Jesús Rodríguez Méndez y Ana Mateos Cachorro, científicos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), junto con el geógrafo Christian Willmes, de la Universidad de Colonia (Alemania), han analizado las condiciones climáticas en las que vivieron los humanos en Europa occidental durante del Pleistoceno medio, evaluando sus posibles adaptaciones al frío mediante un modelo de termorregulación que simula la pérdida de calor de un individuo durante el sueño.
El Pleistoceno medio (780.000-125.000 años) estuvo marcado por oscilaciones periódicas entre un clima similar al actual y fases mucho más frías. En este trabajo, que acaba publicarse en la revista Journal of Human Evolution, se han estimado las temperaturas que tuvieron que soportar los humanos en Europa durante varias de esas fases climáticas con la ayuda de mapas de paleotemperaturas. A partir de esos mapas, generados por Christian Willmes, se han obtenido las temperaturas de un total de 68 yacimientos donde está documentada presencia humana hace entre 470.000 y 360.000 años.
Los resultados de esta investigación muestran que los humanos de ese periodo tuvieron que soportar temperaturas muy bajas y, sorprendentemente, no sólo en las etapas glaciares, sino también en momentos templados, incluso en lugares de la península ibérica como Ambrona o Atapuerca.
“Que los humanos pudieran vivir en condiciones tan duras se nos hace difícil de imaginar si tenemos en cuenta que las evidencias de uso del fuego en ese periodo son escasísimas en Europa. De hecho, muchos investigadores piensan que no tenían capacidad para generarlo y utilizarlo de manera habitual”, explica Jesús Rodríguez (izquierda).
Combatir el frío sin fuego
Para evaluar la eficacia de otras estrategias para combatir el frío, los investigadores han utilizado un modelo matemático que simula la pérdida de calor durante el sueño y lo han aplicado a un individuo masculino y otro femenino del yacimiento de la Sima de los Huesos en Atapuerca (Burgos).
“De esta manera, podemos evaluar el efecto aislante de cubrirse con pieles de animales, el de una gruesa capa de grasa subcutánea, el de la producción de calor interno mediante el metabolismo, así como la pérdida de calor por acción del viento”, explica Ana Mateos (derecha)
La exposición al frío, sobre todo durante la noche, representaría un verdadero reto para la termorregulación. Hay un límite en la respuesta metabólica para soportar las bajas temperaturas nocturnas, y donde no llegan los mecanismos fisiológicos, si pueden hacerlo los comportamientos humanos.
Como señala Ana Mateos, “podían aguantar temperaturas nocturnas muy bajas si dormían abrigados con pieles, especialmente si lo hacían agrupados en un lugar donde estuvieran protegidos del viento".
Fuente: cenieh.es | 11 de marzo de 2021