La conducta simbólica humana es un proceso basado en las capacidades exaptativas que la evolución proporciona, las cuales emergen gracias a las características culturales, sociales y lingüísticas del medio en el que viven. Si estas características medioambientales no son las adecuadas, tal desarrollo no se produce o lo haría de forma anómala. Este es un hecho que tiene lugar tanto en el presente como en el pasado.

Todo ser humano nace con unas capacidades, cognitivas y físicas, heredadas de sus padres, la realización de ellas depende del medio en el que se desarrolle. Si practica mucho un deporte puede llegar a dominar su practica con notables habilidad (genética más medio ambiente), si desde pequeño aprende los conceptos que dominan la sociedad en la que vive, será igual que sus ancestros, pero si permanece aislado (por las causas de patología social que por desgracia existen en nuestras sociedades) su desarrollo cognitivo, social y afectivo se verán gravemente dañadas, dependiendo del grado de marginación a la que ha estado sometido (a pesar de que cus capacidades cognitivas sean totalmente normales).

Las heterocronías, la embriología y la evolución en mosaico, son las piezas clave en las formas evolutivas humanas, las cuales confieren nuestras capacidades cognitivas, pero su desarrollo dependen totalmente de las características culturales del medioambiente.

Siempre hay que tener en cuenta que este ambiente cultural no ha surgido de la nada, sino que ha sido necesario crearlo, simbolizarlo, trasmitirlo y mantenerlo (estas son las claves de todos los procesos culturales), lo que ha sido posible dentro de las sociedades humanas del más temprano paleolítico.

Pero hay que pensar que ha sido preciso crear todo, absolutamente todo, empezando por nuestro propio criterio de individualidad social y personal, los conceptos del tiempo y del espacio, abstracciones que conforman el eje simbólico sobre el que girarán todos los demás conceptos simbólicos. Toda nuestra conducta se fundamente en estos conceptos.