El descubrimiento se realizó tras analizar sedimentos en lagos de las islas Lofoten, en Noruega.

 

Fuente: BBC Mundo | Matt McGrath| 28 de noviembre de 2012

Los arqueólogos usan todo tipo de "marcadores" para rastrear la actividad humana a lo largo del tiempo, pero unos científicos estadounidenses son pioneros en el estudio de elementos poco ortodoxos: excrementos humanos.

 

Investigadores de una universidad de Estados Unidos fueron capaces de determinar la presencia y el tamaño de poblaciones de hace más de 7.000 años a través del análisis de sus excrementos.

 

Afirman que el método podría usarse para distinguir entre aquellos impactos en la naturaleza que fueron producidos por el hombre y aquellos que no.

 

Los detalles del descubrimiento fueron publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.


Fuerte señal

El carbón de fogatas hechas por humanos y el polen de plantas cultivadas han sido usados para marcar la presencia de actividad humana. Se suelen encontrar en sedimentos de las profundidades de los lagos, y proveen como mínimo una posible señal de presencia humana.

 

Pero investigadores de la Universidad de Massachusetts, en Amherst, aseguran que hay marcadores mucho más fiables para detectar la presencia humana. Los científicos encontraron que el coprostanol, un subproducto de la digestión del colesterol en los humanos, actúa como una precisa señal de actividad.

 

El equipo de investigadores analizó los componentes de sedimento de hace 7.300 años en las islas Lofoten, un archipiélago noruego situado dentro del círculo polar ártico.

 

Según el investigador Robert D’Anjou (izquierda) los excrementos de humanos primitivos y sus animales acabaron en los lagos y dejaron un registro de moléculas específicas en determinadas concentraciones.

 

Los científicos comprobaron que existía una variación considerable en las actividades humanas en esta región del norte de Noruega a lo largo del tiempo. Los marcadores señalaban que hubo una especie de paréntesis en la actividad humana entre hace 2040 y 1900 años y una posterior declinación a partir del 1750.

 

Robert D’Anjou dijo que el análisis señala las razones de este cambio: "Este área se encuentra en el límite de la zona agrícola y pequeñas variaciones en la temperatura de la temporada de cosecha afectaría enormemente su habilidad para cultivar y popular el área".


Actitud pragmática

Según los responsables quizás el aspecto más interesante de la investigación fue la posibilidad de distinguir entre actividades humanas o naturales.

 

"Es posible definir la variabilidad natural en un periodo de 7.000 años y cuando vemos un pico en esteroles fecales humanos se observa un incremento de fogatas en el área, asociadas con un tipo de agricultura de tala y quema", aseguró D’Anjou.

 

Los descubrimientos podrían ayudar a otros investigadores, asegura el profesor Raymond Bradley (izquierda)director del Centro de Investigación del Clima de la Universidad de Massachusetts.

 

"El estudio abre la puerta a otros estudios en los que no se maneja mucha presencia humana", añadió. "Creemos que tiene bastante potencial para posteriores aplicaciones en arqueología".

 

En cuanto a la materia de estudio, D’Anjou tiene un actitud pragmática: "Es tan solo una cosa más que deja su marca en el medio ambiente", dijo, "y cosas buenas pueden llegar de los lugares más insospechados."

 

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