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Una de las tabletas de un niño egipcio del siglo II d.C. Arriba está el texto escrito por el profesor, y que el estudiante copió sin demasiada fortuna en las de abajo. Biblioteca Británica.
Muchos, pocos, ninguno... Los deberes escolares son objeto de discusión desde hace decenios, es más, desde que los profesores empezaron a prescribirlos. Pero ¿cuándo empezó ese suplicio para los padres (y para los alumnos)? No tenemos pruebas de que los estudiantes se lamentaran de su suerte cada vez que tenían que llevarse las tablas de multiplicar a casa, pero sí de que lo hacían, ya en tiempos tan remotos como el siglo II de nuestra era. Hace justo ahora un año, con ocasión de la gran exposición Writing: making your mark (Escritura: dejando tu huella), la Biblioteca Británica sacó a la luz uno de sus tesoros: los deberes de un niño egipcio de hace casi 2.000 años.
Perfectamente conservados, llama la atención lo mucho que se parecen a los actuales: la copia de un texto y unos ejercicios de multiplicar y de lectura; ya ven, dos mil años no son nada. Si el contenido no ha cambiado tanto, sí lo ha hecho el continente; se trata de dos tabletas de madera del tamaño de un kindle, huecas por el centro y rellenas de cera para escribir en ellas con un punzón metálico y alisadas en el extremo.
En una de ellas encontramos un ejercicio de escritura, que al mismo tiempo es una lección para la vida. En las dos primeras líneas el maestro ha escrito una sentencia en griego: “Acepta el consejo de alguien sabio/ no debes confiar en todos tus amigos”. En las líneas inferiores vemos la sentencia copiada por el alumno, con una letra mucho más torpe, “tal como sucede ahora con los niños de primaria, que copian las frases de sus maestros”, señaló entonces Peter Toth (izquierda), conservador de los manuscritos antiguos y medievales en la Biblioteca Británica.
Desde la conquista de Egipto por Alejandro Magno en el siglo IV a.C., el griego se convirtió en el idioma oficial de la administración del país, de forma que todo aquel que quería hacer carrera en los estamentos oficiales debía aprenderlo correctamente. Y a ello se dedicaba, no muy brillantemente por cierto, nuestro estudiante de la antigüedad: en la primera línea se come una “C” y se sale del margen a la derecha con una “N”; dos líneas más abajo lo intenta otra vez, pero de nuevo se come la “C”. Y en la última línea la escritura se hace muy pequeña y compacta, sin duda tenía mucha por prisa por acabar. Peter Toth explica en un muy interesante vídeo que se puede descargar en la web de la institución londinense (www.bl.uk) que la elección de la sentencia para copiar demuestra que no se trataba únicamente de aprender a escribir, de una forma por cierto “no muy diferente de como lo hacemos ahora”, sino de ejercitar la ética con ejemplos prácticos.
La otra tableta del estudiante egipcio, a la izquierda aparecen unas tablas de multiplicar, a la derecha unas sílabas para practicar la lectura. Las condiciones de sequedad del desierto permitieron la conservación de este cuaderno excepcional. Biblioteca Británica
En la otra tableta, el maestro ha copiado una tabla de multiplicar del 1 X 1 al 3 X 10, sin duda alguna, según Peter Toth, para que el alumno practicara en su casa. A la derecha, nos encontramos con una selección de palabras que empiezan con “Th”, a fin de que el alumno practique la lectura al reconocer estas sílabas. Los dos orificios que vemos en los bordes más largos sirvieron como agujeros para pasar por ellos las cuerdas para unir las tabletas, mientras que los más cortos servirían para atarlas y cerrarlas. Casi casi como un cuaderno actual que un día utilizó un niño de unos ocho años, a tenor del tipo de deberes, de sexo masculino sin duda alguna, ya que las mujeres no recibían formación, y pertenecientes a la clase alta, para podérselo permitir.
Una tablilla mesopotánica del siglo XVI a.C. El profesor escribía en la parte superior o en una cara y el alumno copiaba los caracteres en la inferior o en el reverso de la piedra. Metropolitan Museum, Nueva York
Próximo Oriente
Mucho más pedestres, porque también son mucho más antiguos, son los deberes encontrados en Mesopotamia, en la antigua Babilonia, así como en Israel. Se trata de tabletas -aunque más bien parecen una piedra- utilizadas por ambos lados. La mayor parte iban destinadas a formar a los futuros escribas en las edubas de Mesopotamia, algo así como “casa de las tablillas”. En muchos casos se trataba de casas privadas, y de ahí que numerosas muestras fueran encontradas en estas residencias en diferentes lugares del Próximo Oriente, datadas entre el 2000 y 1600 a.C. Existían cuatro tipos, la que aparece aquí corresponde a la lentils, redondas, de pequeño tamaño (6 a 8 centímetros), con el texto del maestro encima o en una cara y el del estudiante debajo o en el reverso.
Los futuros escribas empezaban su formación de niños, también alguna niña, y debían memorizar textos. Para que se hagan una idea, esta es la experiencia de un estudiante, reconstruida a lo largo de cuarenta años, entre 1909 y 1949, gracias a una serie de 21 tabletas y fragmentos –lo que da idea de su popularidad–encontrados en diferentes lugares, entre ellos Nippur, y datados sobre el 1600 a.C. El joven es regañado por sus maestros por no memorizar las lecciones y enredar en clase. El niño pide entonces a sus padres que inviten al maestro a su casa a vino y comida y le hagan regalos; parece que la estrategia funciona, porque el maestro acaba alabando al alumno... nada nuevo bajo el sol del cohecho (fuente: Samuel Noah Kramer, Schooldays, a sumerian composition relating to the education of a scribe, 1949).
Los consejos de Plinio el Joven
Otro salto en el tiempo nos lleva en la Roma antigua, a Plinio el Joven, en el siglo I d.C. Escritor, científico, orador y senador romano, Plinio pidió a sus alumnos de oratoria que practicaran en casa, creyendo que en un ambiente más informal podrían desarrollar mejor sus habilidades. Los resultados fueron extraordinarios y por eso es considerado por muchos como el padre de los deberes, aunque otros citen al pedagogo italiano Roberto Nevilis, quien en 1905 habría empezado a cargar a sus alumnos con trabajos como forma de castigarlos.
La verdad es que existen muchas discusiones sobre si Nevilis existió realmente, pero los deberes han estado de una u otra forma presentes a lo largo de los siglos incluso en la antigua China. Por cierto, que fue en la antigua China donde se inventaron los exámenes: en el siglo VII a.C. se establecieron unas durísimas pruebas que duraban tres días “en celdas separadas para no copiar; a los candidatos se les proveía con un orinal, escritorio y tinta”, según explicó hace unos años a la BBC la historiadora y escritora Mary Beard (izquierda). Muchos no conseguían pasar la prueba: “Si un candidato moría, envolvían su cuerpo en una estera de paja y lo tiraban por los altos muros que rodeaban el complejo”. Eso sí era estrés.
Fuente: lavanguardia.com | 27 de mayo de 2020
Curiosísimo que las tabletas tengan "el tamaño de un kindle". Este tamaño es el apropiado para leer de pie, tumbado o sentado en el baño ;) y el más adecuado para sostener el libro en las manos (aunque sea un tocho grueso). Se ha popularizado desde hace muuucho tiempo. Recomiendo el ensayo de Irene Vallejo "El infinito en un junco" acerca de la historia de los libros, las bibliotecas y todo lo que rodea este grandísimo invento de la humanidad, el libro.
La autora recuerda que la vida del estudiante en el mundo antiguo era dura y cruel, pero también que el aprendizaje de la escritura y lectura eran una forma de liberación para muchos esclavos, que podían vivir de su propio trabajo como amanuenses para las bibliotecas de los ricos griegos y romanos, y para la enorme demanda de libros que existió en esa época. ¡Imprescindible pensarlo!
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