Foto: Reconstrucción de una escena con neandertales en entorno de El Sidrón por el artista Albert Álvarez Marsal.

Fuente: elnortedecastilla.es | 30 de mayo de 2015

¿Es posible saber qué comían los homínidos de hace más de un millón de años mediante el estudio de sus restos dentales? La respuesta de Laura Martín-Francés Martín de la Fuente (izquierda) es categórica: «Se puede llegar a saber mucho más que el tipo de dieta».

Esta doctora en Antropología Física por la Universidad de Alcalá de Henares, becada por la Fundación Atapuerca, desarrolla su labor investigadora principalmente en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos y ha podido estudiar más de un millar de piezas dentales procedentes del yacimiento de la sierra burgalesa, además de otras simas de Georgia, China, Francia o Zambia. En la investigación utilizó el Microscopio Electrónico de Barrido y la Micro-tomografía Computarizada.

Su conclusión es que los homínidos cuyos fósiles ha analizado –pertenecientes al Pleistoceno y que abarcan desde hace dos millones de años hasta hace 11.000– «disfrutaban de buena salud». Eso sí, advirtiendo de antemano de la enorme dificultad que supone hacer comparaciones con especies extintas y de que la consideración de ‘mala salud’ en este tipo de estudios se aplica a aquellos casos en los que la enfermedad amenazó su vida o les dejó severamente incapacitados.

Gracias a sus trabajos, y a los de algunos de sus colegas, se puede afirmar que ciertas especies tenían una dieta basada en plantas y frutas, o curiosidades como que los habitantes de la Sima del Elefante, en Atapuerca, usaban palillos para la higiene dental hace 1,2 millones de años.

Respecto a las enfermedades que padecían los neandertales, Martín Francés explica que, dado que la mayoría de los fósiles recuperados son dentales, las patologías encontradas suelen corresponder a dolencias orales, como las hipoplasias dentales (defectos en el desarrollo dental que se manifiestan en formas de líneas y puntos en el esmalte) que «se asocian con episodios de estrés fisiológico como el momento del destete, periodos de estrés nutricional o episodios infecciosos», y otras de carácter infeccioso como la enfermedad periodontal, pulpitis o abscesos apicales.

En el conjunto de las patologías esqueléticas, añade la científica, las más representadas son las traumáticas, seguidas por las degenerativas. Por ejemplo, relata, «hemos documentado signos de una micro-fractura (o fractura de estrés) en el metatarso de un individuo de la especie 'Homo antecessor'. Y en el individuo D2600 de la especie 'Homo georgicus' observamos signos de artropatía mandibular (enfermedad degenerativa de los cóndilos [articulaciones] mandibulares)».

Foto: Detalle del particular y severo desgaste de los dientes de Homo georgicus D2600

De forma particular, en el estudio de la mandíbula de Homo georgicus (Dmanisi) «identificamos un patrón de desgaste más parecido al observado en chimpancés y gorilas; es decir, característico de una dieta basada principalmente en productos fibrosos y abrasivos como ciertas plantas y frutas». Además de este tipo de análisis de desgaste, nuevas técnicas están aportando más información sobre el tipo de alimentos consumidos. Por ejemplo, añade Martín-Francés, el análisis de elementos de traza (o micronutrientes) llevado a cabo a partir de muestras de cálculo dental ha llegado a identificar plantas consumidas por ciertas especies, como en el caso de los Neandertales del Sidrón.

Si tenemos en cuenta las especies, la que presenta mayor número y variedad de patologías es la Neandertal. Las especies Homo antecesor (Gran Dolina) y Homo heidelbergensis (Sima de los Huesos) presentan un patrón de enfermedad caracterizado por las dentales y traumáticas.

En los casos de los restos fósiles de la Sima del Elefante y Homo georgicus «apuntamos el tipo de dieta como el desencadenante de las mayoría de las patologías». Entre las consecuencias para los individuos el estudio destaca el dolor agudo debido a las infecciones, la halitosis y dificultades para la masticación y la deglución.

Estrés anatómico

El trabajo de esta antropóloga nacida en Palma de Mallorca hace 35 años y que plasmó en su tesis doctoral, leída el pasado mes de febrero, señala entre las patologías detectadas una microfractura traumática documentada en un metatarso de Homo antecesor (procedente de la Gran Dolina) que fue «posiblemente consecuencia del estrés al que estuvo expuesto el elemento anatómico durante una actividad física constante y de gran demanda como puede ser cubrir largas distancias. Este tipo de fracturas raramente cursan dolor agudo, por lo que el individuo pudo sufrir pequeñas molestias o incomodidad durante la locomoción». Dicho de otro modo, que el homínido que vivió en Burgos hace unos 900.000 años tenía que andar mucho para buscarse la comida, lo que le producía lesiones en los huesos de los pies.

El metatarso del pie de este 'Homo antecessor' hallado en la Gran Dolina mostraba una microfractura debida, según el estudio, a que cubrió largas distancias caminando. Solo le supuso pequeñas molestias. Hace 900.000 años.

Un caso curioso es el del denominado cráneo 5 de la Sima de los Huesos, quizás el más conocido del registro fósil, que sufrió un trauma que le provocó la fractura de un diente y una remodelación masiva de la parte izquierda de la cara. «Como origen barajamos varias hipótesis, como por ejemplo que representara un caso de violencia interpersonal. Las consecuencias para el individuo irían desde dolor agudo, halitosis derivada de la infección, deformación de la parte izquierda del rostro y, el más grave, su posible muerte».

El cráneo hallado en la Sima de los Huesos (Atapuerca) presentaba abscesos periapicales (entre los dientes) con tres lesiones dentales diferentes. En la imagen, signos de fractura en una pieza que dejó la pulpa del diente expuesta a infecciones.

Respecto a las marcas de palillo documentadas en los restos fósiles de un individuo de Homo erectus de Yiyuan (China), Laura Martín-Francés señala que «debido a la falta de signos patológicos, las relacionamos con el tipo de dieta por la incorporación de la carne».

A la pregunta de cómo se llega a conocer qué comían estos homínidos analizando sus restos dentales la científica del CENIEH responde con ejemplos: «Homo georgicus (hace 1,7 millones de años) presentaba un patrón de desgaste marcado por las superficies redondeadas de la dentadura anterior (incisivos y caninos) que se relaciona con el pelado de frutas. Esta morfología contrasta con la presentada por los dientes posteriores (premolares y molares) que se caracteriza por una superficie cóncava y se relaciona con un dieta más abrasiva como algunas plantas. Además, este tipo de dieta requiere un proceso de masticación mucho más prolongado, lo que a su vez provoca un mayor desgaste».

Para los restos dentales recuperados en el yacimiento de la Sima del Elefante (hace 1,2 millones de años) también sugiere una dieta abrasiva, probablemente vegetal. Lo curioso de este caso, añade, «es que el individuo sufrió dos quistes mandibulares que por su localización y grado de afectación fueron posiblemente causa de algún elemento impactado o atrapado entre los dientes y la encía, como un trozo de un alimento fibroso».

Por último, en el caso de los dientes de Homo erectus de Yiyuan (hace 500.000 años) «tentativamente, y basándonos en las evidencias del registro fósil al completo, proponemos que ya se habría incluido en la dieta de estos homínidos la proteína, es decir el consumo de carne animal».

En estos restos dentales encontrados en el Yacimiento de Yinyuan (China) se aprecian surcos y estrías debidos al uso de palillos para la limpieza dental, asociado al consumo de carne. Hace 500.000 años. En Atapuerca se utilizaron 700.000 años antes.

La arqueología considera dos hechos como los más relevantes en el avance tecnológico de los homínidos, la producción de herramientas y el control del fuego. Una cuestión fundamental para la evolución humana radica, aunque a simple vista pueda parecer trivial, en el momento en el que los antepasados del hombre empiezan a cocinar los alimentos. El porqué es sencillo. «El uso del fuego para cocinar alimentos tiene otras implicaciones: la digestión de alimentos no cocinados supone un gran coste energético, por lo que se ha sugerido que los alimentos cocinados supusieron una digestión más rápida y, por tanto, un ahorro de energía que podría ser utilizada en otras actividades», explica la doctora.

Las primeras evidencias de uso de fuego provienen del yacimiento de Wonderwerk Cave (Sudáfrica) hace aproximadamente un millón de años, aunque se desconoce si este fue intencionado. En Eurasia, la evidencia de control de fuego es más tardía, alrededor de los 400.000-200.000 años, en la cueva de Qesem (Israel). Las evidencias hasta ahora recogidas, aclara Martín-Francés, que pueden indicar el uso del fuego, controlado o no, para cocinar los alimentos se han obtenido a través del análisis de sedimentos, plantas y de restos óseos que presentan signos de alteraciones térmicas (quemaduras).

Desde una perspectiva evolutiva esta investigadora considera «llamativa» la escasez de caries que se han documentado en el registro fósil comparado con las poblaciones modernas. Para explicarlo se han sugerido factores químicos (ausencia de bacterias), de dieta (el supuesto efecto antidesmineralizador y protector de la placa del consumo elevado de carne) y de comportamiento (rápido desgaste dental), pero, añade, «la mayoría de estas hipótesis han sido cuestionadas».

Curaciones

En todo caso, la práctica totalidad de patologías detectadas no supusieron la muerte del individuo aunque el avance de las enfermedades era inevitable y, con él, el empeoramiento de la salud del afectado. Para Laura Martín-Francés «las enfermedades dentales son un buen ejemplo para referirnos a la superación de la lesión» ya que en varios casos observó síntomas de cicatrización.

Esta investigadora, apoyada por los científicos del CENIEH María Martinón y José María Bermúdez de Castro, quiso «ir un paso más allá y no limitarse, como la mayoría de los estudios paleopatológicos, a la descripción de las lesiones y el diagnóstico. Nos propusimos reflejar el origen de las patologías y las consecuencias para los individuos», una aportación que, asegura, «contribuirá de forma significativa a la comprensión de la variabilidad del ser humano de una forma integral». Permitirá, concluye, «más allá de su caracterización anatómica, la presentación de los homínidos extintos como individuos que estuvieron vivos, que padecieron, sufrieron, se adaptaron y llevan en los huesos las marcas de su lucha por la supervivencia».

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