El osario de Santiago vuelve a manos de su dueño después de un largo juicio en el que no se pudo establecer si es un hallazgo genuino o un fraude

Foto: El coleccionista de antigüedades, Oded Golán, recupera el osario tras su devolución por parte de la Autoridad de Antigüedades de Israel.

Fuente: elcorreo.com | Julio Arrieta | 22 de noviembre de 2013

La Autoridad de Antigüedades de Israel devolvió hace unos días el conocido como osario de Santiago a su propietario, el coleccionista Oded Golan. La noticia apenas ha sido recogida por los medios de comunicación, lo que contrasta con el impacto que supuso la presentación pública de dicho artefacto en 2002, cuando figuró en las primeras planas de los periódicos de todo el mundo como un hallazgo sensacional que podría ser la primera prueba arqueológica de la existencia de Jesús de Nazaret. Hoy, esta urna es considerada una falsificación por la mayor parte de los expertos. Sin embargo, el juicio sobre este posible fraude acabó en tablas: el magistrado dictó que no se podía demostrar sin ninguna duda que la inscripción que adornaba el objeto y podía aludir al fundador del Cristianismo fuera fraudulenta, ni que Golan fuese el falsario.

Foto: Oded Golan, de nuevo con el osario que vuelve a sus manos.

La historia de la urna u osario de Santiago es rocambolesca como pocas y en manos de un escritor hábil podría dar lugar una muy entretenida novela de misterios y conspiraciones históricas a lo Dan Brown. Arranca en una rueda de prensa convocada a nivel internacional por el director de la 'Biblical Archaeology Review' (BAR), Hershel Shanks, y celebrada en Washington el 21 de octubre de 2002. “Es el hallazgo más importante en la historia de la arqueología del Nuevo Testamento”, declaró Shanks, cuya revista es editada por la Biblical Archaeology Society (Sociedad de Arqueología Bíblica), asociación estadounidense sin fines de lucro que se autodefine como “no denominacional”, es decir, no adscrita a ninguna iglesia ni confesión religiosa.

Foto: El osario de Santiago

El hallazgo era un osario de roca caliza, ligeramente trapezoidal, que mide unos 50 centímetros de largo por 28 de ancho y 31 de altura. Los judíos usaron este tipo de urnas durante un periodo muy concreto, entre el 20 a.C. y el 70 d.C., aproximadamente, para almacenar los huesos de los cadáveres, una vez descompuestos, y poder reenterrarlos ganando espacio en las tumbas para poder sepultar más difuntos. En ocasiones, estas cajas incluían una inscripción que identificaba al muerto. Encontrado en Jerusalén en circunstancias poco claras, el osario presentado por Shanks ante la prensa contaba con uno de esos breves textos grabados, escrito en arameo. La inscripción dice “Ya'akov bar Yosef akhui di Yeshua”, que significa “Jacob (en adelante, Santiago), hijo de José, hermano de Jesús”.

André Lemaire, paleógrafo de la Sorbona encargado de analizar la inscripción, afirmó que este texto telegráfico podría ser la primera referencia extrabíblica a Jesús de Nazaret. «En este tipo de osarios se indica sólo el nombre del difunto o, a lo sumo, el del padre», señaló. Como en este caso se aludía a un hermano, Lemaire destacó que «debía ser necesariamente alguien muy importante, conocido o popular».

Tanto Shanks como Lemaire fueron los primeros en hacer notar que los tres nombres -Santiago, José y Jesús- eran muy comunes en la Jerusalén del siglo I, y de hecho ya figuraban por separado en otros osarios similares a éste. Pero señalaban que la probabilidad de que los tres coincidieran en un grupo familiar como el registrado en la inscripción era muy reducida. Pensar en el pasaje del Evangelio de Mateo en el que se alude a la familia de Jesús era inevitable: “¿No es acaso éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?” (Mt 13, 55). Para Shanks era más que probable que en esta caja descansaron los restos de Santiago, el “hermano del Señor” al que alude San Pablo (Gal. 1, 18-19) y uno de los líderes de la primera comunidad jerosolimitana de judíos cristianos, cuya muerte, en el año 62, recoge Flavio Josefo en sus 'Antigüedades judías'.

Foto: Inscripción en arameo del osario

FotoPrimer plano de la palabra 'Jesús' en la inscripción

La aparición de la urna se convirtió en una noticia de alcance mundial. Mientras el artefacto era expuesto por primera vez en el Museo Real de Ontario y recibía la visita de más de medio millón de curiosos, las voces críticas empezaron a dejarse oír. Primero fueron los arqueólogos, sobre todo los israelíes, quienes señalaron que, como suele suceder con esta clase de objetos sensacionales que van a revolucionar la historia, el osario era de origen desconocido y no procedía de una excavación controlada. Había 'aparecido' en poder de Oded Golan (1951, Tel Aviv), un adinerado ingeniero y coleccionista de antigüedades aficionado a la arqueología desde niño (con 12 años, fue el miembro más joven del numeroso equipo de excavación de Yigael Yadin en Masada).

Una historia difusa

El relato de Golan sobre el origen de la caja era difuso, como poco. La primera versión decía que la había comprado a un anticuario palestino que, a su vez, la obtuvo de manos de alguien indeterminado que la encontró en una cueva del valle de Cedrón, entre Jerusalén y el Monte de los Olivos, cuya localización no fue revelada.

Golan justificó la vaguedad de su historia con que no quería comprometer a sus contactos, pero el caso es que la fue cambiando poco a poco. Al principio se publicó que poseía el osario desde 1980. Pero la Ley de Antigüedades israelí de 1978 dicta que toda pieza encontrada a partir de ese año pertenece automáticamente al Estado, así que Golan ha ido 'desplazando' la fecha de adquisición hasta mediados de los 70. En todo caso, a los responsables de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) no les hizo ninguna gracia que un artefacto de la importancia presumida por sus promotores circulara por el extranjero sin que ellos tuvieran noticia de ello.

Los arqueólogos no fueron los únicos en presentar objeciones al supuesto gran descubrimiento. Algunos especialistas en escrituras antiguas también pusieron pegas. Rochelle I. Altman, experta en sistemas antiguos de escritura, señaló que la inscripción era obra de dos manos muy diferentes y que la parte “hermano de Jesús”, escrita con llamativa torpeza, era un añadido posterior y probablemente una falsificación.

Se generó así un debate a escala internacional y multidisciplinar que se desarrolló a varios niveles. Por un lado, estaban los partidarios de la autenticidad de la inscripción -la del propio osario rara vez fue puesta en duda-, que polemizaban con quienes creían que era un fraude y que defendían que todo se reducía a un caso de mercadeo de antigüedades falsas. A otro nivel, paleógrafos, epigrafistas y lingüistas discutían sobre qué partes del texto podían ser genuinas. Por último, entre los académicos que daban por buena la inscripción completa se debatía acerca de hasta qué punto se podía presumir que los aludidos en el texto eran los Santiago, José y el propio Jesucristo de los Evangelios y, en caso de ser ellos, sobre cómo debía de interpretarse la palabra “hermano” a la hora de definir el parentesco de Santiago y Jesús.

Mientras Hershel Shanks convertía la defensa de la autenticidad de la pieza y su inscripción en una especie de cruzada personal, la AAI creó una comisión científica doble para estudiar el artefacto, dirigida por Uzi Dahari. La comisión estaba dividida en dos grupos, el comité de escritura y contenido, formado por cuatro lingüistas, paleógrafos y epigrafistas, y el comité de materiales y pátina, compuesto por seis expertos en arqueología, petrografía, restauración, geología e identificación de materiales.

Además del osario, los científicos también estudiaron otra pieza sensacional, la inscripción de Joás (derecha), una pequeña tableta de arenisca con quince líneas grabadas en hebreo antiguo, datada en el siglo IX antes de Cristo, que, de ser auténtica, se trataría de la única prueba directa de la existencia del Templo de Salomón. Casualmente, esta segunda pieza había pasado también por las manos de Oded Golan.

En marzo de 2003 el coleccionista fue detenido, acusado de tráfico de antigüedades y de poseer material arqueológico robado. Los dos comités de expertos de la AAI se reunieron por primera vez el 26 de marzo de ese año y llevaron a cabo su puesta en común final el 15 de junio, después de que cada uno de sus miembros trabajara por separado o en reuniones parciales, y con acceso al osario, que fue depositado en un laboratorio montado al efecto. El propio Golan fue convocado a la última reunión, expuso su punto de vista y contestó a las preguntas de los expertos.

Informe demoledor

El informe final de la comisión dúplice, que puede consultarse en la web de la AAI, es un texto de cuatro folios y medio, completado por numerosos apéndices, en el que cada experto resume su parecer. Tres de los cuatro miembros del comité de textos concluyeron que la inscripción es falsa. El cuarto -Roni Reich- señalaba que no había encontrado indicios definitivos de que la inscripción fuera un fraude, pero que las observaciones del comité de materiales le inclinaban a pensar que así era. Los miembros del segundo comité afirmaron que el osario en sí era auténtico y estaba cubierto por una pátina que reflejaba que había pasado mucho tiempo en una cueva o subterráneo. No había forma de fechar dicha pátina con algún sistema de datación absoluta. En cuanto a la inscripción, confirmaron que se había realizado en dos partes y, lo que resultaba más llamativo, que había sido recubierta con una pátina artificial que trataba de imitar la que cubría el resto de la caja. La conclusión del primer comité fue que “la inscripción del osario de Santiago es una falsificación”. También daban como fraudulento el texto de la tablilla de Joás. El resumen del segundo grupo decía: “Concluimos que la pátina (de las dos inscripciones) está falsificada y varía significativamente de la pátina original de ambos objetos”.

La fiscalía pasó a la acción y el 29 de diciembre de 2004 arrancaba la causa penal 482/04, el Estado de Israel contra Oded Golan y otros cuatro acusados, en el Juzgado del Distrito de Jerusalén. La acusación señalaba al ingeniero como responsable de la falsificación de por lo menos 18 objetos, el osario y la tableta de Joás entre ellos, y de ser el eje de una trama de compraventa de antigüedades falsificadas, creadas a partir de hallazgos arqueológicos reales obtenidos de forma ilegal. Lo que hace destacable y especialmente interesante este proceso entre los demás sobre falsificaciones arqueológicas es que en este caso el juez, Aharon Farkash, es también titulado en arqueología.

Las sesiones del juicio duraron algo más de siete años y su transcripción abarca 12.000 páginas en las que se recogen las declaraciones de hasta 138 testigos. La sentencia ocupa 475 páginas. El 14 de marzo de 2012, Oded Golan y Robert Deutsch, los dos acusados contra los que se mantuvieron los cargos hasta el final, fueron absueltos del delito de falsificación. Golan fue declarado culpable de tráfico irregular de antigüedades y condenado a pagar una multa de 30.000 shekel (algo más de 6.200 euros) y a un mes de cárcel, pero, como ya había estado en prisión preventiva antes del proceso, no tuvo que pasar por una celda.

En cuanto al osario de Santiago, el magistrado subraya que el descargo de los acusados no significa que la urna y su inscripción sean auténticas y que la sentencia no debe ser interpretada como un veredicto sobre la autenticidad o falsedad de éste y los demás artefactos en cuestión. El fallo dice que la acusación no pudo demostrar más allá de la duda razonable que el texto “Santiago, hijo de José, hermano de Jesús” fuera un fraude.

La defensa presentó a los paleógrafos partidarios de su autenticidad, entre ellos el mencionado Lemaire, que se mantuvieron firmes en sus opiniones. Sin embargo, alguno de los expertos presentados por la acusación dudaron de sus posiciones e incluso un componente del comité de materiales, Yoval Goren, pidió que se le permitiera reexaminar el osario. Acabó declarando que no podía asegurar que la pátina que cubría algunas de las letras era antigua. El magistrado concluyó que, como varios especialistas de cualificación similar presentaban conclusiones contrapuestas, no se podía afirmar con justicia si había fraude o no. Además, señalaba que las manipulaciones a las que había sido sometida la urna por los forenses de la Policía israelí para realizar un molde del texto habían sido tan agresivas que habían alterado el surco de las letras grabadas y la pátina que las cubría hasta tal punto que iba a resultar muy difícil realizar pruebas fiables en el futuro.

Foto: Oded Golan habla a los medios después de haber sido absuelto del delito de falsificación del osario de Santiago.

Falta un testigo

A la fiscalía le falló además un testigo clave, Marco Samah Shoukri Ghatas, un artista y joyero egipcio que había confesado a un reportero de la CBS-TV ser el falsificador que retocaba las antigüedades con las que comerciaba Golan. Según recogió el diario 'Haaretz', Amir Ganor, responsable del departamento de prevención del robo de antigüedades de la AAI, declaró que se había entrevistado con este personaje, que reconoció ser autor del texto de la tablilla de Joás bajo las instrucciones de Golan. También admitió haber manipulado el osario, aunque no la inscripción. Pero Ghatas no acudió a declarar en el juicio. Según unos, porque las autoridades egipcias se lo impidieron por motivos desconocidos; según otros, porque temía ser encausado él mismo a pesar de que se le ofrecieron todas las garantías en sentido contrario.

La defensa aportó además una prueba de que la urna de Santiago llevaba muchísimo tiempo en manos de Golan y de que no se trataba de un montaje reciente: 'apareció' una foto de mediados de los 70 en la que se ve una estantería de la casa del coleccionista en la que se aprecia el osario, con su inscripción bien visible. Casualmente, también se ven una foto de la novia que Golan tenía entonces, una guía de teléfonos de 1974 con la fecha a la vista y varias publicaciones universitarias del Instituto de Tecnología de Israel, en el que Golan cursó estudios entre 1976 y 1978.

Felizmente para el acusado, el papel de la foto estaba fechado también. Por si fuera poco, y en un giro digno de una novela de John Grisham, la ex novia fue llamada a declarar. Es de imaginar que para estupefacción de la fiscalía, no sólo se acordaba de la urna sino que además recordaba haber leído la inscripción, porque las palabras 'bar Yosef' se parecían a su apellido de soltera, Mar-Yosef. Por último, un ex agente de la unidad de fotografía del FBI, Gerald Richard, declaró que el papel en el que estaba impresa la foto había dejado de ser fabricado por Kodak en 1979. Dan Bahat, de la oficina del fiscal de distrito de Jerusalén, intentó contraargumentar que tanta perfección informativo fotográfica era más que sospechosa y que era muy raro que alguien se dedicara a fotografiar sin motivo estanterías con urnas, guías de teléfonos con fecha bien visible y fotos de la novia, pero la imagen fue admitida como una prueba genuina.

En definitiva, no pudo demostrarse que Oded Golan, a pesar de su familiaridad llamativa con varios hallazgos dudosos, fuera un falsario ni que el texto del osario de Santiago sea un montaje. Quedó por resolver el asunto de la propiedad de la caja. Tanto la AAI como Golan presentaron sus respectivos argumentos. El juez decidió que fuera devuelta al coleccionista, que la recibió el pasado 10 de noviembre. En una entrevista concedida el año pasaddo a 'Haaretz', durante la que mostró a los periodistas su colección, definida por el reportero Nir Hasson como un auténtico “museo medio secreto”, Golan seguía defendiendo la autenticidad de la inscripción. En el mismo sentido ha escrito Hershel Shanks en durísimos artículos en los que critica con fiereza a los expertos que siguen afirmando el fraude, sobre todo a los de la AAI, y se lamenta de que “por lo menos durante una generación” se va a considerar un hecho demostrado que la inscripción “Santiago, hijo de José, hermano de Jesús” es una impostura.

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