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Un equipo de arqueólogos en la sierra de Ventalló buscando el escenario de la Batalla de Ampurias. MUSEo De ARQUEOLOGIA DE CATALUÑA (MAC).
En el año 195 a.C., ante la antigua ciudad griega de Ampurias, el mar se llenó de velas. Eran las naves romanas que traían a unos 24.000 hombres de infantería, unos 1.600 de caballería, y todo el avituallamiento necesario para mantenerlos y para el combate. El cónsul Marco Porcio Catón, el Censor, estaba al frente de las tropas y su misión era acabar con la rebelión íbera que se había iniciado hacía dos años, en el nordeste de Hispania, contra la creación de la provincia romana Citerior. Primero, los romanos construyeron un campamento junto a Ampurias y, semanas después, recorrieron cuatro kilómetros hasta montar un segundo campamento, cerca del mar, donde actualmente está la playa de Riells (La Escala).
Cuando ya estaban preparados, Catón y sus hombres se pusieron en marcha a medianoche, desde Riells, y se plantaron a primera luz ante el campamento íbero. Había poca luz, por lo cual los íberos no debían de tener claro ni siquiera quién se les echaba encima. El ataque por sorpresa organizado por Catón, que nunca dejaba nada al azar, funcionó: los romanos derrotaron a los íberos después de un día de batalla y Roma ya no se tuvo que preocupar nunca más por los rebeldes, al menos en la zona nordeste peninsular.
Después de más de dos años de investigación, el equipo de arqueólogos que lidera el Museo Arqueológico de Cataluña, y del cual forman parte investigadores de la Universidad de Gerona (UdG) y la empresa BACHE Prospección Arqueológica, cree que tiene localizados tres escenarios relacionados de una manera u otra con la Batalla de Ampurias, que sofocó la rebelión íbera. A partir de aquí podrán saber muchas más cosas de cómo fue el enfrentamiento. Uno de los escenarios localizados es el segundo campamento, en Riells, donde los hombres de Catón se prepararon para el ataque, después de obtener información fiable sobre dónde había acampado el enemigo, en total unos 40.000 guerreros, provenientes de diferentes puntos de las actuales Cataluña y Aragón, que se habían unido contra Roma.
Mapa con los tres puntos clave de la batalla. EDUARD FORROLL.
El campamento romano de Riells no era improvisado, estaba bien condicionado y tenía acceso a las naves desde donde recibía el avituallamiento. El segundo y tercer punto estarían estrechamente relacionados: el campamento íbero, donde los guerreros tuvieron un terrible despertar cuando, bien temprano, las formaciones romanas, que los habían rodeado sigilosamente, se les aparecieron a un palmo de la cara, y el escenario de la batalla sería la zona occidental a partir de las sierras de la Cruz y de Ventalló, y de la montaña de Santo Grau. Es decir, el lugar donde íberos y romanos se lanzaron dardos y jabalinas y, después, espada en mano, se enfrentaron cuerpo a cuerpo.
El próximo verano se empezarán las prospecciones. "Creemos que encontraremos armas arrojadizas, como lanzas y jabalinas, proyectiles, los objetos que llevaban los combatientes encima, desde hebillas de cinturón hasta monedas y botones pasando por colgantes", detalla Jordi Principal (izquierda), que lidera el proyecto.
Otro elemento importante, que esperan encontrar, son clavos de sandalias romanas: "Fueron 20.000 hombres y los clavos se van cayendo, no se trata tan solo de localizarlos y recogerlos sino de georreferenciarlos y, a partir de allí, poder reconstruir la batalla", añade Principal. Es lo que se ha hecho con otras batallas célebres, como la Batalla de Baecula, en Jaén. En otros casos, como Waterloo, que enfrentó a las tropas imperiales francesas de Napoleón Bonaparte con las fuerzas angloprusianas comandadas por Wellington, se han georreferenciado balas de plomo.
Hasta que no empiecen las prospecciones, sin embargo, no se podrá saber del todo si el lugar localizado por los arqueólogos fue realmente el escenario del enfrentamiento. "Hablando en términos judiciales, ahora tenemos pruebas circunstanciales pero necesitamos evidencias contrastadas y demostrarlo", asegura el arqueólogo responsable del proyecto.
Catón escribió las Orationes y los Origines, donde narra los hechos de Hispania. Los dos libros están desaparecidos, pero Tito Livio reprodujo en parte la narración de Catón en Ab urbe condita. Es una de las principales fuentes sobre la Batalla de Ampurias: "Encontramos mucha información de cómo fue la batalla pero ningún detalle del lugar donde fue", explica Principal. "La información escrita también tiene que ser pasada por la criba, porque toda la que se ha encontrado la ha escrito un mismo bando: el de los vencedores", añade.
Para intentar localizar estos lugares, los arqueólogos han trabajado con las fuentes escritas, la cartografía, el paisaje y sobre el terreno. Y lo han relacionado todo: aquello que explican los textos clásicos con la cartografía histórica y los estudios sobre paleopaisaje. En Riells, donde habría estado el segundo campamento romano, no ha sido fácil explorar el terreno porque está muy construido. En las pocas parcelas sin urbanizar se han encontrado trozos de cerámica del siglo II a.C., y, en algunos puntos, las prospecciones geofísicas han marcado la existencia de estructuras enterradas, que podrían ser fosos. De todos modos, para confirmarlo, habrá que excavar en los próximos meses.
Un equipo de arqueólogos buscando el escenario de la batalla MUSEU D'ARQUEOLOGIA DE CATALUNYA (MAC)
Jordi Principal cree que Catón decidió trasladar sus hombres a Riellls para evitar crear problemas a la población de Ampurias, así como entrenarlos para moverse por la noche en los humedales. Tenía que estar cerca del mar, porque con las razias, a pesar de que era época de cosecha, era imposible conseguir suficiente alimento para tantos hombres, y el avituallamiento llegaba desde las naves. Para ubicar el campo de batalla, el equipo ha calculado el recorrido que podrían haber hecho 20.000 hombres en una sola noche. Ahora bien, ¿cómo pueden moverse 20.000 hombres y que nadie se diera cuenta ni alertara a los íberos? En aquel momento, Ampurias era pro-romana, pero estaba prácticamente aislada y rodeada de rebeldes.
Catón era un buen estratega: "Seguramente les debía adiestrar haciéndoles salir muchas noches y organizando razias nocturnas, cada vez por un lugar diferente. La población íbera estaba atemorizada y, cuando salieron para ir a la batalla, debían de pensar que era otra razia", dice Principal. Catón tuvo que esperar hasta el verano, cuando el nivel freático era más bajo, a fin de iniciar la verdadera campaña. "Las fuentes históricas no relatan ningún problema ni obstáculo durante el largo camino de las tropas romanas hasta el campamento íbero", detalla Principal.
La rebelión íbera se había producido en el 197 a.C., cuando los romanos quisieron delimitar territorialmente la extensión de dos nuevas provincias, Ulterior y Citerior y, en consecuencia, poner las bases de una estructura administrativa. Esto implicaba más sumisión, pero los íberos se rebelaron cansados de los abusos. Estos eran unos guerreros temibles. Hasta la llegada de Catón, los contingentes romanos habían sido derrotados en diferentes ocasiones e, incluso, el primero pretor romano de la provincia Citerior había muerto a consecuencia de una batalla. La derrota de los íberos en la Batalla de Ampurias fue más que considerable. Al día siguiente, para acabar de someter al enemigo, Catón envió al ejército a asolar el territorio, con acciones de pillaje y rapiña, y la rendición de los íberos fue definitiva.
Catón se marchó dando el conflicto por cerrado y continuó su campaña de pacificación hacia el sur y el interior de la península ibérica, sometiendo a todo el mundo a su paso. Hizo un buen uso político de la victoria: el Senado decretó su triunfo oficial y esto le dio puntos sobre algunos de sus enemigos políticos, como Escipión el Africano.
Fuente: es.ara.cat| 30 de diciembre de 2021
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