El hombre mesolítico 'Braña 1' hallado en León tenía los ojos azules y sería 'afín' al habitante actual del norte del continente

Braña 1, de entre 30 y 35 años, fue colocado en la cueva entre Arintero y La Braña en un ritual funerario prehistórico, sobre su costado izquierdo y encogido. (Foto: Julio M. Vidal).

 

El CSIC presentará por primera vez en la historia el genoma completo del hombre mesolítico. Explicaría la adaptación a enfermedades transmitidas por animales.

 

En el año 2006, unos excursionistas hallaron en la cueva de La Braña-Arintero, en el municipio leonés de Valdelugeros, los restos óseos de un cuerpo humano. Se trataba de un hombre del periodo Mesolítico, con unos 8.000 años de antigüedad que acompañaba a otro cuerpo, que se precipitó a un pozo, ambos en posición de haber sido objeto de un ritual funerario. A esos individuos se les llamó Braña 1 y Braña 2. En los restos de vida que el primero de los cuerpos todavía albergaba en uno de sus dientes, se extrajeron las muestras para escribir un nuevo capítulo en la historia de la ciencia.

 

Fuente: Luis V. Huerga | Leonticas.com, 8 de diciembre de 2013

 

En el año 2010, una vez que la tecnología de secuenciación de segunda generación se implantó en la investigación masiva de muestras para hallar el puzle completo del ADN, el Institut de Biología Evolutiva que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) tiene en Barcelona, se puso manos a la obra para ser el primer equipo en el mundo capaz de descifrar el genoma completo del hombre Mesolítico, en una ‘carrera’ en la que concurren varios países.

 

El investigador Carles Lalueza-Fox, que participó esta semana en la segunda conferencia dentro del ciclo ‘Arqueoleón II’ que organiza el Museo de León, arrojó alguno de los datos que se han recabado ahora, aunque el estudio se encuentra “embargado” hasta su publicación “en unas semanas”. El hombre de La Braña, es decir, Braña 1, tenía los ojos azules “por la misma mutación por la que los ciudadanos del norte de Europa los tienen azules”, por lo que “en este sentido, sería parecido a los europeos actuales”.

 

Afín al ciudadano del norte de Europa

 

El hombre mesolítico, como el que habitó la cornisa cantábrica en la provincia de León, fue “sustituido” por el hombre del Neolítico que fue importando de Oriente su cultura de sedentarismo, basada en la domesticación de los animales y en el cultivo del campo. El hallado en León sería uno de los ejemplares más antiguos de este periodo y tendría “afinidades poblacionales con el norte de Europa”, a donde el Neolítico tardó en llegar, por lo que el hombre sedentario y el humano inmediatamente precedente pudieron convivir.

 

Localización de los principales hallazgos de restos humanos del periodo Mesolítico.

 

“El individuo Braña 1, curiosamente a pesar de estar en el sur de Europa, si tuviéramos que buscarle un parentesco población actual, sería con el ciudadano del norte de Europa”, ha señalado Lalueza-Fox que, sin embargo, ha incidido en que “genéticamente, es muy distinto de los europeos actuales del norte”. El hombre actual es “producto de la revolución neolítica” que se produjo hace 7.000 años, según comenta el investigador. El desarrollo de la agricultura asienta poblaciones, que crecen demográficamente y que adquieren nuevos hábitos en su dieta, ahora rica en carbohidratos, frente a la proteínica.

 

En busca de los genes de la resistencia

 

La domesticación de animales, además, conllevó desde el punto de vista biológico “cambios interesantes”, ya que esos animales comenzaron a trasladar el hombre enfermedades infecciosas, ahora comunes, como la gripe. “Cuando miramos los genomas europeos actuales, algunas posiciones en los genes han sido seleccionadas. No sabemos si por resistencia a esas enfermedades contagiosas que nos transmitieron los domesticados. El disponer de una referencia temporal anterior con Braña 1 ayudaría a discriminar qué genes están implicados en la respuesta a esos patógenos”.

 

Por eso, Lalueza-Fox sostiene que los restos hallados en León, una vez extraído su genoma completo por primera vez en la historia, podría tener aplicaciones, además de en cuanto a sus “actividades poblacionales”, en el sentido de analizar cómo el hombre, en su evolución, ha ido desarrollando resistencia a los agentes patógenos infecciosos, la conocida zoonosis. “Cualquier investigación biomédica que buscara genes de inmunidad de resistencia a patógenos transmitidos por domésticos debería mirar aquí, porque Braña 1 es anterior a estos fenómenos”.

 

La Braña "siempre será referencia"

 

El hallazgo de los restos de población Mesolítica en la provincia León es uno de los más trascendentes para los investigadores en este campo. Se trata de ejemplares hasta ahora únicos de la presencia de hombres anteriores al Neolítico en el sur de Europa. Además, por la situación de la cueva, a 1.489 metros de altitud y orientada al este, la conservación ha sido buena, en temperaturas de ocho grados de media a lo largo del año. No se conoce un caso similar en toda la Península Ibérica.

 

Un diente de ciervo, que el hombre mesolítico de La Braña-Arintero utilizaba como herramienta. La colección completa de los restos óseos de animal hallados en la cueva se expone en el Museo de León. (Foto: Julio M. Vidal)

 

“La Braña es y va a ser una referencia siempre”, ha señalado el investigador del CSIC. En peor situación de conservación, sumergido en agua tras precipitarse a un pozo, se encuentra el otro individuo, Braña 2. “Que hubiera estado sumergido puede explicar que no se haya encontrado una buena muestra de ADN. Pero es una cuestión económica. Con más dinero se podría intentar y me gustaría, en el futuro, recuperar el individuo 2, aunque esté peor conservado, porque sigue siendo una muestra excepcional”.

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Así es el hombre de La Braña: un leonés de piel oscura y ojos azules

Reconstrucción del aspecto del hombre de La Braña

José Manuel Nieves / ABC

Le llaman La Braña 1, por el lugar en el que fue encontrado, y hace ya 7.000 años que un tipo así no deambula por Europa. Tenía la piel oscura, intolerancia a la lactosa, los ojos azules y era un experto cazador-recolector del Mesolítico, que vivió en lo que hoy es la provincia de León.

Su genoma, entre los más antiguos de cuantos se han recuperado hasta ahora de la Prehistoria, ha sido secuenciado por un equipo de investigadores dirigido por el español Carles Lalueza-Fox, del CSIC, en colaboración con el Centre for GeoGenetics de Dinamarca.

La Braña 1 es el primer genoma de un cazador-recolector europeo que la ciencia es capaz de rescatar. Y nos ha revelado un buen número de datos sobre un hombre en el que se mezclaban los rasgos de las poblaciones del norte y del sur del viejo continente. El estudio se acaba de publicar en Nature.

El mesolítico es un periodo que abarca desde hace 10.000 años a hace 5.000, momento en que comenzó el neolítico, con sus cambios de costumbres y dieta debidos a la llegada de la agricultura y la ganadería desde el Próximo Oriente.

Con el neolítico, en efecto, llegaron los carbohidratos, y también toda una serie de patógenos transmitidos por los rebaños y otros animales domesticados. Eso, más que cualquier otra cosa, supuso todo un desafío para el metabolismo y el sistema inmune de nuestros antepasados, que tuvieron que adaptar sus organismos a la nueva situación.

Un fenotipo «nórdico»

Por supuesto, dicha adaptación quedó plasmada en los genes. Entre las varias adaptaciones se encuentra, por ejemplo, la capacidad de digerir la lactosa, algo que nuestros antepasados, incluido el individuo de La Braña, no podían hacer.

«Sin embargo, la mayor sorpresa fue descubrir que este individuo poseía las versiones africanas en los genes que conforman la pigmentación clara de los europeos actuales, lo que indica que tenía la piel oscura, aunque no podemos saber el tono exacto», destaca Lalueza-Fox.

«Todavía más sorprendente fue descubrir que poseía las variantes genéticas que producen los ojos azules en los europeos actuales, lo que resulta en un fenotipo único en un genoma que por otra parte es inequívocamente norte europeo», detalla el investigador del CSIC, que desarrolla su trabajo en el Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona.

De hecho, el genoma sugiere que las poblaciones actuales más cercanas a La Braña 1 son, precisamente, las del norte de Europa, como Suecia y Finlandia.

Además, el trabajo señala que este hombre de hace 7.000 años tiene un ancestro común con los pobladores del yacimiento del Paleolítico superior Mal'ta, ubicado en el lago Baikal (Siberia), cuyo genoma fue recuperado hace apenas unos meses. «Estos datos indican que existe continuidad genética en las poblaciones del centro y del oeste de Euroasia -afirma Lalueza-Fox-. De hecho, estos datos coinciden con los restos arqueológicos, ya que en distintas excavaciones de Europa y Rusia, incluido el yacimiento de Mal’ta, se han recuperado figuras antropomórficas –las llamadas Venus paleolíticas muy similares entre sí».

El yacimiento de La Braña Arintero fue descubierto de forma casual en 2006 y excavado por el arqueólogo de la Junta de Castilla y León Julio Manuel Vidal Encinas. La cueva, localizada en una zona fría y montañosa, con una temperatura estable, y a 1.500 metros por debajo del nivel del mar, propició la “excepcional” conservación del ADN de dos individuos descubiertos en su interior, y que fueron denominados La Braña 1 y La Braña 2.

Según señala Iñigo Olalde, primer firmante del estudio, “la intención del equipo es intentar recuperar el genoma del individuo de La Braña 2, que está peor conservado, para seguir obteniendo información sobre las características genéticas de estos primeros europeos”.

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Un cazador leonés de hace 7.000 años moreno y de ojos azules

Miguel G. Corral / El Mundo

Todo comenzó con un recorte de prensa. Julio Manuel Vidal Encinas, arqueólogo provincial de León, tuvo que enterarse el 20 de noviembre de 2006 del hallazgo de un esqueleto humano -aparentemente de la Edad de Bronce- por la portada de La Crónica-EL MUNDO de León. El experto solicitó a los Juzgados de Instrucción de León -que, naturalmente, abrieron diligencias por si se trataba de un hecho criminal actual- que le dejaran acompañar a la Guardia Civil en la primera visita a la cueva de la La Braña por mandato judicial. Y se lo permitieron.

Pero para cuando se produjo, los excursionistas -pertenecientes a un grupo de parapente que se dedicaba al excursionismo o la espeleología cuando hacía mal tiempo- ya habían acudido multitud de veces al lugar del hallazgo, moviendo los huesos e incluso se habían fotografiado, y colgado las imágenes en internet, sosteniendo la calavera en la mano.

«Es lamentable, pero en arqueología los hallazgos casi siempre son casuales y estas cosas suceden», cuenta Vidal Encinas. «Yo entré con la Policía en aquella primera visita, pero no me hicieron falta más de 15 segundos para darme cuenta de que ellos estaban allí perdiendo el tiempo», cuenta. Uno de los primeros signos de la antigüedad que percibió el arqueólogo fue la formación de una pequeña estalagmita sobre una costilla de uno de los dos cuerpos encontrados. Las sospechas de Vidal Encinas fueron corroboradas por las dataciones: ambos individuos rondan los 7.000 años de antigüedad, es decir, pertenecen al Mesolítico.

El equipo del que se rodeó el arqueólogo provincial de León llevó a cabo el estudio antropológico, el análisis isotópico de la paleodieta de estos individuos e incluso la interpretación de los colmillos atrofiados de ciervo que usaban como adornos en sus ropas. «Pero éramos escépticos acerca de que se pudiera llevar a cabo el análisis de un ADN tan contaminado», reconoce Vidal Encinas. Sin embargo, el avance de las técnicas para descifrar secuencias genéticas antiguas -las que han permitido secuenciar recientemente el genoma de uno de los homínidos de Atapuerca, de 400.000 años- lo ha hecho posible.

Foto: Los restos fueron manipulados por quienes los hallaron e incluso llegaron a fotografiarse con el cráneo en la mano.

Ahora, casi ocho años después del hallazgo, una investigación dirigida por Carles Lalueza-Fox, uno de los mayores expertos mundiales en ADN antiguo, acaba de presentar lo que se ha convertido en el primer análisis del ADN completo de un cazador recolector europeo del Mesolítico, antes de la aparición de la agricultura en las sociedades humanas.


El trabajo, publicado hoy en la revista Nature, ha permitido a los investigadores revelar que estos hombres prehistóricos tenían un aspecto físico -un fenotipo- que no existe en la actualidad en toda Europa, dominado por una piel muy morena y ojos de color azul. La recreación realizada por el equipo científico (y que acompaña esta página) es prudente con la tonalidad de piel, porque, según aseguran los propios autores, no pueden saber el tono exacto. El color de piel de este cazador recolector está determinado por la versión africana de los genes que determinan la piel clara en los europeos actuales.

Parientes nórdicos

«La pigmentación debía ser muy oscura, no como si alguien está moreno por ir a la playa, sino más. De hecho, no me esperaba que fuese tan oscura», explica Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, dependiente del CSIC y de la Universidad Pompeu Fabra, y autor principal del estudio.

«Hasta ahora se creía que la pigmentación clara apareció poco después de los cromañones, pero transcurrieron 40.000 años desde estos homínidos hasta el cazador recolector de La Braña y la piel clara no aparece por ningún lado», dice Lalueza-Fox.

La investigación, en la que también han participado científicos de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), permite pensar que la piel clara de los centroeuropeos y nórdicos actuales apareció por tanto en el Neolítico, en contra de lo que se creía. Según las especulaciones de los autores del trabajo, el color de piel pudo surgir no como una adaptación para poder sintetizar más vitamina D en latitudes donde la radiación solar es más baja -como en el norte de Europa-, sino como una adaptación a la nueva dieta más rica en hidratos de carbono gracias a la agricultura.

El estudio del genoma de los dos individuos de la cueva de La Braña sugiere a los investigadores que las poblaciones actuales más cercanas a ellos son las nórdicas, como las de Suecia o Finlandia. «Tiene una explicación posible ya que la agricultura se asentó más tarde al norte de Europa debido al clima más frío», dice Lalueza-Fox, «y eso pudo hacer que coexistieran durante más tiempo los hombres Mesolíticos con los Neolíticos».

La agricultura y ganadería procedentes de Oriente Próximo, que marcó el fin del Mesolítico y el inicio del Neolítico, expusieron a los hombres prehistóricos a patógenos y alimentos nuevos a los que tuvieron que adaptarse. Pero, según la investigación, no todas las adaptaciones presentes en los europeos modernos se derivan de la transición al Neolítico. «Hay algunas variantes de genes de inmunidad que observamos en los humanos actuales que ya estaban presentes en los cazadores recolectores de La Braña», asegura Lalueza-Fox.

Los propios autores ven este trabajo como una puerta hacia un terreno todavía desconocido. «Este es el primer genoma de esta época. Se va a empezar a estudiar la historia genética de la Prehistoria», dice el autor principal.

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En El Diario Montañés se publica además de la noticia el siguiente vídeo del CSIC:

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