Los bebés de la Edad del Bronce ya tomaban leche de animales en biberones de arcilla

Un bebé utilizando una reproducción de uno de estos biberones prehistóricosH. SEIDL DA FONSECA

La alimentación es uno de los aspectos más reveladores para entender la evolución de las sociedades humanas así como sus periodos de crecimiento y de declive. Desde el uso del fuego para cocinar a la incorporación de distintos productos a la dieta, los yacimientos conservan pistas para averiguar cómo ha cambiado la manera de alimentarnos a lo largo de la historia. Este miércoles hemos podido saber cómo eran los primeros biberones prehistóricos.

En varios países de Centroeuropa se han encontrado diversas vasijas de barro de hasta 5.000 años de antigüedad diseñadas para que los bebés y los niños pequeños tomaran leche de animales. El concepto recuerda un poco a nuestros botijos, aunque tenían forma de animales imaginarios con dos patas.

Tal y como explican en un artículo publicado en la revista Nature, los científicos creen que eran, en efecto, recipientes para niños porque en su interior han encontrado trazas de leche de distintos animales, como vacas y cabras.

"Estas vasijas son la primera y única prueba directa que muestra que los bebés de la prehistoria tomaban leche procedente de animales. Esto, unido a que estaban en tumbas de niños, apunta directamente a que estos recipientes eran utilizados para alimentarlos con leche animal (no humana) y/o como complemento alimenticio durante el destete", explica a EL MUNDO Julie Dunne  (izquierda), investigadora de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y autora principal del estudio.

Este tipo de recipientes ya se habían visto en yacimientos neolíticos europeos del 5000 a. C. (uno de los más antiguos se encontró en Steigra, Alemania, y se dató entre el 5500 a.C y el 4800 a.C). Según muestran los hallazgos arqueológicos, fueron haciéndose más comunes durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Hasta ahora se pensaba que podrían servir para dar de comer a niños porque eran pequeños y manejables para ellos, pero tampoco se podía descartar que hubieran sido concebidos para personas enfermas o con poca movilidad.

Para determinar para qué eran utilizados, los investigadores analizaron tres vasijas encontradas en Bavaria en tumbas de niños con edades comprendidas entre los seis años y menos de un año. Dos de ellas procedían de cementerios de la Edad del Hierro (datadas entre los años 800 a.C. y 450 a.C.) y la tercera de una necrópolis de la Edad del Bronce (1200-800 a.C). Medían sólo entre cinco y diez centímetros de diámetro y tenían un pitorro extremadamente pequeño.

Vasijas encontradas en Austria de la Edad del Bronce, datadas entre los años 1200 a.C y 800 a.C WIEN MUSEUM

Los residuos conservados en su interior resultaron ser ácidos grasos procedentes de productos animales, entre ellos leche fresca. Dos de los biberones prehistóricos habían almacenado leche de animales rumiantes, mientras que en el otro había una mezcla de residuos, posiblemente de cerdo o de humanos.

"Realmente sabemos muy poco sobre la alimentación de los niños prehistóricos. Tenemos algunos conocimientos generales gracias a los isótopos hallados en los esqueletos encontrados en tumbas de Centroeuropa, de periodos entre el Neolítico y la Edad del Hierro, que sugieren que ya a los seis meses de edad se empezaba a darles suplementos alimenticios hasta los dos o tres años de edad", explica Dunne.

Los biberones de cerámica, incluidos algunos con forma de animales, comenzaron a aparecer en Europa hace unos 7.000 años. Estos ejemplos datan de 1200 a. C. a 800 a. C. FOTO: Katharina Rebay-Salisbury.

Por lo que respecta al consumo de leche por parte de los europeos, varios estudios científicos han mostrado que la leche ya se procesaba en recipientes de barro en Oriente Próximo hacia el 7000 a.C y en África hacia el 5000 a.C, repasa Dunne: "También sabemos que los antiguos egipcios y los romanos bebían leche". Estos estudios, añade, intentan responder a una cuestión más amplia sobre la evolución del llamado gen de persistencia de la lactasa. Las personas con persistencia de la lactasa tienen en su ADN una mutación que mantiene activo el gen de la lactasa durante la edad adulta y, gracias a ello, pueden digerir la lactosa (que es el azúcar presente en la leche). Esta capacidad, señala la científica, es el resultado de la evolución humana.

Reconstrucción de una escena familiar en el Neolítico. CHRISTIAN BISIG

TRANSMISIÓN DE ENFERMEDADES

Que los niños de tan corta edad tomaran leche procedente de animales, dice la científica, acarreaba una serie de problemas de salud. "Aunque fuera una valiosa fuente de nutrientes, hay diferencias entre la leche humana y la animal, y ésta habría puesto a los niños en riesgo de contraer diarrea y otras enfermedades. Incluso, hoy en día, sabemos que la leche que no está pasteurizada puede estar contaminada y transmitir enfermedades del animal a las personas".

Sin embargo, destaca que, de forma global, que se aprovechara la leche de animales para alimentar a niños o como suplemento alimenticio fue sólo posible con el cambio en el estilo de vida que tuvo lugar con el desarrollo de la agricultura y los asentamientos humanos en comunidades. Fue entonces cuando la gente empezó a domesticar animales (vacas, ovejas, cabras y cerdos) y a plantar cultivos, por ejemplo, de cereales. A partir de ese momento, añade, "hubo nuevos alimentos disponibles para dar de comer a los niños".

Estos avances condujeron a la llamada transición demográfica del Neolítico en la que la leche empezó a darse a los niños, mejorando la nutrición e incrementando las tasas de natalidad lo que, en definitiva, permitió aumentar la población y finalmente crear núcleos urbanos.

No obstante, algunos investigadores han advertido en contra de suponer que alimentar a los bebés con leche animal era una práctica generalizada en el pasado con base al pequeño tamaño de la muestra, y especialmente porque estos recipientes analizados provienen de tumbas de niños que no lograron pasar de la primera infancia.

"No creo que estas comunidades antiguas tuvieran dudas sobre el valor de la leche materna humana", dice Daniel Sellen (izquierda), un antropólogo de la Universidad de Toronto que estudia la alimentación infantil y no participó en el estudio. "Estamos ante son entierros de niños pequeños, de los que no sabemos de qué estaban enfermos. Podrían haber estado creciendo mal o sus madres murieron y por eso les alimentaba con leche animal. Esto pudo haber sido lo que sucedió, como una última intervención médica. O tal vez contrajeron infecciones o se desnutrieron debido precisamente a la leche animal".

Del mismo modo, Ellen Kendall (derecha), una bioarqueóloga de la Universidad de Durham que estudia la salud y la dieta de la infancia, cree que la alimentación con biberón habría sido una medida de emergencia en situaciones en las que una madre o un niño no pudieron amamantar.

"No se cuentan las historias de éxito de esta cultura, o las normas de amplio alcance, sino una oportunidad para comprender la respuesta cultural cuando las cosas no salieron según lo planeado y terminaron mal", señala Kendall.

Teniendo en cuenta que estos recipientes se colocaron en las tumbas de los niños, Dunne cree que los biberones al menos proporcionan una visión íntima de cómo las personas cuidaban a los bebés en el pasado. "Los recipientes son muy, muy evocadores", dijo. "Creo que realmente muestra el amor y el cuidado y la atención que habrían sido prodigados por estos niños pequeños. La madre y el padre tal vez pensaron que deberían llevar su vasija con ellos al más allá".

Fuentes: elmundo.es | National Geographic | 25 de septiembre de 2019

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