Fallece el catedrático de Historia Antigua de España, José María Blázquez

José María Blázquez, fue una gran eminencia en Historia Antigua Universal y miembro de la Real Academia. Nació en Oviedo el 7 de junio de 1926 y murió el pasado domingo en Madrid.

Fuente: ABC.es | 28 de marzo de 2016

Por Luis Alberto de Cuenca

José María Blázquez Martínez fue catedrático de Historia Antigua de España en la Universidad de Salamanca y en la Complutense, uno de los más grandes —si no el mayor, junto con su maestro, Antonio García y Bellido— de los que ha habido en nuestro país en esa disciplina, si atendemos al número y calidad de sus publicaciones ad hoc.

Fue elegido miembro de la Real Academia de la Historia en mayo de 1987, tomando posesión de su medalla, la número 13, en enero de 1990. Desde entonces, su entrañable conversación y sus singularísimas intervenciones académicas lo hicieron un pilar indispensable en el docto palacio de la calle del León.

Dirigió revistas científicas de la categoría de Gerión y Archivo Español de Arqueología, así como el Departamento de Historia Antigua de la Universidad Complutense y el Instituto Español de Arqueología del CSIC, desempeñando en todos esos cargos una labor infatigable y ejemplar como estudioso y como gestor. Se hallaba en posesión de numerosos premios y nombramientos honoríficos españoles y extranjeros, como la Gran Medalla de Plata de Arqueología de la Academia de Arquitectura de París o el doctorado Honoris Causa por las universidades de Bolonia y Carlos III de Madrid, entre otras muchas distinciones. Era miembro ordinario del Instituto Arqueológico Alemán de Berlín, de la Hispanic Society of America, de la Accademia Nazionale del Lincei de Roma, de la New York Academy of Sciences.

Pero no quiero seguir con su abrumador currículum, porque sería interminable reseñar cuanto hizo y a las instituciones que honró con su presencia, siempre laboriosa y enérgica, tenaz y perseverante. Como historiador de las religiones antiguas, hay un antes y un después de su obra en ese terreno. 

Ejerció un fértil magisterio sobre varias generaciones de historiadores de la Antigüedad, fundando una auténtica escuela de la que surgieron los nombres más relevantes de la especialidad, desde conspicuos y venerables catedráticos que acaban de jubilarse hasta jóvenes profesores que siguen en activo en todas las universidades españolas. Incansable viajero por todo el mundo, participó en incontables misiones arqueológicas en toda la cuenca mediterránea. Suyo es, por ejemplo, un libro admirable sobre el castillo de Qusayr Amra (comienzos del siglo VIII), en el desierto jordano, donde los califas omeyas encargaron un programa iconográfico de frescos cinegéticos y eróticos que constituye un insólito paréntesis de libertad creativa en el mundo islámico.

Pero, más allá de su apabullante actividad académica y de la inagotable bibliografía que nos ha legado en libros y en artículos, José María Blázquez fue un hombre bueno, amable, extrovertido, con un increíble sentido del humor que convertía los almuerzos en su honor —instituidos por una benemérita cofradía, «Los Amigos de Blázquez», a la que me honro en pertenecer— en una auténtica fiesta de la cordialidad y la camaradería. Desde el otro lado del espejo, querido maestro, seguirás inspirándonos con tu alto ejemplo humano y científico. Hasta pronto, querido José María.

Entrevista con José María Blázquez: "Es posible que Iberia e Hispania le deban su nombre a su riqueza minera.

Publicada el 4 Abril de 2012 por 

Mediterráneo Antiguo ha querido hacer un repaso de la historia de las religiones en la Península Ibérica hasta la llegada del cristianismo. Para ello, hemos tenido el placer y el honor de contar con un maestro de lujo, José María Blázquez Martínez, que fue catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, dirige la revista Gerión y es Académico Numerario de la Real Academia de la Historia, entre otras distinciones. Su trayectoria profesional, con más de cincuenta años de investigación a sus espaldas, le convierte en una fuente de autoridad en esta materia. Dada su extensión, dividiremos la entrevista en dos entregas: una dedicada a la historia de las religiones antes de la llegada de Roma y otra dedicada al cristianismo.

Pregunta – Usted ha vinculado el origen de la palabra Iberia con el Cáucaso, pues para los griegos había una gran semejanza entre ambas regiones. Detállenos esta teoría…
Respuesta - Lo de Iberia no es teoría mía, sino de Adolfo Domínguez Monedero (profesor de la UNED), que decía que los griegos, antes de venir a España, ya conocían la zona del Cáucaso, rica en minas y después de conocer esta región -correspondiente a la actual Georgia-, conocieron el Occidente, donde habían llegado antes los fenicios. El Mediterráneo era pobre en minas, salvo Chipre, así que trasladaron la palabra con la que designaban a una región rica en minas al Occidente y llamaron a la península de la misma manera por ello. Esta teoría no ha tenido mucho éxito. Antes, la tesis tradicional decía que la palabra venía del río Iber. Estaba el Ebro, por un lado y el Íber, en la zona de Huelva, por otro lado. Fue por este segundo río por lo que dieron a esta tierra el nombre de Iberia. 

Pregunta - ¿Y el de Hispania? Algunos autores le asignan un origen fenicio…
Respuesta - Con respecto a Hispania, la tesis más generalizada es derivar su nombre de una palabra fenicia que significaría “fundición”, “mina”, algo relacionado con las minas. Claro, que los fenicios llegaron aquí antes que los griegos, con total seguridad. Se habla de una precolonización fenicia a finales del segundo milenio. Como usted sabe, la fecha de la fundación de Cádiz es el 1.100 a.C., pero allí no ha aparecido ningún material de esa fecha. Jaime Alvar y Martín Almagro han estudiado la precolonización, antes de la colonización propiamente dicha (finales del IX a.C.). Es indudable que el origen del nombre tiene que ver con los metales, pues el Mediterráneo es muy pobre en metales. Había algo en los Alpes, un poco de oro en el Atlas, en Grecia estaban las minas del Laurión (que se descubren con los Pisistrátidas en el siglo VI a.C.), había minas en Tracia…

Pregunta - ¿Y qué metales venían a buscar por estas tierras?
Respuesta - Las fuentes nos hablan de la llegada de los fenicios a Iberia para conseguir plata. Sin negar que la plata guarda un papel importante, yo creo que lo que más les interesaba probablemente era el estaño, porque es fundamental para el bronce (que es una aleación de cobre y estaño, como sabe). El estaño en el segundo milenio en el próximo oriente lo proporcionaba el mundo de Urartu, pero con las invasiones de los Pueblos del Mar se corta esta fuente y se buscan otras nuevas. Plinio nos habla de que las minas más importantes estaban en Lusitania, en Cornualles y en las Casitérides (que también hay debate por su posible ubicación)… Pero insisto en que las fuentes citan la plata, acuérdese de las supuestas relaciones con la época del rey Salomón, del que cabe decir que es muy probable que ni existiera. Recientemente he publicado “Israel y la Biblia” (Cátedra), con Javier Cabrero. Es un libro que recoge las mejores teorías sobre Israel y su historia a través del Antiguo Testamento, es una recopilación, no he aportado nada novedoso. Cabe decir que, por ejemplo, los patriarcas no son personajes históricos. No pudieron existir antes del siglo VII, como señala la Biblia, pues utilizan el camello y el camello se sabe que es utilizado en el siglo VIII y finales del VII, no antes; también pasa lo mismo con los productos que comercializan José y sus hijos y con Moisés, que tampoco es un personaje histórico. La compilación de estos textos del Antiguo Testamento se realizó en época de Josías.

Pregunta – Hispania no fue una tierra rica en mitos autóctonos, al menos los que se han conservado hasta nuestros días. El único que tenemos es el de Habis, que tiene muchas semejanzas con otros mitos del Mediterráneo Oriental. ¿Estamos realmente ante mito autóctono o resulta de la influencia de los colonizadores?¿Podríamos estar ante mitos comunes por la existencia de un sustrato indoeuropeo?
Respuesta - Efectivamente, el de Habis es el único mito que tenemos. Luis García Moreno dice que es un invento de época helenística. Justino, que lo recoge de otra fuente clásica, es el que nos da noticia de él tal y como lo conocemos. Hay dos opciones: que sea indígena, surgiría así un mito parecido al del Oriente o puede usted decir que lo que hubo fue algún mito que los griegos trasladaron a Occidente reforzando una especie de mito muy primitivo que ya existía aquí, que es la tesis de García Moreno.

Pregunta - ¿Cree usted que los relatos míticos surgen de la idealización de una realidad histórica remota?
Respuesta - Los mitos, en el fondo, responden en cierta manera a una realidad. Por ejemplo, el mito de los Argonautas responde a una realidad: que el Cáucaso era muy rico en minas y tenía una relación muy intensa con los griegos por los metales. A partir de ahí, suele derivarse el relato mítico. Así se construyen otros muchos mitos, que en su mayoría siempre tienen un referente real, como usted bien señala.

Pregunta - ¿Cuál es el principal problema con el que nos encontramos para conocer las religiones antiguas?
Respuesta - El problema grave que tenemos para conocer las religiones antiguas es la ausencia de textos. Cuando estuve con el profesor Palotino en Roma, enseñando religión etrusca, decía que si las creencias del cristianismo, de la que tenemos millones de representaciones, no tuvieran fuentes escritas, no barruntaríamos nada. Nadie podría identificar qué es una cruz o como interpretar la iconografía de la Virgen en el Purgatorio. Sobre la religión hispana tenemos dos tipos de fuentes: la ibera y la celta. Son fuentes arqueológicas, principalmente (santuarios, exvotos…), que tenemos que estudiar en función de las relaciones con otros entornos más conocidos. Después hay mucha epigrafía, casi hemos llegado a los 400 nombres indígenas en la zona indoeuropea, pero claro, salvo dos o tres inscripciones que mencionan rituales, el resto son solo menciones de nombres que poco nos aportan al conocimiento de la religión.

Pregunta – Da la sensación de que la religiosidad del siglo XXI no ha cambiado tanto con respecto al mundo antiguo. También tenemos exvotos, amuletos, rituales…
Respuesta - El único catedrático que tuvimos de historia de religiones, Álvarez Miranda, decía que los dioses emigran mucho menos que los hombres. Eso es verdad, porque coge usted, por ejemplo, santuarios en función del culto al agua y puede comprobar que han sido utilizados desde los orígenes hasta ahora, pasando por diferentes pueblos y religiones. El culto a la virgen es el culto a Isis y las letanías de la Virgen son las letanías de Isis al pie de la letra. Isis tenía una ventaja, era una diosa virgen que da a luz a un dios, por lo que era fácilmente asimilable. Así es como evolucionan los cultos, pero no los lugares en los que se realizan.

Pregunta – La civilización tartessia surge de la mezcla de un sustrato autóctono con una fuerte influencia fenicia, griega e, incluso, etrusca. ¿Cómo se manifiesta esta composición cultural en su religiosidad?
Respuesta - Esto de Tartessos está muy en crisis, hay autores como Jaime Alvar o Luis Ruiz, que dicen directamente que Tartessos es la colonización fenicia, nada más. Yo defendí que Tartessos es el período orientalizante de la península ibérica. Fenicios y griegos vienen a por metales y, por tanto, tienen que cambiarlo por algo. Esto provoca que dejen un impacto material muy grande en el área tartessia: que básicamente ocupa Huelva, Sevilla y Córdoba. Hay zonas como Jaén, el sur de Extremadura, el sur de Portugal, que sin ser estrictamente tartessias, están bajo su influjo. Aquí aparecen una serie de elementos o diosas del oriente, como Astarté; timiaterios, rituales… Es decir, se observa una fuerte influencia fenicia tanto en el área tartessia como en sus zonas de influencia.

Pregunta - ¿Y hay algún rasgo autóctono que sea rastreable en la religión de Tartessos?
Respuesta - No parece, no lo sabemos. Ese es el problema. Hay muchas representaciones de diosas, en timiaterios sueltos… Los fenicios también traen rituales, como el quemar perfumes. Nos traen la religión, rituales, dioses…Esto hace que sea difícil diferenciar lo autóctono de lo importado.

Pregunta – Algunos autores especulan con un posible origen de la escritura tartessia anterior a la introducción de la escritura en la península por los fenicios ¿qué opina de ello?
Respuesta – El mismo Gómez Moreno decía, cuando se descubrió el micénico, que en Iberia había una escritura más antigua que esa, que era hispana. Pero es seguro que la escritura la introdujeron los fenicios.

Pregunta – Se sabe muy poco de la religión de los iberos, pero sí que parece que hay una mayor predominancia de la figura femenina ¿podría esto significar un mayor arraigo del culto oriental a la Diosa Madre?¿Sería la explicación del éxito que tuvo la Tanit púnica?
Respuesta - Yo personalmente no creo que haya predominancia de diosas en el mundo ibérico. Sí que había diosas, que pueden proceder de las diosas del segundo milenio, pero pueden ser diosas traídas por los fenicios. Claro, aquí por un fenómeno de sincretismo, si un pueblo tiene un culto a una Diosa Madre y luego llega otra parecida traída por otro pueblo, tienden a fundirse. Por eso Tanit tuvo tanto éxito, por completa seguridad. Heródoto lo dice al llegar a Egipto y ver la equivalencia entre los dioses locales y los griegos. El sincretismo es fundamental para entender las religiones antiguas.

Pregunta – Hablando de la Diosa Madre y retrocediendo en el tiempo ¿qué opinión tiene sobre el controvertido tema del megalitismo mediterráneo y, en especial, de los templos malteses?
Respuesta - Hay una gran discusión, el problema fundamental es de cronología. Yo no soy un experto en la materia, pero en un momento de mi vida sí que me interesó. La cronología de Malta es muy difícil de establecer. Hay argumentos a favor y en contra de situarlo hacia el cuarto milenio. En general, es un problema en todo el megalitismo, por ejemplo, la cronología de Gobekli Tepe es muy alta, yo creo que no tiene mucho sentido.

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Entrevista con José María Blázquez: "Se cree que ninguno de los Apóstoles, a excepción de Pedro, salió de Israel"

Publicada el 6 de Abril de 2012 por 

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 12, 2016 a las 2:32am

Jose María Blázquez, la voz y los ojos de los mosaicos hispanorromanos

Fuente: EL MUNDO.es | 11 de abril de 2016

Por LUZ NEIRA JIMÉNEZ (Profesora de Hª Antigua y Vicerrectora Adjunta de Comunicación y Cultura, Univ. Carlos III de Madrid)

Hace unos días falleció en Madrid el profesor y académico José María Blázquez Martínez, cuya pérdida deja abatidos a todos los que hemos tenido la inmensa fortuna de disfrutar de su magisterio y su arrolladora personalidad. Bien conocidos son sus relevantes méritos y su fructífera trayectoria científica, a la que no son ajenos los lectores de La Aventura de la Historia, pues el maestro consideraba de gran importancia la divulgación rigurosa y la transferencia del conocimiento más allá de los círculos estrictamente académicos.

Ardua tarea, en este sentido, la de intentar resumir su contribución decisiva a los estudios dedicados a la Antigüedad como profesor e investigador desde la cátedra de Historia Antigua Universal en las Universidades de Salamanca (1966-) y Complutense de Madrid (1969-), donde fue Profesor Emérito, también en el antiguo Instituto de Arqueología 'Rodrigo Caro' (CSIC), del que fue director (1973-1985), y en la Real Academia de la Historia, así como en otras universidades y centros de investigación extranjeros. Sin olvidar su liderazgo en la dirección de AEspA y Gerión y las numerosas campañas de excavación. Innumerables igualmente los premios y reconocimientos nacionales e internacionales más prestigiosos a su gran aportación científica a lo largo de una vida dedicada al mundo antiguo en toda su magnitud.

Profesor deslumbrante

Aun siendo numerosísimos y de indudable valor, la referencia a los logros y honores académicos que el maestro alcanzó no llegan, sin embargo, a reflejar la dimensión de su personalidad, única e irrepetible. Más allá de su reconocida labor a favor de la Historia Antigua como disciplina en el plan de estudios de Geografía e Historia, Blázquez deslumbraba como profesor -tuve la fortuna de pertenecer a una de aquellas promociones a las que impartió en 1º curso 'Historia Antigua Universal'- no solo por la lista de 24 libros, que los estudiantes de su asignatura anual debíamos leer para entrar en materia, sino por su sabiduría y la forma de transmitirla, ya que al hacer mención de yacimiento, hallazgo, museo o lugar, por remoto que fuera, lo hacía desde el conocimiento que le proporcionaba haberlo estudiado in situ.


José María Blázquez.

Era el año 1976, cuando no existía el turismo low cost, ni los jóvenes, españoles ni españolas de clase media, ni siquiera los que acudíamos a la universidad, viajaban como lo hacen en las últimas décadas. Como en tantos otros aspectos, José María Blázquez fue un pionero, y siguiendo una tradición que ya había iniciado en la Universidad de Salamanca, organizaba viajes culturales de bajo coste para que el importe no fuera un obstáculo para sus alumnos. De este modo, en febrero de 1977 en un chárter repleto de adjuntos, ayudantes y alumnos de 1º, 4º y 5º de carrera viajamos a Londres con el objetivo de asistir a una magna exposición sobre Pompeya, visitar museos y realizar excursiones a Bath, Oxford y Cambridge. ¡11 días por 9.500 ptas!.

Por esa combinación, mágica, entre sabiduría y cercanía, Blázquez, fascinaba. A este respecto, quisiera resaltar que, como el gran maestro que era, nunca perdió la comunicación con los doctorandos, con los estudiantes y, en definitiva, con los más jóvenes. Y atraía como nadie su atención. Era emocionante constatar, muchísimos años después de haber sido su alumna, luego su doctoranda y siempre su discípula, que en el transcurso de las nueve ediciones del Seminario de Mosaicos Romanos (SMR) en el Instituto de Cultura y Tecnología de la UC3M, a las que nunca faltó, mantenía intacta su extraordinaria capacidad de comunicación, despertando en la tradicional Conferencia de Clausura el interés de los estudiantes, jóvenes y mayores, ya que, lejos de circunscribirse únicamente a un grupo de colegas o discípulos elegidos, el profesor Blázquez seguía prestando atención a todos los participantes y asistentes. Sin duda, por su carácter entrañable y generoso, pero también por el profundo respeto que siempre manifestó por los alumnos y, en suma, por la docencia.

Los mosaicos del imperio

Estrechamente unida a la actividad docente, su dedicación a la investigación de muy diferentes temas de la Antigüedad le ha granjeado el reconocimiento unánime a nivel nacional e internacional. Valga el ejemplo de su contribución al estudio de los mosaicos hispanorromanos. Siguiendo una línea que apenas pudo iniciar su maestro García y Bellido, al que siempre recordaba, el profesor Blázquez fue desde el CSIC impulsor y director entre 1976 y 1997 del Corpus de Mosaicos de España, en el marco de un Proyecto Internacional, que, bajo los auspicios de la Association Internationale pour l'Étude de la Mosaïque Antique (AIEMA) tenía como objetivo el estudio y la publicación de todos los mosaicos del Imperio. En este sentido, su visión fue decisiva, ya que, en contraste con otros países de gran tradición investigadora, los mosaicos romanos en España apenas habían suscitado interés, más allá de su clasificación entre las "artes menores".

Como gran aportación, a través de varios Proyectos de I+D+I y la formación de un equipo investigador, del que me honro haber formado parte, José María Blázquez publicó además numerosos artículos en las revistas más prestigiosas y presentó sus trabajos sobre los mosaicos hispanos, africanos y orientales del Imperio en los Congresos de referencia organizados periódicamente por la AIEMA y el Africa Romana, consiguiendo su justa valoración en el contexto global de la musivaria romana.

En esta línea, la finalidad de su magna obra no se limitó al análisis de los mosaicos hispanos sino a su contextualización en el marco más amplio del Imperio, gracias a su profundo conocimiento de las fuentes escritas y arqueológicas y de los mosaicos de otros territorios. Imborrable el recuerdo de aquellos viajes en busca de mosaicos que él contaba haber hecho "acompañado de las ninfas" por Siria, Túnez, Marruecos, Turquía, Libia...y tantos otros. Imborrable su conversación. Imborrable su sencillez.

Referencia en la bibliografía internacional, los estudiosos del mosaico que comparten nuestro dolor recuerdan hoy su vitalidad aún en el último Congreso celebrado en Madrid en septiembre de 2015, donde impartió la Conferencia inaugural. Como testimonio de su entusiasmo por los mosaicos, pensaba ya en viajar al próximo Congreso, previsto para 2018 en Chipre, y seguía escribiendo. Prueba de su generosidad infinita, preparó sin descanso hasta el fin de sus días un texto sobre Diana en los mosaicos hispanos para el SMR en septiembre de 2016.

Era un genio de la Antigüedad y una persona genial. Por ambas razones, colegas, discípulos, estudiantes, amigos de diferentes países y, en definitiva, todos los que tuvimos la inmensa fortuna de conocer al profesor Blázquez, y contar con su apoyo incondicional, experimentamos un sentimiento de orfandad ante la pérdida irreparable del maestro.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 12, 2016 a las 2:45am

José María Blázquez, historiador, un Néstor hispano

Fuente: EL PAIS.com | 11 de abril de 2016

Por Pedro Barcelo, profesor de la Universidad de Potsdam (Alemania)

Con el fallecimiento de José María Blázquez Martínez, catedrático emérito de la Universidad Complutense y miembro de la Real Academia de la Historia, desaparece un conocido historiador, autor de numerosos libros, docente universitario legendario y personalidad irrepetible.

Blázquez (Oviedo, 7 de junio de 1926-Madrid, 27 de marzo de 2016) fue siempre, aun en su avanzada edad, joven de espíritu, dinámico, pleno de energía y vitalidad, incansable en el momento de acometer proyectos. Su curiosidad, hecho consustancial en todo buen estudioso de la historia, era tan grande como su capacidad de trabajo. Su habilidad para la gestión dentro y fuera del mundo académico, así como su constante dedicación a sus discípulos, muchos de ellos catedráticos, hacen de él una suerte de Néstor hispano.

Aunque nunca fui alumno suyo, pues mi currículo científico se desarrolló en el extranjero, nuestros caminos se cruzaron repetidas veces de manera que puedo atestiguar —desde un punto de vista lejano si cabe— su total desvelo por la historia de la Antigüedad clásica, su casi obsesiva labor por ubicarla en un puesto preeminente dentro de la universidad española. Sin él es bastante impensable que este hecho, hoy realidad, se hubiera podido consumar. Dentro de la historia antigua de este país hay que distinguir dos épocas: antes y después de Blázquez. Desde su cátedra en la Complutense su prestigio va en aumento, especialmente en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo pasado: miembro de innumerables tribunales de tesis doctorales y de oposiciones a cátedras que lo convierten en uno de los árbitros de su asignatura.

Tarea hercúlea

Esta hercúlea tarea es más meritoria de lo que a primera vista parece si tenemos en cuenta su punto de partida. Blázquez, procedente de la filología clásica y de la arqueología de campo, se transformó en historiador de la Antigüedad grecorromana a base de una incansable laboriosidad y tenacidad sin límite, intentando conciliar ambas áreas de conocimiento, la cultura material y las fuentes escritas.

Su facilidad para entablar relaciones en el ámbito nacional e internacional, su admirable humanidad respecto a sus alumnos y colegas, su sentido del humor, su afabilidad y su incansable disposición a escuchar, atender y ayudar a quien precisaba de su colaboración, hacen de él un homme de lettres sui generis.

Tampoco hay que olvidar sus dotes pedagógicas, su facilidad de palabra, capaz de comunicar con cualquier clase de público y entusiasmarlo con las ideas transmitidas. Sus intereses eran tan amplios como su desbordante personalidad. En este contexto destaca la historia de la Hispania antigua, su etnografía, economía y sociedad, el mundo de las religiones paganas, el incipiente ascenso del cristianismo y, en los últimos tiempos, un especial interés por la cultura islámica. Enumerar aquí sus publicaciones sería querer contar los granos de arena de una enorme playa.

Era Blázquez un hombre del siglo XX. Las nuevas tecnologías no hicieron mella en él, llegó con pasión a la fotocopiadora y al fax. Sus armas eran los libros, las fichas, el papel, el bolígrafo: es decir, era todo un dinosaurio, circunstancia que al evocarla me produce una enorme ternura y comprensión. Al comentar su fallecimiento con mi amigo José Manuel Roldán, también colega de Blázquez en la Complutense durante tanto tiempo, lo hicimos a través de un breve diálogo que seguramente le habría hecho sonreír: al llegar al cielo, la primera pregunta de Blázquez habría sido: “¿Dónde están la biblioteca y la fotocopiadora?”. A lo que le contestarían: “Querido amigo, el cielo ya está digitalizado”, y él por su parte respondería: “¡Pues me tendrán que facilitar un cursillo de informática!”.

¡Descansa en paz, mi inolvidable colega!

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 12, 2016 a las 2:54am

A José María Blázquez

Fuente: diariodecadiz.es | 5 de abril de 2016

Por Diego Ruiz Mata, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz)

Como estos artículos los leen, a veces, algunos profesionales o amantes y curiosos de la arqueología e historia de las tierras fenicias, tartesias, griegas o romanas, ya sabrán que el pasado 27 de marzo falleció José María Blázquez Martínez en Madrid, quien el próximo mes de junio cumplía noventa años y llevaba trabajando, enseñando, estudiando, investigando y publicando más de setenta años.

Y se ha ido regalándonos una obra magistral de miles de páginas, sin que se pueda prescindir de ninguna, y miles de ideas y teorías. Ha sido catedrático de Historia Antigua en las universidades de Salamanca y Complutense de Madrid, director durante muchos años del Instituto Rodrigo Caro del CSIC, y desde 1987 Académico Numerario de la RAH. Y un etcétera sin fin de distinciones y doctorados honorarios de muchas universidades españolas y extranjeras. Habrá que computar algún día el número de sus publicaciones, que llegarán con seguridad a poco más de las cuatrocientas, entre libros y artículos.

Una vida, en fin, dedicada a lo que le hacía feliz, al estudio con pasión de la historia antigua de la Península Ibérica y del Mediterráneo. Y así es reconocido en cualquier universidad o institución científica de cualquier lugar. He tenido ocasión de comprobarlo para mi satisfacción, porque tuve la fortuna de trabajar con él, de aprender de él, de publicar y firmar con él y de ser su amigo. Siempre he mantenido que la vida es el aprendizaje de los mejores y con los mejores. Lo que se cumple con él. 

Pero quizás no todos sepan que tenía un piso pequeño en Cádiz, junto al mar, donde descansaba, escribiendo y trabajando, un tiempo en verano. Y sobre todo, que un porcentaje alto de sus publicaciones están dedicadas a la historia y arqueología de los tartesios y fenicios occidentales, de los semitas del suroeste peninsular, y el resto a la misma zona, pero de época romana. Una vida, en suma, escarbando en la historia andaluza. Publicaciones que han dado a conocer al mundo de la ciencia esta región nuestra más que cualquier otro investigador que, con mucho menos y de menor importancia, es reconocido sin tanto merecimiento. Pero éste es un país donde habita el olvido, escribió nuestro olvidado y gran poeta Luis Cernuda. Pero su nombre y su obra ya están cinceladas en la losa de piedra eterna que forma el dintel de la puerta de la Historia, por sus merecimientos sobrados. 

El profesor Blázquez ha pasado la mayor parte de su vida trabajando en silencio, sin descanso, sin alharacas y sin promociones preparadas, como se suele hacer en estos tiempos a poco que se escriba algo, siquiera una página con garabatos, con importancia o sin ella. Y ha dedicado su tiempo haciendo magisterio, creando investigadores, ayudando a todo el que lo solicitaba. Y jamás se atribuyó una sola idea que no fuese suya como propia, siempre citando, a veces demasiado, dando demasiadas gracias por algún pequeño dato aportado, e incluso a quienes empezábamos y no teníamos ideas de nada, sólo de parecernos al maestro. 

¿Qué se puede decir de alguien que ha acumulado tantos méritos, que ha sido tan humano? Sencillamente, gracias profesor, gracias maestro, gracias por haber sido tu amigo. Te fuiste, José María Blázquez, sin molestar y en silencio, como siempre has hecho, pero tu recuerdo, tu obra es ya inmortal, como Argantonio, Trajano o Gerión y tantos otros que viven en la muerte, a quienes estudiaste con tanta pasión y has dejado escritas páginas tan bellas. 



Nos veremos algún día en el Bosque Sagrado, en el lugar convenido, donde reposan todos los soñadores de la Historia y de los Mitos. Hasta luego, amigo y maestro.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 12, 2016 a las 3:10am

Últimos días con el maestro

Fuente: LA RAZÖN.es | 28 de marzo de 2016

Por Alfredo Alvar, historiador e investigador del CSIC

Ha muerto Blázquez.

Si a alguien le dice poco esta frase, le cuento alguna cosa más, a buen seguro de que acabará pensando conmigo que es una faena tener que escribir «ha muerto Blázquez».

Don José María Blázquez Martínez nació en Oviedo el 7 de junio de 1926. Fue catedrático de Historia Antigua en las universidades de Salamanca y Complutense de Madrid, así como director del Instituto Español de Arqueología del CSIC. Desde enero de 1990, académico de número de la Real Academia de la Historia. Su nombre y magisterio eran conocidos y reconocidos por medio mundo, desde los círculos más prestigiosos de Europa a los más recónditos de Asia, o del África musulmana. Su capacidad de dirección de excavaciones creó escuela en España y no creo que haya arqueólogo que se precie que no haya estado a su lado, en el Testaccio, o en las llagas que abrió a la tierra por Irán. Decenas de estudiantes entendimos la romanización de Hispania gracias a sus escritos.

Pero como no fui discípulo suyo, no escribo sobre su obra.

Escribo desde la rabia del recuerdo: ya octogenario, todos los días iba a la Academia, a ese centro de investigación en el corazón de Madrid, para darse su paseo y, con un carrito de la compra lleno de artículos recientes, o de libros recién publicados, o de fotocopias, echaba la mañana rellenando sobres para mandar montañas de papel a colegas de los más insospechados sitios del planeta, para que leyeran su última aportación sobre la exportación de los caballos romanos desde Iberia, o sobre los usos matrimoniales cristianos antes del siglo IV, o sobre quién era, en verdad, Mahoma.

Atravesaba con su alta y larguirucha efigie la sala de lectura para llegarse a la zona reservada de la biblioteca (sí, en invierno, con un gorro de lana traído de donde fuera, una corbata de lana tejida a saber por qué manos y todo ello haciendo escalofriante juego con una camisa de franela de cuadros). Allá se sentaba, con la generosa Asun, y empezaba la letanía de nombres y envíos y el sonido del grapar mientras que con sus altas e inteligibles voces llenaba el silencio de la sala de investigadores, para molestia de unos melífluos lectores que no sabían qué pulmones echaban tales improperios, y para gusto de otros.

Llegaba la hora del café. Entonces, en el bar de la esquina, siempre con Asun y alguno más, pedía su tostada (de aceite con tomate) y su café con leche a las pizpiretas camareras y les decía lo que fuera, que mejor no saberlo, y se explayaba, de nuevo, con sus cosas, que lejos de ser «sus» cosas, eran las que a todos nos atañen hogaño y que muchos o no se las huelen, o la corrección les impide afrontar (de frente): sus conocimientos de la Historia y sus experiencias personales llenaban el rato de la tertulia, sí de la tertulia madrileña, alrededor del desayuno. Unas veces, eran recuerdos de sus tiempos de formación en Alemania; otras veces, lo que le ocurrió en tal sitio arqueológico; cómo no, el recuerdo de las clases y, por supuesto, sus impresiones de las turcas, en el último viaje, que casi parecía un homenaje más al Imperio otomano en estos tiempos cervantinos. Y, si por casualidad se necesitaba confirmar algún dato de la existencia de alguna pieza en algún museo de Persia, él te solucionaba, sin internet, pero con fax y correo postal, la manera de ponerte en contacto con la persona indicada, que en más de una ocasión le debía la vida porque se había formado en Roma gracias a una beca que treinta o cuarenta años ha le había logrado el maestro.

A veces las tertulias seguían en ese descodificado club de «Los amigos de Blázquez», que informalmente nos reuníamos (y hemos de seguir haciéndolo) para darle un homenaje culinario, que vaya si le gustaba comer. Así iban pasando una parte de sus días, que lo sepáis sus alumnos que le quisisteis y que seguís esparciendo su conocimiento por centenares de institutos y colegios. Así y haciéndose un viajecito al año, habitualmente hacia el Asia greco-romanizada, con más discípulos, profesores, o sencillamente amigos. Me consta que este año no fue, porque ya estaba el pie en el estribo y que, mientras escribo éstas, los que deberían haber sido sus compañeros de aventura, están embarcando en Tiflis, camino de Madrid. Él, sin embargo, aun a pesar de las ganas de vivir que tenía, ha emprendido la travesía de la Laguna Estigia, con Caronte y pajarita, aunque sin moneda entre sus labios. Como había de ser. El Domingo de Resurrección, recién reconquistada Palmira.

Querría haber hecho un epicedio digno de su memoria. Pero no sé versificar para que él lo apreciase. He recordado ahora unas palabras escritas por López de Hoyos en loor de una gran cardenal, que si el maestro las oyera, asintiera: «Créeme, no es propio del sabio decir: “Viviré”. Toda gloria humana es fugaz; aprende a morir».




Comentario por Alicia M. Canto el abril 13, 2016 a las 10:20am

Gracias, don Guillermo. Iba a poner ahora las dos últimas y muy afectuosas semblanzas de Blázquez, las publicadas en El Mundo (con una de las mejores fotos suyas que hay) y en El País, pero veo que ya estaba Ud. atento a ello y las subió ayer, muy bien. Recordaré sólo entonces, para quien quiera acercarse a su ingente obra, la página de J.M. Abascal sobre Blázquez, que recoge sus publicaciones ordenadas por tipos y fechas, entre 1955 y 2013 (aunque él siguió trabajando hasta prácticamente los días de su última enfermedad, como bien lo recuerda Luz Neira en su artículo). Un saludo cordial. 

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