San Miguel de Lillo se reedificó con piezas de Santa María del Naranco, según el arqueólogo José Avelino Gutiérrez

Edificio de Santa María del Naranco

 

Vía: LNE | Eloy Méndez | 6 de junio de 2012

 

José Avelino Gutiérrez está convencido de que los edificios prerrománicos del Naranco (Oviedo, Asturias) comparten mucho más que un asentamiento en las faldas del monte ovetense. El equipo de investigación del director del Departamento de Historia de la Universidad de Oviedo ha llegado a la conclusión, tras varios estudios realizados durante los últimos años, de que varias piezas de Santa María del Naranco fueron utilizadas para reconstruir San Miguel de Lillo tras un derrumbe parcial acaecido decenios después de su conclusión. «Las jambas y parte de los arcos fueron llevados de una construcción a otra», explica este pionero de la arqueología altomedieval en España, que, además, está convencido de que Ramiro I impulsó el complejo palaciego para establecer su Corte de manera estable y no como un lugar de recreo, «durante el breve período de tiempo en el que compitió con Nepociano, instalado en Oviedo, por el trono». Esta versión evidenciaría que el Reino de Asturias contó con dos monarcas al mismo tiempo.

San Miguel de Lillo. Foto: Wikipedia

La hipótesis que defiende Gutiérrez ilumina en parte el «oscuro período» comprendido entre el fin de la dominación romana y el inicio del Medievo, momento de creación y expansión del Reino asturiano. «Ramiro I y Nepociano se disputan la supremacía en torno al año 850 y crean dos cortes paralelas. Nepociano se instala en el palacio que había donde ahora se encuentra la Cámara Santa de la Catedral, y Ramiro manda construir los edificios del Naranco. Durante tres años conviven dos autoridades para una misma realidad política», explica.

Una situación que finalizaría con la guerra civil protagonizada por los dos bandos, que culminó en una cruenta batalla junto al río Narcea y la posterior derrota de Nepociano, encarcelado y cegado por sus enemigos poco después. «Los sucesores de Ramiro I habrían intentado borrar de la historia a su rival, incluso con la eliminación de su nombre en algunos documentos escritos», dice el historiador. Es decir, la lista de monarcas asturianos debería incluir, sin género de dudas, un nombre más.

Este capítulo es trascendental para comprender los motivos que empujaron a Ramiro I a levantar los edificios del Naranco. «Lo hizo para establecerse en ese lugar, no para construir un supuesto centro de ocio», dice Gutiérrez, en contra de la teoría con más predicamento desde hace décadas. «Pero, tras su victoria, se habría trasladado a Oviedo, lo que facilitó la posterior conversión de Santa María en una iglesia, cuando originalmente estaba pensada para ser un palacio», subraya.

Igual de sorprendente son las conclusiones obtenidas por el equipo de Gutiérrez en relación a las piezas de San Miguel de Lillo procedentes del edificio vecino, gracias a una investigación impulsada por el profesor Lorenzo Arias. «Santa María se desmantela en parte y varias piezas, algunas decorativas, se colocan en San Miguel», expone el director de departamento.

El docente comenzó a leer el pasado en las piedras hace ya tiempo, cuando la arqueología era una disciplina germinal en España. Licenciado por la Universidad de Valladolid, este leonés que recaló en Oviedo a principios de los noventa fue uno de los responsables de la única investigación realizada para localizar los yacimientos mineros y metalúrgicos medievales en el Principado. Además, es uno de los responsables de las excavaciones realizadas en el castillo gijonés de Peñaferruz, convertido en un importante asentamiento de la Ruta de la Plata tras la decadencia de la villa romana de Veranes.

Pero sus mayores esfuerzos los ha centrado en desenterrar las claves de la vida social y política en la región entre los siglos V y VIII. Fruto de ese empeño son los proyectos «Sedes regias Asturorum», que desveló aspectos significativos de las cortes de Cangas de Onís, Pravia y Oviedo; y «Castella», que permitió realizar el único inventario sobre fortificaciones asturianas, alrededor de trescientas. Actualmente, colabora con un equipo alemán en el yacimiento leonés de Marialba, fundamental para entender la evolución del distrito romano entre Asturias y el norte de Zamora tras la caída del Imperio.

«Sabemos a ciencia cierta que el Reino de Asturias tuvo una historia profundamente convulsa, caracterizada por la existencia de caudillos que se hacían fuertes en pequeños condados, muchos de ellos tan pequeños como el valle de un río», explica. Además, sostiene que los protagonistas en el inicio de la Reconquista no fueron conscientes de la empresa en la que se habían embarcado hasta bien avanzado el proceso. «Ideológicamente, ese término no se acuñará hasta el reinado de Alfonso III, poco antes del traslado de la Corte a León», dice, en alusión a los «fundadores» de la actual España.

José Avelino Gutiérrez,  en un pasillo del edificio departamental de la Facultad de Filosofía y Letras.

Apostar por las nuevas tecnologías.

Uno de los últimos proyectos de José Avelino Gutiérrez es la creación de una base de datos cartográfica bajo el sistema SIG, que permite el manejo de información geográfica para tener localizados todos los restos arqueológicos significativos de la región y cuyos datos se están transfiriendo actualmente a la Consejería de Cultura. De esta forma, el Gobierno regional podrá, por ejemplo, conocer exactamente la ubicación del patrimonio histórico de cara a diseñar futuras infraestructuras, como pueden ser un gasoducto o una carretera. «Es un gran adelanto para todos los estudiosos y, por eso, estamos ahora volcados con este asunto, que puede abrir muchas puertas para los especialistas», sostiene el docente. También por eso está convencido de que es necesario apostar por las nuevas tecnologías como medio de avanzar en las diferentes disciplinas académicas. Además, pide ayudas para proyectos de este tipo y lo pone como ejemplo de la colaboración entre la Universidad y los responsables de las administraciones públicas, uno de los déficits más señalados en muchos casos por los propios docentes.

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