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Los hombres de Neandertal que vivieron en Cova Eirós en el Paleolítico Medio son considerablemente menos antiguos de lo que parecía en un principio. Hace ya varios años, la ocupación más reciente de ese período prehistórico registrada en el yacimiento de Triacastela fue datada con métodos radiométricos hace unos 84.000 años. Sin embargo, una nueva datación -que está aún en curso de realización- sugiere que los materiales descubiertos en este nivel arqueológico son en realidad mucho más recientes y que podrían tener menos de 50.000 o incluso de 40.000 años.
Esta nueva cronología viene a incrementar de una forma notable el interés del yacimiento, según apunta Arturo de Lombera, codirector de las excavaciones.
Las rastros neandertales de Cova Eirós se encuadran ahora en una época mucho más tardía y más próxima a la expansión del hombre de Cromañón u Homo sapiens moderno, que se expandió por Europa hace entre 45.000 y 40.000 años.
«La primera datación de 84.000 años situaba este yacimiento en la época de los llamados neandertales clásicos, muy anterior a la llegada de los primeros Homo sapiens, pero las fechas que manejamos ahora se encuadran ya en el período de declive y extinción de los neandertales y de su sustitución por los humanos modernos», indica el arqueólogo.
Cambio de perspectiva
Los arqueólogos han realizado diversos estudios para comprobar si existe una relación directa entre las huellas que dejaron los hombres de Neandertal en Cova Eirós y en Monforte. En las zonas de As Lamas y O Chao de Fabeiro se descubrieron hace años algunas industrias del Paleolítico Medio a las que se asignó respectivamente una antigüedad mínima de 40.000 y 69.000 años, respectivamente. Las dataciones fueron realizadas con la técnica OSL, pero los investigadores puntualizan que lo que se ha medido es la edad de los coluviones -las capas de terreno aluvial- en los que estaban enterrados los artefactos. Las herramientas en sí mismas pueden ser aún más antiguas.
Arturo de Lombera apunta que los grupos nómadas que fabricaron estos útiles pueden ser los mismos que acamparon en Cova Eirós en algunas épocas. Con el fin de obtener evidencias de esta posible relación, los arqueólogos examinaron las industrias de Cova Eirós para ver si alguna de ellas fue fabricada con minerales nativos de la zona de Monforte. Por ahora no se encontró ninguna que cumpliese esta condición, pero no se descarta que aparezcan piezas de este tipo en futuras excavaciones.
Según explica De Lombera, en numerosos yacimientos neandertales se han encontrado artefactos líticos elaborados con minerales procedentes de lugares muy distantes. Los llamados territorios económicos -las áreas de obtención de materias primas para fabricar herramientas- abarcan normalmente un radio de entre dos y cinco kilómetros en torno a los yacimientos, pero a menudo se extienden a distancias de cuarenta o sesenta kilómetros o incluso más. «Por eso es posible que en Cova Eirós aparezcan industrias fabricadas con materias primas obtenidas en Monforte», añade el arqueólogo.
La fauna fósil de pequeño tamaño ayudó a precisar mejor la cronología
Los vestigios más antiguos del Homo sapiens moderno que se encontraron en Cova Eirós datan de hace unos 30.000 años y pertenecen al período auriñaciense. Aproximadamente en esa misma época desaparecieron los últimos hombres de Neandertal de la Península Ibérica. El gran hueco de más de 50.000 años con respecto a las ocupaciones neandertales de la cueva que sugería la primera datación radiométrica despertó hace tiempo serias sospechas entre los investigadores.
En principio se pensó que los rastros de esa larga etapa intermedia podían haber sido barridos por inundaciones en el interior de la caverna. «Pero el hueco cronológico era demasiado grande y había cosas que no cuadraban», dice De Lombera.
Una de las principales discordancias que llevaron a los investigadores a revisar la cronología del yacimiento fue la presencia de microfauna -fósiles de pequeños animales- que indica que durante la ocupación neandertal el clima era más frío de lo que debería haber sido si se hubiese producido realmente hace 84.000 años. Esa cronología corresponde a un período interglacial en el que el clima era al menos tan cálido como el actual, e incluso un poco más. «Si suponemos que la ocupación data de hace 50.000 o 40.000 años todo es mucho más coherente porque en esa época más tardía el clima se volvió más frío y la microfauna típica de ese período climático se corresponde mejor con la que encontramos en el nivel arqueológico neandertal», explica Arturo de Lombera
Punta de cuarcita de tipo Levallois hallada en Cova Eirós (Foto: GEPN / IPHES)
La primera datación realizada en el yacimiento neandertal de Cova Eirós se efectuó con el procedimiento conocido con termoluminiscencia del cuarzo, también llamda OSL por sus siglas en inglés. Este método permite determinar cuánto tiempo llevan enterradas las partículas de cuarzo que aparecen mezcladas con la tierra en el subsuelo de la cueva, lo que da pie a deducir la antigüedad de las piezas arqueológicas y los fósiles que se descubren en una determinada capa del terreno.
Pero como en los demás métodos de datación radiométrica, en la OSL puede darse un amplio margen de error. En la actualidad se está realizando una nueva datación con este mismo sistema y otra complementaria con el más conocido método del carbono 14, a fin de corregir aquellos primeros resultados. Este último procedimiento solo se puede aplicar sobre materia orgánica, como huesos fosilizados o restos vegetales. La datación por carbono 14 solo es efectiva con materiales que tengan una antigüedad máxima de entre 40.000 y 50.000 años. Los arqueólogos creen que será suficiente para fijar con precisión la edad del yacimiento neandertal de Triacastela, ya que todo indica que se encuentra dentro de ese límite temporal.
Fuente: lavozdegalicia.es | 23 de agosto de 2016
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Fuente:lavozdegalicia.es | 22 de agosto de 2016
En el yacimiento paleolítico de Cova Eirós, en Triacastela, termina una nueva campaña anual de excavaciones que se ha caracterizado por el hallazgo de cientos de restos fósiles de animales de gran tamaño. Entre ellos hay numerosos huesos largos completos o casi completos de carnívoros de diversas especies, osos de las cavernas y herbívoros como ciervos y corzos. Muchos de los huesos muestran señales que indican que fueron cortados y machacados con herramientas de piedra, lo que prueba que los hombres de Neandertal que ocuparon la cueva en el Paleolítico Medio cazaron y consumieron estos animales.
Los directores de las excavaciones, los arqueólogos Xosé Pedro Rodríguez y Arturo de Lombera, señalan que en las anteriores campañas realizadas en el yacimiento ya se habían conseguido muchos fósiles, pero esta última ha sido especialmente fructífera en cuanto a la cantidad y la calidad de los materiales. De su estudio en el laboratorio -añaden- se espera extraer abundantes informaciones sobre el modo de vida de los aún poco conocidos neandertales gallegos. «Gracias a estos fósiles se podrán saber muchas cosas acerca de la fauna que los rodeaba, de sus estrategias de caza y de sus hábitos alimentarios», explican.
Durante estos trabajos se han recuperado asimismo numerosas herramientas líticas fabricadas y utilizadas en las mismas épocas en que vivieron los animales. Entre estas piezas hay artefactos realizados con la técnica Levallois -típica de los neandertales- que muestran un excelente estado de conservación, según los investigadores. A estos materiales se suman numerosos carbones pertenecientes a un hogar que ya fue descubierto en anteriores campañas.
Ocupaciones cortas
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