El profesor Clive Finlayson opina sobre los últimos hallazgos en evolución humana

Foto: Cráneo de Dmanisi, con 1,8 millones de años de antigüedad.

Fuente: BBC news | 31 de diciembre de 2013 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)

Por Clive Finlayson (izquierda), director del Museo de Gibraltar y autor de un reciente libro: "The Improbable Primate".

Si un artículo publicado sobre la evolución humana en 2013 influyó en mí, por encima de todos los demás, ha sido el maravilloso informe publicado por la revista Science el pasado 18 de octubre.

 

El artículo en cuestión describe el hermoso quinto cráneo de Dmanisi, en Georgia. La mayoría de los comentaristas y colegas estaban llenos de alabanzas, pero la controversia pronto levantó su fea cabeza.

 

Lo que era, en mi opinión, una conclusión lógica a la que llegaban los autores, fue demasiado para algunos investigadores.

 

La conclusión del estudio de Dmanisi consistía en que, dada la variación de la forma del cráneo y de la morfología observada en esta pequeña muestra, se derivaba  una sola población de Homo erectus, y ello acompañaba a toda la variación observada entre los fósiles africanos adscritos a tres especies: Homo erectus, Homo habilis y Homo rudolfensis.

Foto:  Los cinco cráneos humanos primitivos de Dmanisi (Georgia), del 1 al 5 (de izquierda a derecha). / M. PONCE DE LEÓN / CH. ZOLLIKOFER (UNIVERSIDAD DE ZÚRICH).

Los cinco fósiles sumamente variables de Dmanisi, pertenecían, pues, a una sola población de Homo erectus, así que ¿cómo podíamos entonces seguir sosteniendo por más tiempo que similar variación entre fósiles, distribuidos ampliamente en el espacio y en el tiempo en África, reflejaban diferencias entre especies? Todos tenían que ser de la misma especie.

 

He estado abogando en que las diferencias morfológicas observadas en los fósiles generalmente atribuidos a Homo sapiens (los llamados humanos modernos) y los neandertales caen dentro de la variación observable en una sola especie.

 

No fue una extrañeza encontrar que los neandertales y los humanos modernos se habían cruzado, lo que constituye una expectativa clara del concepto de especie biológica.

 

Pero la mayoría de las personas se sorprendieron con este particular descubrimiento, como de igual modo lo hicieron con el quinto cráneo de Dmanisi y muchos otros descubrimientos recientes, por ejemplo, el "Hobbit" de la Isla de Flores, en Indonesia.

Parece que casi todos los descubrimientos en paleoantropología se anuncian como una sorpresa. Me pregunto cuándo la moneda caerá ("when the penny will drop": es decir, cuando por fin se comprende algo): cuando tenemos cinco piezas de un puzzle de 5000, cada nueva pieza que se añade es probable que cambie la imagen.

¿Realmente pensamos que teniendo un sólo residuo minúsculo de nuestra largo y diverso pasado será suficiente para poder contar la historia de la humanidad?

Si los fósiles de hace 1,8 millones de años, más o menos, y aquellos más recientes de los tiempos de los neandertales y humanos modernos, eran parte de una sola especie, morfológicamente diversa y con un amplio rango geográfico, ¿lo que hay sugiere que habría sido diferente en los períodos intermedios?

Probablemente no sería tan diferente si tomamos los últimos hallazgos de las montañas de Altai, en Siberia. La cueva Denisova ha producido todavía otra sorpresa al revelar que, no sólo hubo flujo genético entre los neandertales, denisovanos y humanos modernos, sino que un cuarto especímen también estuvo implicado en el juego de intercambio de genes.

Foto: Cueva de Denisova.

La identidad de este cuarto jugador permanece desconocida, pero se trata de un antiguo linaje que se habría separado probablemente hace más de un millón de años. El Homo erectus parece un candidato probable. Sea cual sea el nombre que elijamos para definir este linaje misterioso, lo que estos resultados muestran es que el flujo de genes fue posible no sólo entre homínidos contemporáneos, sino también entre los linajes antiguos y más modernos.

Sólo para mostrar lo poco que realmente sabemos de la historia humana, otra sorpresa genética ha confundido a los paleoantropólogos. Los científicos lograron extraer el ADN mitocondrial más antiguo hasta el momento, procedente de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, España.

La morfología de estos bien conocidos fósiles del Pleistoceno Medio (aproximadamente 400.000 años de antigüedad) hace tiempo que se cree que representa a un linaje que condujo a los neandertales.

Foto: Un fémur descubierto en la Sima de los Huesos (Atapuerca) proporcionó un ADN mitocodrial de 400.000 años de antigüedad.

Cuando el resultado del ADN llegó, estaba en realidad más próximo a los 40.000 años de los denisovanos de Siberia. Podemos especular sobre el resultado, pero otros han ofrecido ya suficientes alternativas como para no tener que añadir más.

La conclusión que extraigo me lleva de vuelta a Dmanisi: hemos construido una imagen de nuestra evolución basada en la morfología de los fósiles, y eso estaba equivocado.

No podemos poner tanto peso taxonómico en un puñado de cráneos cuando sabemos la plasticidad -o lo fácilmente que puede cambiar- que tiene la forma del cráneo en los seres humanos. Nuestros paradigmas también deben cambiar.

Hace algún tiempo hemos reemplazado el punto de vista lineal de nuestra evolución por uno que representa a un árbol ramificado. Y ahora es el momento de reemplazarlo por un escenario de linajes genéticos entretejidos que se bifurcan y se fusionan cada vez más con el paso del tiempo.

Esto significa, por supuesto, que debemos abandonar, de una vez por todas, el punto de vista de la superioridad humana moderna sobre los humanos arcaicos. Los términos "arcaico" y "moderno" pierden todo el sentido cuando el concepto de humano moderno sustituye a todos los otros linajes.

También nos libera de las trabas, profundamente arraigadas, que han tratado de vincular la evolución humana con etapas tecnológicas de fabricación de herramientas de piedra -la Edad de Piedra-, incluso cuando hemos sabido que éstas se han solapado entre sí durante medio millón de años en algunas instancias.

El mundo de nuestra evolución biológica y cultural fluye demasiado lejano para nosotros como para que lo restrinjamos a algunas etapas unidas por transiciones.

El reto ahora debe ser tratar de aprender tanto como podamos de los detalles. Tenemos que profundizar en la información genética y es aquí donde la arqueología entra en escena. Nunca sabremos cómo los homínidos de Denisova se ganaban la vida, dado que, después de todo, lo único que tenemos son meros fragmentos de su anatomía a nuestra disposición, por no hablar de otras poblaciones de las que ni siquiera podemos ser conscientes de las mismas.

Lo que debemos hacer es tratar de entender el espectro de las posibles respuestas de las poblaciones humanas a las diferentes condiciones ambientales y cómo la cultura ha intervenido en estas relaciones. Los neandertales será fundamentales para nuestra comprensión de tales posibilidades, ya que han sido tan bien estudiados.

Un documento reciente, por ejemplo, apoya la opinión de que los neandertales de La Chapelle-aux-Saints, en Francia, enterraban intencionalmente a sus muertos (derecha), lo cual contrasta con los informes de una conducta caníbal no muy lejos de allí, en El Sidrón, en el norte de España.

Aquí tenemos dos patrones de comportamiento muy diferentes dentro de los neandertales. Del mismo modo, los humanos modernos del suroeste de Europa pintaron en las paredes de las cuevas durante un período limitado, pero muchos de sus contemporáneos no lo hicieron. Algunos neandertales actuaron de una manera completamente diferente, al parecer, mediante la selección de plumas de aves rapaces de particulares colores. Más que centrarse en las diferencias entre los humanos modernos y los neandertales, lo que muestran los ejemplos es la gama de posibilidades que se abrían a los seres humanos (incluidos los neandertales) en diferentes circunstancias.

El futuro de la investigación sobre los orígenes humanos deberá centrarse en tres ejes:

 

* promover la investigación genética para aclarar la relación de los linajes y la historia de los seres humanos;


* investigar usando las nuevas tecnologías en los viejos yacimientos arqueológicos, como en La Chapelle-aux-Saints;

* investigar en los yacimientos que actualmente conservan un enorme potencial para nuevos descubrimientos.

Yacimientos de esta última categoría son pocos y distantes entre sí. En Europa. por lo menos, muchos fueron excavadas durante el siglo pasado, pero hay algunos ejemplos que quedan pendientes. Las cuevas de Gorham y Vanguard, en Gibraltar, donde yo trabajo, se encuentran entre ellos, ya que abarcan más de 100.000 años de ocupación y son verdaderos depósitos de datos.

Foto: Cueva de Gorham

Hay otra dimensión en esta historia. Parece que la comunidad mundial está llegando a reconocer el valor de los sitios claves que documentan la evolución humana.

En 2012, las cuevas del Monte Carmelo fueron inscritas en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco y el Gobierno del Reino Unido tratará de poner a la cueva de Gorham, y cuevas asociadas del Peñón de Gibraltar, en un estatus similar en enero de 2015. Es un reconocimiento del valor de estas cuevas como archivos de las formas de vida y del medio ambiente de la gente que vivió en las mismas hace mucho tiempo, pero que son una parte muy importante de nuestra historia.

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