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Reconstrucción de los restos 'Omo I' hallados en Etiopía.
En 1987, Rebecca Cann, Mark Stoneking y Allan Wilson publicaron en la revista Nature un estudio sobre el ADN mitocondrial que indicaba que la población ancestral del Homo sapiens actual probablemente procedía de África oriental.
Además de las pruebas indirectas, esto se explica porque los fósiles de los primeros Homo sapiens más convincentes (es decir, Omo I u Omo Kibish y los homínidos de Herto), también se han encontrado en esta región.
Sin embargo, estudios recientes, tanto en genética como en paleoantropología, han empezado a cuestionar este punto de vista. De esta forma, el consenso emergente en cuanto a la localización del origen de nuestra especie se inclina hacia procesos evolutivos más complejos, que incluyen la mezcla entre diferentes poblaciones, procedentes de distintas regiones de África, por ejemplo, las poblaciones del sur y del este del continente.
El fósil del Omo I, descubierto por el paleoantropólogo keniano Richard Leakey (derecha, recientemente fallecido), posee las principales características morfológicas específicas del Homo sapiens –es decir, una bóveda craneal alta y globular, un mentón en la mandíbula–, lo que convierte al espécimen en un miembro incuestionable de nuestra especie.
Un equipo de científicos, liderados por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), ha datado una enorme erupción volcánica en Etiopía que revela ahora que este individuo vivió mucho antes de lo que se pensaba.
“Antes de este estudio, se creía que estos fósiles podían tener una antigüedad de 198.000 años. Las nuevas estimaciones son de más de 200.000 años y posiblemente más de 230.000, con lo que se retrasa la primera aparición incuestionable de un miembro de nuestra especie en el registro fósil”, apunta Aurélien Mounier (izquierda), científico del Museo del Hombre de París y coautor del estudio que publica la revista Nature.
Omo I se encontró bajo una capa de ceniza muy gruesa que es demasiado fina como para obtener datos mediante técnicas de datación directa. “La única manera que había era analizar su composición química para obtener su huella dactilar y luego tratar de correlacionarla con otras capas de ceniza de la región e, idealmente, con el volcán que produjo la erupción. Algo muy complejo, porque Etiopía alberga numerosos volcanes. Cada erupción tiene una huella química única”, apunta Celine Vidal (derecha), autora principal del trabajo e investigadora de la Universidad de Cambridge.
Hasta el presente, varios estudios que habían intentado esta datación anteriormente, habían sugerido algunas correlaciones, pero había mucha incertidumbre. Lo que ha logrado este equipo ahora, al estudiar las grandes erupciones que se produjeron en Etiopía durante el periodo de tiempo considerado (hace entre 300.000 y 60.000 años), es identificar una que fue colosal, la del volcán Shala hace 233.000 años, localizado a 400 kilómetros de la región donde se halló Omo I.
El equipo toma muestras de los depósitos de ceniza que limitan la edad del fósil más antiguo de Homo Sapiens en la formación Omo Kibish. / Alan Deino 2018.
La localización de las excavaciones es muy importante. El yacimiento del que hablábamos al principio del artículo, denominado Omo I, se encuentra en la formación geológica Omo Kibish, creada por el río Omo, que cruza el sudeste de Etiopía. Si miramos un mapa físico de la región, observaremos que nos encontramos dentro del Gran Valle del Rift de África Oriental. Este valle es una enorme fractura geológica que comenzó a formarse durante los últimos 30 millones de años cuando, debido a las corrientes de magma del interior del planeta, empezaron a separarse las placas continentales africana y somalí. Toda esta actividad tectónica da como resultado una zona con alta concentración de terremotos y volcanes, y son estos últimos, los volcanes, los que tienen una cualidad muy importante: sus erupciones poseen una firma química única.
Los investigadores recogieron muestras de roca de los depósitos volcánicos y las molieron hasta un tamaño submilimétrico. “Una vez que se ha triturado la roca, se liberan los minerales de su interior, y entonces se puede datar e identificar la firma química del vidrio volcánico que mantiene unidos a los minerales”, explica Vidal.
La huella de esta erupción resultó ser idéntica a la de la ceniza encontrada sobre el fósil Omo I, en la formación Omo Kibish. Esto implica que los fósiles son más antiguos que 233.000 años.
Imagen de satélite de los Lagos Shala
Esta región de Etiopía es una zona de gran actividad volcánica y una rica fuente de restos humanos primitivos y artefactos como herramientas de piedra.
“Como paleoantropólogo que trabaja en África oriental, veo lo mucho que me baso en los logros y el legado de Leakey para llevar a cabo mis propias investigaciones. África oriental sigue proporcionando numerosos fósiles extremadamente importantes. Pero no son tanto los fósiles en sí, como las particularidades de esta zona lo que la hacen importante, ya que los restos se conservan mejor que en otras regiones y, en concreto, el Valle del Rift ofrece una oportunidad única al dejar al descubierto sedimentos más antiguos y hacerlos más fácilmente accesibles a los arqueólogos”, reflexiona Mounier.
Este estudio es especialmente importante porque apoya la hipótesis de las investigaciones genéticas que señalan que la divergencia de genes de las primeras poblaciones de Homo sapiens podría haber ocurrido hace unos 300.000 años.
"Hay muchas otras capas de ceniza que estamos tratando de correlacionar con las erupciones del Rift etíope y con los depósitos de ceniza de otras formaciones sedimentarias. Con el tiempo, esperamos acotar mejor la edad de otros fósiles de la región", afirma Vidal.
Para lograr su objetivo los científicos dataron las capas de ceniza volcánica donde quedó enterrado "Omo I", una zona del valle del Rift (foto) de gran actividad volcánica y rica en restos de los primeros humanos.
Los investigadores afirman que, aunque este estudio muestra una nueva edad mínima para el Homo sapiens en el este de África, es posible que nuevos hallazgos y estudios amplíen la edad aún más atrás en el tiempo.
“Solo podemos datar a la humanidad basándonos en los fósiles que tenemos, así que es imposible decir que esta es la antigüedad definitiva de nuestra especie. El estudio de la evolución humana está siempre en movimiento: los límites y las líneas de tiempo cambian a medida que mejora nuestra comprensión. Pero estos fósiles muestran lo resistentes que son los humanos: que sobrevivimos, prosperamos y emigramos en una zona tan propensa a los desastres naturales", continúa la investigadora.
“Nuestro enfoque forense proporciona una nueva antigüedad mínima para el 'Homo sapiens' en el este de África, pero el reto sigue siendo aportar un límite, una antigüedad máxima, para su aparición”, concluye la coautora Christine Lane (izquierda), directora del Laboratorio de Tefra de la Universidad de Cambridge.
Probablemente no sea una coincidencia que nuestros primeros ancestros vivieran en un valle geológicamente activo: "Recogía lluvia en los lagos, ofrecía agua dulce y atraía animales, y servía como un corredor de migración natural que se extendía miles de kilómetros», describe Clive Oppenheimer (derecha), director del proyecto que fecha la erupciones volcánicas. Al mismo tiempo, los volcanes proporcionaron «materiales fantásticos para fabricar herramientas de piedra y, de vez en cuando, teníamos que desarrollar nuestras habilidades cognitivas cuando las grandes erupciones transformaban el paisaje".
Al paleoantropólogo y codirector de los yacimientos de Atapuerca, Bermúdez de Castro (izquierda), no le ha sorprendido que esta nueva datación retrase la formación del yacimiento de Etiopía: "Hace 230.000 años nuestra especie, conformada casi como la conocemos hoy en día, salvando matices de una mayor robustez en los rasgos faciales y craneales, se paseaba ya por África. De esa misma antigüedad es el cráneo de Florisbad, en Sudáfrica, asignado por su descubridor, Thomas Dreyer, a 'Homo helmei', pero en la actualidad incluido en 'Homo sapiens'. Así que podemos seguir afirmando que los primeros homininos con un aspecto inequívocamente como el nuestro se encuentran en África hace entre 300.000 y 200.000 años, un dato esperable que no cambia nada más que la datación de ese yacimiento", sostiene.
El paleontólogo español, sin relación con el estudio de Nature, recuerda que "las dataciones de los yacimientos, aunque son meritorias, no son una verdad absoluta ni deben darse nunca como un asunto zanjado, dado que las técnicas mejoran y siempre se encuentran nuevos métodos de datación, que deben ser empleados en todos los yacimientos".
Desde su punto de vista, "con esta evaluación continua nos podemos ir acercando a la realidad del tiempo en el que se depositaron los sedimentos y los fósiles. Si se realiza una batería de dataciones con diferentes métodos en cualquier yacimiento se obtiene un rango de edades, con un valor mínimo y un valor máximo. Cuando hay otros elementos a considerar en el yacimiento, como la fauna, el paleomagnetismo, etc., se puede debatir entonces cual podría ser la cronología más probable".
Fuentes: agenciasinc.es | larazon.es | elmundo.es | 12 de enero de 2022
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