Foto: San Miguel de Lillo


Las muestras de morteros originales datan la iglesia hasta casi dos siglos antes de lo manejado hasta ahora, en el reinado de Ramiro - Los especialistas, cautelosos, coinciden en la necesidad de un gran estudio arqueológico para documentar con rigor el arte asturiano.


Vía: LNE | Pilar Rubiera | 14 de diciembre de 2011


Los documentos dicen que la iglesia prerrománica de San Miguel de Lillo, en el monte Naranco de Oviedo, fue construida entre los años 842 y 850, durante el reinado de Ramiro I (842 a 850). Los análisis de carbono 14 realizados sobre una veintena de muestras del edificio revelaron que tres de ellas, morteros originales, apuntan dudas razonables sobre estas fechas. La datación que ofrecen es, en uno de los casos, entre los años 680 y 870, un abanico en el que su construcción podría coincidir con la fecha oficial; en otro, entre el 670 y el 810 y, en el tercero, entre los años 660 y el 770. En muchas de las muestras, con un origen de caliza cocida, aparecen restos de madera carbonizada.

Los especialistas consultados por LA NUEVA ESPAÑA son cautelosos. Las cronologías del carbono 14 tienen un arco temporal muy amplio. Pero prácticamente todos coinciden en la idea de que los edificios prerrománicos asturianos están poco documentados arqueológicamente y necesitan un estudio más amplio.

Foto: San Miguel de Lillo


«Mi primera impresión es de desconcierto, está muy claro que Ramiro I construyó la iglesia de San Miguel de Lillo y el palacio de Santa María del Naranco. Tal vez esos materiales procedían de edificios anteriores y se reutilizan en la construcción de San Miguel», apunta Javier Fernández Conde, catedrático jubilado de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo.

Y añade: «Es fundamental, yo diría que esencial, una excavación amplia, no sólo en el Naranco. No sabemos cuándo se construyó Bendones, sabemos poco de San Pedro de Nora, lo mismo que de Santa Cristina de Lena. El prerrománico está pidiendo a gritos dataciones científicas porque dan mucha luz sobre las cosas».

«Son datos extraordinariamente atractivos», señala Lorenzo Arias, profesor de la Universidad de Oviedo y autor de numerosos estudios sobre el Prerrománico. A propósito de estas nuevas cronologías, que él ya conocía, Arias recuerda el estudio de Luis Caballero sobre la estratigrafía del arte asturiano en el que se cuenta que en la primera construcción de San Miguel, antes del gran derrumbe del siglo XI, hay dos fases, probablemente debidas a una paralización o desaparición del taller que trabajaba inicialmente en el edificio. Se nota, sobre todo, en los modelos iconográficos. «En la reanudación de la obra de San Miguel, se traían materiales de Santa María. Muy probablemente hay que plantearse que San Miguel y Santa María no son del mismo taller ni tampoco del mismo constructor. Santa María está hecha «ex novo» y San Miguel no. Quizás haya que retrasar las dos, aunque con poca diferencia una de otra».

¿Pero construidas durante el reinado de Ramiro I? «Hay una tesis muy interesante que dice que el proceso final de Alfonso II fue con Ramiro I ya de rey; son datos que hay que valorar. A mi juicio, falta un parque arqueológico en el Naranco, hay que excavar sistemáticamente y sin fin».

Foto: San Miguel de Lillo desde dentro.



Al laboratorio Beta Analytic Inc. de Miami, responsable de los análisis, se envió una veintena de muestras en el marco de las obras que se realizaron en San Miguel hace unos meses como primer paso para su recuperación integral, dirigidas y proyectadas por el arquitecto Fernando Nanclares. La Consejería de Cultura, a propuesta de los responsables de la obra, encargó un estudio previo y seguimiento petrológico de la intervención a la empresa GEA Asesoría Geológica y, una vez en marcha, se aprobó el envío de varias muestras al citado laboratorio para la prueba del carbono 14. Los resultados sorprendieron a los técnicos implicados en el proyecto, pero la presentación de los informes y el final de la obra coincidió con el final de la legislatura anterior y el cambio de Gobierno. El informe probablemente se archivó.

Luis Valdeón, petrólogo y uno de los responsables de la empresa GEA, considera que «hay que tener cautela porque la interpretación de los datos es muy amplia. Con lo que tenemos no podemos afirmar que haya nada fuera de lugar, pero lo que nos indican estos análisis es que hay que seguir en esa línea, profundizar en la investigación».

El arquitecto Fernando Nanclares califica el dato de «sorprendente» y le da «importancia histórica». A su entender, es necesario abordar «un programa de datación veraz de estos monumentos a partir de lo que se han ido conociendo en los últimos años, sobre todo desde la aparición de la fuente de la Rúa, en clara conexión con la Foncalada. Creo que es un dato que obliga a estudiar más en profundidad los monumentos prerrománicos».

Ignacio Ruiz de la Peña, catedrático jubilado de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo y director del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), dice que antes de avanzar hipótesis hay que conocer qué tipo de muestras se mandaron al laboratorio para ser analizadas. «Por lo que me cuenta, lo único que prueban estos datos es que en San Miguel tal vez hubo algo anterior, pero no lo que vemos ahora. Los monumentos del Naranco son de Ramiro I, las crónicas son muy explícitas en eso».

Ruiz de la Peña cita a Menéndez Pidal cuando éste dice que las crónicas, cuando describen los monumentos del Naranco, lo hacen como una guía que trata de atraer la atención del viajero sobre la importancia de los monumentos. «De momento, y salvo mejor juicio, creo que tienen una importancia muy pequeña», subraya.

La Crónica Albeldense, del siglo IX, dice que Ramiro «construyó admirablemente una iglesia y palacios abovedados en el lugar Ligno y allí abandonó el siglo».

Y la Historia Silense, del siglo XII, afirma: «Sí, en verdad, construyó Ramiro, bajo la advocación del arcángel Miguel, en la ladera del monte Naranco, una hermosa iglesia, que cualquiera que la ve atestigua que nunca hubiese visto otra de pareja belleza. La cual conviene bien al victorioso arcángel Miguel, pues, por la voluntad de Dios, dio el triunfo al príncipe Ramiro sobre los enemigos en todas partes».

El propio Ramiro I, en la advocación que figura inscrita en el ara de San Miguel, cuyo original se encuentra en el Museo Arqueológico de Asturias y una copia de la misma en Santa María del Naranco, dejó escrito: «...que mediante tu siervo Ramiro príncipe glorioso con la reina cónyuge Paterna renovaste esta morada consumida por la mucha antigüedad, y por medio de ellos edificaste este ara de bendición a la gloriosa Santa María (...)».

Javier Fernández Conde Lorenzo Arias Ignacio Ruiz de la Peña
«Todo el Prerrománico está pidiendo a gritos dataciones científicas porque dan mucha luz sobre las cosas» «Falta un parque arqueológico en el Naranco, hay que excavar sistemáticamente» «Los monumentos del Naranco son del rey Ramiro I, las crónicas son muy explícitas sobre ello»
Javier Fernández Conde
Catedrático de Historia Medieval
Lorenzo Arias
Profesor de la Universidad
Ignacio Ruiz de la Peña
Catedrático de Medieval


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Respuestas a esta discusión

Los edificios del Naranco y Ramiro I

Los nuevos estudios con carbono 14 reabren el viejo debate sobre la cronología y el origen del arte asturiano: ahora la única palabra la tiene la arqueología



Vía: LNE | 15 de diciembre de 2011

Por D. Javier Rodríguez Muñoz (Historiador)

«En el lugar de Liño construyó una iglesia y palacios, con admirable obra de bóveda», dice la Crónica Albeldense en el apartado dedicado al reinado de Ramiro I. La Crónica Albeldense es una de las fuentes históricas más próxima al reinado de este rey, que murió en el año 850, pues fue acabada de escribir en el año 883 y redactada por alguna persona próxima al monarca Alfonso III, nieto de Ramiro I. Otras dos crónicas cuentan los hechos de los reyes astures. Son la Crónica de Alfonso III, así denominada porque la versión denominada A Sebastián o Sebastianense va precedida de una carta, supuestamente escrita por el rey Alfonso III y dirigida al obispo Sebastián, en la que afirma ser el autor del relato, «tal como le hemos oído de los antiguos y de nuestros predecesores y sabemos que es verdad», según la traducción que José L. Moralejo ha hecho de las tres crónicas, de quien tomamos todas las citas. Otra versión de la Crónica de Alfonso III es la conocida como Rotense, por haberse conservado en un códice procedente de la catedral de Roda (Huesca). Pese a esa declaración inicial, se sospecha que Alfonso III fue el inspirador de una primera versión, quizás la Rotense, cuyo latín es más bárbaro, y que algún presbítero erudito mejoraría el latín de la versión Sebastianense. No se sabe la fecha de redacción de las dos versiones de la Crónica de Alfonso III, aunque parece seguro que fueron escritas con posterioridad a la Crónica Albeldense.

Mencionamos las tres crónicas del período astur porque ellas son la fuente más antigua y primaria de atribución de los edificios del Naranco al rey Ramiro I. Así, la Crónica Rotense dice: «Después de que descansó de las guerras civiles, edificó [Ramiro I] muchos edificios de piedra y mármol, sin vigas, con obra de abovedado, en la falda del monte Naranco, a sólo dos millas de Oviedo». Un dato más aporta la versión A Sebastián: «Entretanto el dicho rey [Ramiro I] fundó una iglesia en memoria de Santa María, en la falda del monte Naranco, distante de Oviedo dos millas, de admirable belleza y hermosura perfecta y, para no referirme a otras de sus hermosuras, tiene una bóveda apoyada en varios arcos, y está construida solamente con cal y piedra; si alguien quisiera ver un edificio similar a éste, no lo hallará en España. Además edificó no lejos de la dicha iglesia palacios y baños bellos y hermosos».

En la actualidad se conservan dos edificios en la falda del monte Naranco: el que se denomina palacio de Santa María de Naranco y la iglesia de San Miguel de Liño. Pero ¿cuál de los dos es la iglesia de Santa María que cita la versión A Sebastián? En Santa María del Naranco había una mesa de altar monolítica, de caliza blanca, coronada por un ara, en cuyos bordes laterales, entre líneas de espigas, hay una inscripción en la que se dice, según la lectura y traducción que realizó Francisco Diego Santos, que «el glorioso príncipe Ramiro junto con la reina Paterna, su esposa, reconstruiste esta mansión derruida por su vetustez excesiva, y que levantaste por ellos esta ara de bendición, en este lugar suyo, a la gloriosa Santa María [...]. En el noveno día antes de las kalendas de julio del 886 de la era», es decir, el 23 de junio del año 848.

Esta inscripción del ara ratifica lo que nos cuentan las crónicas relativo a la fundación de una iglesia en honor a Santa María por Ramiro I, y precisa la fecha de consagración del ara, el citado 23 de junio de 848. Plantea, sin embargo, dos interesantes cuestiones, una de las cuales entra de lleno en lo que las fechas ahora conocidas de carbono 14 plantean. ¿Construyó desde abajo y totalmente Ramiro I esa iglesia que dedicó a Santa María, o aprovechó un edificio preexistente? La otra cuestión es dónde estaba emplazada esa ara en el año 848, en la iglesia que hoy denominamos San Miguel o en Santa María. Hay respuestas para todos los gustos.

Hellmunt Schlunk, una de las autoridades reconocidas en arte medieval y en particular en el asturiano, opinaba que Santa María había sido una especie de belvedere y que en alguna parte del mismo había una capilla real donde estuvo originalmente el ara. En un momento posterior al reinado de Ramiro I, pero dentro aún del siglo IX, el palacio fue convertido en iglesia y el altar colocado en el mirador orientado al este, donde estuvo hasta su traslado al Museo Arqueológico de Asturias.

Otros opinan que el ara dedicada a Santa María estuvo originalmente en la iglesia que se llama de San Miguel de Liño y que sería trasladada a Santa María posiblemente a raíz del derrumbe de buena parte de la estructura original de San Miguel, iglesia de la que en la actualidad sólo se conserva un tercio de lo que fue el edificio primitivo, la parte correspondiente a la entrada, donde se encuentra la tribuna y el arranque de las naves, que también estaban abovedadas, como las de Santa María.

Ninguna de las tres crónicas del reinado de Alfonso III cita la iglesia de San Miguel en el Naranco. Hablan de una iglesia y palacios (Albeldense), muchos edificios (Rotense), o iglesia de Santa María y palacios (A Sebastián). La primera mención a una iglesia de San Miguel en el monte Naranco aparece en un documento fechado el 20 de abril de 857, por el que Ordoño I, hijo de Ramiro I, dona a la Iglesia de Oviedo, entre otros bienes, la villa que llaman «Linio» en el monte Naranco y las iglesias de San Miguel y Santa María. Pero este documento es unánimemente considerado falso, obra del obispo Pelayo de Oviedo, lo mismo que otra donación posterior, de 20 de enero de 905, por la que Alfonso III y su mujer, Jimena, confirman privilegios de sus antecesores a la Iglesia de Oviedo y añaden nuevas donaciones. En este documento se vuelve a incluir entre lo donado la «villa de Linio con palacios, baños y la iglesia de San Miguel». Tanto uno como otro documento están contenidos en el llamado Liber Testamentorum de la catedral de Oviedo, que mandó hacer el obispo Pelayo entre los años 1101 y 1130, por lo que, al menos, con independencia de la falsedad de ambos, reflejarían, en cuanto al nombre de Liño y la iglesia de San Miguel, una realidad de comienzos del siglo XII.

No es ésta, sin embargo, la primera referencia a la iglesia de San Miguel de Liño. También la menciona la Crónica de Sampiro, escrita a comienzos del siglo XI por Sampiro, un personaje de Zamora que ocupó varios cargos en la Corte de los reyes Bermudo II y Alfonso V y que acabó siendo obispo de Astorga entre 1035 y 1041. Esta Crónica de Sampiro la conocemos porque fue copiada en casi su totalidad por el autor de la Historia Silense (las crónicas medievales no se consideraban obra de nadie y cada copista podía añadir o quitar lo que le parecía), otra crónica redactada en torno a 1115, contemporánea, pues, del Liber Testamentorum. Pues, bien, Sampiro, en la versión recogida en la Silense, describe así los monumentos del Naranco: «En la ladera del monte Naranco fabricó [Ramiro I] tan hermosa iglesia, con título del arcángel Miguel, que cuantos la ven atestiguan no haber visto jamás otra semejante a ella en hermosura [...]. Hizo también, a distancia de 60 pasos de la iglesia, un palacio sin madera, de admirable fábrica y abovedado abajo y en lo alto, el cual fue convertido en iglesia después y allí se adora a la bienaventurada Virgen María, madre de Dios». Tenemos aquí, en esta descripción de Sampiro, una referencia muy clara a los dos edificios que hoy se conservan en la ladera del monte Naranco, San Miguel y Santa María.

Las citas que las Crónicas Asturianas hacen a las construcciones de los reyes sirvieron para periodizar el arte Asturiano en tres etapas, correspondientes a tres reyes: Alfonso II, Ramiro I y Alfonso III. Es más, algunos autores retrasan la fecha de construcción de la Cámara Santa al reinado de Alfonso III, sin más fundamento que el de no estar citada expresamente su construcción entre las iglesias levantadas por Alfonso II, a cuyo reinado se vino tradicionalmente atribuyendo, siendo considerada además la Cámara Santa por algunos estudiosos como un precedente de la posterior Santa María del Naranco.

Las fechas de carbono 14 ahora conocidas, aunque sean referidas a la iglesia de San Miguel, edificio que en nuestra opinión no era el que contenía el ara de Santa María, reabren un debate que hubo ya desde hace tiempo, y es el de qué edificios existían en el espacio de la llamada en la documentación «villa Linio». En 1885 se descubrió cerca de la puerta de entrada a la casa rectoral, que entonces estaba adosada a la iglesia de Santa María de Naranco, en un muro de contención de tierras, una estela de época romana dedicada a Q. Vendiricus por su hijo Agedi. Otra estela de época romana dedicada a Cesaroni por su hijo Tabali se encontraba en el siglo XVI en la tribuna de la iglesia de San Miguel de Liño, donde la vieron, entre otros, el canónigo Tirso de Avilés y el cronista de Felipe II Ambrosio de Morales.

La inscripción del ara de Santa María de Naranco dice que Ramiro I «renovó o reconstruyó esta mansión derruida por su vetustez excesiva». Hoy, a la luz de las fechas de carbono 14 que acabamos de conocer, toma todo su sentido esta frase, aunque se refiera a Santa María y no a San Miguel. En lo que la documentación menciona como «villa Linio» debía de haber varias construcciones, de las que alguna podía ser muy anterior al reinado de Ramiro I. Hasta no hace mucho tiempo se vino considerando como una iglesia paleocristiana del siglo VI o VII la denominada de Santa María y San Pedro de Veranes, en Gijón, que las excavaciones llevadas a cabo por Carmen Fernández Ochoa y otros colaboradores han descubierto se trataba del aula de una villa romana, cuyos edificios se extendían por la ladera.

¿Por qué no pudo haber en Liño, en el Naranco, construcciones anteriores al reinado de Ramiro I? Si algo vienen a decir las fechas de carbono 14 sobre San Miguel de Liño es que el relato de las Crónicas Asturianas no es un dogma que haya que tomar al pie de la letra, como sucesivos hallazgos arqueológicos comienzan a desvelar. Hubo un Oviedo de época romana, anterior a la fundación de Alfonso II, Foncalada puede ser una fuente romana y, sobre todo, pese al silencio de las crónicas, en los siglos anteriores a la batalla de Covadonga y al comienzo de la Monarquía asturiana, Asturias no era ningún yermo, había ciudades, villas y seguramente se mantendrían en pie muchas construcciones de época romana y visigoda, que sirvieron de punto de partida y de base al arte asturiano.

Ni las crónicas ni la documentación nos pueden ya decir nada nuevo, ahora la palabra la tiene la arqueología. Si algún día nuestros políticos se dan cuenta del potencial que tiene el arte asturiano, el conjunto más completo de edificios religiosos que se ha conservado en España anterior al arte románico, quizás se pueda acometer la tarea de investigar sus orígenes y no, como ahora, con excavaciones o pruebas hechas ante planes urgentes de mantenimiento de unos edificios verdaderamente valiosos y singulares.

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Miguel Ángel de Blas Carmen Fernández-Ochoa
«Lo que conocemos hasta ahora no plantea ningún problema en la lectura del monumento»

«Todos sabemos que en esa zona hay una ocupación anterior, que parece que fue

romana»

Miguel Ángel de Blas
Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo
Carmen Fernández-Ochoa
Directora del plan de excavaciones de Gijón
Ángel Villa Adolfo Rodríguez Asensio
«Se echan en falta investigaciones arqueológicas en la Alta Edad Media»

«El hallazgo de la fuente de Rúa marca un

antes y un después en estas investigaciones»

Ángel Villa
Arqueólogo del Principado
Adolfo Rodríguez Asensio
Ex director gral. de Patrimonio



Los arqueólogos piden prudencia y más investigación sobre el origen de Lillo

Las tres muestras de carbono 14 que datan la iglesia de Oviedo hasta dos siglos antes de su fecha oficial no indican nada definitivo, advierten - Los expertos ven necesario un estudio arqueológico más amplio del arte asturiano, sobre todo tras la aparición de la fuente de la Rúa


Vía: LNE| 15 de diciembre de 2011


Oviedo, P. RUBIERA
Los arqueólogos piden más investigaciones sobre el origen de San Miguel de Lillo tras conocer que tres muestras de carbono 14 datan la iglesia dos siglos antes de su.... «El carbono 14 no va a resolver la fecha fundacional de San Miguel de Lillo», declaró ayer a LA NUEVA ESPAÑA el arqueólogo y catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo Miguel Ángel de Blas. ¿Por qué? «Porque mide márgenes temporales con cierta amplitud, no te dice que es del año X, sino que hay una alta probabilidad estadística de que ese material haya existido entre un año A y un año B. Una fecha sola es una golondrina que no hace primavera».

Carmen Fernández-Ochoa, catedrática de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid y directora del plan de excavaciones de Gijón, asegura: «Todos sabemos que en esa zona hay una ocupación anterior que parece que fue romana, más por la epigrafía que por los resultados de las excavaciones. Pero poner en duda el origen fundacional de San Miguel de Lillo por los análisis de carbono de estas tres muestras es muy arriesgado. Cabe otra posibilidad: que se hayan reutilizado materiales anteriores en su construcción, habría que tener más muestras y conocer bien el lugar del que las sacan».

Tres muestras de morteros originales del edificio prerrománico de San Miguel de Lillo, analizadas con carbono 14, han revelado dataciones anteriores a su fundación. Los documentos dicen que la iglesia fue construida entre los años 842 y 850, durante el reinado de Ramiro I (842 a 850). Las muestras, restos de madera carbonizada con un origen de caliza cocida, fueron enviadas a analizar junto a otras tres, en el marco de las obras que se realizaron en San Miguel de Lillo hace unos meses, dirigidas por el arquitecto Fernando Nanclares, autor del proyecto. La muestra más antigua está datada entre los años 660 y 770; las otras dos tienen un abanico temporal que va de los años 670 a 810 y 680 a 870. La datación de otras dos muestras cita los años 1040 a 1240 y 1490 a 1660, según recoge el informe petrológico realizado por la empresa GEA Asesoría Geológica.

En arqueología, explica Miguel Ángel de Blas, es fundamental que se sepa la relación que existe entre esa muestra, en este caso un pedazo de carbón de madera, y lo que se quiere fechar. Y cita un ejemplo: «Si usted guarda en su casa un bastón antiguo y quiere datarlo por carbono 14, la prueba concluirá que ese bastón es de una determinada época, pero no así la casa que lo custodia. Es esencial saber la relación que existe entre la muestra y el contexto de la misma».

Y añade: «Lo que sabemos hasta ahora, y yo sólo conozco lo que ha publicado LA NUEVA ESPAÑA, no plantea ningún problema en la lectura del monumento. De momento me quedo con la fecha histórica».

«Está claro que ese no es un yacimiento cerrado, hay mucho más que posibilidades de una utilización anterior del espacio y tal vez de los materiales. No he conocido casi ninguna iglesia que se llamara Santa María, San Pedro o San Juan, que son las advocaciones más antiguas, que no tuvieran ruinas debajo», explica Carmen Fernández-Ochoa.

«Hay que ser prudente y seguir investigando. Para cambiar las cosas tienes que estar muy segura», advierte. La arqueóloga comenta, con ironía, que, aunque existen crónicas que atestiguan el origen de los monumentos y «los textos son muy evidentes, también es verdad que las fechas se han establecido de forma aleatoria».

Jorge Camino, arqueólogo de la Consejería de Cultura, desconfía de la escasez de muestras y de los propios resultados del carbono 14 que, en muchos casos, «puede ser aberrante». Al igual que sus colegas, considera que una de las posibilidades es que la datación antigua provenga de la reutilización de materiales de otro tiempo. «Habría que ver todas las muestras. Dos fechas, dentro de un conjunto amplio, no son nada».

«En la alta Edad media se echan en falta investigaciones arqueológicas», declara el arqueólogo Ángel Villa, también técnico de la Consejería de Cultura. Villa lamenta que no se haya acometido una datación arqueológica de la ciudad de Oviedo como yacimiento único, sobre todo tras conocer los resultados de las diferentes excavaciones realizadas en el casco antiguo. «Hemos perdido información muy valiosa», explica.

El arqueólogo coincide con sus colegas en desconfiar del carbono 14. «Los datos que hemos visto tienen interés, pero no son ni contundentes ni categóricos», subraya.

La Consejería de Cultura, promotora de las obras realizadas en San Miguel de Lillo y del estudio petrológico, cree que son los especialistas quienes deben valorar los datos. Juaco López, director general de Patrimonio, afirmó ayer que la investigación «es la base de todo tipo de actuaciones. Hay que invertir esfuerzos y dinero, y hay que hacerlo siempre en colaboración con la Universidad de Oviedo y los centros de investigación en patrimonio cultural».

En el prerrománico, la arqueología tiene ahora la palabra, afirma Adolfo Rodríguez Asensio, profesor de prehistoria de la Universidad de Oviedo. «Habría que hacer una excavación como no se hizo nunca, estudiarlo de manera integral, sin prejuicios, con la mente abierta», dice.

Asensio coincide con el resto de sus colegas en la desconfianza que le proporcionan las tres muestras de carbono 14. «No soy especialista en arte asturiano, pero creo que hay que ser cauto, se necesitarían más series y, aun así, llega hasta donde llega», subraya.

El que fuera director general de Patrimonio de la Consejería de Cultura está convencido de que el hallazgo de la fuente tardorromana de la Rúa «marca un antes y un después en lo que la investigación se refiere». «Entonces, añade, «se dijo que se sacarían muestras de los morteros de Foncalada para fijar su datación, pero creo que todavía no se ha hecho nada. Mi opinión es que es necesario hacer una excavación completa».

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El templo de los cimientos de juguete

De la ruina datada en algún momento del siglo XI al frustrado

plan director del Prerrománico del año 2005

San Miguel de Lillo.
San Miguel de Lillo. Nacho Orejas

Vía: LNE | Eduardo GARCÍA | 15 de diciembre de 2011

San Miguel de Lillo es iglesia vieja -está por ver cuán vieja- y con historia plena de avatares. Cuando hace casi dos años (enero de 2009) LA NUEVA ESPAÑA ponía a la sociedad asturiana en alerta con un reportaje en el que se denunciaba, con amplio aporte gráfico, que el monumento estaba «al borde de la ruina», tan sólo era un capítulo más en una relación histórica de sucesos que incluye dos derrumbes parciales del edificio: uno probablemente en el siglo XI y otro en el XVIII. En la primera mitad del siglo siguiente (1838) el templo fue cerrado ante el peligro de ruina «y el estado de indecencia». La cosa, como se ve, viene de antiguo.

Aquella situación generó pocos años más tarde el primer plan conocido de rehabilitación de la joya prerrománica. Lo pagó la gente, a escote, como muestra de que los edificios del Prerrománico eran sentidos en el XIX como algo propio.

El plan estuvo a cargo de la Comisión Provincial de Monumentos.

Los trabajos siguieron al pie de la letra las instrucciones del político y asturianista José Caveda

y Nava: seguridad, techumbre, desagües y, sobre todo, guerra a unos cuantos edificios anexos

que el tiempo, las necesidades y la ignorancia habían hecho crecer alrededor de la maravillosa

silueta de San Miguel.

De 1847, poco tiempo antes del inicio de la restauración, queda una serie de dibujos de José

María Avrial que nos presenta un San Miguel de Lillo horroroso, encerrado entre añadidos y

con el interior convertido poco menos que en un solar (Avrial le ponía imaginación al asunto,

por lo que se puede sospechar que la situación no podía ser tan penosa. O sí).

Los trabajos se iniciaron en 1850, con un presupuesto de 14.000 reales. De aquella restaura-

ción, que duró más de tres años, quedó un templo con estética muy parecida a la actual.

En 1868, el año de la revolución que derrocó a Isabel II, se abordan nuevas obras de restaura-

ción. En 1885, San Miguel de Lillo fue declarado monumento nacional, y de aquella época nos

llegan las primeras fotografías de San Miguel.

Las dudas sobre la planta original de San Miguel generaron al menos tres proyectos de restau-

ración profunda en la primera década del siglo XX, una de ellas patrocinada por Fortunato

Selgas. En 1916 hubo excavaciones arqueo-lógicas a cargo de Aurelio de Llano Roza, traba-

jos que dieron origen a nuevos proyectos de restauraciones ideales, una de ellas del propio

arqueólogo.

Entre tanta aventura resulta extraño que San Miguel de Lillo haya salido (casi) indemne de

la Revolución de 1934 y de la Guerra Civil, en un entorno -en este último caso- de especial

actividad bélica.

En la década de los cincuenta el arquitecto Luis Menéndez-Pidal consolidó pinturas. Un decreto

de 1955 declara al área del Naranco zona protegida, lo que reducía considerablemente las posi-

bilidades de construcción de edificios inapropiados en el entorno de la iglesia.

En 1961 y 1965 hay nuevos proyectos de restauración a cargo de Menéndez-Pidal, que afectan

a cubiertas y fachadas. De esos años hay fotos que incluyen el enorme portalón de madera

que se mantuvo, según se comprueba en distintos dibujos, a lo largo de siglos.

En la década de los setenta se documentan dos restauraciones parciales. La primera, a cargo de

José Menéndez-Pidal, heredero del espíritu rehabilitador de su hermano Luis, ya fallecido por

aquella época. La segunda, en 1979 por el arquitecto José Rivas.

En realidad, la etapa democrática está trufada de operaciones más o menos ambiciosas en torno

a San Miguel de Lillo. En 1986, por ejemplo, es aprobado el plan de conservación del patrimonio

asturiano, que incluye, lógicamente» ficha de San Miguel. El levantamiento planimétrico a cargo

de Lorenzo Arias data de un año después.

En 1987 la restauradora Clara Fanjul estudia el estado de las pinturas murales y su informe

enciende todas las luces rojas.

Las excavaciones arqueológicas de 1989 y 1990 demuestran, entre otras cosas, que San Miguel

tiene una profun-didad mínima de cimentación, apenas medio metro. Está en pie de milagro. La

gran obra de restauración se inició en 1990, a cargo de Fernando Nanclares. El ambicioso plan

director del Prerrománico, estatal, data de 2005 y duerme el sueño de los justos.



Vicente José González: «Ramiro I ya habló de San Miguel como morada consumida por la antigüedad»


Vía: LNE | P.R. | 16 de diciembre de 2011


Vicente José González (foto a la izquierda), doctor en Arqueología Paleocristiana por el Instituto Pontificio de Arqueología de Roma, autor de una tesis sobre San Miguel de Lillo, lleva años afirmando que San Miguel de Lillo, construida entre los años 842 y 850, era una iglesia mucho mayor que la que conocemos hoy. «No es que lo diga yo, es que lo dice Ramiro I en la inscripción del ara en el 848, cuando afirma que renueva esa morada "consumida por la mucha antigüedad. Y todo eso, que parece complicado, lo testifica la arqueología. Es una construcción del siglo IX añadida a otras anteriores», explica.

Vicente José González cita algunos ejemplos: «Si usted ve un ojo de buey de la iglesia de San Martín de Argüelles del año 583, renovada en el 921 por Ordoño II, es idéntico al de San Miguel de Lillo; no hay arqueólogo que pueda distinguir uno de otro».

El especialista cree que algunos de sus colegas están malinterpretando la documentación que, a su juicio, está muy clara. «La Crónica Silense, del siglo XII, dice que si buscas otra iglesia más bonita, no la hallas y está hablando de San Miguel; sin embargo, se dice que la iglesia sufrió un gran derrumbe en el siglo XI. Si es así, no puede ser tan bonita como cuenta».

Vicente José González ha sostenido siempre que el edificio original de San Miguel de Lillo no se parecía en nada al que conocemos. Cita la crónica de Ambrosio de Morales (Córdoba, 1513-1591) quien, cuando la visita, la describe así: «Entrando dentro espanta un brinquiño tan cumplido de todo lo dicho y cuerpo de iglesia. Y agradando todo mucho, con la novedad da mayor contento ver en tan poquito espacio toda la perfección y grandeza que el arte de un templo podía poner».


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Oviedo antes de la monarquía astur

Vía:LNE | M.S. Marqués | 16 de diciembre de 2011

Foto: Fuente de Foncalada

Las últimas dataciones de la iglesia prerrománica de San Miguel de Lillo, que adelantan la fecha de su construcción, han revolucionado en cierta medida el mundo de la arqueología, del arte y de la historia medieval, sin que eso signifique que los expertos pongan en duda los términos de la historia tal como la conocemos hasta ahora. Sobre todo, porque la información referida a los siglos anteriores a las joyas del Prerrománico es escasa.

Más que cuestionar lo que hay, la mayoría ha aprovechado, como suscribe el arqueólogo Rogelio Estrada, para poner sobre la mesa la necesidad, «que venimos demandando desde hace tiempo, de realizar unas dataciones fiables sobre todo el Prerrománico». Para el arqueólogo, que sacó a la luz la fuente de la Rúa durante los sondeos previos a las obras de ampliación del Museo de Bellas Artes, el Prerrománico no puede seguir estudiándose atendiendo sólo a rasgos de estilo o a comparaciones, cuando en la actualidad hay técnicas de datación que pueden afinar las fechas con un margen de error de tres o cuatro años.

«Son un instrumento que te da conocimiento, y hoy no se entiende que aún no se disponga de esas fechas». Estrada ve en las dataciones de Lillo un revulsivo para acometer una investigación que incluya el conjunto de dataciones que permitan conocer con más detalle los monumentos de la monarquía asturiana. «Estamos en el siglo XXI y ya no se puede seguir viviendo únicamente de estilos», dice.

Asegura que dataciones similares a las realizadas ahora con Lillo se quisieron iniciar hace algunos años con la fuente de Foncalada, también de época de la monarquía asturiana, pero finalmente se suspendieron por falta de financiación.

En lo que respecta a los resultados arrojados por el carbono 14, con cifras que en algunos casos rebajan en casi dos siglos la edad del monumento, no le resultan «anómalas» porque entran en un arco de datación razonable si se tiene en cuenta el margen de holgura con que trabaja el carbono 14.

Foto: Restos de la Fuente de la Rúa.

Aunque para el arqueólogo no tiene sentido establecer ningún paralelismo entre el hallazgo de la fuente de la Rúa, que se dató hacia el siglo IV, y el entorno del Naranco, sí considera que unas y otras aportaciones están sirviendo para remover ciertos planteamientos inamovibles y para demostrar la necesidad de estudiar otros enfoques y otras técnicas que ayuden a desentrañar un período ciertamente oscuro de nuestra historia.

Ésa es una tarea en la que la arqueología tiene mucho que decir y así lo vienen repitiendo hace tiempo quienes se dedican a indagar a través de sus técnicas. Es bien cierto que en los últimos veinte años, la arqueología se ha mostrado como la única ciencia capaz de arrojar luz sobre una etapa histórica que comienza con la romanización para extenderse hasta la época de la monarquía asturiana. Siglos oscuros con información escasa y fuentes documentales no siempre fiables, impidiendo evaluar con exactitud acontecimientos acaecidos en esta parte de la Asturias transmontana.

Gracias a la arqueología, los historiadores han conseguido rellenar algunas lagunas. Por ejemplo, que la romanización caló en Asturias mucho más de lo que se creía hace tan sólo dos décadas. Tanto los muchos hallazgos que demuestran la importancia del Gijón romano como los que evidencian que Oviedo no nació cuando Máximo y Fromestano llegaron a la colina de Ovetao han permitido reconsiderar mucho de lo que se afirmaba hasta hace pocos años.

Foto: Restos de los Castro del Llagú

Si la fuente y otros hallazgos localizados en el solar de la calle la Rúa ponen el altavoz en la existencia de un Oviedo anterior al Oviedo de la monarquía asturiana, no es ése el primer yacimiento que demuestra la existencia de poblamiento en la zona, ya lo habían hecho con anterioridad los vestigios de presencia romana localizados en el lugar conocido como Murias de Paraxuga, donde se levanta la actual Facultad de Medicina, o el importante y desaparecido yacimiento del castro de Llagú, en las afueras de la ciudad, que ofreció dataciones anteriores a la conquista de Roma.

Pero aún conociendo que Oviedo ya era un núcleo poblado en época romana, se sabe muy poco de cómo transcurrió la historia en esos siglos que lo separan de la época de Alfonso II. Por el camino seguro que hubo conflictos, rebeliones y asaltos, situaciones típicas de una Península que vivió en el siglo V la caída del Imperio Romano de Occidente y la entrada de los pueblos bárbaros.

Para algunos historiadores, los astures consiguieron mantenerse independientes de las conquistas bárbaras debido a la situación marginal de la cornisa cantábrica, pero otros sostienen que a partir del siglo VI perdieron la independencia y pasaron a formar parte del reino suevo, al que permanecerían sujetos, tras algunos episodios de rebelión, hasta que con la conquista de Leovigildo, en el año 585, este reino fue absorbido por los visigodos. Un siglo después, los astures tuvieron sus más y sus menos con los visigodos. Tampoco sobre la presencia y la influencia goda en el Reino de Asturias hay unanimidad.


El análisis arquitectónico de los muros originales del templo de San Miguel de Lillo, como el de San Julián de Prados, y su comparativa con la planta de un templo toscano vitruviano permite afirmar que en estos casos concretos las edificaciones prerrománicas fueron levantadas utilizando la cimentación preexistente de un antiguo templo romano, de planta toscana, emplazadoS en esos cruces de caminos.


VER  :De Lares y Julianes

Arte, historia y arqueología de San Miguel de Liño

Vía: EL COMERCIO.es | 18 de diciembre de 2011

La valoracion de los últimos informes sobre documentación cronológica basada en el análisis con datación radiocarbónica de morteros de la iglesia de San Miguel de Liño (años 680 y 870: 670 y 810 y 660 y 770 de un total de veinte muestras sin calibración ajustada) deben de ser juiciosa y exquisitamente analizados dentro del estudio del contexto histórico-artístico y arqueológico que la propia iglesia proporciona.


Desde que Aurelio de Llano descubre la planta original en 1917 la documentación sobre la iglesia ha ido creciendo exponencialmente. Pero no será hasta el año 1989-90 cuando la intervención del Instituto Arqueológico Alemán establezca fidedignamente las trazas originales de la iglesia, confirmando que en el subsuelo de la misma no ha existido ningúna otra construcción precedente anterior al siglo IX (Se descarta, pues, de forma absoluta la existencia de restos romanos en la misma).

Asimismo el estudio metrológico de la iglesia realizado por el que esto suscribe es plenamente altomedieval. En el año 2006 el estudio de estratigrafía muraria realizado por el CSIC y dirigido por Luis Caballero Zoreda concluye de forma taxativa que el inicio de la construcción de San Miguel de Liño presenta irregularidades que condicionarán el espacio arquitectónico de Liño y que es preciso destacar. Primeramente la introducción de la tribuna occidental por una prioridad no contemplada en el proyecto inicial en el que no estaba prevista su inclusión. Está registrada estratigráficamente esa innovación. La variación no repercutió en la alteración del resto de la estructura arquitectónica del edificio, ni propició tampoco una interrupción de las obras. Esto se manifiesta en la percepción actual de Liño en el hecho de que hay piezas preparadas por el taller primitivo y piezas que han sido realizadas por el nuevo taller, el cual va a emplear materiales reutilizados contemporáneos al siglo IX, así como piezas procedentes de otros edificios altomedievales (Santa María de Naranco como veremos más adelante). Es posible, y ya se ha hecho, establecer criterios arqueológicos y de carácter tipológico y estilístico que diferencien en la actual fábrica de la tribuna aquellos elementos decorativos pertenecientes al proyecto original y los introducidos en la reforma de la misma.

Asimismo es posible identificar elementos constructivos como las bóvedas de cañón que difieren de los empleados en el edificio civil de Santa María de Naranco (es rotundamente obra de otro taller y de otro arquitecto). Además se introducen incorreciones de obra en la ejecución de arcos, y desajustes en los paramentos. Por otro lado es sabido que la iglesia sufre un derrumbe de su parte oriental en el siglo XII, el cual está verificado arqueológicamente, estudiado geológicamente y documentado ya desde el siglo XVI. Un hecho profundamente importante en este sentido es que la introducción en el antecuerpo occidental de la tribuna propiciará que cuando se produzca el derrumbe en el siglo XII este sector occidental permanezca estable arquitectónicamente. Es decir, la parte de iglesia que ahora admiramos.

El estudio que hemos emprendido en la iglesia de San Miguel de Liño así como en Santa María de Naranco llega a la conclusión fundamental de que un importante conjunto de piezas escultóricas procedentes de Santa María de Naranco han sido reutilizadas en la tribuna de la iglesia de Liño. Así, tenemos los cuatro arcos de las cámaras situados en la tribuna de Liño los cuales son piezas reutilizadas de los lienzos norte y sur de Sta. María de Naranco (848). Los estudios precisos de carácter arqueológico y artístico así lo confirman; tienen el mismo tipo de decoración, los mismos materiales y responden a una ornamentación de una rica talla, genuina y personal del edificio regio del Naranco. Decoración que no se vincula iconográficamente a la que actualmente enriquece San Miguel de Liño. Cuestión importante es la actual presencia en la puerta principal de San Miguel de Liño de las dos jambas con una representación iconográfica de carácter profano. Su procedencia original sería igualmente el edificio áulico de Santa María.

Una de las respuestas que se puede proponer como explicación al intercambio, es la posibilidad de que en el momento en que se decide incluir la tribuna en Liño y ante la situación hipotética de quiebra de ese taller de Liño, se decidiera trasladar los arcos desde el próximo edificio áulico del Naranco. Liño iba a ser una iglesia vinculada al poder y como tal necesitaba una riqueza decorativa. Y evidentemente, sin olvidarnos de la Pintura mural de Liño, su iconografía revela la precisa datación de los primeros años del siglo IX, su iconicidad, su preludio a las nuevas formas figurativas que se consolidarán en la miniatura del un siglo posterior.

Es evidente que surgen incógnitas sobre el momento en que se produce el reaprovechamiento. Y esta es una cuestión que entra de lleno en la datación cronológica de la construcción de Liño y de Santa María ¿Cuál fue la primera en construirse? Esta interrogante puede ser decisiva para comprender las circunstancias políticas de la monarquía en la primera mitad del siglo IX. Es probable que la decisión del traslado de los arcos y de las jambas sea coincidente con la fecha de 848 presente en el ara de Santa María, justo cuando Ramiro I ya ha consolidado el poder venciendo a Nepociano el legítimo sucesor de Alfonso II. La decisión tiene que estar vinculada dentro de esa lucha por el poder que se establece durante un espacio temporal entre Nepociano y Ramiro I. Es ahí donde hay que centrar los esfuerzos investigadores para esclarecer el horizonte del Arte Asturiano.

Cuestión decisiva es la lectura de las Crónicas de la Monarquía Asturiana; tienen que ser leídas también con buen discernimiento histórico y confrontación con el registro artístico y arqueológico. San Miguel de Liño es citada como construida por Ramiro I en las redacciones Albeldense y la Silense de la Crónica de Alfonso III. Aparece donada en el Testamentum de Ordoño I (857) y en el de Alfonso III y Jimena (905). Las contradicciones de las fuentes documentales sobre el Naranco son ya conocidas. Una de las controversias existentes se encuentra en la noticia de la transformación del palacio en iglesia de la redacción Silense de la Crónica de Alfonso III, así como la atipicidad que se encuentra en la inscripción sobre la construcción del altar Ramiro I y su esposa Paterna, sin consagración, y evidentemente su relación con la renovación de la morada «consumida por su mucha antigüedad». Solucionar esta «renovación de la vetusta morada»obliga a suponer que en realidad se trata de la construcción ex novo del palacio sobre la amortización de otro anterior desconocido.

Se descarta, pues, de forma absoluta la existencia de restos romanos en la misma.LORENZO ARIAS PÁRAMO

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Estas formas absolutas de escribir me parecen que están fuera de lugar

Parece claro que después de todos los movimientos de tierras que ha sufrido la plataforma sobre la que se asienta el templo de San Miguel sería casi milagroso que un actual análisis pudiera dar resultados de época romana.

Ya D. Aurelio de Llano comunicó el derribo de los cimientos de Lillo en el año 1925. y desde entonces sabemos de varias intervenciones que hicieron desaparecer los restos de la planta original del edificio y que adjuntado en una intervención anterior.

San Miguel, del que según parece una parte del edificio ya estaba en pie en el siglo VII, tenía una configuración edilicia  completamente diferente a la actual y de la que los que algunos llamados especialistas asturianos no hablan.

Para poner en referencia la arquitectura original con edificios de la época ya analizados en su cimentación, la hoy olvidada y estudiada por D. Aurelio de Llano, traigo estas noticias sobre el destruido templo de SAN JULIAN en Lugo


Francisco Hervés señala que la localización de los restos del edificio tienen gran importancia científica, dado que se corresponde con los momentos iniciales del cristianismo en Lugo, al igual que los de San Román (Conturiz) y Santa Eulalia de Bóveda.Apunta como posibilidad que esta basílica (entendida como lugar de reunión en época pagana y de culto en los primeros momentos del cristianismo) estuviese vinculada o cerca de una villa (explotación agropecuaria o segunda residencia) en época romana.

Los restos hallados en San Xillao son de un edificio romano con planta basilical

http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2003/03/01/1524036.shtml

Los especialistas opinan que el edificio pudo tener su origen en un templo paleocristiano. El arqueólogo Francisco Hervés, de Arqueoconsulting, apunta, como hipótesis, que pudiera estar relacionado con las iglesias asturianas de la época de Alfonso II, el Casto , en el entorno del Camiño Primitivo. En todo caso, los materiales remiten a un origen tardorromano; los enterramientos son medievales (entre los siglos VI y XII).

http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2003/04/14/1612305.shtml



La planta del edificio que se levantaba en el lugar de Lillo atendia a un templo romano de planta Toscana, de las dimensiones descritas por Vitruvio en su tratado, y que posiblemente fueron utilizadas, al gual que en San Julián de Lugo, para levantar un edificio según el culto cristiano.

El llamado prerrománico asturiano y una magnífica muestra de la arquitectura tardo-romana hispánica, y huella perdurable de la altísima romanización del N.O. peninsular.

«Las dataciones de Lillo casan muy bien con su construcción en la primera mitad del IX»

«El carbono 14 no dice cuándo se levanta el templo, fecha la formación de la madera que origina los carbones»


Vía: LNE | M.S. Marqués| 29 de diciembre de 2011

Foto: Luis Cabo, ovetense, director del laboratorio Mercyhurst Archaeological Institute, en Pensilvania


El científico ovetense Luis Cabo, director del laboratorio forense y de bioarqueología del Mercyhurst Archaeological Institute, en Pensilvania, y autor de varios artículos sobre el carbono 14, una de sus líneas específicas de trabajo, reflexiona sobre las recientes dataciones de la iglesia prerrománica de San Miguel de Lillo. Cabo, que se trasladó a Pensilvania hace una década, es licenciado en Biología por la Universidad de Oviedo, donde participó en la investigación de varios yacimientos arqueológicos y paleontológicos, entre ellos en el estudio antropológico de los restos neandertales de la cueva de Sidrón (Piloña). También colaboró en la datación de distintas muestras procedentes de las excavaciones del Chao Samartín, en Grandas de Salime.

-¿Las recientes dataciones con carbono 14 de San Miguel de Lillo que ofrecen fechas anteriores a la construcción son fiables?

-Totalmente. Las tres fechas tienen desviaciones típicas muy bajas y parecidas entre sí, y nada parece sugerir la presencia de contaminaciones u otros problemas similares. Otra cosa es que contradigan las fechas históricas tradicionales. Creo que el desconcierto generado tiene que ver con una interpretación errónea tanto del método de datación radiocarbónica como del arqueológico. Las fechas de los carbones de los morteros analizados no nos dan el momento de la construcción, sino del período en el que se formaron las maderas que constituyen esos carbones, que tienen por fuerza que ser anteriores a la construcción del edificio. Ni siquiera nos dan la fecha de muerte del árbol, sino la de formación de los anillos de crecimiento.

-Por lo tanto las fechas hablan de un momento anterior a la construcción.

-Eso es. Están centradas en un período anterior, y eso no sólo no es problemático, sino que es lo usual y precisamente lo que se espera de este tipo de materiales. Es una propiedad bien conocida y documentada de las muestras de este tipo de elementos biológicos (sobre todo carbones y conchas marinas) que se denomina in-built age (de forma muy laxa, podríamos traducir el término como «edad pre-existente»).

-¿Entonces no hay ningún motivo para poner en duda las fechas del templo?

-No, si lo hacemos basándonos en estas dataciones. Si hay otras hipótesis, basadas en otro tipo de evidencia, el carbono 14 puede servir para apoyarlas o ayudar a desmentirlas, pero estas dataciones en sí no están fuera de los rangos de edad esperados para una construcción de la primera mitad del siglo IX. Desmentirlo requeriría mucho más estudio. Ya sabemos que los materiales son más antiguos que el edificio, y que las maderas van a dar fechas centradas en períodos anteriores. Tardan décadas en crecer y los árboles de más edad tienen una mayor probabilidad de dejar carbones, simplemente porque tienen secciones más anchas. En este caso, los límites superiores de las fechas obtenidas están muy próximas o se solapan completamente con la fecha atribuida históricamente al edificio, con lo que no parece haber ninguna contradicción.

-¿Lo más correcto es mantener la edad histórica para San Miguel de Lillo?

-Sí. Con estos materiales simplemente no sería posible en ningún caso demostrar que el edificio es más antiguo porque, como explicamos anteriormente, no son los apropiados para ello. Pero es que, además, en mi opinión las fechas obtenidas casan de hecho muy bien con la construcción en la primera mitad del siglo IX.

-Si las dataciones radiocarbónicas no nos pueden dar la fecha de construcción del edificio, ¿qué aportan?

-Son muy importantes e interesantes. Tenemos que felicitar al equipo que las identificó y las extrajo porque no es tarea fácil y requiere un examen muy meticuloso para darse cuenta primero de que ahí hay material datable, y después extraerlo y tratarlo adecuadamente. La edad de esos carbones no nos puede dar la fecha exacta de construcción del edificio, pero sí la fecha máxima de edificación (no puede ser anterior a los materiales que se utilizaron) y, combinadas con otras fechas y estudios, también algunas pistas sobre las distintas etapas de construcción y remodelación.

-¿Qué otra información revelan?

-Uno de los aspectos que se han destacado de estas fechas radiocarbónicas es su homogeneidad y bajas desviaciones típicas (rango de error), lo que parece indicar que se usaron maderas bastante homogéneas y próximas cronológicamente, que sugeriría un esfuerzo de construcción bien planificado, intenso y relativamente breve. Si esta dinámica se mantuvo en remodelaciones posteriores, abre la posibilidad de identificar la secuencia de diferentes episodios de construcción, aunque para esto necesitaríamos muchas más dataciones y un diseño de muestreo muy cuidado.

-¿Deberíamos seguir investigando?

-Si estamos discutiendo la interpretación de las fechas es porque las tenemos y nos sirve para darnos cuenta del interés del tema y de todas las hipótesis e información que podemos obtener. Necesitamos más información y merece la pena seguir trabajando en esta línea.

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