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Los asistentes a la visita guiada, junto a la excavación del cromlech. FOTOS: F. IBARGUTXI
Fuente: diariovasco.com | Felix Ibargutxi| 7 de julio de 2013
Hasta ahora, los restos arqueológicos más antiguos encontrados en Aralar y alrededores eran unas piezas de sílex y de hueso aparecidas en la cueva de Usategi, cerca del casco urbano de Ataun, y que databan de hace 27.000 años.
Pero tanto el año pasado, como este de 2013, un equipo dirigido por José Antonio Mujika ha dado con otras piezas de sílex bastante más antiguas, de hace unos 50.000 años. Si aquellos restos de Usategi eran del Homo sapiens, estos otros, aparecidos a dos o tres kilómetros de distancia, son de otra especie humana: los neandertales. Y ese descubrimiento se ha producido en una vaguada conocida como Ondarre, un rincón del Aralar guipuzcoano que va a pasar a la historia por albergar una riqueza inusitada de restos arqueológicos: hay allí sílex de hace 50.000 años, una cista (estructura parecida a un pequeño dolmen) de hace 4.100 años, un cromlech de hace 3.000 y un bloque de piedra (utilizado durante una época como mojón central de un sel, derecha), que es también de la etapa final de la Edad de Bronce, de hace unos 3.000 años aproximadamente.
Hace unos días, la red de parketxes organizó una visita a la zona de Ondarre, en la que ha trabajado estas últimas semanas el equipo del arqueólogo y profesor de la UPV, José Antonio Mujika. Era una ocasión de oro para conocer de cerca unos descubrimientos que no se dan todos los años. Accedimos al lugar desde el parketxe de Lizarrusti, pasando por la presa de Lareo. Realmente, Ondarre está en la Mancomunidad de Enirio-Aralar, en una zona limítrofe con terrenos de Zaldibia.
Mujika se centró en mostrar los dos sitios que han excavado a lo largo de varias campañas -este año durante junio, con pocas horas útiles, debido a las lluvias, y con ayuda económica de los departamentos de Innovación, Desarrollo Rural y Turismo y de Cultura de la Diputación Foral de Guipúzcoa-. Por un lado, el lugar donde ha aparecido la cista, y por otro, el sitio del cromlech. No lejos de allí, en 2012, apareció por pura casualidad una lasca extraída mediante la técnica Levallois, que nos transporta a tiempos muy remotos: a unos 50.000 años (izquierda). Entonces habitaban estas tierras los neandertalesl.
La vegetación arbórea era bastante más escasa, predominaba el pino y la especie humana no sabía aún lo que era la agricultura y la ganadería. Vivía de la caza y la recolección de frutos silvestres. Así pues, un grupo de neandertales pasó por esta vaguada de Ondarre y trabajó un sílex procedente de la sierra de Urbasa. Si el año pasado apareció esa lasca, este año ha aparecido un núcleo de arenisca, una piedra más bien grande de la que esa gente extraía lascas o trozos para fabricar sus útiles. Los dos objetos no han aparecido juntos, pero sí a una distancia corta.
El descubrimiento es especialmente satisfactorio para un arqueólogo, dado que se ha producido al aire libre. Ha sido una auténtica chiripa. La mayor parte de los restos suelen aparecer en cavidades, zonas a salvo de los agentes meteorológicos.
Pero en la excursión de hace unos días, Mujika mostró las excavaciones de la cista y el cromlech, dos monumentos funerarios bastante más recientes, y muy diferentes. Las cistas se construían para albergar cuerpos de unas pocas personas muertas; los cromlechs, en cambio, albergaban cenizas de los difuntos. En la época de los dólmenes (construidos desde hace unos 6.000 años y utilizados hasta hace 3.000) y cistas (desde hace 4.100 a 3.000 años) los cuerpos no se incineraban; a partir de entonces se empiezan a incinerar y las cenizas y en algunos casos los huesos (generalmente, no en su totalidad) se depositan en las estructuras circulares que se conocen como cromlechs.
La cista de Ondarre se construyó hace 4.100 años. «Hace cuatro años vimos que en esta zona afloraban dos piedras bastante grandes y paralelas. Nos dio que pensar. Hace dos años hicimos la excavación y vimos que ahí se enterraron tres o cuatro personas», nos comentó Mujika. «Parece ser que las cistas estaban destinadas a personas de una relevancia especial en el grupo, porque ha habido casos en los que han aparecido elementos singulares de ajuar».
Y a unos doscientos metros de la cista ha aparecido un cromlech de hace 3.000 años, que también ha sido excavado esta primavera. «Esto ha sido otro descubrimiento fortuito, de auténtica chiripa. Solamente se veían dos piedras. Usamos unas varillas para detectar otras posibles piedras enterradas. Empezamos a excavar y entonces sí, fueron surgiendo las piedras del círculo. Tres de las piedras son de arenisca, el resto de caliza». Algunas de las piedras calcáreas tienen un grosor fino. Se debe a la acción del agua, que va disolviendo poco a poco ese material, hasta el punto de que las piedras pueden quedar disueltas del todo.
Tanto la cista como el cromlech fueron construidos por grupos humanos que se dedicaban a la ganadería y practicaban en Aralar una trashumancia similar a la que el pastor vasco ha desarrollado hasta nuestros días. Mujika cree que, además de un fin funerario, estos megalitos servían para marcar un territorio. «Yo creo que cuando un grupo de personas comenzaba a frecuentar una zona concreta de pastos, edificaba estos monumentos para dar a entender a las demás gentes que ese era su territorio, y que esa señal o hito era aceptada por unas comunidades y otras. Suele haber unas distancias similares entre los diferentes dólmenes, como si hubieran sido construidos por diferentes grupos, y a su vez ocurre algo parecido en los casos de las cistas y los cromlechs».
Un cromlech en Aralar es noticia
Como se sabe, este tipo de monumento funerario es abundante en el Pirineo hasta las tierras delimitadas por los ríos Leitzaran y Oria. Por ejemplo, existen bastantes en la zona de Oiartzun o Artikutza. Hacia el este del río Leitzaran es muy raro, y el arqueólogo Xabier Peñalver lanzó la teoría de que este tipo de megalito marcaría lo que era antiguamente la zona vascona, en contraposición a otros pueblos, como los várdulos. En Aralar ya se había detectado algo parecido a un cromlech en el lugar denominado como Beaskin, y también podría haber otro en Igaratza, «pero este de Ondarre es por ahora el primer cromlech realmente claro de todo Aralar», nos comentó Mujika.
Ondarre es un paraje excepcionalmente rico. Sus condiciones llamarían la atención del hombre primitivo: está a salvo de los vientos más fuertes, y con una zona que en tiempos más remotos fue al parecer un pequeño lago según el estudio que están realizando J. M. Edeso y A. Lopetegi. Además de los restos ya mencionados, en una colina que delimita la vaguada se descubrió el dolmen de Argarbi, y en esa misma zona se detectaron los restos de varias cabañas pastoriles del siglo III o IV de nuestra era, con elementos de civilización romana, como un anillo de vidrio, una cuenta de collar y algo de cerámica. También está cerca el fondo de cabaña de Esnaurreta, de cronología altomedieval. En esa época de comienzo de la Edad Media, a la luz de ese yacimiento, predominaba el ganado vacuno en las campas de Aralar.
Ese dolmen de Argarbi tiene su historia: fue el primero que encontró José Miguel Barandiaran, allá por 1916. Pero previamente ya se había encontrado otro, el de Jentillarri que es posiblemente el más conocido de toda la sierra de Aralar. El dolmen de Jentillarri fue descubierto en 1879 por un curioso personaje, Adán de Yarza, precursor de la geología en el País Vasco.
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