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Cuando los soldados españoles de Hernán Cortés conquistaron el Imperio azteca en la segunda década del siglo XVI, se impusieron sobre una sociedad próspera, muy poblada, con asombrosos conocimientos de ingeniería, arquitectura o astronomía en muchos casos superiores a los de sus conquistadores. Pero había un par de cosas que no conocían. La primera es célebre: los caballos que asombraron y aterrorizaron a los mexicas. La segunda no tanto: en México no existía la rueda. Y, por tanto, no existía ninguna clase de vehículo terrestre, ni carros, ni poleas, ni cabestrantes, ni máquinas elevadoras, ni tornillos... Lo cual no impidió que aquella gente erigiera un palacio como el de Moctezuma que Cortés describió así por carta a Carlos V: "Es tan maravilloso que me parece casi imposible explicar la belleza y la grandeza. Me limitaré a decir que no hay nada parecido en España".
Y, sin embargo, ocurre algo muy extraño: los niños aztecas sí jugaban con pequeños carros con ruedas. Es uno de los mayores misterios de la historia. ¿Cómo es posible jugar a conducir un vehículo sin haberlo conducido nunca?
Mapa de Tenochtitlán fechado en 1524. (Friedrich Peypus/C.C.)
Cuando alguien nos viene con alguna gran idea que en realidad es banal y archisabida, solemos reírnos de él preguntándole si acaso se cree que ha reinventado la rueda. Porque la rueda simboliza la apoteosis del ingenio humano, algo que parece que nos acompaña desde el primer momento que pusimos pie a tierra tras bajar de los árboles. Pero esto es falso. La rueda en realidad es muy reciente, apenas tiene 3.500 años. Los egipcios la conocían y la desdeñaron para construir las pirámides. Y ni una sola de las espléndidas civilizaciones de la América anterior a la conquista usaron ruedas. Salvo para los juguetes de los críos. ¿Y si la rueda no fuera tan buena idea? Aún más. ¿Y si la rueda hubiera sido el peor invento de la humanidad? Algo así defiende el provocador escritor francés Raphaël Meltz en "Una historia política de la rueda" (Turner).
"El objeto que hoy llamamos 'rueda', que mueve bicicletas, coches y trenes, es un fracaso. Por fricciones de un lado (fallo técnico) o por el error en el que hundió a la humanidad al hacernos creer que era necesario ir siempre más rápido, más lejos (fracaso filosófico). Según lo que cada uno piense, según sus ideas políticas y filosóficas, elegirá uno u otro, pero siempre quedará la sensación de fracaso". El lector que llegado a este punto ande barruntando, con razón, que le estamos tomando el pelo, debería leer un poco más. Prepárense para una historia fascinante, heterodoxa y casi secreta donde se encontrará a refractarios de todas las culturas, de izquierdas y derechas. Una historia en la que no todo va sobre ruedas.
Carro de guerra hallado en la tumba del faraón Tutankamón.
Los primeros en estrenar el género Homo irrumpen a lomos de la selección natural hace entre tres y cuatro millones de años. Hace 300.000 aparecen los primeros Homo sapiens que ya son 'casi nosotros' aunque todavía no del todo, falta un salto en la complejidad neuronal que debió ocurrir alrededor del 40.000, cuando los yacimientos dan fe de una auténtica explosión creativa primero en la variedad de las herramientas y luego en el arte o las primeras manifestaciones religiosas. Y aún deben transcurrir más de 30.000 años para que, en torno al 4.000 a. C., nuestra especie invente la agricultura, la ganadería, la escritura... y la rueda. Esta última, por cierto, no en todas partes. En cualquier caso, ¿quién llegó primero?
Los sumerios cuentan con muchas opciones pues en las tumbas reales de Ur datadas entre 2.600 y 2.360 a. C. se han hallado carros funcionales con ruedas, y las referencias en tablillas escritas en cuneiforme son aún más antiguas y ofrecen una datación redonda y espléndida: el año 3.500 a. C. La fecha parecía sacrosanta para la arqueología hasta que en los años 70 unas excavaciones en los alrededores de Cracovia a la búsqueda de restos de la llamada 'cultura de los vasos de embudo' que ocupó aquella zona en el cuarto milenio a. C. encontraron un grabado con una representación muy precisa de un carro con sus dos ejes, sus cuatro ruedas y una quinta (¿de repuesto?) en el medio. La datación con carbono dio una fecha para el dibujo: el año 3.520 a. C. El margen es tan escaso que no es posible afirmar que la rueda se inventara en un Europa en lugar de Oriente Medio, pero no deja de resultar asombrosa la cercanía entre ambas fechas.
La rueda se difundió con rapidez aunque, repetimos, no en todas partes. Dio sostén y rapidez a los letales carros de guerra para los que fueron necesarios también domesticar a los caballos salvajes que recorrían las inmensas estepas euroasiáticas y que demostraron tal eficacia letal que se expandieron rápidamente por Asia y Europa no tanto por ejemplo en el Egipto de los faraones que la usaron sin mucha pasión. Pero existió 'otro mundo', un mundo sin ruedas como la América precolombina donde civilizaciones espléndidas no la necesitaron para nada. ¿Por qué no inventar la rueda? ¿Cuál sería el reverso tenebroso de un hallazgo tan aparentemente crucial?
Carro sumerio. 2.600 a. C.
Afirma Raphaël Metz en su libro, un ensayo tan provocador como fascinante: "Los aztecas, como sus antecesores (olmecas, mayas, toltecas...), como sus vecinos (nazcas e incas en Perú y todos los demás), no buscaban conseguir la acumulación infinita de riquezas. Cuando Moctezuma conoció a Cortés, le dijo: 'Sé que mis enemigos te dijeron que tengo palacios con paredes de oro, alfombras y otras cosas de oro. [...] Mis palacios, los has visto: son de piedra, cal y tierra. [...] Es cierto que tengo unos objetos de oro que recibí de mis antepasados; todo lo que tengo es tuyo si lo deseas".
El lector que quiera ahondar en si la rueda es en realidad un ingenio peligroso que podría, incluso, como llega a dejar caer el autor "abocarnos a nuestra propia extinción", debiera leer su libro, desbordante de ideas, matices, mitos y leyendas. Pero un resumen de urgencia para terminar diría algo así como que, pese a lo que rece a la economía clásica, el afán voraz por poseer riquezas, por ir más alto, más lejos, más fuerte no es consustancial a la naturaleza humana, sino solo a una cultura concreta, la occidental, que, al tornarse hegemónica, ha permitido confundir una cosa con la otra impidiéndonos pensar otros ejes de coordenadas que, lejos de ser utópicos, han sido en los que se ha movido la humanidad durante la mayor parte de su paso por el planeta, un planeta mucho mejor cuidado y no bajo la espada de Damocles de la catástrofe medioambiental. Tal vez sin la rueda llegaríamos más tarde, pero ¿a qué tanta prisa?
Las cuentas eran irreprochables y causaron una auténtica conmoción. Las publicó el heterodoxo pensador austríaco Iván Ilich en los 70 y básicamente demostraban que el coche es un invento absurdo -y letal- que, si se mira bien, en realidad es más lento que una simple bicicleta, que además es mucho más saludable.
Explicaba Ilich que un estadounidense promedio pasa más de 1.600 horas al año en su automóvil. Este cálculo suma las horas que pasa en el vehículo y las del tiempo de trabajo necesario que le permite pagar dicho auto (al contado o a plazos) y sus extras: gasolina, seguros, peajes, multas...
El mismo estadounidense promedio recorre unos diez mil kilómetros al año. ¿Cuál es pues su velocidad? Apenas 6 kilómetros por hora. En una bicicleta viajaría unos 12 kilómetros por hora....
Hoy, actualizados esos datos, y como los salarios han aumentado más que el precio de transporte, los coches ya logran ir 'un pelín' más rápido que las bicicletas. Entre 13-23 km/h frente a 12-18 km/h. Pero los estudios demuestran que ese breve tiempo perdido en bici se recupera con creces en esperanza de vida.
Y es que si usted pedalea en lugar de conducir vivirá de media 2,5 años más.
Fuente: elconfidencial.com| 1 de diciembre de 2021
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