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El Holoceno, que comenzó aproximadamente hace unos 10.000 años al término de la última glaciación, fue testigo de movimientos migratorios importantes de las poblaciones de Homo sapiens. Otras poblaciones echaron raíces en territorios concretos, atados por el desarrollo de la agricultura y la ganadería. Nunca ha sido sencillo seguir la dinámica de estas poblaciones a través de los escasos restos óseos, sino que se ha recurrido al registro arqueológico. El estudio de las lenguas ancestrales también ha permitido inferir el origen y los movimientos de los pueblos. Pero la genética está revolucionando el estudio de las dinámicas migratorias, gracias a la posibilidad de identificar marcadores genéticos en los genomas extraídos de los restos esqueléticos. El frío de algunas regiones del planeta ha favorecido la conservación del ADN y el ARN en esos restos. Las bases de datos se incrementan día a día, permitiendo estudios de centenares de individuos encontrados en docenas de yacimientos.
La última investigación sobre la dinámica de las poblaciones de nuestra especie acaba de publicarse en la revista Nature. Peter de Barros y Eske Willerslev (Universidad de Copenhague) han liderado un trabajo firmado por varias docenas de personas, que han aportado restos encontrados en numerosos yacimientos de las estepas de Eurasia. Se han podido secuenciar hasta 137 genomas de otros tantos individuos, que cubren un período de 4.000 años, tras el período conocido como la Edad del Bronce.
Reconstrucción de un guerrero escita. Fuente: Sputnik Mundo.
Los escitas, dominaron un amplísimo territorio durante toda la Edad del Hierro, que comprendía buena parte de las estepas situadas al norte y al este del mar Negro y del mar Caspio, desde el este de Europa hasta el noroeste de China (Manchuria). Su economía se basaba en el pastoreo, que incluía el dominio de la monta del caballo. Los escitas podían así recorrer las enormes distancias que dominaban las distintas tribus que componían este complejo grupo de habitantes de Eurasia. Su origen puede seguirse hasta el actual estado de Irán. De hecho, el territorio de los escitas comparte frontera con el imperio de los partos (imperio de Partia), situado al sur, y que comprendía los actuales estados de Irak, Irán, Armenia y Georgia, entre otros. Todos estos territorios forman parte de los imperios de la antigüedad (no tan conocidos para nosotros) y situados entre los vastos dominios del continente europeo y de la antigua China. Solo con estos datos podemos darnos cuenta de la enorme importancia del territorio del actual estado de Irán durante la antigüedad. Su influencia persiste en la actualidad. No en vano, las tensiones del actual estado de Irán con ciertos estados occidentales no son fruto de la casualidad, sino de una larguísima influencia de los pueblos de origen iraní en buena parte del mundo conocido antes del desarrollo del continente americano.
Volviendo a los escitas, su estabilidad económica fue alterada por la llegada de pueblos llegados más al este de su territorio, como demuestran los marcadores genéticos. Los invasores eran nómadas esteparios procedentes del actual estado de Mongolia, dedicados sobre todo a la caza y la recolección. Así llegaron a formarse las confederaciones Xiongnu, que poco a poco se desplazaron hacia el oeste. En las regiones más occidentales de estas confederaciones puede estar el controvertido origen del temido pueblo de los Hunos, que migraron hacia el oeste y contribuyeron a la caída del imperio de Roma en el siglo V d.C.
La investigación genética publicada en la revista Nature es un ejemplo más de las posibilidades que ofrece la paleogenética. Por descontado, no es posible desentrañar todos los enigmas de una historia tan larga y compleja, como la que pudo suceder en los amplísimos territorios de Eurasia. No es sencillo encontrar elementos arqueológicos que permitan reconstruir toda esa historia. El estudio del lenguaje actual solo es capaz de inferir movimientos importantes de población, como la influencia de las lenguas de origen turco en diferentes partes de Eurasia. La genética puede sin duda ayudar a comprender la historia de los pueblos de las regiones centrales de Eurasia, tan desconocida para la mayor parte de los europeos y que tanto peso ha tenido y tendrá en el devenir de la humanidad.
Fuente: quo.es | 22 de mayo de 2018
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