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Fuente: publico.pt | Teresa Firmino | 11 de julio de 2013
La colocaron con cuidado sobre su espalda, con los brazos sobre el estómago y las piernas bastante dobladas, y así quedó en reposo durante unos 8.000 años. Ahora, el equipo que trabaja en el yacimiento arqueológico de Poças de Sao Bento, en Alcacer do Sal (sur de Portugal), comenzó a separar una parte del cráneo que ha sido mostrada durante las excavaciones. Era un fragmento del esqueleto de una mujer que pertenecía a los últimos cazadores-recolectores del territorio portugués.
Anunciado el pasado jueves, el descubrimiento corresponde a Mariana Diniz (izquierda), de la Universidad de Lisboa, y a Pablo Arias (derecha), de la Universidad de Cantabria (España), coordinadores del Proyecto Sado-Meso, que se centra en los concheros del estuario del Sado.
El conchero de Poças de Sao Bento es uno de esos montones de conchas dejadas por los cazadores-recolectores del Mesolítico, cuando las sociedades agropastoriles ya estaban surgiendo en el ahora territorio portugués. Las conchas eran restos de la alimentación que los cazadores-recolectores obtenían del Sado, tales como berberechos, almejas, doradas y robalos.
En el conchero de Poças de Sao Bento ya se habían encontrado esqueletos humanos en otras excavaciones, por ejemplo, en la década de 1950. ¿Cuál es entonces ahora la importancia del hallazgo de esta mujer ? "Es el esqueleto mejor conservado en Poças de Sao Bento. Podemos observar su posición. Hay ritual en la disposición del cuerpo, hay cierta elaboración", dice Mariana Diniz. "De bienes y ofrendas, no hay nada. Estos cazadores aparentemente no se hacían acompañar de objetos", agrega la arqueóloga. "A partir de este esqueleto vamos a poder hacer una serie de pruebas de laboratorio, como análisis de ADN y dataciones, dado que tenemos una muestra controlada" se refiere también Mariana Diniz, explicando que los hallazgos arqueológicos antiguos tienen el problema de no saberse exactamente de dónde vienen.
"Este descubrimiento permitirá obtener información detallada sobre el comportamiento funerario de estos grupos, de sus actividades rituales", agrega, por su parte, un comunicado de la Universidad de Lisboa.
Este mismo conchero ya había dado un regalo a los investigadores del Proyecto Sado-Meso en 2011: encontraron el esqueleto de un perro (izquierda), el Piloto, cuya datación mediante radiocarbono, realizada en la Universidad de Oxford, Reino Unido, confirmó que tenía 7.600 años. Claramente documentada la excavación, es la tumba más antigua de un perro en el sur de Europa. Dicho perro mesolítico -destaca el equipo- es importante para comprender el universo mental de estos cazadores-recolectores.
Mujer y perro comparten, así, el mismo conchero en la hora de la muerte. "Pero no podemos decir que ella fuera la dueña del perro", dice la arqueóloga, que nos devuelve a la realidad objetiva de la ciencia. "Ellos están en el mismo conchero, pero, al parecer, por los datos que tenemos ahora, el área de la necrópolis humana y la del perro están separadas por 10-15 metros. Tenemos la necrópolis humana más hacia el este, y la del perro está en el borde oeste del conchero".
Aunque no hay dataciones, el esqueleto de la mujer parece ser un poco más antiguo que el del perro, ya que ella se encuentra en las arenas de base del conchero. "En tiempo prehistórico, un poco mayor puede ser de 300 o 400 años ..."
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