Dos músicos a la búsqueda de los sonidos de la prehistoria

Los músicos Kuan Yin (izquierda) y Yerko Lorca, han juntado investigación arqueológica y conocimiento musical para recrear instrumentos y melodías de hace miles de años.

Los que trabajan con la historia – arqueólogos, investigadores, estudiosos, profesores, historiadores, periodistas – son perfectamente conscientes de la relevancia que puede tener el más mínimo conocimiento sobre nuestro pasado, por nimio que parezca. Cada detalle nos puede ayudar a entender cómo hablaban, qué comían, cómo vestían y qué deseaban nuestros antepasados. Las manifestaciones artísticas son uno de los grandes enigmas de la historia.

Más allá de las figuritas prehistóricas o las pinturas rupestres, los vestigios culturales del pasado se antojan más bien escasos. Pero, ¿qué ocurre con la música? Se han conservado varias piezas musicales antiguas registradas sobre papiro, papel, piedra y arcilla. Conocemos la letra de las canciones; incluso en algunos casos formidables se han conservado hasta las partituras – si de partituras se puede hablar considerando que tienen 2.000 años de antigüedad–, pero continúa siendo muy complicado saber cómo sonaban exactamente.

Dos músicos, el catalán Yerko Lorca y la taiwanesa Kuan Yin (izquierda) son de los poquísimos artistas en el mundo que intentan responder a estas preguntas. Desde 2015 este dúo internacional cruza hallazgos arqueológicos y música para revivir melodías de Europa, África y Asia. “Todo empezó en diciembre de 2008 – cuenta Lorca – cuando decidí viajar a Mali para aprender a tocar la kora, un instrumento de cuerdas africano perteneciente a la familia de las arpas de arco. Allí me di cuenta de que este instrumento no es de músicos, sino de narradores de historias”.

Lorca llegó a la conclusión que aprender a tocar la kora sin meterse de lleno en la cultura de África Occidental carecía de sentido, pues le estaba restando al instrumento su esencia de vehículo de historias. De la mano de Djeliba Baba, un narrador de historias profesional, el músico empezó a estudiar la cultura, la historia, los poemas de la parte oeste del continente africano.

“Al cabo de unos años me di cuenta de que quería emplear todas las herramientas adquiridas en este proceso para investigar sobre la música en el Mediterráneo”, explica Lorca, quien se dirigió hacia Grecia para empezar sus nuevas investigaciones. Allí entró en contacto con una empresa familiar de lutieres que, desde muchas generaciones, recreaba instrumentos antiguos. Lorca les encargó que construyeran para él una lira clásica griega tipo chelis de doce cuerdas pero, aún así, recuperar los sonidos de la Grecia clásica seguía siendo todo un reto.

Yerko Lorca con su Lira de la Estela de Luna. Es el único ejemplar en el mundo de la lira de la Estela de Luna de quince cuerdas. Foto: Mònica Prats

LA MÚSICA EN LA IBERIA ANTIGUA

El deseo de tocar melodías acordes al tiempo del instrumento que acababa de tener entre manos llevó a Lorca a seguir investigando sobre la música en el Mediterráneo. Así entró en contacto con el musicólogo Ángel Román Ramírez (izquierda), autor del libro La música en la Iberia Antigua:de Tarteso a Hispania. Fue él quien le hizo escuchar por primera vez la adaptación musical del texto de los bronces de Botorrita, una serie de cuatro planchas de bronce del siglo I a.C. encontradas en la actual Botorrita, cerca de Zaragoza.

El texto, escrito en celtíbero y aún por descifrar, fue transliterado por J. Ramón Rivera; la música es obra de Ángel Román. Así, las palabras grabadas en el bronce hace 2.000 años volvieron a recobrar vida en forma de canción: ULDIA UIR AS KUM MEL, cuyas palabras, extraídas del Bronce III, según las interpretaciones, serían una oración para un sacrificio.

LA LIRA DE LA ESTELA DE LUNA

Ángel Román Ramírez interpretaba esta melodía tocando una lira inspirada en la Estela de Luna (derecha), conocida también como Lira tartésica.

La Estela de Luna es una estela funeraria de la edad del bronce de 1,30 m de altura, datada entre 1250 y 750 a.C., procedente de Tiña o Tiñica del Royo en Luna, Aragón. En la cara anterior de la estela antropomorfa manos expertas grabaron hace siglos el dibujo de una lira de 15 cuerdas parecida a la lira homérica (phorminx), uno de los instrumentos musicales de cuerda de la Grecia clásica.

Román Ramírez disponía de una lira parecida, pero con nueve cuerdas. Yerko Lorca, en cambio, decidió recrear la lira tal y como está representada en la estela, con las quince cuerdas: “Fue un trabajo conjunto: Ángel, los lutiers y otros investigadores colaboraron y, siguiendo mis indicaciones, conseguimos recrear un modelo diferente a todos los anteriores, más grande y único al mundo”, explica Lorca, quien tuvo que desarrollar una técnica propia para tocar un instrumento cuya memoria se había perdido en el transcurso de los siglos.

Después de años de práctica, Lorca empezó a aplicar a este instrumento de origen mediterráneo, que probablemente también tuvo influencias fenicias, conceptos de la kora africana: “fue entonces que se obró la magia y que finalmente el sonido parecía acorde con el instrumento que tenía entre manos”, afirma el músico.

EL EPITAFIO DE SEIKILOS

La pieza que tal vez sea la mejor síntesis del trabajo de Lorca de estos años, que desde 2015 es acompañado por su pareja de vida y trabajo Kuan Yin, es sin duda el Epitafio de Seikilos (izquierda), considerado como la canción completa más antigua conservada hasta nuestros días. Datado alrededor del siglo I d.C. y grabado en una estela de mármol que un tal Seikilos había hecho construir para su esposa Euterpe en Trales, a unos 30 kilómetros de Éfeso, el epitafio es un himno a la vida: Mientras vivas, brilla, / nunca sientas pena. / La vida dura muy poco / y el tiempo demanda su tributo.

“Lo más importante de esta melodía es que su mensaje es igual de actual ahora que hace 2.000 años”, explica Kuan Yin, quien junto con Lorca hace revivir esta melodía al son del tar, un tambor de marco cuyo diámetro es superior a su profundidad. Como Lorca, ella también ha empezado a tocar instrumentos por su connotación histórica. El tambor de marco aparece en diferentes culturas de todo el mundo, que no tenían contacto entre ellas. Es uno de los instrumentos de percusión más antiguos y aparece inciso, pintado, de diferentes tamaños. Y casi siempre, aparece tocado por una mujer. “Puede verse en cantidad de rituales y ceremonias. Se le atribuía a la mujer estar conectada entre el mundo espiritual y el de los vivos por el hecho de poder concebir vida”, explica Kuan Yin.

Al ser una melodía hallada en una estela funeraria, normalmente se atribuye al Epitafio de Seikilos una connotación triste. “Nosotros lo cantamos con las mismas notas, pero con alegría y simplicidad, e invitamos al público a cantarla en griego antiguo”, explica Lorca. Su versión es un arreglo de la melodía original, es decir que Lorca y Kuan Yin tocan una versión con un añadido, una nota en la parte final que les permite hacer el tema más personal y, en su opinión, que una música de hace 2.000 años, creada por otra cultura, conecte de lleno con la humanidad de nuestro tiempo.

TRIBUS ABORÍGENES DE TAIWAN

En su último proyecto, sin embargo, han salido del Mediterráneo. Esta pareja de artistas ha viajado en la distancia y en el tiempo hasta Taiwan, donde unos recientes descubrimientos han llevado a identificar yacimientos aborígenes de hace 3.000 años. En la parte sudoriental de la isla se han encontrado unos monolitos que probablemente servían de pilares para las viviendas de las tribus que habitaron la isla. “Según parece, en los agujeros de la parte superior de los monolitos, entraban las vigas que sujetaban el techo”, cuenta Kuan Yin. En el Sitio de Peinan se conservan los restos del asentamiento antiguo más abundante del este de Asia, y sin embargo los habitantes de Taiwán desconocen esta realidad.

Por ello el National Museum of Prehistory de Taiwán, responsable de las excavaciones, decidió dar un paso hacia la ficción: contrataron un novelista para que creara una historia de fantasía basada en la cultura Peinan para dar a conocer el pasado de la isla de una forma más popular. Yerko Lorca y Kuan Yin, financiados por el mismo museo, se han encargado de crear una melodía que, basándose en los descubrimientos del yacimiento, consiguiera llevar al oyente a la Taiwan de hace 3.000 años.

Nunca sabremos a ciencia cierta cómo sonaban esas melodías, pues muchos factores se han perdido en el camino. Sin embargo el mero hecho de poder recordar y soñar con esas canciones milenarias ideadas, pensadas y tocadas por nuestros antepasados quizá ya es el mejor regalo con el que puede fantasear cualquier amante de la historia.

Fuente: nationalgeographic.es| 15 de enero de 2021

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