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El codirector de las excavaciones de Atapuerca José María Bermúdez de Castro. Foto: Susana Santamaría.
Nosotros los ‘sapiens’ somos los que estamos contando la historia de la evolución humana. Somos los que hemos perdurado. Conocer nuestra evolución como especie resulta fascinante, sobre todo si es narrada por José María Bermúdez de Castro como lo hace en su último libro, ‘Dioses y mendigos. La gran odisea de la evolución humana’ (Crítica). Conocedor de primera mano de esta disciplina, desde 1991 es co-director de las excavaciones de Atapuerca y dirigió el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana desde su fundación hasta 2012. Hablamos con él.
El sapiens se origina en África y podría remontarse hacia atrás hasta los nueve millones de años. Hace 120.000 años salió del continente para expandirse y colonizar otras zonas. Incluidas las de los neandertales que nunca salieron de Eurasia. También se baraja que los ancestros del Homo sapiens africano pudieron viajar desde Asia.
“Hace 370.000 años es muy posible que la población que dio origen a los neandertales y los humanos modernos todavía se encontraba evolucionando en el sureste de Asia, donde se producían intercambios genéticos entre los humanos que dieron lugar a los neandertales y a los que más tarde habrían penetrado definitivamente en África para originar a los humanos”.
Los hallazgos continúan y hay miles de yacimientos por descubrir, así que las sorpresas pueden suceder. El término Homo incluyó tres especies: habilis, erectus y sapiens, excluyendo de ella a los australopithecus. “Los Homo sapiens más puros están en África. Se quedaron en este continente y por tanto su porcentaje de ADN neandertal o denisovano es 0,0”; nosotros los europeos tenemos un porcentaje de neandertal.
Tras 250.000 años de evolución, nuestro cerebro ha permanecido con un volumen similar, así que debemos seguir confiando en nuestras capacidades cognitivas para seguir sobreviviendo como especie. Charlar con Bermúdez de Castro sobre estas cuestiones es un verdadero placer.
Muchos nos hemos preguntado por aquello que nos hizo humanos. Usted dice que todo el mundo debería conocer las claves fundamentales de ello, pero que usted dice que no es así. ¿Cuáles son los motivos y cuáles son estas claves?
El problema y la preocupación de la mayoría de las personas de este planeta, cuando se levantan por la mañana, es qué voy a poder comer o si voy a trabajar, así que este tipo de cuestiones tal vez es lo último que les preocupa; no hay tiempo para esta reflexión. Los que tenemos mayor fortuna sí nos podemos hacer esta pregunta, podemos estudiar, ir a la universidad.
Y a la segunda pregunta, sí que hay diversos hitos a lo largo de millones de años que han permitido desarrollar la filogenia humana que podríamos enumerar uno detrás de otro, como la postura erguida, de la que no conocemos la razón o no hay evidencias o datos, al ser una época oscura de la evolución humana. Ya que la postura erguida surge en las selvas africanas cuando hace 7 millones de años África estaba cubierta completamente de vegetación, con lo cual no hay yacimientos, ya que la materia orgánica se recicla a gran velocidad.
El siguiente paso es un cambio climático que origina una crisis impresionante, donde aparecen los desiertos, las praderas, las sabanas, y algunas especies de homínidos tuvieron la suerte de sobrevivir a la selección natural. Luego llega la tecnología hace unos 3 millones de años nada más, así que durante 4 millones de años solo fuimos primates erguidos, con un cerebro similar al de un chimpancé o más pequeño. Después vendría la cultura.
En 2005, el Consorcio Internacional para el Estudio del Genoma del Chimpancé publicó unos resultados en la revista ‘Nature’. Fue entonces cuando llegó hasta nosotros la cifra mágica: compartimos el 99% del genoma con los chimpancés.
Ese 1% ha quedado como una cifra mágica. Yo le pregunté a un colega que trabaja en la Pompeu Fabra, Tomas Marqués Moret, estudioso de los chimpancés, y me dijo que podría ser una diferencia del 10%, pero en cualquier caso un 90% de similitud con los chimpancés es muchísimo. La cuestión es saber qué genes nos diferencian de ellos.
Dice en su libro que el relato sobre nuestro origen se ha ido complicando en los últimos años. Todo es mucho más enrevesado, pero también más interesante. ¿Se han establecido con mayor claridad las ramas filogenéticas humanas o quedan todavía cuestiones pendientes?
Quedan todavía muchas cuestiones pendientes, a pesar de que en los últimos 20 años la cantidad de hallazgos que se han producido es enorme, pero esto no quiere decir que tengamos que rehacer el edificio de la evolución humana cada dos por tres, a pesar de los titulares de los periódicos. El edificio es sólido, lo que pasa es que con cada hallazgo hay que hacer una reforma en el edificio. Cuando apareció el 'Homo floresiensis' en la isla de Flores, que nos dejó a todos estupefactos, lo que tuvimos que hacer es una planta nueva al edificio y algunas reflexiones importantes. El 'Homo naledi' nos dio una gran sorpresa, ya que los restos tenían entre 300.000 y 230.000 años, por lo que habría coincidido en espacio y tiempo en África con el 'Homo sapiens'. Para mí, como para otros investigadores, el 'Homo naledi' es una anomalía en el esquema general de la evolución humana.
Aunque muchos están convencidos de que los denisovanos son una especie diferente, nadie se ha atrevido a proponer de manera formal un nombre específico para estos humanos. ¿Habría sido una ruptura de las reglas de clasificación taxonómica?
Las especies son un constructo que hacemos nosotros. Las reglas de la nomenclatura zoológica o botánica son muy claras, como las de una constitución. Para nombrar una especie necesitamos fósiles y cuantos más mejor. En cuanto a los denisovanos, hemos encontrado tres o cuatro fósiles muy pequeñitos como dientes, pero no lo suficientes para conseguir ADN. Sí se sabe que tiene diferencias con los neandertales, pero ¿esto es suficiente para calificarlo de nueva especie? Todavía no. Cuando haya trozos de cráneo, y no solo una mandíbula, a lo mejor obtenemos más datos y se construye una nueva especie, ya se verá.
Ahora ya sabemos que los neandertales y sus ancestros más cercanos, los humanos modernos y los denisovanos, formamos un grupo relativamente próximo en el tiempo, y que tuvimos un origen común. Dice que podríamos llamarlos de manera conjunta “poblaciones de la era moderna de la humanidad”.
Es una terminología que me he inventado, pero me gusta. Es un grupo que cuando trabajamos con paleo-proteínas, aparecen como grupos o especies hermanas.
También dice que con todo lo que ya sabemos, seguimos haciéndonos las mismas preguntas: ¿cuándo y dónde surgieron estas poblaciones?
Sí, seguimos en ello y trabajando mucho en este sentido. Ahora mismo se piensa que África es el origen de todo y es cierto que es el origen de la humanidad y es el origen del 'Homo sapiens' moderno. Lo que pasa es que no hemos tenido en cuenta algunas cuestiones. Esta humanidad emergente tiene un ancestro común, y si es así, ¿este dónde estaba, si los neandertales estaban en Europa? Por eso ahora nos estamos planteando un lugar intermedio que es el cordón umbilical entre África y Eurasia, el corredor levantino. Una zona muy importante para la humanidad, donde surgió ese Neolítico del creciente fértil del que somos herederos. La mayoría de lenguas proceden de esa zona y creo que fue importante para que se dieran estos ancestros comunes, como denisovanos, neandertales y modernos. Es un tema muy bonito. África puede ser, pero hay evidencias genéticas que nos dicen que las cosas no son tan sencillas. Cuando se pone una hipótesis de moda, parece que hay que seguirla. Cambiar un paradigma científico no es tan sencillo.
Supongo que no se pone en duda que hubo una hibridación.
Sí, eso no está en duda. Seguramente en el corredor levantino hubo hibridación, y compartimos lengua, sexo y tecnología. Siguiendo el paradigma que prevalece en la actualidad, los genetistas han dado rienda suelta a su imaginación y han imaginado que una población ancestral de nuestra especie (cuando todavía no teníamos el aspecto moderno que nos caracteriza) se escapó hace mucho de África e hibridó con los neandertales hace unos 370.000 años.
Ha trabajado en Atapuerca y fue precisamente ahí donde nombró a una nueva especie del género ‘Homo’, el ‘Homo antecessor’, una de cuyas características más sobresalientes era la de poseer una cara muy similar a la de ‘Homo sapiens’.
Este 'Homo antecessor' es una especie hermana de esta humanidad emergente. Lo supimos gracias a las paleo-proteínas más antiguas encontradas, que los hermanan también con denisovanos y neandertales; lo que se hace evidente es que tuvimos una madre común. La cuestión es dónde está esa madre. Nuestra especie, tal como la conocemos, se originó en África, aunque sus ancestros pudieran viajar desde el suroeste de Asia.
¿Qué ha supuesto Atapuerca, para usted y para el conocimiento de la evolución humana?
Desde el punto de vista profesional, todo. A veces me pregunto qué hubiera pasado si la persona que dirigía el proyecto de Atapuerca, Emiliano Aguirre, no se hubiera interesado en mí. Las cosas serían diferentes; hubiera hecho otras cosas. Pero Emiliano se fijo en mí y nos hicimos amigos y colegas. Me quedan tres años para la jubilación, así que casi toda mi vida se ha desarrollado en este programa de investigación tan interesante. Todo ha salido bien y espero que siga así. Las personas que vienen detrás de nosotros están mejor preparadas y, por cierto, la mayoría son mujeres.
En su libro da mucha importancia al cerebro. Nuestra singularidad está en él, ¿no?
Le dedico tres capítulos en el libro. El tema me encanta y si no me hubiese dedicado al estudio de los dientes, las mandíbulas, que es con lo que empecé mi tesis doctoral, me hubiera dedicado al estudio del cerebro.
¿Hubo variaciones cerebrales entre los distintos ‘Homo’?
En el 'Homo sapiens' se ha estimado un rango de entre 975 y 1.500 centímetros cúbicos, en el que encajan sin problema especímenes de 'Homo erectus', 'Homo heidelbergensis', 'Homo neanderthalensis' y, quizá, de otras especies en las que todavía no se ha estimado con precisión. Se han dado por supuesto variaciones; por ejemplo, el nuestro es más grande, tiene una parte que es el neocortex que es más grande que el de los chimpancés, mayor que el del 'Homo erectus', mayor seguramente que el del 'Homo antecessor', aunque de este no conocemos su capacidad craneal.
Las conexiones son importantes. Los genetistas están encontrando posibles genes implicados en el incremento cerebral y, por supuesto, en las conexiones cerebrales. En 2012 se supo de un gen especial, HMGA2, una de cuyas variantes podía estar relacionada con un incremento de la masa encefálica y con el coeficiente intelectual.
Pero no solo son importantes los genes, también lo son las interacciones de los individuos con el medioambiente. Cuando vas al colegio, interactúas con otros niños y profesores, aprendes cosas y cada día conectas miles de sinapsis en las neuronas. Si haces un viaje aprendes, si lees un libro aprendes, si ves una película aprendes.
Hay un ejemplo muy conocido: 'Tarzán de los monos'. Esta novela, que me he leído muchas veces, me hace sonreír cuando te preguntas cómo aprendió inglés, ya que si existiera un 'Tarzán de los monos' aprendería el lenguaje de estos, sus signos etc… Por eso es tan importante la interacción social. Tarzán hubiese sido un primate más, con una apariencia diferente, pero se comportaría igual que ellos.
El bipedismo es la primera clave para responder a la pregunta sobre lo que nos hace diferentes, sin que podamos asegurar que hayamos sido los únicos primates que hemos caminado sobre las dos piernas.
No, no lo sabemos, hay periodos de tiempo muy poco conocidos, no hay registros y de los chimpancés tampoco. No sabemos cómo han evolucionado. Asumimos que han sido siempre muy parecidos, pero esa presunción está basada en nuestra imaginación. No tenemos ni idea de cómo era un chimpancé hace 7 millones de años.
Yo hablo mucho de un pez del devónico, del que se conserva su fósil en el Museo de Historia Natural de Londres, que cuando se encontró vivo en Tanzania se creía que era nuevo; más tarde se supo que era el pez Latimedia, que era igual al fósil de Londres. Este no ha cambiado nada con el paso del tiempo.
La pelvis de Lucy también era muy similar a la del 'Homo sapiens', por lo que los miembros de la especie 'Australopithecus afarensis' caminarían y correrían como lo hacemos nosotros.
La cultura también nos ha moldeado y por supuesto el lenguaje…
Sí, la hipótesis de que el lenguaje es exclusivo del 'Homo sapiens' es correcta. Pero las excavaciones dan sorpresas. Los primeros resultados de los estudios de Ignacio Martínez nos revelaron que dos humanos de la Sima de los Huesos tenían una audición no muy diferente a la del 'Homo sapiens'.
Ignacio Martínez hizo una investigación fantástica con los humanos que vivieron en la Sima de los Huesos hace 430.000 años; es un yacimiento extraordinario que conserva los huesecillos del oído medio, y gracias a la tecnología moderna, a la tomografía computerizada, se pudieron estudiar estos huesecillos en la pantalla del ordenador y con la colaboración de ingenieros acústicos se pudo saber la secuencia en la que escuchaban los humanos de entonces, se les hizo una audiometría y resultó ser muy parecida a la nuestra, no igual.
Siguen las dudas de que los neandertales pudieran tener un lenguaje articulado. Los neandertales y nosotros nos hibridamos en el suroeste de Asia, así que se entendían a pesar de ser especies distintas. Todo sigue siendo sorprendente.
En su libro aparecen las mujeres, cosa que es de agradecer, ya que parecía como si tampoco existieran en las cuevas prehistóricas.
Muchas veces me preguntan por las mujeres. Me gustaría tener la posibilidad de saber qué relaciones se establecían, pero no debemos llevarnos por la visión actual. En el libro 'El clan del oso cavernario', a la protagonista, su pareja neandertal le da unas palizas tremendas; esto es un invento de la novela forjada en su visión de la actualidad, pero seguramente no era así. Un neandertal dando una paliza a su compañera porque llega tarde a la cueva, ¡pero por favor! Colaboraban entre ellos más de lo que se ha dicho. Posiblemente el cuidado de los más pequeños habrá sido una labor de todo el grupo.
Sí parece que en Atapuerca se daban prácticas caníbales, ¿no?
Sí, es así, pero no sabemos por qué; en esa época del 'Homo antecessor' había agua en abundancia, recursos cárnicos, recursos vegetales y eran muy saludables.
Las conchas perforadas y teñidas de ocre encontradas en los yacimientos de las cuevas Antón y los Aviones, en Murcia, también nos hablan de que los neandertales tenían tiempo para el ocio y que lo dedicaban a modificar elementos naturales como lo hacemos nosotros.
Y que tenían un pensamiento simbólico. Nosotros lo hemos desarrollado de una manera extraordinaria, pero seguramente los neandertales tenían esa posibilidad y la utilizaron, tal vez de manera menos eficaz. Pero señales y símbolos tal vez tengan un origen muy parecido o común.
Dice que la escalera de ‘Homo sapiens’ es la única que sigue ascendiendo y nuestra evolución continúa, al menos por el momento.
Vamos a ver, estamos en una pandemia, es triste y la padecemos todos, pero la que se nos viene encima es mucho peor, es el cambio climático. Parece increíble que nuestra aparición en el planeta haya tenido que ver con un leve descenso de la temperatura. Y ahora, el ascenso de solo un par de grados podría acabar con nosotros o con una buena parte de la población humana.
El calentamiento global es paradójico y dramático. Es algo extraordinario y a mí me pone los pelos de punta. Es complicado hallar soluciones, porque creo que solo a una minoría nos preocupa esta situación. Los grandes intereses siguen existiendo. Tú has contaminado, ahora me toca a mí. Tener conciencia de especie es prácticamente una utopía.
En sentido metafórico, el 'Big Bang' del 'Homo sapiens' ha finalizado. La gran explosión demográfica ha llegado a sus límites. Ahora debe sobrevenir, tal vez, la siguiente fase del ciclo, en la que todas las poblaciones vuelvan a juntarse en un teórico 'Big Crunch' o gran colapso.
Ahora todo es estable, la Tierra sigue girando sin problemas para algunos, pero no sabemos lo que está pasando en otras partes del planeta. Por eso hay que ser proactivos con el problema, hacer lo que cada uno pueda.
Las pandemias, como la que padecemos en estos momentos, nos demuestran que estamos en el mismo barco, a pesar de la expansión tan increíble de nuestra especie por el planeta.
120.000 millones de años expandiéndonos y parece que en algunas cosas nos hemos diferenciado, pero las diferencias son muy pocas. Somos una especie muy variable, pero en lo importante y en lo esencial somos lo mismo. Nadie puede decir que un grupo humano es más inteligente que otro, por eso el racismo no tiene ninguna base y es ridículo.
Me viene a la memoria la idea de sus colegas Eudald Carbonell y Robert Sala vertidas en su obra ‘Aún no somos humanos’ (Quinteto, 2003). ¿Qué nos falta?
Es un título que me gusta mucho. Eudald considera que todavía no nos hemos ganado el calificativo de humanos. Ser humano es casi ser divino.
Cuando soñamos pensamos que somos dioses. Este extraño pensamiento de que somos superiores, no se por qué lo pensamos, y si lo pensamos estamos muy lejos de ser esos humanos que creemos ser. Hemos conseguido un cerebro más grande y una cultura que los primates no tienen, pero nada más. La violencia ahora es brutal. Utilizamos la tecnología para desplegarla, lo que ha aumentado nuestra crueldad frente a la de los primates. Siempre digo que somos primates con armas de destrucción masiva en nuestras manos.
Por poner un contrapunto, también podemos ser solidarios.
Sí, la ayuda al grupo se da entre nosotros por supuesto, pero en ocasiones no. El comportamiento humano es muy curioso, ayudamos a unos pero no a otros. Ahora somos millones y no deberíamos discriminar a nadie, aunque no sea de tu grupo. Debemos dar un buen uso a los conocimientos generados por la humanidad.
Fuente: elasombrario.publico.es | 12 de mayo de 2021
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