El templo de Hércules en el Cádiz antiguo: su papel religioso y comercial

Representación de como sería el Templo de Hércules en Gadir

Introducción

En estos días se ha hecho público los resultados de una investigación, que confirma el posible hallazgo de restos que podrían corresponder al mítico templo fenopúnico de Melquart (Hércules) en Cádiz, en una zona ubicada entre Camposoto y Sancti Petri. Se trataría de una importante estructura situada a una profundidad de entre cinco y tres metros, y de unas dimensiones de 300 metros de largo por 150 de ancho. El hallazgo ha sido posible gracias al empleo de la teledetección realizados por Ricardo Belizón Aragón y Antonio Sáez Romero. Actualmente no deja de ser una hipótesis, la cual se ha encontrado desde los primeros momentos con detractores. Se trata del profesor Antonio Monterroso Checa y el equipo de la Universidad de Córdoba, quienes afirman que el famoso santuario debería encontrarse en el Cerro de los Mártires de San Fernando. Este articulo, lejos de posicionarse con algunas de las partes, trata de dar a conocer qué era el Santuario de Melkart (Hercules) o Herakleion gaditano, su finalidad comercial y religiosa, y su protagonismo en la antigüedad.

El Templo de Melkart

De todos los espacios sagrados que en la antigüedad se levantaban en la isla gaditana en época fenicia, el más sobresaliente de todos ellos, y a todos los niveles, fue el Templo de Melkart, que se constituyó en el centro religioso más importante de todo el Mediterráneo Occidental. Pero además de este carácter sagrado, el templo gaditano de Melkart, también tenía una importante función directiva de las actividades comerciales.


El Herakleion gaditano, pronto se convirtió en un centro regulador de los intercambios económicos. A él concurrían todas aquellas manufacturas que posteriormente los mercaderes fenicios intercambiaban por las materias primas que ambicionaban, fundamentalmente metales (estaño y plata), pero además sería la institución que se ocupaba de controlar las exportaciones, configurando y articulando el circuito comercial del “Círculo del Estrecho”. (Blázquez, J.M).


Como sabemos, Melkart era el dios protector de la ciudad, de la navegación y de las empresas coloniales, así como el símbolo de la monarquía; luego su importancia, dentro del mundo religioso fenicio, es indiscutible. En general, podemos afirmar que, en relación a los templos fenicios, los datos que disponemos son escasos y en ocasiones fragmentados, contando únicamente con referencias escritas, siendo, por el contrario, escasos o nulos los hallazgos arqueológicos. Por ello, resulta difícil conocer de primera mano cómo se vivía en el Cádiz antiguo la religiosidad, dada la escasez de datos que disponemos, ni cómo percibían los fieles a esta divinidad. No obstante, tradicionalmente se recurre a los paralelismos existentes con la metrópoli fundadora, Tiro, considerando que lo que es válido para Tiro  también lo es para Gadir, y cómo no, en los aspectos relacionados con la vinculación de Melkart con la ciudad gadirita.


El Herakleion gaditano o Templo de Hércules fue el punto de partida de los principios religiosos y sagrados que los fenicios difundieron a través de sus rutas comerciales por el Guadalquivir, tanto de sus divinidades, como de sus ritos, los cuales, poco a poco, irían arraigando entre la población indígena. En cuanto a su emplazamiento, hasta hace poco la mayoría de los investigadores lo sitúan en el actual islote de Sancti-Petri, en donde estaría unido a tierra firme a través de una calzada, ya en época romana, y actualmente destruida por el efecto erosivo del mar. Teorías posteriores rebatieron hasta el momento esa mayoritaria afirmación, pasando a situar el Templo de Melkart en la actual Punta del Boquerón, en el extremo de la isla gaditana, justo en frente del mencionado islote. En los días pasados también se ha puesto en duda esta ubicación, pero, sea como fuere, no se aprecia actualmente, en sus inmediaciones, restos estructurales de ningún tipo que haya dejado alguna prueba física de su existencia. Por el contrario, son muy numerosas las ofrendas votivas y figurillas de bronce que parecen confirmar que el referido entorno fue el lugar de su emplazamiento.

Castillo de Sancti-Petri, Punta del boquerón y desembocadura del caño de Sancti-Petri

No obstante, tenemos noticias de las Actas del Cabildo de Cádiz de 1731, que afirman la existencia de columnas en la zona de Sancti-Petri, así como restos de fábrica. Los autores clásicos reflejaron en sus textos la existencia de este espacio sagrado, sirva de ejemplo Estrabón y Diodoro de Sicilia. Por otro lado, consideramos que son dos las fuentes principales que vienen a aportar datos sobre la situación de este famoso santuario, pues Estrabón los tomó, a su vez, de otros autores, como Poseidonio, Polibio, y Pomponio Mela. Al respecto, Estrabón en su Geografía nos dice;


“… el Herakleion está situado en la otra parte, hacia el oriente, en donde la isla se acerca más a tierra firme, de la que está separada más que por un canal de un estadio de ancho. Dicen además que la ciudad dista del santuario doce millas; esto es, un número de millas igual al de los trabajos, pero en verdad la distancia es mayor…”


Estrabón (3.5.5), también relata la fundación del Templo en siguientes términos;

“… Tiempo después fue enviada una nueva expedición que atravesó el Estrecho, llegando hasta una isla consagrada a Heracles, sita junta a Onoba en Iberia, y a unos mil quinientos estadios fuera del Estrecho; como creyeran poder identificar este lugar con las Columnas, los tirios sacrificaron de nuevo a los dioses; mas otra vez fueron adversas las víctimas, y regresaron a la patria. En la tercera expedición fundaron Gádeira en el lugar en el que acabó su viaje: el templo fue construido al oriente de la isla, la ciudad al occidente…"


En ocasiones, la interpretación de los textos puede llegar a ser contradictoria en sus descripciones. Así, en su Geografía, Pomponio Mela, (III, 6, 46) hace una somera descripción de la costa de Cádiz, concluyendo:


“… Cerca de litoral que acabamos de costear, en el ángulo de la Bética, se hallan muchas islas poco conocidas y hasta sin nombre; pero, entre ellas, la que no conviene olvidar es la de Gades, que confina con el Estrecho y se halla separada del continente por un pequeño brazo de mar semejante a un río. Del lado de la tierra firme es casi recta; del lado que mira al mar se eleva y forma, en medio de la costa, una curva terminada por dos promontorios, en uno de los cuales hay una ciudad floreciente del mismo nombre que la isla, y, en el otro, un templo de Hércules Egipcio, célebre por sus fundadores, por su veneración, por su antigüedad y por sus riquezas. Fue construido por los tirios; su santidad estriba en guardar las cenizas (de Hércules); los años que tiene se cuentan desde la guerra de Troya…”.

Castillo de Santa Catalina, Cádiz

Si analizamos la descripción que realiza Pomponio Mela en su texto, se nos plantea la controversia de que está señalando una localización del santuario gaditano en el extremo opuesto a donde lo sitúa Estrabón. El primero lo está localizando en el actual Castillo de Santa Catalina, en la playa de La Caleta, mientras que el descrito por Estrabón lo ubica a 18 kilómetros de la ciudad, en el extremo opuesto, coincidiendo con el entorno del islote de Sancti-Petri. La explicación que podemos dar a esto es que ambos autores estén describiendo lugares distintos, pudiendo existir la posibilidad de que existieran dos santuarios levantados en honor a Melkart, como ya señaló en su momento Horozco hacia el siglo XVI, o bien que las descripciones de uno de los autores resultasen erróneas, al no conocer directamente el entorno mencionado, así como por una interpretación errónea de los datos. Diodoro de Sicilia (V.20), al respecto, manifiesta lo siguiente:


… Los fenicios que, desde una época lejana, navegaban sin cesar para hacer comercio, habían fundado muchas colonias sobre las costas de Libia y un cierto número de otras en las regiones occidentales de Europa. Habiendo triunfado en sus empresas, acumularon grandes riquezas y resolvieron navegar hacia el mar que se extiende fuera de las Columnas de Hércules, y que es llamado Océano. En primer lugar, fundaron en Europa, cerca del paso de las Columnas, una ciudad a la que, por ser una península, dieron el nombre de Gadeira, y en ella dispusieron todo como convenía a la naturaleza del lugar, así como un suntuoso templo dedicado a Heracles, e introdujeron magníficos sacrificios celebrados a la manera fenicia...”.


En cuanto al aspecto que presentaba el templo contamos con breves descripciones aportadas por los historiadores clásicos como Silio Itálico, que en el siglo I d. C, escribió:


“… Las vigas puestas en los orígenes del templo no las habían tocado sino las manos de sus constructores…”.

Tomando como fuente al mismo autor, este añade que en el frontispicio aparecían representados los doce trabajos de Hércules, así como que carecía de imagen alguna en su interior, salvo la figura del dios al que estaba consagrado, en contraposición a otros datos. También alude a que los sacrificios humanos no estaban permitidos y que un fuego constante ardía en sus aras. De un testimonio de Silio Itálico, explicado por Filóstrato, podemos saber que en el Templo de Herakles, existían diversos altares dedicados a la Pobreza, a la Vejez, al Arte, a Melkart (Herakles egipcio) y a Herakles propiamente dicho (Herakles tebano). Según Suetonio, también existiría en el templo gaditano una estatua de Alejandro Magno, algo que puede significar contradictorio o absurdo, dado que el propio Alejandro de Macedonia no debía ser muy querido por los fenicios, ya que no debemos obviar sus crueles campañas contra ellos, sometiendo su ciudades de oriente e imponiendo a Tiro a un largo, cruel y dramático sitio, el cual tuvo como resultado el paso por la espada de un elevado número de sus habitantes y la esclavitud para la mayoría de los que lograron salvar su vida. La explicación más razonable sobre la presencia en el templo de esta estatua deberíamos atribuirla al poder romano, para los que la figura alejandrina representaba una serie de valores culturales y políticos importantes. Además de esta estatua, y de otra dedicada al militar y estadista ateniense Temístocles, de la que Filóstrato deja constancia en sus textos, la estatuaria debió ser muy numerosa, al menos en la decoración del entorno del santuario, dado los repetidos hallazgos que de estas figuras han tenido lugar en las inmediaciones de Sancti-Petri, lo que dotaría a este entorno como un lugar de gran riqueza.

Son varios los testimonios que aportan datos sobre los numerosos expolios de que fue objeto el templo a lo largo de sus años de vida. El propio General cartaginés Magón, el hermano menor de Asdrúbal y Aníbal, antes de abandonar la ciudad de Cádiz y partir hacia Italia para apoyar a este último en su lucha contra Roma, saqueó las riquezas que celosamente custodiaban los muros del templo. Magón se destacó en la Batalla de Cannas.

Batalla de Cannas: los infantes hispanos y celtas dirigidos por Aníbal y Magón Barca contra los legionarios romanos de Cneo Servilio Gémino (Fuente: Arrecaballo)

Siguiendo con las descripciones, Polibio nos revela sobre el santuario: 


“… Hay en el Herakleion una fuente, para bajar a la cual hay que descender unos peldaños; su régimen es inverso al del mar, ya que desciende en la marea alta y asciende con la bajamar…”.


Recurriendo a otros autores, Arriano manifiesta que para su construcción se sirvieron del modelo de templo fenicio, pero desconocemos su estructura. No obstante, es posible que siguiera el modelo del Templo de Salomón, el cual fue levantado en Jerusalén con la ayuda del monarca tirio Hiram. El Templo de Salomón era un edificio de forma rectangular dividido en tres estancias: un vestíbulo, una gran sala dedicada al culto y el templo propiamente dicho, donde se encontraba el arca de la alianza. En la fachada frontal, y jalonando la entrada, se alzaban sendas columnas. Es muy posible que el Herakleion gaditano mostrara muchas similitudes con el templo israelita, aunque es posible que contara, más bien, con dos zonas bien diferenciadas, una zona sagrada de amplias dimensiones y el templo propiamente dicho. La entrada, como parecía ser algo común en los templos fenicios, estaría flanqueada por dos columnas. Según Polibio estas columnas estaban realizadas en bronce y poseían una altura de 3,52 metros. Silio Itálico, por su parte, describe las puertas de entrada al templo, donde según este autor estaban representados los trabajos de Hércules.


En cuanto a los ritos y cultos que se practicaban en el templo, al parecer se mantuvieron sin grandes variaciones, siendo llevados a cabo al modo fenicio, como confirman en sus textos Diodoro de Sicilia, Arriano y Apiano de Alejandría, llegando a manifestar, que en el templo gaditano se sacrificaba al modo de los fenicios. Sobre los sacerdotes Silio Itálico, relata:


“… Los sacerdotes, que son los únicos que tienen el honor de penetrar en el santuario, han cerrado su entrada a las mujeres y cuidan de alejar de él a los puercos. Llevan ante el altar vestidos de un sólo color; el lino cubre sus miembros; una cinta brilla en sus temporales. Por lo general, cuando ofrecen incienso se cubren con un vestido talar, y cuando inmolan víctimas dicha vestimenta va bordada de púrpura, según vieja costumbre; llevan los pies descalzos, la cabeza pelada y guardan celibato...”.

Como podemos apreciar, en este texto del siglo I de Silio Italico, en el templo existía una especie de colegio sacerdotal al frente del cual se hallaba un archiereus o sumo sacerdote que era el responsable, en último término, de las ceremonias religiosas que se oficiaban en el recinto sagrado. Los sacerdotes del templo, los cuales debían estar entregados al celibato, se ataviaban con rigurosas túnicas de lino blanco con una ancha franja, y los pies debían estar desprovistos de cualquier tipo de calzado. Los sacerdotes debían tener la cabeza tonsurada y tocada con una especie de estambre. Estos perfumaban los altares con incienso para purificar el ambiente. Durante los oficios no se admitían en el templo la presencia de mujer alguna, al igual que los cerdos. Estos sacerdotes tenían la importante responsabilidad de sacrificar a las víctimas por imperativo divino, algo que según Porfirio, debía practicarse diariamente para tener contento a los dioses. Era común que cualquier embarcación que arribase a la ciudad gadirita ofreciese algún tipo de sacrificio en honor a Heracles. 


El Templo de Melkart contaba, además, con un oráculo, el cual gozaba de gran fama y prestigio en la antigüedad, siendo frecuente que muchos personajes ilustres, como el propio Aníbal, acudieran al templo de Herakles para recibir el mensaje que los dioses le transmitían a través de sus sacerdotes.

Julio Cesar en el Templo de Hércules en Gades. José Morillo 1894.

No obstante, carecemos de datos de peso que nos permitan conocer las experiencias oníricas que tenían lugar en templo gaditano. Conocemos, además de la ilustre visita de Aníbal al templo, la de otros personajes, como su padre Amílcar Barca y los numerosos generales cartagineses que estuvieron destinados en Gadir durante el transcurso de la II Guerra Púnica, o el propio Julio César, quien, en el ejercicio de su cargo de cuestor, visitó el santuario gaditano, volviendo a visitarlo después de su victoria en Munda, tras la derrota de Pompeyo, entre otros muchos ilustres personajes griegos y romanos.

Pero, aparte de la naturaleza religiosa y ritual de la que, lógicamente, hacía gala el Templo de Herakles, este gozaba de un carácter comercial severamente marcado. Podemos afirmar, que el Templo de Herakles, como institución ciudadana, y respecto a las actividades comerciales gadiritas, ejercía, en cierto modo, un control y fiscalización de las actividades mercantiles y el comercio marítimo. Como afirma, muy acertadamente a mi juicio, el Profesor Lomas Salmonte, el Templo de Herakles, sería algo muy similar a una Cámara de Comercio actual. Bajo el amparo del templo y la deidad, los mercaderes y comerciantes pactarían sus empresas y negocios, y, en caso de discrepancias entre ellos, es muy posible que el propio templo ejerciera una función de arbitraje en la resolución del conflictos. Dicho de otro modo, el templo era un espacio ideal para que las transacciones comerciales se realizaran con total seguridad, lo que, en esencia, explicaría su precoz surgimiento dentro de su contexto fundacional. En compensación a su labor, el templo recibiría, como ofrendas, sustanciosas compensaciones en forma de tributos y tasas, una especie de diezmo que serviría para enriquecer enormemente a la institución.


Ciertas manifestaciones religiosas quedaron impregnadas de ese fuerte carácter comercial, y el éxito de las empresas comerciales se hizo depender, en demasía, de la protección o bendición de la divinidad, pues, en este apartado, el papel jugado por el templo fue tremendamente relevante. De hecho, la importancia del Templo de Herakles, en esta aspecto, hay que buscarla en los inicios de la etapa colonial, cuando el Templo de Melkart jugaba un papel de primer orden, ya que, desde sus comienzos, se utilizó para canalizar las relaciones entre la colonia y la metrópoli fundadora, convirtiéndose en el eje ordenador y rector de toda actividad humana en la colonia, a falta de una sólida institución como la monarquía en Tiro (Lomas Salmonte, F. J). Una vez que las instituciones ciudadanas se fueron consolidando y fortaleciendo, el templo fue cediendo terreno en favor de estas, las cuales van concentrando en sus manos cada vez más competencias en detrimento del propio templo. A pesar de ello, la clase sacerdotal en la ciudad representaba un estamento muy importante y, desde el punto de vista social, sólidamente constituido, siendo muy poderoso económicamente hablando. Debido a ello el templo siguió ostentando esa función rectora, aunque en connivencia con las instituciones ciudadanas.

Entorno del área de Sancti-Petri


El Herakleion gaditano contaba también con una importante función financiera, siendo el lugar donde se depositaban grandes fortunas provenientes del comercio. Tras la destrucción de Cartago a manos de Roma, fue muy abundante el capital cartaginés que los habitantes de la ciudad púnica consiguieron poner a salvo de la represión y codicia romana, y así huir del asedio a que Roma sometió Cartago. Estos ávidos cartaginenses consiguieron poner a tiempo a salvo sus negocios, pues depositaron sus riquezas en diversos templos dedicados a Melkart, siendo el Herakleion gaditano uno de estos privilegiados lugares. Este abundante numerario acabo siendo destinado a la industria del pescado y sus derivados. así como al próspero comercio de la púrpura.

Un dato que vendría a confirmar la presencia de gentes venidas de Cartago, en Gades, seria la aparición de restos de material anfórico del tipo Maña C2b, continuadoras de las ánforas Maña C2a, típicas de Cartago. Según la Doctora, Ana Mª Vázquez Hoys, el templo de Melkart de Cádiz habría contribuido a la ascensión de César al poder político en Roma, cuyos gastos, a través de un ambicioso programa político-financiero, vendrían, al menos en parte, financiados por el propio templo gaditano. Siguiendo a esta autora, sería esta una manera como que el sector fenicio-púnico de Gades, a través su promoción económica, pudo influir en el plano económico. Bien es sabido que el potencial económico de los Balbo fue parte importante para que César se alzara con el poder político de Roma. La amistad de esta familia gaditana con César y Augusto fue siempre evidente, y de modo seguro puede decirse que gran parte de ella fue debido a un claro interés comercial.

Busto del emperador Trajano.


El culto al Hércules Gaditano se generalizó en época imperial, cuando accede al trono de Roma el emperador Trajano, caracterizándose a los emperadores con los atributos de esta divinidad, asimilándose la figura del emperador con el propio Hércules en tiempos de Cómodo. Así aparecen representados cubriéndose con la piel de león y portando la clava sobre el hombro. Desde el punto de vist numismático, se acuñan monedas con estos elementos, así como representaciones del templo y del semidiós, acompañado de las palabras Herculi Gaditano. El Herakleion gaditano comenzó su decadencia en el siglo IV d. C., ante el avance imparable del cristianismo, lo que hizo que más tarde o más temprano cayese en el olvido. Hoy vuelve a resucitar saltando a la actualidad del siglo XXI, gracias a su posible hallazgo.

FRANCISCO JAVIER JIMENEZ MARTINEZ

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