (Gran Bretaña).
Me parece todo muy especulativo. Ante todo, la baja densidad poblacional de ambos grupos en territorios vastísimos, haría innecesarios casi todos los conflictos. Es un exceso total llamar "guerra" a una serie de conflictos puntuales, que ciertamente pudieron ocurrir, pero en forma muy dispersa en el espacio y el tiempo, que además debieron entremezclarse con episodios de adopción-solidaridad más procreación entre ambos grupos; sin contar con los avistamientos pacíficos que pudieron ser mucho más numerosos. Es delirante llamar "contraofensiva" al paso a Arabia (cruzando el Mar Rojo hace 125 mil años) de hombres modernos, que difícilmente pudieron tener idea de la existencia del grupo al que "atacaban".
Aunque alimente una ficción que acaso divertirá a algunos, naturalizar sin bases la idea de guerra expresa una ideología que me parece nefasta.
Estimado José de Teresa:
Tiende usted siempre a interpretar conceptos como nación, guerra, etc., en términos políticos actuales referiéndose al pasado. Es obvio que el autor del artículo no se mueve en esas coordenadas, a pesar de usar el término 'guerra', el cual es posible que pueda hacer confundir a quien no anda precavido. No obstante, ya digo, el autor, dada la exposición y el alcance con que emplea ese concepto (en gran parte metafórico, al igual que con otros conceptos adyacentes, tales como 'batalla', 'ofensiva', 'pacifista', 'guerrero', etc.), es notorio que se mueve en términos muy genéricos en su interpretación, es decir, como pugna, lucha, rivalidad, enfrentamiento, competencia, etc., etc., por los recursos territoriales, ecológicos y faunísticos entre dos grupos humanos prehistóricos (donde lo ideológico -como reproche- está, además, fuera de lugar).
Seguramente, el estilo "guerrero" que le ha dado el autor al artículo viene dado por un afán de hacerlo más ameno a un público no muy versado en el tema (lo cual no dejo de reconocer que tiene sus peligros dependiendo de quién lo lea). Ahora bien, como quiera que el mismo viene aderezado de múltiples e interesantes enlaces de apoyo a publicaciones de investigaciones científicas, se diría que la circunstancia anterior queda (o debería quedar) neutralizada en muy gran medida.
Por lo demás, la tesis central de que los grupos de Homo sapiens debieron encontrar, en su salida de África y más allá del Levante, esto es, hacia el continente europeo, una fuerte resistencia y competencia neandertal anterior a hace unos 45.000 años (en términos generales) es algo de lo que muchos paleontógos se han hecho eco.
Como siempre, un cordial saludo.
Estimado Guillermo,
Es verdad que los numerosos enlaces son interesantes. De hecho, le felicito a Ud. por haberse tomado el trabajo de recogerlos puntualmente. En lo demás también tiene Ud. razón, pero el hecho es que el Sr. Longrich escribe hoy, y previsiblemente, el significado (literal) que dará a su texto la gran mayoría de sus lectores es el que yo he comentado.
Ese sentido obedece a la retórica belicista que ya hoy mismo se usa con marcado exceso; para no ir más lejos, cuando se habla de una "guerra" contra el SARS-Cov-19. La naturalización de esa mentalidad probablemente es ya un estorbo para concebir el ideal de profunda colaboración, del que la humanidad tendrá que echar mano, si es que vamos a enfrentar los urgentes problemas globales que nos han caído encima.
Saludos cordiales.
Estimado José de Teresa:
Yo no me preocuparía tanto por las implicaciones semánticas del término 'guerra', habida cuenta de que el mismo se emplea profusa y genéricamente en muy distintos ámbitos (guerra biológica, guerra psicológica, guerra electrónica, guerra sorda, guerra fría, guerra de precios, guerra santa, etc., etc.), y, por tanto, está fuertemente implantada en el acervo y mentalidad de la gente como para que podamos pensar que retirándola de la escena posibilitaremos un mundo mejor. Ya hay bastantes empeños en objetivos parecidos, por parte de los amigos de lo políticamente correcto, como para añadir más 'madera al fuego'. Lo que no obsta para que tampoco sea admisible permitir una profusión excesiva y extemporánea de dicho término en todo contexto que se quiera considerar. Las cosas en su justo medio.
Saludos
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