Un hombre turkana se prepara para sacrificar una cabra en Loboro, en el norte de Kenia. Foto: simon maina/afp
Vía: Público.es | Manuel Ansede | 14 de junio de 2011
La naturaleza es darwinista hasta la barbarie. El más débil morirá, así de simple, si no se une a otros. Sin embargo, en algún momento de su evolución, los seres humanos se pusieron a cooperar, incluso sin conocerse entre sí, y esquivaron esta selección natural. Y así se explica, por ejemplo, la acampada de miles de indignados en la puerta del Sol de Madrid y en decenas de otras plazas de España.
Un grupo de antropólogos de EEUU cree haber encontrado ahora las raíces de esta cooperación a gran escala, el germen de aglomeraciones urbanas como Tokio, con 35 millones de habitantes. Su campo de estudio han sido las regiones de Kenia y Etiopía en las que viven los
turkana, una sociedad de casi 500.000 personas en la que centenares de guerreros se unen, sin conocerse entre sí, para batallar juntos contra otros pueblos por vacas y tierras.
Los turkana no tienen un poder político o militar centralizado. Viven pastoreando ganado en pequeños grupos nómadas. Los miembros de la comunidad cooperan gracias a un pegamento universal:
"El castigo informal a los gorrones", según explica la principal autora del estudio,
Sarah Mathew (izquierda).
"
Hemos visto que incluso en sociedades como la de los turkana, sin instituciones coercitivas formales, hay una psicología punitiva", explica Mathew, antropóloga de la Universidad de California en Los Ángeles. El 20% de los guerreros muere en estas escaramuzas. Hay desertores, pero son castigados por la comunidad con multas o con palizas. El castigo sostiene el trabajo en equipo de los turkana.
En la naturaleza, la cooperación está por todas partes, desde los pequeños grupos familiares de mamíferos a las gigantescas colonias de abejas. La gran pregunta es qué lugar ocupaba el ser humano antes de que nacieran los gobiernos, los ejércitos o la policía.
Según detalla Mathew, buena parte de la comunidad científica sostiene que antes del nacimiento de las instituciones coercitivas los humanos sólo cooperaban a pequeña escala, por vínculos familiares o por reciprocidad. Sin embargo, este nuevo estudio,
publicado en la revista PNAS, sugiere lo contrario:
la cooperación a gran escala habría nacido en la prehistoria humana temprana.
Para
Ignasi Pastó (derecha), del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social,
"el estudio no es una sorpresa, ya que el castigo es un mecanismo de control social fundamental".
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