Fotografía: Dalya Alberge

Mientras no resulte posible viajar en el tiempo, el trabajo de los arqueólogos es lo que más y mejor nos aproxima al pasado lejano, permitiéndonos conocer con detalle cómo se vivía hace miles de años. En ciertas ocasiones se hacen hallazgos sorprendentes, por ejemplo cuando en un yacimiento debidamente identificado aparece algún objeto que nadie esperaba encontrar allí. Justo así se ha dado con la milenaria flor de cardo que puedes ver en la imagen sobre estas líneas, oculta en el interior del mango de un hacha.

El equipo de DigVentures nos cuenta su curiosa historia a través de su blog. Durante el pasado verano se llevaron a cabo excavaciones en determinado punto en las proximidades de la Bahía de Morecambe, en Lancashire, en el noroeste de Inglaterra. Un detector de metales fue capaz de advertir de la posición de un cincel en buen estado de conservación, abriendo el camino hacia un espectacular yacimiento que los expertos ubicaron enseguida en la Edad de Bronce.

También se descubrieron estas puntas de lanzas y hachas. Fotografía: Dalya Alberge

Todo tipo de joyas y adornos, así como lanzas, hachas y otras armas, formaban parte de un tesoro que sedujo a los investigadores por su insólita variedad. Pero una de sus piezas más llamativas no fue descubierta hasta que el botín fue trasladado a los laboratorios para ser analizado. Uno de los arqueólogos encargados de esa tarea observó que una de las hachas tenía un hueco en un extremo de su mango. En su interior había una flor de cardo asombrosamente bien conservada.

Aproximadamente 3.000 años: esa es la antigüedad que se atribuye al hacha en que estaba escondida la flor, de modo que podría ser también la edad de ésta. Lo más interesante es que el hallazgo provoca que los especialistas se planteen nuevas preguntas. Por lo general, esta clase de tesoros enterrados suelen encontrarse en lugares húmedos en los que las comunidades de la época solían asentarse, pero hasta ahora esas ofrendas parecían esencialmente materiales. La presencia de la flor abre algunos interrogantes.

La excavación que condujo a este descubrimiento fue financiada parcialmente a través de un crowdfunding lanzado por DigVentures, una organización social fundada por tres arqueólogos que intentan que la crisis no paralice sus ganas de continuar investigando. Su éxito demuestra que sus esfuerzos durante los últimos años han merecido la pena.

Fuentes: ABC.es | The Guardian | 17 de febrero de 2017

 
 
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