El análisis científico de los restos moleculares de 31 de estos recipientes ha permitido a un equipo de investigadores de las universidades Ludwig Maximilian (Múnich) y de Eberhard Karls (Tubinga) comprender qué sustancias químicas se usaron durante la momificación, cómo se mezclaban, cómo se las denominaba y cómo fueron aplicadas. Por ejemplo, se han determinado tres combinaciones diferentes (que incluían sustancias como resina de elemí, resina de árbol de pistacia, subproductos de enebro o ciprés y cera de abejas) las cuales se usaban específicamente para embalsamar la cabeza, algo totalmente desconocido hasta ahora, y otras eran empleadas para limpiar el cuerpo o ablandar la piel.
"El descubrimiento de las instalaciones de embalsamamiento que presentamos cambia nuestro conocimiento y comprensión de la momificación egipcia", destacan los arqueólogos en un artículo publicado este miércoles en la revista Nature. Hasta ahora, el famoso tratamiento de los cadáveres que desarrolló la civilización egipcia se conocía gracias a dos fuentes principales: los relatos recogidos en los papiros —y en otros textos clásicos como las obras de Heródoto o Diodoro de Sicilia— y los análisis de residuos orgánicos identificados en las momias. Sin embargo, aunque algunos estudios habían podido determinar los ungüentos empleados, quedaban todavía varios enigmas por resolver.
Recipientes cerámicos recuperados en el taller de momificación de Saqqara. M. Abdelghaffar.
El arte de momificar
Durante más de 3000 años, los antiguos egipcios conservaron artificialmente los cuerpos de humanos y animales con el objetivo de proporcionar un hogar permanente para sus almas. En el transcurso de alrededor de 70 días, se pensaba que la momificación y los rituales religiosos asociados (oraciones, quema de incienso, unción y envoltura del cuerpo) transformaban al difunto -un ser terrenal- en un ser divino. El cuerpo vulnerable se convertía en una momia resistente. La momificación evolucionó con el paso del tiempo y varió según la riqueza del fallecido, las preferencias personales, los cambios de moda y creencias, y la habilidad y el estilo de los embalsamadores.
"Conocemos los nombres de muchos de estos ingredientes para embalsamar desde que se descifraron los antiguos escritos egipcios", explica Susanne Beck (izquierda), de la Universidad de Tubinga y codirectora de las excavaciones en el yacimiento (Ramadan Hussein, que lideraba los trabajos, falleció el año pasado de forma repentina). "Pero hasta ahora solo podíamos intuir qué sustancias había detrás de cada nombre".
Maxime Rageot (derecha), arqueólogo también de la Universidad de Tubinga y responsable del proyecto científico, y que igualmente ha contado con la colaboración del Centro Nacional de Investigación de El Cairo, añade en este sentido: "La sustancia etiquetada por los antiguos egipcios como 'antiu' se ha traducido durante mucho tiempo como mirra o incienso. Pero ahora hemos logrado demostrar que, en realidad, es una mezcla de ingredientes muy diferentes que pudimos separar con la ayuda de cromatografía de gases/espectrometría de masas". El antiu utilizado en la necrópolis de Saqqara era una combinación de aceite de cedro, aceite de enebro y ciprés y grasas animales. El sefet, uno de los siete aceites sagrados, resultó ser un ungüento a base de grasa perfumada con aditivos vegetales.
En sus conclusiones, los investigadores consideran que los especialistas en el proceso de momificación fueron conscientes tanto de las propiedades químicas como de la bioactividad de las sustancias utilizadas y desarrollaron un conocimiento complejo sobre la preparación de diferentes bálsamos de ingredientes particulares.
Una persona momificada junto a frascos canopos, utilizados para albergar los organos del fallecido
Pero lo que más les ha sorprendido ha sido la procedencia de algunos de los materiales para embalsamar. La resina de elemí —uno de los dos materiales que hasta ahora nunca se había identificado en las excavaciones junto a la de damar— llegaba a Egipto desde el África tropical o las selvas del sudeste asiático, la de Pistacia de algún rincón del Mediterráneo, el betún —solo recuperado en las vasijas del pozo funerario— probablemente venía de la zona del mar Muerto y el aceite de cedro también del Levante, de las actuales regiones de Líbano y Siria. Según los arqueólogos, estos descubrimientos confirman no solo la complejidad de las prácticas de embalsamamiento, sino que desvelan redes de comercio a larga distancia a través del Mediterráneo y el océano Índico.
"En última instancia, la momificación egipcia probablemente desempeñó un papel importante en la aparición de las redes globales", dice Rageot. "Se necesitaban grandes cantidades de estas resinas exóticas". Philipp W. Stockhammer (izquierda), arqueólogo de la Universidad Ludwig Maximilian, concluye: “En el proceso de embalsamamiento, una vez sacado el cuerpo de la sal de natrón [para desecarlo], la piel enseguida corre el riesgo de ser colonizada por microbios, que la devorarían. Sabían qué sustancias necesitaban poner en la piel, compuestos antibacterianos y antifúngicos para mantenerla bien conservada”. Tenían conocimientos microbiológicos, sin saber de bacterias. "Además, gracias a todas las inscripciones en los recipientes, en el futuro podremos descifrar aún más el vocabulario de la química del Antiguo Egipto de la que no entendíamos lo suficiente hasta la fecha".
Fuente: elespanol.com | elpais.com | 1 de febrero de 2022
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