Foto: Los arqueólogos que excavaban el ágora de Atenas en 1931 descubrieron un pozo que contenía los restos de 450 bebés y 150 perros.
Fuente: nwnoticias.com | Mail Online | newsweek.com | 12 de junio de 2015
En la década de 1930, los arqueólogos empezaron a excavar el ágora ateniense, el mercado en el centro de la antigua ciudad griega. Aparte de toparse con los grandes templos y estatuas por los que la ciudad ahora es conocida, hallaron algo que originalmente pensaron como mundano: un pozo, labrado en la roca firme.
Se impactaron cuando miraron dentro. Allí hallaron los esqueletos de cientos de perros e infantes humanos. La colección perturbadora de muertos antiguos desconcertó a los arqueólogos. Con el paso de los años, los expertos plantearon dos hipótesis principales para explicar el extraño descubrimiento, que es diferente a todo lo encontrado en el mundo antiguo, único tanto en términos de la cantidad de bebés muertos como por la inclusión de esqueletos caninos. Algunos aventuraron que el hallazgo podía ser el resultado mortificador de un infanticidio masivo; otros creían que una plaga fue la culpable.
En las últimas dos décadas, un equipo de investigadores ha hecho uso de la más reciente tecnología disponible para analizar los restos. Ellos han concluido que ninguna de esas hipótesis posiblemente sea correcta. Su análisis, pronto a ser entregado a Hesperia, una revista académica publicada por la Escuela Americana de Estudios Clásicos en Atenas, da una nueva y macabra luz sobre la antigua sociedad ateniense.
Maria Liston (izquierda), una antropóloga biológica de la Universidad de Waterloo, en Ontario, y su equipo, determinaron que había 457 infantes muertos en el pozo junto con 150 perros y cachorros, y el esqueleto de un adulto con una deformidad física seria. Mezclados con los huesos, hallaron toneladas de cascotes de cerámica. Al fechar este material, Susan Rotroff (derecha), arqueóloga de la Universidad Washington en San Luis, calculó que los cuerpos terminaron allí en algún momento entre los años 160 y 150 a.C., al final del período helenístico que siguió a las conquistas de Alejandro Magno y poco antes de que los romanos invadiesen Grecia.
Parece que los bebés del pozo tuvieron muertes naturales, y no como parte de una pandemia. "Todos los infantes, salvo tres, tenían menos de una semana de edad en el momento de su muerte", dice Liston. Su estudio de los cráneos sugiere que aproximadamente un tercio murió de meningitis bacteriana, una infección del cerebro y los tejidos circundantes a menudo provocada por cortar el cordón umbilical con un objeto sin esterilizar, todavía una causa común de muerte en algunas partes del mundo en desarrollo. La meningitis deja marcas reconocibles en los huesos craneales, dice Liston. Los otros bebés griegos, añade ella, posiblemente murieron de otras enfermedades y problemas de salud comunes en la época, como la deshidratación por diarrea, que no deja ninguna huella en el esqueleto.
Foto: El cráneo reconstruido de un niño descubierto en el antiguo pozo muestra una fractura en forma de Y a la derecha de la línea media de la parte posterior. MARIA A. LISTON / UNIVERSIDAD DE WATERLOO
El pozo estaba rodeado de varios talleres de metalurgia abandonados, y en él, los arqueólogos hallaron gran cantidad de trozos de bronce. El cobre de esta aleación, el cual caló en los huesos cuando el pozo fue llenado con agua, tiene fuertes propiedades antibacterianas y posiblemente explica el porqué estos materiales están “notablemente bien preservados”, dice Liston.
No obstante, la pregunta es por qué los huesos estaban en un pozo. La respuesta es también una explicación a una prolongada discrepancia sobre nuestra compresnión del mundo antiguo.
“Sabemos que una gran cantidad de bebés murieron”, dice
John Papadopoulos (izquierda), profesor de arqueología y los clásicos en la Universidad de California, Los Ángeles, el cual no estuvo involucrado en esta tarea.
Pero, por lo general, los bebés no tienen una gran presencia en el registro arqueológico. Los arqueólogos han hallado algunos bebés enterrados en tumbas, pero en otros casos han desenterrado, por ejemplo, esqueletos de infantes bajo tablas de piso y en vertederos de la ciudad.
Este último trabajo se añade a esos descubrimientos perturbadores, mostrando evidencias de que, en esa época, si un bebé moría, su cuerpo era desechado, no enterrado apropiadamente. "Esto se debe a que los bebés griegos, como los de Roma, no eran considerados individuos completos hasta después de una ceremonia especial que duraba entre una semana o 10 días después del nacimiento", explica Rotroff. Durante este periodo, era el momento en que al infante se le daba su nombre, y el jefe de familia (casi siempre el padre) decidía si criaba o no al niño. Él podía decidir no criar al niño por varias razones; por ejemplo, en el caso de algún tipo de deformidad, o si la familia era demasiado grande, o si la madre no estaba casada. A veces, un bebé no deseado era abandonado en un lugar público con la esperanza de que lo adoptasen. No era inusual que tales niños fueran criados como esclavos.
Foto: La vista interior de un cráneo muestra en primer plano una fractura en proceso de curación. MARIA A. LISTON / UNIVERSIDAD DE WATERLOO
Pero si estos bebés, no ciudadanos todavía, morían antes de esa ceremonia, tal vez terminaban en el fondo de un pozo. El equipo cree que las parteras atenienses llevaban a los bebés al pozo poco después de que hubieran sido rechazados. El pozo estaba en una ubicación ideal para que las matronas atenienses llevasen a cabo tal acción: en el tiempo en que se produjeron estos "entierros", entre 165 y 150 a.C., el pozo se encontraba en un callejón sin salida cerca del ágora, de fácil acceso, pero fuera de la vista. Liston reflexiona que ser arrojado a un pozo abandonado bien podría haber sido considerado como más respetuoso que ser arrojado al vertedero de la ciudad.
No todos los bebés murieron de forma natural. Un infante de 18 meses de edad muestra señales de abusos frecuentes con múltiples fracturas a lo largo del cuerpo, incluído el cráneo, en diferentes grados de sanación. "Es posible que se haya encontrado el ejemplo más antiguo de un niño maltratado", dice Liston. Una fractura en la mandíbula sucedió en el momento de su muerte. Estas tristes señales de maltrato son muy obvias, incluso más de dos milenios después, por lo que Liston dice que ella “habría ido a la justicia… y testificaría que éste era un niño maltratado”, si fuera un caso forense moderno.
Foto: Mandíbula superior con fractura a la parte derecha. MARIA A. LISTON / UNIVERSIDAD DE WATERLOO.
Luego están los perros. La zooarqueóloga
Lynn Snyder dice que posiblemente fueron sacrificados. Aun cuando aves y ovejas eran más comunes como ofrendas, los perros eran considerados especialmente buenos para mitigar la
“contaminación”, dice Liston. El parto, y la muerte de un niño pequeño, eran pensados como circunstancias
“contaminantes”, y los atenienses tal vez hayan matado perros para
“limpiarse”, dice Liston. Los perros posiblemente eran perros callejeros, los genéricos
“perros parias” que todavía se hallan deambulando por las calles de ciudades alrededor del mundo comiendo sobras, dice Snyder. Curiosamente, estos huesos caninos no muestran marcas de un trauma fatal, aun cuando muchos sí tienen fracturas sanadas. Así, se desconoce cómo mataban los atenienses a los perros, aunque quizás fuera mediante la asfixia, dice Snyder.
Liston y los otros arqueólogos están habituados a crear un “distanciamiento profesional” con los huesos de los humanos que estudian. Pero a veces el trabajo se hace un poco duro. “Cuatrocientos cincuenta bebés muertos; esos son muchísimos padres dolientes y pesares”, dice Liston. “A veces necesitaba alejarme y hacer otra cosa por un tiempo…, esto tiene una pesada carga emocional”. Pero el trabajo ha valido la pena, dicen, para entender mejor la difícil situación de los niños con problemas de hace miles de años.
Detalle del ágora de Atenas con el templo de Hefestos al fondo. Foto de G.C.C.
El pozo se encontraba en lo que ahora es un área arbolada y montuosa entre el Museo del Ágora Antigua —el cual cientos de turistas visitan diariamente para maravillarse con los millones que han vivido, muerto y pasado por esta ciudad antigua al paso de los milenios— y el Templo de Hefestos, el cual se ve igual que cuando fue construido hace más de 2.400 años. Ya se han ido los muertos que otrora llenaban el pozo, en su mayoría recién nacidos que nunca saborearon realmente la vida. Todo lo que queda del pozo es una pequeña depresión en el suelo. Allí crece un pino desaliñado, con la forma retorcida de su tronco asemejándose más o menos a un signo de interrogación.
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