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¿Genes en busca de emociones? (Foto: Daniel Ramsbott / DPA / Corbis)
Vía: New Scientist | Aria Pearson | 6 de mayo de 2011 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)
Cuando los seres humanos emigraron de África hace 50.000 años, aproximadamente, y se trasladaron a través de todo el planeta, la evolución pudo haber propiciado un gen relacionado con la asunción de riesgos y aventuras.
La idea, planteada por primera vez por Chuansheng Chen, de la Universidad de California, en Irvine, hace más de una década, fue originalmente recibida con escepticismo.
Ahora, Lucas Matthews (foto a la izquierda), de la Universidad de Harvard, y Paul Butler, de la Universidad de Boston, han demostrado que puede afirmarse que existe una relación entre dos versiones de un gen específico y patrones migratorios antiguos en un análisis riguroso.
El gen DRD4 codifica los receptores de dopamina en el cerebro. El mismo existe en varias versiones, o alelos, y los estudios han demostrado que las personas tienden a tener rasgos de personalidad ligeramente diferentes dependiendo de cuáles de ellos tengan.
El alelo 4R, por ejemplo, se asocia con ser ecuánime, reflexivo y prudente. El menos común 7R, y versiones de 2R, han sido vinculados con el comportamiento impulsivo y exploratorio, la asunción de riesgos y la capacidad de hacer caso omiso de las nuevas situaciones. Matthews y Butler piensan que los emigrantes de África con estas versiones fueron más capaces de lidiar con los peligros, adaptarse a situaciones, y muy probablemente sobrevivir y reproducirse en esas condiciones.
Ellos observaron la frecuencia de 7R y 2R en 18 poblaciones indígenas distribuidas a lo largo de las rutas que los seres humanos tomaron desde África a Europa, Asia y las Américas. Cuanto más lejos de África estaban, más propensos eran a tener una de estas dos versiones (American Journal of Physical Anthropology).
El problema con el estudio de Chen, de 1999, fue que las poblaciones pueden compartir alelos simplemente por casualidad, lo que podría crear la ilusión de un vínculo entre, por ejemplo, la distancia recorrida y determinados alelos. Para superar esta circunstancia, Matthews y Butler modelaron los alelos aleatoriamente que aparecen en las poblaciones. Con ello descubrieron que la distribución de 7R y 2R no es aleatoria, y fueron capaces de demostrar una relación estadística significativa entre los alelos y la migración.
El estudio sugiere que una pequeña porción de los comportamientos que caracterizan a las poblaciones puede estar influida por la genética, y que las acciones culturales como la migración masiva pueden modificar, a su vez, nuestros genes, dice Matthews.
Marcus Munafo (foto a la izquierda), un psicólogo-biológo en la Universidad de Bristol en el Reino Unido, advierte que las variaciones en el gen DRD4 son numerosas y complejas, por lo que sus efectos sobre el comportamiento es difícil de precisar. Pero él está de acuerdo en que es probable que algunas diferencias en el comportamiento han sido generadas por la selección genética.
Los investigadores están comenzando a jugar con la idea de que nuestra cultura puede estar influyendo en la evolución, dice Robert Moyzis (foto de abajo), de la Universidad de California, en Irvine. Él ha demostrado que 7R surgió como una rara mutación hace 50.000 ó 40.000 años atrás; después de que se saliera de África se propagó rápidamente en las poblaciones humanas. El alelo 2R es una versión modificada que surgió en Asia hace menos de 10.000 años.
También ha demostrado que las personas diagnosticadas con déficit de atención y transtorno de hiperactividad, ostentan el doble de probabilidades de tener el alelo 7R. Él piensa que algo de lo que consideramos síntomas ADHD, tal como cambiar rápidamente el enfoque y realizar movimientos rápidos, son, en realidad, rasgos supervivientes que fueron seleccionados durante nuestra migración fuera de África.
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