Fuente: eldia.es | 21 de diciembre de 2015

Escondida en un gran paraje natural de un barrio de la localidad cántabra de Escobedo de Camargo, se encuentra la cueva de El Pendo, una cavidad que aún tiene por descubrir su gran yacimiento del Paleolítico, enterrado bajo los grandes bloques de piedra de su entrada.

Así lo piensan los investigadores que entre los años 1994 y 1997 realizaron diversas excavaciones tanto en el interior como en el exterior, unos trabajos que permitieron descubrir las conocidas pinturas del Paleolítico situadas al fondo de la cueva y hasta entonces escondidas.

Y eso, a pesar de que en 1907 el arqueólogo Hermilio Alcalde del Río descubrió unos grabados muy finos, que se encontraban en un lamentable estado de conservación.

Expertos como Juan Sanguino o Ramón Montes realizaron sondeos dentro de la cavidad, que concluyeron que, en muchos casos, había alteraciones e inversiones estatigráficas, las cuales reflejaban que no era la zona en la que se encontraba el yacimiento en posición primaria, sino que los restos venían arrastrados desde el exterior.

Es quizá el "gran secreto" por descubrir aún de El Pendo, según relata a Efe el técnico conservador de las cuevas prehistóricas de Cantabria, Raúl Gutiérrez, quien explica que, aunque "existe el deseo" de excavar la parte exterior de la cueva, "no se sabe el potencial que hay por investigar, ni lo que te vas a encontrar".

"Plantear hoy en día una excavación en la zona exterior, en la de abrigo y visera de la cavidad, es muy difícil y muy costoso, como retirar los grandes bloques de piedra para acceder al área fértil desde el punto de vista arqueológico. Se trataría de campañas de años de duración y habría que valorar lo que se invierte y con qué resultados", precisa.

El técnico conservador Raúl Gutiérez explica detalles de las pinturas rupestres de la cueva. Foto: EFE.

De El Pendo, el padre Jesús Carvallo, fundador del Museo de Prehistoria de Cantabria, logró obtener múltiples piezas de arte mueble tras diversas excavaciones, sondeos y catas en los años 20 y 30 del siglo pasado, pero que no fueron recuperadas de forma científica.

Eso sí, hasta el hallazgo de la cueva de La Garma, era la mejor colección de arte mueble documentada en Cantabria.

Foto: Bastón de mando hallado en la cueva de El Pendo.

El primer acercamiento científico a la cueva se produjo entre 1953 y 1957, de la mano de Julio Martínez Santa Olalla, y, posteriormente, en los años 90, es cuando se plantea uno nuevo, encabezado por los investigadores Sanguino y Montes.

Cuando estaban a punto de terminar esta excavación, en agosto de 1997, uno de los investigadores "se encontró algo que le pareció una pintura" y, tras comprobar que sí lo era, el trabajo pasó a ser una investigación arqueológica de arte rupestre por unas pinturas que, hasta ese momento, habían pasado desapercibidas.

Y es que todo el frente en el que se encontraban, un gran panel de 15 o 20 metros de ancho, estaba oculto por suciedad, básicamente por la presencia de partículas de polvo en suspensión y distintos tipos de bacterias, sobre todo líquenes, que ocultaban las pinturas.

Tras un minucioso trabajo de limpieza y restauración, se logró sacar a la luz esas representaciones, unas 26 unidades gráficas que se concentran, principalmente, en lo que se conoce como el friso de las pinturas, un gran mural de figuras de color rojo, algunas de ellas, en tinta plana.

Unas doce ciervas, acompañadas de una cabra, un caballo, dos zoomorfos indeterminados y varias formas de signos y trazos punteados componen el patrimonio pictórico del Paleolítico que se encuentra en esta cavidad, declarada por la Unesco patrimonio de la humanidad.

El Pendo es peculiar, caracterizada por una gran sala, a diferencia de las otras cavidades del Paleolítico que se encuentran en Cantabria. Y quizá sea esa característica la que la haga "muy atractiva" y "llamativa".

Sin embargo, antes de descubrir su patrimonio artístico, las gentes del lugar extraían de ella tierra porque era "muy buena" para utilizarla como abono, e, incluso, se llegó a usar como espacio para jugar a los bolos.

Por Belén Córdoba Arias

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