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Aspecto actual del yacimiento.
Fuente: elcomercio.es | 26 de abril de 2016
Los paisanos de los pueblos, y así lo refleja la toponimia, a cualquier zona fortificada en zona elevada suelen llamarla castro. Tal era su abundancia en los montes asturianos que apenas hay concejo que no atesore algún enclave de este tipo, la gran mayoría derruidos. Sin embargo, a veces, hasta la toponimia puede equivocarse.
El llamado castro de Tiñana, en Siero (Asturias), es, según el equipo que dirige el doctor en Historia Antigua, Luis Ramón Menéndez Bueyes, de la Universidad de Salamanca, una fortaleza posterior a tiempos romanos y, por lo tanto, una de las primeras de las que se tiene constancia en aquel incipiente Reino de Asturias.
Los estudios realizados sobre las piedras que le daban forma y las piezas de cerámica encontradas en el enclave conocido también como castiello de Fozana, que fue localizado en 1957 y, desde entonces hasta hoy, interpretado como una construcción castrense, permiten certificar que «estamos ante una fortaleza ocupada entre los siglos III y V después de Cristo, pero que nada tienen que ver con un castro prerromano», explican los científicos.
El doctor en Arqueología, Alfonso Fanjul (derecha), miembro del equipo investigador junto a la gijonesa Patricia Argüelles y Diana Vega, explicaba ayer a EL COMERCIO que «se puede decir que es una de las primeras fortalezas de lo que después se convertiría en el Reino de Asturias».
Así pues, aquella fortificación era algo más avanzado que los tradicionales castros, tenía un sentido estrictamente militar y hasta contaba con una torre de vigilancia que, a su vez, «era el acceso por aquella zona a quien quisiese adentrarse desde el valle del Nalón a la planicie del centro de Asturias, donde se hallaba la capital, Lucus Asturum», detalla Fanjul.
Eran fortificaciones levantadas por aquellas élites locales que, más tarde, acabarían dando forma al llamado Reino de Asturias. «De hecho, a nivel social, no hay mucha diferencia entre los que defendían esta fortaleza y lo que hubo en los siglos siguientes, hasta la creación del Reino de Asturias», explica Fanjul.
La fortaleza, calculan los investigadores, tendría forma alargada, con 139 metros de longitud y 94 metros de anchura. Contaría además con dos fosos que facilitaban su defensa, así como con la mencionada torre, donde se situaba el acceso a la fortaleza, que en aquella época solían usarse para controlar vías de comunicación.
Croquis de las estructuras sobre ortofoto (Imagen cortesía de A. Fanjul)
Los ejemplares de terra sigillata (abajo) -así se denomina a esta cerámica barnizada en un color rojo anaranjado- hallados en el entorno son de procedencia hispánica, propios de las producciones bajoimperiales, cuya datación se sitúa entre los siglos III y V, aunque una de las piezas analizadas permite extender hasta el siglo VI la posible datación. «Esta cronología sitúa el llamado castro de Tiñana dentro de la polémica sobre el origen y caracterización del fenómeno de castramentación tras el final de la romanidad».
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