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Fuente: diariodecadiz.es | 16 de julio de 2016
La cueva de Gorham, sus grutas hermanas y los acantilados calcáreos que las rodean en la cara oriental de Gibraltar, donde existe un grabado hallado en una roca que demuestra que el hombre de Neandertal tuvo capacidad de pensamiento simbólico, recibió ayer el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.
Es el premio al trabajo desarrollado durante los últimos seis años por un equipo liderado por el prestigioso catedrático gibraltareño Clive Finlayson (izquierda), zoólogo, paleontólogo, director del Museo de Gibraltar y alma máter de todas las investigaciones de un complejo arqueólogico que todavía tiene mucho que ofrecer.
Fue poco después de las cinco de la tarde cuando el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco, que celebra su 40ª reunión en Estambul (Turquía), decidió que Gorham tiene méritos suficientes como para entrar en su prestigiosa lista. El lugar abarca desde el acantilado del lado este hasta el pico de O'Hara's Battery, incluyendo la escalinata de Mediterrenean Steps y la cresta en dirección norte, aproximadamente hasta Middle Gate. Toda esta extensión supone el escenario en el que se han desarrollado los mayores avances hacia la comprensión del hombre de Neandertal, que vivió allí durante más de 125.000 años.
En Gorham se encontraron en 2007 evidencias de que los neandertales no se extinguieron por un cambio climático, como se creía hasta entonces. Gracias a un procedimiento de datación muy preciso se establecieron tres posibles fechas para su desaparición (32.000, 28.000 y 24.000 años de antigüedad) y ninguna coincide con un cambio significativo de temperatura. Ya por entonces los investigadores, en su mayoría británicos y españoles, que trabajaban allí empezaron a encontrar evidencias de que los comportamientos de las poblaciones gibraltareñas de neandertales apenas diferían de las de los asentamientos de homo sapiens en la zona.
El nombre de la cueva se debe al capitán A. Gorham, su descubridor allá por 1907, aunque no adquirió importancia como yacimiento arqueológico hasta los años 40 cuando se percataron de ello los miembros de la Royal Electrical Ingenier. John d´Arcy Waechter, miembro del Instituto Británico de Arqueología en Ankara, a propuesta de Ms. Garrod, realizó varias campañas de excavaciones entre 1948 y 1954 en la zona externa de la cavidad.
En 1991 se reanudaron las excavaciones por un equipo de investigación bajo la dirección de Clive Finlayson y la colaboración del Museo de Historia Natural de Londres. En 1994 se constituyó el Gibraltar Cave Project bajo el liderazgo de Finlayson, con la colaboración de C. Striger (museo de Historia Natural), N. R. Barton (Universidad de Oxford), Francisco Giles Pacheco (Museo Arqueológico del Puerto de Santa María), J. Rodríguez Vidal (Universidad de Huelva), Darren Fa y G. Finlayson (Gibraltar Museum).
En 2012, la investigación del museo reveló el modo en que los neandertales utilizaban los recursos marinos y en 2013 se descubrió un hacha pulida a mano (derecha), datada en alrededor de 7.500 años, del periodo neolítico.
En 2014, un estudio realizado por un equipo internacional encabezado por Ruth Blasco y Clive Finlayson determinó que los neandertales cazaban palomas salvajes y éstas formaban parte de su dieta tras observar en algunos de estos huesos marcas de cortes y signos de cremación.
Pero fue en septiembre de 2014 cuando se realizó el descubrimiento que, según los especialistas, obligaría a redefinir la Prehistoria. Hasta entonces, la producción de pinturas rupestres y grabados en las paredes de las cuevas se consideraba fruto de la evolución humana y una capacidad exclusiva de los humanos modernos, que llegaron a Europa occidental hace unos 40.000 años.
A partir del descubrimiento de un grabado, que originó un un estudio internacional publicado en la revista científica PNAS, se observó por primera vez un diseño abstracto hecho por neandertales.
El grabado, del tamaño de la palma de una mano y realizado sobre una roca, es un trazado de líneas cruzadas en ángulo recto.
El hallazgo se sumaba a otras evidencias encontradas en otros yacimientos neandertales, como el uso de pigmentos o las pruebas de enterramientos intencionados, señales de que la capacidad cognitiva de los neandertales es mayor de la que se les había atribuido hasta entonces.
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