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Vía: Ciudadanía Express | 10 de julio de 2011
Oaxaca (México). Recientes estudios en cuevas del occidente de Chiapas, realizados por un equipo de expertos dirigido por Guillermo Acosta Ochoa, del área de Prehistoria y Evolución del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, demuestran que los ecosistemas tropicales del sureste de México tuvieron presencia humana desde hace, por lo menos, 12.500 años.
Este hallazgo modifica el típico modelo de cazadores de megafauna de la era geológica del Pleistoceno, y sugiere otro más complejo y diverso sobre los grupos que ingresaron a América a finales de la última edad de hielo, que concluyó hace unos 11.800 años.
La investigación, dijo Acosta, demuestra que es muy probable que el poblamiento inicial del continente fuera costero. Grupos que se movían por los litorales para recolectar recursos marinos, vegetales y caza de fauna menor fueron quienes colonizaron estas regiones. Se trata de sociedades que existieron 10.500 años antes de Cristo y que anteceden, por cerca de 9.000 años, a culturas como la Olmeca.
Según estudios paleontobotánicos y análisis de materiales de las regiones tropicales, como el polen de cacao, los primeros pobladores llegan en ese entonces a la cueva de Santa Marta, en Ocozocoautla, Chiapas (las fechas más tempranas son de esta cavidad, pero los estudios incluyen varias).
Sin embargo, hacia el año 9.800 AP (Antes del Presente, en años de radiocarbono) el polen cambia ligeramente y parece representar procesos de cultivo y domesticación incipiente; éstos podrían ser los antecedentes inmediatos de sociedades posteriores, como los olmecas y los mayas, tribus sedentarias y agrarias, indicó.
Estudios en la cueva de Santa Marta
Los resultados obtenidos tras la investigación en la cueva indican que ésta fue ocupada en el periodo denominado Younger Dryas, caracterizado –según la tendencia en el Hemisferio Norte- por ser marcadamente frío y seco.
No obstante, los restos botánicos hallados en Santa Marta sugieren que en el sitio hubo un periodo más fresco, con lapsos húmedos-secos y variedad de vegetación, con áreas abiertas de sabana y zonas más cerradas de bosque mesófilo, perennifolio y caducifolio.
“La cueva indica esa diversidad, pero no sabemos si fue por las condiciones climáticas o simplemente que a finales del Pleistoceno la vegetación fue más diversa para las regiones tropicales de lo que se ha asumido. Aunque me inclino por lo segundo, los datos de los que disponemos son basados principalmente en Santa Marta”, explicó Acosta Ochoa.
Los restos vegetales encontrados indican que los primeros pobladores tuvieron un profundo conocimiento de los ecosistemas tropicales, pues fueron recuperadas semillas de plantas como el nanche y el tomate verde, además de polen de cacao, teosinte, damiana y pimienta dioica.
Por otro lado, apuntó, los análisis microscópicos de los artefactos de piedra en el sitio indican que sirvieron para procesar vegetales y madera tropical, principalmente de bosque mesófilo; estos datos fueron corroborados por pruebas químicas de los pisos de ocupación fechados entre el año 9.300 y 10.500 a.C., que muestran concentración de carbohidratos (restos de vegetales, principalmente semillas y tubérculos; de estos últimos, como granos de almidón, hay evidencia de su procesamiento para producir harinas).
Los resultados de estas investigaciones modifican el papel que los cazadores de las regiones tropicales desempeñaron en el desarrollo de los cultivos más importantes en América, y cuya fitogeografía es de tierras bajas tropicales, como el maíz, el cacao o la mandioca.
Estudio multidisciplinario
Es un estudio multi e interdisciplinario, donde participan distintos grupos de la Universidad como el área de Prehistoria del IIA; el Laboratorio Universitario de Radiocarbono, ubicado en la misma entidad, aunque dependiente del Instituto de Geología; además, colabora el Laboratorio de Polen de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
“Aunque los resultados preliminares los teníamos desde 2006, se trata de un trabajo que tiene alrededor de siete años, porque los fechamientos, que se hacen por aceleración de espectrometría de masa, los tuvimos más tarde”, indicó Acosta.
“Trabajamos directamente con semillas y tubérculos para saber su fecha exacta y tener una idea más clara y certera de la cronología del sitio”, agregó el científico universitario.
Algunos análisis, como el fechamiento estándar, se han hecho en el Laboratorio Universitario de Radiocarbono (LUR) del IIA, y otras pruebas químicas en el Laboratorio de Prospección, también de este instituto, para establecer las huellas que quedan en las superficies de ocupación, concluyó.
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