Representación de una herrería de la Edad del Bronce. André Houot / Universidad de Ginebra.

Estudiar la Edad del Bronce, el periodo que se extiende desde alrededor del año 2200 hasta el 800 antes de Cristo, presenta grandes dificultades. Esta etapa de la evolución humana se caracteriza por un cambio en los rituales funerarios. Algo tan sencillo, y a la vez drástico, como fue pasar del entierro a la cremación.

Los arqueólogos tienen complicado encontrar restos, material óseo esencial para realizar investigaciones clave. “Y, sin embargo, la Edad del Bronce marca el comienzo de las sociedades actuales con el surgimiento de la metalurgia”, señala Mireille David-Elbiali (izquierda), de la Universidad de Ginebra, que ha colaborado en su estudio con científicos de la Universitat Pompeu Fabra.

Ritos funerarios

Hoy en día, los recursos arqueológicos para estudiar la Edad del Bronce son limitados. "Esto se debe en parte a cambios en los rituales funerarios", dice Mireille David-Elbiali. "La gente abandonó gradualmente la práctica de la inhumación en favor de la cremación, reduciendo así drásticamente el material óseo necesario para la investigación".

Un esqueleto humano de la Edad del Bronce recuperado en el cantón de Vaud, en Suiza. Archeodunum SA.

Fue entonces cuando las sociedades antiguas dieron un paso decisivo tanto en el desarrollo tecnológico como en el económico en medio de desafíos que nos suenan bastante hoy en día: cambios en el clima, apertura comercial y cierto grado de crecimiento de la población.

Tantas variaciones tuvieron, evidentemente, repercusiones importantes en la dieta humana. En ese aspecto, los habitantes de lo que hoy en día es Suiza jugaron un papel fundamental. Su ubicación geográfica les convirtió en el centro de las relaciones con distintas regiones de Europa como el Mediterráneo, el Alto y Medio Danubio y los Alpes.

Analizando los isótopos del colágeno de 41 esqueletos humanos, 22 restos óseos de animales y 30 muestras de plantas de sitios en Suiza occidental y Haute-Savoie (Francia), desde el principio hasta el final de la Edad del Bronce, los especialistas descubrieron que se había generalizado el uso del estiércol como fertilizante para mejorar las cosechas.

Esta fue la respuesta que esos pueblos prehistóricos encontraron para intensificar la producción ante el crecimiento demográfico. Además, hubo un cambio radical en los hábitos alimentarios tras la introducción de nuevos cereales tras la sequía que asoló Europa en ese período, según explican en un artículo publicado en la revista PLoS ONE.

Granos de mijo.

Del 2200 al 1500 a.C.

"Durante la Edad del Bronce temprana (del 2200 al 1500 a.C.), la agricultura se basaba principalmente en la cebada y el trigo, dos cereales con origen en el Próximo Oriente que se cultivaron desde el Neolítico en Europa", explica Alessandra Varalli (izquierda), de la UPF. Pero a finales de la Edad del Bronce Tardía (entre el 1300 y el 800 antes de Cristo), se introdujo el mijo, una planta de Asia que crece en un ambiente más árido.

"El análisis de varias especies de plantas de diferentes fases de la Edad del Bronce sugiere que hubo un aumento en la fertilización del suelo con el tiempo. Esto probablemente impulsó la producción de cultivos agrícolas", agrega.

Además, hubo un aumento del comercio entre diferentes culturas, como el norte de Italia o la región del Danubio, que llevó el mijo hasta Suiza occidental. Este cereal crece más rápido y es más resistente a la sequía, por lo que se adapta mejor a una época en que el clima era relativamente cálido y seco. 

"En un momento en el que las sociedades comenzaban a trabajar con bronce, una aleación compuesta por cobre y estaño, este desarrollo de la metalurgia requirió un comercio más intensivo para obtener las materias primas esenciales. Esto aumentó la circulación de artesanías tradicionales, bienes de prestigio, conceptos religiosos y, por supuesto, personas entre Europa y China”, continúa Mireille David-Elbiali.

Las dietas de hombres, mujeres y niños no presentaban, por otro lado, diferencias destacables. “En ese momento no había una estrategia específica para alimentar a los niños, al igual que los hombres no comían más carne o productos lácteos que las mujeres. Es más, en lo que respecta al origen de las proteínas consumidas, se descubrió que, aunque Suiza occidental alberga un lago y ríos, la dieta se basa principalmente en animales y plantas terrestres”, concluye Varalli.

Fuente: lavanguardia.com | 3 de febrero de 2021

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