Un estudio compara los lóbulos parietales de neandertales y humanos modernos

El grupo de Paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), dirigido por Emiliano Bruner, acaba de publicar en la revista Journal of Human Evolution un análisis morfológico del cerebro de neandertales y humanos modernos, cuyos resultados sugieren que la forma más redonda de nuestro cerebro se debe en parte a que los lóbulos parietales son, en promedio, más grandes y más abultados.

En particular, dos regiones podrían ser más desarrolladas en nuestra especie. La primera es la parte posterior y dorsal del lóbulo parietal superior, y la segunda es la zona intermedia del surco intraparietal, en el lóbulo parietal inferior, como señala Sofía Pereira, quien ha coordinado este estudio en colaboración con el Instituto Max Planck de Leipzig (Alemania).

Para llevar a cabo el estudio, se han utilizado modelos espaciales en tres dimensiones que han permitido comparar la forma cerebral de 52 humanos modernos con la forma cerebral de 8 neandertales, a partir de los moldes endocraneales y de las huellas que los surcos cerebrales dejan en la superficie de la cavidad craneal. El modelo geométrico utilizado incluye no solo la información sobre la forma general del cerebro, sino también la localización especifica de la anatomía parietal.

Los lóbulos parietales están implicados en funciones de integración viso-espaciales como la imaginación visual o la manipulación, y en general en todos aquellos aspectos cognitivos que atañen a la coordinación entre cerebro, cuerpo y ambiente externo, incluyendo la relación entre ojo y mano, y entre mano y herramientas.

Fuente: cenieh.es | 6 de abril de 2020

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La parte del cerebro que nos distingue de los neandertales

Las diferencias entre los neandertales, el grupo humano que vivió en Eurasia durante cientos de miles de años, y Homo sapiens, la especie a la que pertenecemos todos los que hoy estamos en el mundo, son objeto de un arduo debate. La mayoría de los paleoantropólogos concede a esos homínidos, con los que nos cruzamos en varias ocasiones, inteligencia y capacidades similares a las nuestras. Los motivos son muchos: enterraban a sus muertos, se adornaban, explotaban los recursos del mar y, en esto nos ganaron, parece ser que fueron los primeros en pintar arte rupestre. Incluso hay quien va más allá y opina que ni siquiera somos especies distintas. Sin embargo, nuestros cerebros sí eran diferentes.

Un equipo de Paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), dirigido por Emiliano Bruner, ha descubierto que el cerebro del hombre moderno posee dos áreas más desarrolladas en comparación con el de los neandertales. La primera es la parte posterior y dorsal del lóbulo parietal superior, y la segunda, la zona intermedia del surco intraparietal, en el lóbulo parietal inferior. Resulta que estas áreas están relacionadas con las habilidades visoespaciales que, entre otras cosas, permiten la imaginación visual, la gestión del espacio y del tiempo, la creación de herramientas e incluso las relaciones sociales, aspectos que nos definen como especie. Los resultados, que acaba de publicar la revista Journal of Human Evolution, también explican la forma más redonda de nuestro cerebro.

Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Cenieh / BC.


Como tener en la mano un cerebro neandertal es imposible, para llevar a cabo el estudio los investigadores compararon la forma cerebral de 52 humanos modernos con la de ocho neandertales, a partir de los moldes endocraneales y de las huellas que los surcos cerebrales dejan en la superficie de la cavidad craneal.

«Si analizamos estos moldes, vemos que hay una diferencia bastante patente en las regiones que se corresponden a los que llamamos lóbulos parietales superiores. Estas áreas cerebrales se activan cuando nuestro cerebro integra las informaciones que vienen del cuerpo con las informaciones que vienen de la visión. De hecho se llaman capacidades visoespaciales, porque están implicadas en la coordinación entre cerebro, cuerpo y medio ambiente», explica Bruner en un correo elecrónico a ABC. Esto incluye la imaginación visual, la gestión del espacio y del tiempo, la relación entre mano y herramientas, e incluso las relaciones sociales o la gestión visual de los recuerdos.

«Dentro de los lóbulos parietales superiores, el precúneo es el elemento más activo en integrar cuerpo y visión, y el surco intraparietal se implica a la hora de coordinar ojo y mano. Si nos comparamos con los neandertales o con otros homínidos extintos, vemos que nuestra especie tiene estas regiones aparentemente más grandes», explica el investigador. Aunque no sabemos identificar la razón de ese gran tamaño (por ejemplo, si tienen más neuronas o más conexiones), «tenemos de considerar la posibilidad de que nuestras capacidades visoespaciales sean más complejas. Es decir, es posible que los humanos modernos nos hayamos especializado en funciones que integran cerebro, cuerpo y visión», añade.

Evolución de la forma del cerebro en el Homo sapiens: la forma cerebral de uno de los miembros conocidos más antiguos de nuestra especie, de un cráneo de 300.000 años de antigüedad de Jebel Irhoud (izquierda). La forma cerebral y posiblemente la función cerebral han evolucionado gradualmente hasta alcanzar la típica forma globular presente en los humanos actuales (derecha). Imagen: MPI EVA / S. Neubauer, Ph. Gunz (License: CC-BY-SA 4.0).

¿Superioridad de los sapiens?

Pero, ¿significa esto que en determinadas tareas éramos superiores a los neandertales? «Cuando encontramos cerebros modernos, con lóbulos parietales muy grandes, también encontramos en el registro arqueológico evidencias de complejidad en los comportamientos visoespaciales, como armas de propulsión (lanzas y arcos), ornamentos o arte rupestre», indica Bruner.

Los lóbulos parietales también se implican en la complejidad de la estructura social, el aumento del tamaño de los grupos y se diversificación de sus relaciones. «Esto sin considerar que, en ciencias cognitivas, se supone que la integración entre cuerpo y ambiente es la base de la auto-consciencia. Así que, evidentemente, una mayor complejidad parietal sugiere una mayor complejidad en todos estos aspectos», continúa. «Ahora bien -puntualiza-, siempre hay que tener en cuenta que la selección natural no prima la inteligencia, sino la capacidad de reproducción, y estas dos cosas a veces van juntas... ¡Y a veces no!».

En el caso de los neandertales, según Bruner, no hay evidencia de comportamientos visoespaciales complejos. «Los grupos sociales eran probablemente más pequeños, los adornos y la cultura gráfica estaban ausentes o eran mínimos si los comparamos con los de nuestra especie, no tenían armas de propulsión como arcos o flechas, y además utilizaban muchísimo la boca y los dientes para manipular herramientas, lo cual sugiere una menor representación de las manos en sus esquemas cerebrales», argumenta. Sin embargo, «tenían un cerebro de un tamaño parecido al nuestro, así que si nosotros hemos evolucionado estas capacidades visoespaciales puede que ellos evolucionaran otras capacidades cognitivas que nosotros nunca conseguimos».

Extinción neandertal

Ahora bien, «es muy difícil» situar esas diferencias cerebrales detrás de la desaparición de los neandertales hace unos 40.000 años. «Puede que los neandertales se extinguieran a causa de una competición con nuestra especie, o que su linaje llegara a su fin por razones independientes de nosotros. Muchas especies se extinguen por limitaciones de su biología o por eventos ecológicos que afectan a sus recursos, es bastante normal», recuerda el paleoneurólogo.

Más allá de las diferencias en las proporciones de los lóbulos parietales, nuestra especie también tenía los lóbulos temporales y el cerebelo más desarrollados. Esto es, según el autor, algo de esperar, ya que el cerebro se basa en conexiones y «cables», lo que supone que un cambio implique otros a su vez. Pero es difícil saber en qué se traducían estos cambios a la hora del comportamiento porque estas áreas se encuentran en regiones del cráneo muy frágiles y, en consecuencia, poco representadas en los fósiles. Además, son regiones que sufren influencias mecánicas de la cara, de la mandíbula o de la base del cráneo, por lo que es complicado entender qué cambios evolutivos se deben al cerebro y cuáles a otros factores anatómicos. «Son regiones del cerebro que atienden a muchas funciones diferentes. En el caso del cerebelo, ni siquiera sabemos bien de qué se ocupa en nuestra propia especie: es muy pequeño, pero contiene muchísimas más neuronas que el mismo cerebro, ¡y todavía no tenemos idea de como explicarlo!», dice Bruner.

Fuente: abc.es | 6 de abril de 2020

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