Vía: ABC | Roberto Pérez | 7 de junio de 2011
Décadas después de que empezara a ser excavado de forma sistemática, el yacimiento de Bílbilis (Calatayud) sigue encerrando muchas claves que, conforme se vayan descubriendo, permitirán completar aspectos de la historia. Bílbilis floreció en época romana. De hecho, se conoce fundamentalmente por ese pasado ligado a Roma. Pero siglos antes y siglos después fue habitada por otras culturas. Primero, por los celtíberos. Luego, en la Edad Media, por una pequeña comunidad cristiana. Y lo que esta dejó centra precisamente una de las líneas de investigación en la que trabajan actualmente los arqueólogos. Se siguen extrayendo los esqueletos de aquellas gentes para estudiar sus estructuras óseas y saber más sobre quiénes eran y cómo vivían.
Como ocurrió de forma generalizada cuando el Imperio Romano entró en crisis, las ciudades entraron en crisis y fueron progresivamente abandonadas a partir del siglo III. Bílbilis fue quedando deshabitada en el siglo V. En el siglo V, lo que había sido una floreciente ciudad —cuna del poeta clásico Marcial— ya solo era un recuerdo. Bílbilis estaba totalmente despoblada. Sus calles, sus casas, sus edificios monumentales formaban ya parte de una ciudad fantasma en la que lo único que había era ruina.
Sin embargo, la vida volvió a esa antigua ciudad. Entre las ruinas se levantó un pequeño poblado medieval, que fue habitado entre los siglos XI y XII. Quienes se fueron a vivir allí eran cristianos bajo dominación musulmana.
Las investigaciones arqueológicas han permitido desentrañar algunos detalles sobre quiénes fueron esos habitantes. Según explica el arqueólogo Carlos Sáenz Preciado, del equipo que dirige las excavaciones de Bílbilis, se sabe que era una comunidad cristiana por varios motivos. Uno de ellos, la disposición de los enterramientos, propia de los cristianos y que se diferencia con claridad de las costumbres de enterramiento de los musulmanes. Y otro dato que lo certifica son los restos de una pequeña iglesia que se encontraron hace tiempo. La habilitaron aprovechando una antigua cisterna de agua de las que hubo en la Bílbilis romana para garantizar el abastecimiento de la ciudad. Esos cristianos, entre los siglos XI y XII, «reciclaron» la antigua cisterna para convertirla en capilla.
El enclave que eligieron
Las investigaciones arqueológicas han arrojado más datos. Por ejemplo, que aquellas gentes se decidieron ir a vivir a las ruinas de Bílbilis aprovechando una parte muy concreta de la vieja ciudad romana, la que había quedado totalmente abandonada seis siglos antes. Construyeron sus casas entre las ruinas de lo que fueron los dos grandes centros monumentales de Bílbilis: el foro y el teatro.
En ese terreno, este grupo de cristianos que vivían en estas tierras cuando aún estaban dominadas por los musulmanes —la Reconquista de Calatayud tuvo lugar en el año 1120— levantaron sus casas. El emplazamiento tenía sus desventajas —está en un cerro, con el río Jalón y las vegas a sus pies—, pero también sus puntos a favor: allí tenían lo que necesitaban para construir sus piedras, porque quedaban las ruinas de lo que había sido la Bílbilis romana.
El caso es que ese poblado pervivió durante siglos. Se sabe con certeza que al menos dos, en el XI y en el XII. Allí vivían y, cuando morían, allí eran enterrados por sus familias. Los arqueólogos localizaron hace años la necrópolis, el cementerio de esa Bílbilis medieval. Y, al igual que las piedras, las esculturas o los restos de cimentaciones permiten ir escribiendo la historia de una antigua ciudad, también los huesos dan claves al respecto. Por eso, una de las tareas de los arqueólogos que trabajan en Bílbilis es recuperar los esqueletos de esa necrópolis para analizarlos en laboratorios especializados. Hace tiempo que comenzaron y este verano preven completar la recuperación de los últimos cuerpos que quedan enterrados en ese cementerio medieval.
Carlos Sáenz explica que, conforme se van recuperando esos esqueletos, se entregan para su análisis a expertos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza. La arqueología, por tanto, trabaja en este caso mano a mano con la ciencia médica.
«Hasta el momento hemos recuperado los restos óseos de unos 30 individuos, y este verano queremos completar el trabajo en esta necrópolis con la recuperación de los últimos enterramientos que quedan», explica Sáenz Preciado. Eso les permitirá también «completar el estudio antropológico de los restos óseos que está llevando a cabo un equipo de la Facultad de Medicina», que trabajan codo con codo en este proyecto con los responsables de la parte de arqueología, los también profesores de la Universidad de Zaragoza, Manuel Martín Bueno y el propio Carlos Sáenz.
Lo que cuenta un esqueleto
¿Y para qué analizar los huesos? Para saber quiénes eran, sus características raciales, pero también cómo vivieron. Porque en los huesos se pueden «leer» detalles de lo que ha sido una vida. «Por ejemplo, nos permitirá conocer datos sobre cuáles eran sus hábitos, por el estado de los huesos nos puede indicar qué vicisitudes atravesaron mientras vivieron, qué edad tenían cuando murieron, qué comían o qué enfermedades padecieron», indica Sáenz Preciado.
Este estudio antropológico se completará cuando culmine el análisis en laboratorio de todos los restos óseos recuperados en esta necrópolis. Y, mientras tanto, mientras se trabaja en descifrar la vida de esta pequeña Bílbilis medieval, los arqueólogos siguen buscando bajo tierra más datos de lo que fue la monumental Bílbilis romana. Trabajo no falta en este yacimiento.