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Reconstrucción de un ejemplar fenenino de los "Hobbit" hallados en la isla de Flores (Indonesia)
Fuente: ABC.es | Pilar Quijada | 23 de octubre de 2014
Con un volumen cerebral un tercio del nuestro y un metro de estatura, el esqueleto de una hembra adulta hallado en la isla de Flores en 2004 trae de cabeza a los paleontólogos una década después de su descubrimiento. Hace diez años se presentó como una nueva especie humana, que vivió hace 18.000 años y descendía del Homo erectus, el primero de nuestros antepasados que se aventuró fuera de África.
Tenía otra intrigante peculiaridad, era el primer ejemplar de la familia humana que había menguado de tamaño para adaptarse a la vida en un pequeña isla del tamaño de Flores (Indonesia). Esta merma, provocada por la escasez de recursos, es algo común en las especies animales, pero insólito en la nuestra. Además, el pequeño tamaño de su cráneo, semejante al de un chimpacé, iba también en contra de la tendencia general en nuestra especie a incrementar el tamaño del cerebro.
Este extraño ejemplar fue enseguida bautizado con el apodo de “el Hobbit”, por su pequeño tamaño, en un guiño a los personajes de ideados por Tolkien. Y ese apodo es lo único que parece mantenerse firme una década después de su descubrimiento. Y es que el exhibía también rasgos modernos, para mayor desconcierto.
Las excavaciones en la cueva Liang Bua siguen su curso y se podrían producir nuevas pistas sobre los orígenes de los Hobbits. (Cortesía del usuario de Flickr Bryn Pinzgauer)
El diminuto Hombre de Flores comparte rasgos con otros más modernos, como el grosor de los huesos del cráneo, los dientes pequeños y la cara poco prominente, de ahí la hipótesis de que podría ser un Homo Sapiens con alguna enfermedad que justificase su pequeño tamaño, como cretinismo o microcefalia. Un artículo reciente publicado en PNAS apunta incluso a que tiene rasgos que recuerdan el síndrome de Down. Por el contrario, sus extremidades son más parecidas a las de los grandes simios africanos, una morfología que no favorecía la carrera ni la talla de delicadas herramientas.
Sin embargo, las primeras conclusiones sobre el linaje de Hobbit han ido perdiendo apoyo en la década transcurrida desde el hallazgo. La búsqueda de una explicación plausible ha abierto nuevos interrogantes que podrían poner patas arriba todo lo que se sabe y admite sobre nuestros orígenes.
Foto: El profesor Chris Stringer sostiene una reproducción del cráneo de un "Homo floresiensis".
En un análisis publicado en el último número de Nature, el experto en el origen de nuestra especie Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, cree, como otros colegas suyos, que el Hombre de Flores podría estar más emparentado con los australopithecus, un linaje prehumano cuyo representante más famoso es Lucy, con una antigüedad de 3,2 millones de años. Los Australopithecus afarensis y el Hombre de Flores tienen en común su pequeño tamaño y el reducido volumen cerebral, que salvaría el interrogante de la regresión en tamaño y volumen cerebral que habría ocurrido si fuera posterior a Homo erectus.
Esta semejanza con linajes más antiguos cuestiona de paso que el Homo erectus fuera el primero de nuestros ancestros en salir del continente africano. Y adelantaría el momento de esta migración en varios cientos de miles de años sobre lo admitido hasta ahora. Una hipótesis muy sugerente que va ganando apoyos. Esto supone que el Hombre de Flores podría haber evolucionado en África, de donde habría salido hace unos dos millones de años, ya con su reducido tamaño, que tal vez podría haber mermado ligeramente en sucesivas generaciones para adaptarse a la escasez de recursos de la isla.
En realidad, Peter Brown (izquierda) y Mike Morwood (derecha), que dirigían las excavaciones en la gran cueva de Liang Bua, donde apareció el Hobbit, dada la mezcla de rasgos primitivos y modernos, quisieron catalogar el pequeño esqueleto con el nombre Sundantrhopus floresianus, pero los revisores del artículo que apareció en 2004 en Nature les hicieron cambiar de opinión, explica Stringer.
“Si el linaje del Homo floresiensis tiene un origen más primitivo que los fósiles más antiguos hasta ahora descubiertos en Asia de Homo erectus, tendríamos que replantearnos la explicación dominante de cómo los humanos surgieron y se expandieron desde África”, señala Stringer.
Hasta ahora se asumía que la primera dispersión desde el continente africano era anterior a los cráneos encontrados en Georgia (Homo georgicus), pero un origen aún más antiguo de los esqueletos de Flores supondrían una dispersión más temprana (unos 200.000 mil años antes) y compleja de nuestra especie, concluye el investigador.
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Fuente: BBC Mundo | 23 de octubre de 2014
El descubrimiento de los restos fósiles de una nueva especie humana hace diez años transformó completamente las teorías de la evolución humana. Esto es lo que sostiene Richard Roberts (izquierda), uno de los investigadores del equipo que publicó los detalles del fósil conocido como Hobbit por su diminuto tamaño.
Se cree que esta especie habitó la Tierra hasta hace 20.000 años y por lo tanto vivió en la misma época que nuestra especie.El hallazgo confirmó la teoría de que nuestro planeta estuvo habitado en algún momento por varias especies de humanos.
Esta hipótesis está muy lejos de la idea de una progresión lineal, de las criaturas semejantes a un mono que caminaban semiagachadas hasta llegar al hombre moderno de andar erecto.
Según Roberts, el descubrimiento de una especie de humano completamente diferente en la isla indonesia de Flores que vivió hasta hace relativamente poco, "acabó con esta idea de un solo golpe".
Sin embargo, hay muchas preguntas sobre el Hobbit para las que aún los científicos no han encontrado respuesta.
Mujer de un metro
El esqueleto femenino de un metro de altura es una forma muy primitiva de humano. Su cerebro tenía el tamaño del de un chimpancé, pero hay evidencia que indica que usaba herramientas de piedra.
Foto: Henry Gee (izquierda) y Chris Stringer con los cráneos del Homínido de Flores en su presentación en la revista 'Nature'.
Henry Gee, el editor que decidió publicar el resultado de la investigación en la revista Nature, recuerda que no fue sino gradualmente que empezó a tomar conciencia de la importancia del hallazgo.
"Es el mayor estudio en el que haya estado involucrado", le dice Gee a la BBC. "Sobrepasó cualquier otra cosa que haya hecho porque su efecto no cesaba nunca. La gente seguía hablando de ello y se volvió parte de la cultura popular. Significó un nuevo punto de vista para la antropología. Los viejos modelos lineales de la antropología quedaron sepultados", añade.
La publicación del descubrimiento en 2004 causó sensación. La noticia de que otra especie humana vivió entre nosotros hasta hace un tiempo relativamente reciente dejó al mundo con la boca abierta. Muchos se preguntaron incluso si el Hobbit, llamado Homo floresiensis, todavía existía en algún lugar de la isla de Flores.
¿Quizá había otra especie de humano en algún lugar remoto de la Tierra que aún no se había descubierto? Por primera vez en miles de años, la noción de que nuestra especie, Homo sapiens, era la única especie humana en el planeta se puso en duda.
Desde que se descubrió el hallazgo, no se han encontrado más restos fósiles del Hobbit. Pero aquellos que participaron en la investigación están convencidos de que hay mucho más por descubrir.
"El descubrimiento del Hobbit abrió la posibilidad de pensar que puede haber otras especies humanas sin descubrir 'allá afuera', quizá enterradas a varios metros bajo tierra como el Hobbit, u olvidadas en un cajón de algún museo, erróneamente identificadas, o catalogadas como humano moderno inusual", dice Roberts.
"Creo que el descubrimiento del Hobbit contribuyó a crear un clima en el que está bien esperar lo inesperado", explica.
Sorpresa
La presencia del Hobbit en Flores sigue siendo un misterio. ¿Cómo llegó hasta allí? La isla se encuentra al este de la llamada línea de Wallace, que marca la separación entre las islas que rara vez –o nunca– estuvieron conectadas por puentes terrestres con el continente asiático. Entonces, ¿es posible que esta especie de humano primitivo haya tenido la capacidad de construir botes y cruzar el mar?
Muchos creen que el Hobbit desciende de un humano más primitivo llamado Homo erectus que llegó a la isla hace un millón de años y gradualmente se fue volviendo más pequeño debido a la escasez de alimentos en la isla.
Otros creen que desciende de criaturas semejantes al mono que abandonaron África hace más de dos millones de años. Y hay quienes proponen que estas criaturas eran humanos modernos seriamente enfermos.
Según le dijo Roberts a la BBC, el equipo nunca pensó seriamente que se encontrarían con una nueva especie. De hecho, el equipo estaba buscando los ancestros de los primeros aborígenes australianos. Por eso, su reacción ante el hallazgo de un esqueleto diminuto, fue de "completa sorpresa y excitación extrema".
"Quedé totalmente desconcertado. No era el esqueleto del humano moderno que esperábamos encontrar, pero ¿qué era? Resultó algo completamente nuevo para la ciencia, pero esa es la belleza de lo inesperado", agrega.
El viaje recién empieza
Hasta la fecha se han encontrado más huesos del Homo floresiensis, pero ningún cráneo nuevo. El mismo equipo que descubrió el Hobbit continúa trabajando en las excavaciones con la esperanza de hallar nuevas claves. La prioridad ahora es construir una imagen de la distribución de la especie, cuándo llegó por primera vez a Flores y cuándo y cómo se extinguió.
"Tenemos tanto que aprender todavía sobre el Hobbit", explica Roberts. "Cómo desarrolló sus peculiares características anatómicas y si alguna vez se encontró con los humanos modernos cuando se dispersaban por Asia y por el sur hacia Australia. Por eso, aún después de 10 años, todavía se siente como si la aventura del descubrimiento recién estuviera empezando", concluye el investigador.
Artículo relacionado:
* Ten Years On, the Flores “Hobbit” Remains an Evolutionary Puzzle (Smithsonian.com)
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Espectacular el especial que le dedica Nature al Hobbit:
Fuente: diariodemallorca.es | 25 de octubre de 2014
Se cumplen diez años del descubrimiento que sacudió la paleontología humana: el del hallazgo en la caverna Ling Bua de la isla de Flores (Indonesia) de un esqueleto con una mezcla de rasgos primitivos y avanzados perteneciente a un ser humano distinto a cualquier otro conocido hasta entonces y de un tamaño diminuto pero con una edad que se instala casi en los tiempos históricos: 18.000 años. El Homo floresiensis, que es como los autores del descubrimiento propusieron que fuese clasificado, habría sobrevivido hasta mucho después de que se extinguiesen nuestros primos hermanos los neandertales. Desde los primeros artículos descriptivos el Hobbit, que es el nombre informal que se le dio, quedó instalado en la polémica: ¿se trataría de una especie antigua de humanos que había logrado llegar hasta ayer mismo, como quien dice? ¿Sería un miembro pigmeo de nuestra propia especie? ¿Un individuo con severos trastornos del desarrollo?
Una década después la revista Nature dedica un monográfico al hallazgo del Hobbit que incluye nada menos que la opinión de Chris Stringer, antropólogo del National History Museum de Londres, sobre lo que ha supuesto el Homo floresiensis y las dudas que genera todavía hoy. El punto de vista de Stringer es privilegiado porque el descubridor del fósil de Ling Bua, Peter Brown –investigador de la School of Archaeology & Anthropology, Australian National University (Canberra, Australia)–, se dirigió precisamente a Stringer enviándole las primeras fotos del Hobbit con una pregunta: ¿qué es esto?
De hecho, diez años después, no hay una respuesta terminante aún. Si bien parece haberse impuesto la interpretación más sensata, la de que se trata de un miembro de nuestro género pero de una especie distinta a la de H. sapiens y tal vez llevada a la extinción por nosotros, la fecha en la que podría haber alcanzado la isla de Flores y el sentido de su viaje hasta allí permanecen en la oscuridad. El Hobbit podría ser –es la hipótesis más probable– un Homo erectus que fue evolucionando hacia formas más enanas a causa del aislamiento y la falta de predadores en Flores. La presencia en la isla de un elefante enano, el Stegodon, coetáneo del H. floresiensis, es un argumento sólido en favor de esa idea que, por cierto, se aplica también a nuestro bóvido enano de Mallorca, el Myotragus.
Pero Stringer recoge en su comentario otra posibilidad: la de que el H. floresiensis no proceda del H. erectus, sino que sea el resultado final de una salida de África anterior a la conocida gracias a los fósiles de Dmanisi (Georgia) y que tuvo lugar hace menos de dos millones de años. De ser así, habría que reescribir toda la historia de la evolución humana desde que nuestros ancestros abandonaron el continente africano para ocupar Asia y Europa, buscando pruebas acerca de la manera como pudieron enfrentarse con los climas extremos de esos dos continentes.
Una recreación del 'Homo floresiensis' enfrentándose a un lagarto gigante. / NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY/CORBIS
Fuente: EL PAIS.com | Javier Sampedro| 15 de noviembre de 2014
Con la posible excepción del bosón de Higgs, el del hobbit de Flores ha sido probablemente el descubrimiento con más impacto social de los últimos diez años. Y sería muy difícil decidir cuál de los dos es más extraño, aunque los dos hitos científicos no pueden ser más dispares: una tecnología punta de 2.000 millones de euros frente a dos botas metidas en el barro y un piolé, el producto final de una predicción matemática frente al desconcierto de un hallazgo que nadie esperaba ni andaba buscando, el futuro cierto frente a un pasado incógnito. Aunque esto no deba decirse a quienes lo financian, el conocimiento sigue a menudo caminos tortuosos.
Pero el hombre de Flores –Homo floresiensis, que en realidad era una mujer— tenía todos los ingredientes para convertirse en una noticia sensacional. Es cierto que los paleontólogos padecen una acendrada inclinación a encontrar nuevas especies humanas en cualquier residuo fosilizado entre dos premolares fragmentarios, pero no lo es menos que a menudo tienen razón. Y el Homo floresiensis’, presentado en Nature hace casi exactamente 10 años, era una especie humana para echarla de comer aparte: un metro de estatura, la capacidad craneal de un australopiteco y, pese a todo ello, lo bastante inteligente como para haber llegado navegando a la isla de Flores, en Indonesia, y fabricar unas herramientas dignas de un homínido que le duplicara el cráneo.
Colmo de los colmos, el cráneo fosilizado en que se basaban todas estas rompedoras conclusiones –llamado insulsamente LB1—estaba datado en tan solo 18.000 años atrás, y por tanto había coexistido con nuestra especie, el Homo sapiens, durante al menos 20 milenios.
Esta fue la bomba de relojería paleontológica que aterrizó en marzo de 2004 en la mesa del despacho de Henry Gee, uno de los editores principales de la revista Nature, en la forma de un manuscrito convencional como los cientos que se reciben cada día en la editorial científica londinense. “Reconozco que de entrada no me chocó como un descubrimiento fantástico”, recuerda ahora Gee en la propia revista. “Tenían esa extraña criatura, pero el tono del artículo era muy apagado; un editor tiene que leer entre líneas, y lo que decía allí era: ‘¡Ayúdennos! ¡No sabemos lo que es esta cosa!’”.
Un hecho poco conocido es que el hobbit no siempre se llamó Homo floresiensis. Los autores, en realidad, lo habían bautizado en su manuscrito como Sundanthropus floresianus, ya que lo habían hallado en la región de Sunda de la isla de Flores. Como es práctica habitual de las revistas científicas, Gee mandó el manuscrito a dos referees, los investigadores del sector que juzgan su valor. Uno de ellos dijo que, si aquello pertenecía a nuestro género, el primer nombre no tenía que ser Sundanthropus, sino Homo. Y el otro, al parecer ducho en latín, añadió que floresianus significaba “ano floreado”. Así que los autores cambiaron a Homo floresiensis. El apodo de "hobbit" también fue idea de uno de los autores, el geocronologista australiano Bert Roberts. Esta vez no fuimos los periódicos; ni siquiera Henry Gee.
El proceso de revisión del manuscrito llevó siete meses –de ahí que celebremos ahora su décimo aniversario—, y eso fue solo el comienzo: la mayoría de los problemas vinieron después de su publicación. Las conclusiones se basaban en un solo cráneo, y eran tan extrañas que algunos científicos optaron por negar la premisa: el cráneo no era de una nueva especie miniaturizada, sino de un miembro de la nuestra que sufría microcefalia. Antropólogos como Robert Martin siguen hoy convencidos de esa idea, aunque han ido sustituyendo la microcefalia por otras enfermedades que se aproximen más a los datos. Y los propios autores han descartado algunas de sus ideas originales, empezando por una bien importante: que el hobbit era un Homo erectus miniaturizado en la isla.
Las excavaciones en la cueva de Liang Bua (cueva fría, literalmente) de la isla de Flores habían comenzado unos años antes, en 2001, aunque con pocos medios y un punto de desgana. Aún así hallaron unas cuantas cosas interesantes, como montones de dragones de Komodo, cigüeñas gigantes y unos elefantes enanos llamados estegodontes. Los biólogos evolutivos saben que estas anomalías tienden a ocurrir en las islas. Los elefantes continentales, por ejemplo, son grandes para que no se los coman los leones, pero si en una isla no hay leones se pierde la presión selectiva para ser grande. Y ser pequeño gasta menos, lo que siempre es una ventaja. De ahí el estegodón.
Pero no es el caso del hobbit, según han revelado las investigaciones de los últimos diez años. El hombre de Flores tiene en verdad rasgos modernos –como las características de su cráneo que llevaron a incluirle en el género Homo—, pero están mezclados con rasgos muy, muy antiguos. Sus piernas cortas (en relación a su tamaño), su mandíbula reforzada, su cadera acampanada y, desde luego, sus pies, que tenían el pulgar casi perpendicular a los demás dedos, parecen atavismos del australopiteco, el género homínido que se extinguió hace más de dos millones de años sin haber salido nunca de África.
La opinión mayoritaria en la actualidad es que el cerebro delhobbit no se miniaturizó en Flores a partir de un Homo erectus, sino que ya era pequeño cuando llegó allí: tan pequeño como el del australopiteco del que provenía. Y que sus rasgos modernos son un caso de evolución convergente con el Homo sapiens, un tipo de modernización que se ha producido dos veces en la historia del planeta.
Así está el tema diez años después. Y así seguirá, probablemente, mientras no aparezcan más cráneos, o una especie de Atapuerca indonesia que arroje luz sobre los mecanismos evolutivos que nos han creado.
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