Fuente: canarias7.es | 8 de enero de 2015

El yacimiento de Ansite esconde un tesoro. Un mes y medio de trabajo ha bastado para que un grupo de arqueólogos de la empresa Tibicena hallase siete estructuras que podrían ser casas aborígenes en tan sólo 120 metros cuadrados. Los expertos sospechan que bajo tierra se encuentra uno de los mayores poblados aborígenes de Gran Canaria.

Apoquito que quitamos la tierra de la zona, aparece toda la historia debajo». Así lo relata el coordinador del equipo investigador de Tibicena que trabaja en la zona, Marco Moreno. Después de que el Cabildo Insular retomase las tareas de excavación e investigación del yacimiento y encomendase el trabajo a la empresa de arqueología y patrimonio, sesenta días han bastado para descubrir la historia que se esconde bajo tierra en un perímetro de 120 metros cuadrados.

Entre piedras y restos de ídolos (izquierda), los arqueólogos se llevaron una «sorpresa» al encontrar siete estructuras de piedra «muy bien conservadas». De los restos arqueológicos hallados, construídos y ocupados antes de la conquista castellana, tres de ellos podrían ser casas. «Tienen forma de cruz, característica de las casas aborígenes», según apunta Moreno, que afirma que las demás son estructuras compuestas y tienen forma circular.

El arqueólogo, que explica que no todas las edificaciones han sido salido a la luz por la dificultad de retirar las piedras de encima, sospecha que en este espacio protegido hay un gran poblado bajo tierra. «La zona tiene 1.250 metros cuadrados, así que como mínimo puede haber doce estructuras más», afirma.

Un «dúplex»

Uno de los restos hallados causó especial asombro al grupo de investigadores: una edificación que parece un dúplex. «Es súper rara, está compuesta por la asociación de varias estructuras y tiene una escalera de tres escalones que sube a una estructura circular», relata Moreno.

La diversidad de los restos sorprendió a los arqueólogos, ya que entre ellos se hallan cuevas y túmulos funerarios,  grabados rupestres, cuevas pintadas o estructuras asociadas al equinocio y al solsticio. «Lo que nos asombra es su estado, porque están intactas y se puede saber cómo vivían los aborígenes ahí. Lo que parece es que hubo un hiato y que la gente no siguió viviendo encima hasta una ocupación en el siglo XVI», afirma Moreno, que reconoce que «el yacimiento es una golosina arqueológica».