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Imagen de una de las arqueólogas del equipo de Julio Cuenca trabajando dentro del yacimiento.
Fuente: teldenoticias.com| 5 de junio de 2013
Los restos óseos de neonatos aparecidos en el yacimiento arqueológico de Cendro tienen entre 800 y 1.100 años de antigüedad. Así lo revelan las dataciones obtenidas a partir del análisis radiocarbónico de tres muestras de semilla de cebada. Cendro sigue deparando sorpresas y va camino de convertirse, salvando las distancias, en el Atapuerca de la Canarias prehispánica.
Hace meses que Julio Cuenca y su equipo de Propac-Arqueología acabaron los trabajos de excavación en el yacimiento prehispánico de El Portichuelo, al pie de la carretera general entre Telde y Jinámar, y, sin embargo, no para de aportar datos valiosos sobre el pasado de los grancanarios. Los últimos análisis ponen sobre la mesa que estos vestigios datan de entre el año 900 y el 1.200 después de Cristo, es decir, que lo que hoy son escarpes aparentemente sin valor y en avanzado estado de deterioro erosivo ya eran usados por los antiguos pobladores de Gran Canaria siglos antes de la Conquista, según publica Canarias7
Y no debió ser un lugar cualquiera, o al menos esa es la hipótesis de trabajo que maneja Cuenca. En ese yacimiento se dio con un hallazgo insólito, los restos óseos de perinatales humanos (se llama así al niño justo antes o justo después del nacimiento) de al menos 30 individuos. Aparecieron en un depósito sedimentario de casi tres metros de grosor, que aún no ha sido excavado del todo, junto a recipientes cerámicos hoy ya rotos, pero que albergan en su interior tanto restos de neonatos como fauna inmadura de cerdos, cabras y ovejas, carbones, cenizas o restos de malacofauna (moluscos).
Marcaría un hito en la arqueología canaria en tanto que podría erigirse en la primera evidencia física de una práctica de inhumación de la que se daba cuenta en crónicas como la de Abreu Galindo y que guardaría relación con una pauta programada para controlar la natalidad, asociada además a ofrendas alimenticias.
Se trata del llamado Estatuto de matar niñas. ¿Y por qué Cuenca cree advertirlo en El Portichuelo? Primero, porque no es normal que aparezcan tantos restos de neonatos en un mismo lugar. Si fueran el resultado de una brutal epidemia, se hallarían huesos de niños de otras edades, pero no, sólo hay neonatos. Y segundo, porque en todos los casos son inhumaciones vinculadas a un ritual. Fueron enterrados junto a cerámica ricamente decorada y a restos de fauna también inmadura.
Lo cierto es que, pese a su valor, el yacimiento lleva un año cerrado. Es del Gobierno canario y no tiene prisa en encargar una nueva excavación. El Cabildo ha mostrado interés, pero no le pertenece y no actúa.
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