Red social de Arqueologos e Historiadores
Bienvenido Martínez y Robert Sala explican a Luciano Alonso, consejero de Educación, Cultura y Deporte de la Junta, los pormenores del trabajo de campo de los especialistas.
Fuente: mychronicletype.wordpress.com | 28 de mayo de 2014
*Entrevista publicada en la revista Hilando Fino
¿Cómo vivían nuestros antepasados más lejanos hace 1,3 millones de años en la cuenca de Guadix-Baza? Es lo que trata de averiguar un equipo multidisciplinar de investigadores liderado por el arqueólogo y profesor de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona (Cataluña), Robert Sala.
En marcha desde 2009 y con una duración prevista hasta 2016, el proyecto de investigación en los yacimientos arqueológicos de Orce (Granada) es una apuesta de la Junta de Andalucía por recuperar un importante patrimonio histórico mundial y darle el valor histórico que se merece toda la cuenca de Guadix-Baza y la región en general.
Sala ha contado las claves del proyecto y algunas de sus hipótesis. Además, con la crisis haciendo sombra a los jóvenes formados de cualquier ámbito, ha dado consejos a aquellos historiadores que aspiren a hacer carrera dentro de esta apasionante profesión.
Nuestra intervención en Orce se inició en 2009. Llevamos, por lo tanto, cuatro años de trabajos cuyo objetivo es la reconstrucción del primer asentamiento humano en la región.
El presente proyecto va a durar hasta principios de 2016 y se centra en la intervención arqueológica y paleontológica en diversos yacimientos de Orce: Venta Micena, Fuente Nueva 3 y Barranco León; y otros de la cuenca, como Cúllar, Huéscar 1 o Solana del Zamborino.
Nuestro trabajo incluirá las tareas habituales de un proyecto de investigación en arqueología: trabajo de campo, de laboratorio, búsqueda, limpieza y archivo.
Vamos al campo una vez al año. Ahora bien, durante el resto del año hacemos estancias más cortas de trabajo en el laboratorio, de análisis del material arqueológico y paleontológico o acciones de socialización.
En yacimientos como estos, de una antigüedad que va de los 1,2 hasta 0,5 millones de años, se hallan instrumentos de piedra acompañados por restos óseos de animales. Cada año hallamos aproximadamente un total de 2.500 restos. Ello nos permite reconstruir el clima en que vivieron nuestros antepasados, los animales que vivían en el entorno y las actividades humanas, especialmente su control y aprovechamiento del entorno y su adaptación a él.
Que los humanos se instalaron en el territorio desde hace 1,3 millones de años sin interrupción y que, en todas las circunstancias climáticas, la península ibérica está siempre ocupada en alguna de sus regiones. Que los humanos se adaptaron a una gran diversidad de entornos y que compitieron con éxito con otros carnívoros y carroñeros por el control del territorio, a juzgar por el hecho de que a menudo fueron los primeros en acceder a las carroñas y a las presas.
De hecho sí se han hallado restos humanos: un diente de leche en Barranco León con una antigüedad de 1,2 millones de años. El problema es que para hallar numerosos restos hay que dar con un episodio especial de acumulación, un carnívoro que consumiera un humano, episodios de canibalismo o una trampa o accidente natural.
No, si hay restos de ocupación es que estuvieron allí, por lo tanto allí murieron también. Lo que es necesario es encontrar alguno de los puntos en los que quedaron acumulados sus cadáveres. Hay que tener en cuenta que no tiene por qué haber acumulaciones ya que, en circunstancias normales, cada individuo moría en puntos distintos. No deja de ser la búsqueda de una aguja en un pajar. Los humanos eran mucho menos numerosos que los herbívoros, por ello éstos últimos son más ‘fáciles’ de hallar.
Los humanos que se instalaron en Guadix-Baza en 1,3 millones de años debían ser los ancestros de Homo antecessor, grupos de emigrantes que se expandieron desde África a través de todo Asia y Europa buscando nuevas zonas donde hubiera menos población humana y menos competencia. Consumían grandes herbívoros, como el elefante, el rinoceronte y el hipopótamo, junto a otros de tamaño medio como el caballo y el ciervo. Evidentemente no los consumía enteros; otros carnívoros y carroñeros acababan con las piezas. El escenario era de lucha por la supervivencia entre los humanos y especialmente la hiena gigante que dominaba hasta entonces el ecosistema. Poco a poco los humanos se erigieron en la especie dominante.
Catorce son los que hoy conocemos pero la zona es extraordinariamente rica y confiamos en que los yacimientos serán muchos más. De momento los tres de Orce son los más destacados e importantes porque hoy por hoy son los más antiguos de Europa y los más ricos de su antigüedad. Nos ofrecen restos de la tecnología que ningún otro en Europa ofrece y datos de la supervivencia en un espacio muy amplio y variado como una gran cuenca lacustre.
En cuanto a la tecnología me refiero a herramientas de piedra usadas especialmente para despedazar animales. Son las más antiguas de Europa y son muy numerosas. Se trata de instrumentos simples; pequeños cuchillos elaborados con sílex, una roca muy dura. Estos objetos fueron elaborados, usados y descartados en el mismo lugar en que los hallamos.
Por todo lo que estamos comentando; constituyen el registro humano más antiguo en Europa, especialmente rico y conservado en un entorno paisajístico de calidad. Todo ello permite asumir y proponer la incoación del expediente patrimonial. Hay que recordar que lo que se protege no son los yacimientos en concreto sino las vertientes de las cañadas completas. Es decir, se trata de posibilitar la preservación de lo conocido y de lo que está por conocer.
Yo, como todos los investigadores, estamos comprometidos con la preservación del patrimonio y con su socialización. Eso requiere un difícil equilibrio. Las cuevas con pinturas, cuando se han cerrado al público con una buena política de control de las condiciones físicas y ambientales, han recuperado mucho la calidad de las pinturas. También se ha demostrado que las visitas masivas alteran los restos pictóricos. Todo ello requiere un trabajo muy dificultoso de equilibrio. El público, como es lógico, requiere poder verlas y es necesario trabajar para que sea posible. Lo que debemos olvidar son las visitas masivas en cuevas de dimensiones pequeñas y con ambientes que se colapsan rápidamente. Nuestro equipo en Atapuerca también debe regular el trabajo diario en la Sima de los Huesos porque el ambiente se carga con pocas horas de trabajo. No se puede estar allí durante muchas horas. Son los condicionantes de este tipo de cavernas.
De hecho ya se visitan cada año durante las excavaciones. Desde el Museo de Orce se organizan visitas y jornadas de puertas abiertas. En el futuro la actuación de la administración para adecuarlos debe permitir la visita a lo largo de todo el año.
Que es el complemento perfecto a lo que estamos descubriendo allí. Los lugares son muy distintos: en Atapuerca, los humanos aprovecharon el entorno de cuevas; en Orce, se instalaron al aire libre alrededor de un lago. Atapuerca contiene la actuación sobre animales de tamaño mediano; allí no existe el conjunto de fósiles de grandes dimensiones que favorece la presencia del lago. El registro de industria en Orce correspondiente a las épocas más arcaicas es mucho más amplio. Todo ello hace que la investigación en ambas regiones deba tratarse en conjunto para reconstruir la vida humana de hace más de un millón de años con suficiente información.
El equipo de especialistas está en torno a los 40, a los que se suman cada año unos 60 estudiantes. Los especialistas proceden de institutos de investigación y universidades de diferentes puntos de España (Andalucía, Cataluña, Castilla) y algunos de otros puntos de Europa como Francia, Gran Bretaña o Italia. Los estudiantes amplían este patrón al provenir prácticamente de todo el mundo: desde Andalucía a toda España y a diversos puntos de Europa, Asia, África y América. Muchos llegan desde el Máster Erasmus Mundus en Cuaternario y Prehistoria en el que participa la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.
Así es, los estudiantes con que contamos, sobre todo en la excavación pero también a lo largo del año en los laboratorios de investigación, son altamente formados, como decía, preferentemente estudiantes de máster o doctorado o a lo sumo de grado, pero con experiencia en labores arqueológicas.
Sí, todos los estudiantes saben que tienen que ganar experiencia en las excavaciones de verano. Es una necesidad en su formación, con las clases teóricas durante el año o las prácticas de laboratorio no tienen bastante para formarse adecuadamente. Todos hemos cumplido con los mismos pasos. Es un trabajo de formación, no es remunerado, pero tampoco les supone ningún gasto.
No se trata de contratos, sino de estancias de prácticas asociadas a asignaturas o cursos en la universidad. Y ellos no llevan a cabo labores de responsabilidad. No están supliendo el trabajo de ningún técnico. A los que están haciendo máster o doctorado el trabajo en los yacimientos les sirve en muchos casos para elaborar sus tesis. Por lo tanto, se da una simbiosis o coincidencia de intereses: el proyecto se desarrolla y sirve a las necesidades de formación de los estudiantes, y estos participan en el sustento del propio proyecto.
Que efectivamente es un problema grave al que debemos dedicarnos todos. De hecho, esperamos que proyectos de socialización como el de Orce permita la creación de nuevos puestos de trabajo; por ejemplo, en el museo de Orce o con la creación de plataformas turísticas y culturales que desarrollen las capacidades culturales, turísticas y educativas que tiene la cuenca de Guadix – Baza en el futuro. Es decir, el proyecto trabaja para atraer inversión a la región y generar empleo para estas generaciones de arqueólogos y paleontólogos que como dices están extraordinariamente preparados pero no disponen de oportunidades.
Que sigan formándose lo mejor que puedan, tanto a nivel científico como empresarial, para ser eficaces en ambos terrenos. Es una cuestión de resistencia ecológica: cuanto menos especializados más capacidad de encontrar salida, y con una muy buena preparación pueden ser los primeros. Europa, por ejemplo, está abriendo numerosas oportunidades y hay que estar bien preparado y resuelto a buscar oportunidades en numerosos lugares. Y, por supuesto, seguir todos luchando porque las instituciones sigan invirtiendo e interesándose por el patrimonio y la investigación científica. En España adolecemos de basarnos excesivamente en el turismo y la construcción, y es necesario un cambio de rumbo.
Las tareas de un arqueólogo o paleontólogo dedicado completamente a la investigación consisten en el estudio de restos de numerosos yacimientos de una misma época o de épocas conectadas, para reconstruir grandes patrones ecológicos o de comportamiento humano y evolución. Pero no trabajamos solo en investigación. Yo dedico la mitad del año a dar clases en la Universitat Rovira i Virgili y a gestionar el doctorado en Cuaternario y Prehistoria que esta universidad tiene en consorcio con otras cuatro instituciones europeas. La otra mitad del año la dedico a la investigación: a estudiar el material de Orce, de Atapuerca, de yacimientos argelinos, marroquíes, israelís, de África del este… de diferentes regiones del mundo para establecer los patrones de evolución de la tecnología y el comportamiento humano más primitivo.
No es la única opción; hay centros de investigación en que no se requiere la docencia. Sin embargo, la política universitaria, tanto en España como en Europa y en todo el mundo, requiere que los mejores investigadores, los que están en primera línea de investigación, entren en contacto con las nuevas generaciones y participen en su formación. Por lo tanto, lo deseable es que un mínimo de docencia debemos darla todos.
Descubrí mi interés por la arqueología cuando cursaba la enseñanza secundaria, aunque siempre me había apasionado la historia, y fui poco a poco concentrando mi interés hacia la arqueología del pasado más lejano.
Su tesón, su capacidad de organización de los equipos, su constancia y su imaginación para proponer hipótesis explicativas en el campo en que trabaje.
Es la segunda vez que se celebra en España, la primera fue en los años 50 del siglo XX, y soy el responsable científico del Congreso. La ponencia de los primeros europeos y la que versará sobre Orce esperamos que conciten el interés de los asistentes al congreso y sitúen a Orce en el lugar que se merece.
Nos ha afectado por igual a todas las ramas del saber. El problema lo tenemos con una sociedad poco interesada por la cultura más allá del consumo de datos o de imágenes. Es importante una buena formación básica y secundaria de la sociedad para mantener un espíritu social ilustrado, conocedor de la historia humana, no sólo la propia, sino de la cultura universal y del papel que juega la cultura en la formación de sociedades en libertad y capaces de tomar decisiones evitando que alguien las tome por ti.
Sobre todo por lo que comentaba hace un momento. Una cultura excesivamente influenciada por la inmediatez y que no valore su formación cultural y social generará una sociedad de individuos incapaces de entender el mundo en el que viven, susceptibles de ser alienados, sin capacidad para incidir en política y en las decisiones sociales; y muchas veces, además, preocupados por su propio interés y no por el interés público.
Por supuesto, nos ponen en la justa medida de nuestra posición en el mundo. Nos indican los patrones de evolución y adaptación al entorno. En especial, nos ayudan a observar cómo nuestro comportamiento social y cultural nos permite sobrevivir, y cuánto más conectada y solidaria es una sociedad, mejor subsiste.
De entrada, es la cuna de Europa. Es el punto en el que podemos reconstruir el pasado más remoto del continente, el yacimiento que ofrece los datos más numerosos y potentes de los primeros europeos.
Fotografía © Jordi Mestre/IPHES
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