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Foto: Cráneo humano cuya flechas (derecha) muestran la ubicación de las dos aberturas para las arterias carótidas internas que irrigan el cerebro casi en su totalidad. Los tamaños de estas aberturas revelan la tasa de flujo de sangre, lo cual se relaciona con la tasa metabólica cerebral y la capacidad cognitiva. Crédito: Edward Snelling. Procedente de la colección de Raymond Dart en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Witwatersrand.
El tamaño del cerebro humano se utiliza a menudo para explicar cómo nuestra especie evolucionó en seres inteligentes capaces de ser más listos que los demás miembros del reino animal.
Ahora bien, parece que no puede ser que simplemente debamos nuestra inteligencia a un crecimiento de la materia gris en nuestros antepasados de cientos de miles de años atrás.
Mejor que eso, lo que se produjo fue un cambio en la forma en que nuestro cerebro consiguió el combustible que llevó a nuestra especie en evolución a ser capaz de aprender y utilizar el pensamiento complejo, según una nueva investigación.
Los científicos han observado que la cantidad de sangre que fluía al cerebro de nuestros antepasados humanos cambió con el tiempo. Argumentan que esto reflejó cambios en el metabolismo del cerebro humano, ya que se reestructuró para hacer frente a un estilo de vida social cada vez más complejo.
Tal circunstancia ha permitido a los científicos rastrear el aumento de la inteligencia humana a través del tiempo y estimar la capacidad intelectual de nuestros primeros ancestros.
El profesor Roger Seymour (izquierda), un biólogo evolutivo de la Universidad de Adelaida, dijo: "El tamaño del cerebro ha aumentado alrededor de un 350 por ciento más a lo largo de la evolución humana, pero hemos hallado que el flujo de sangre al cerebro se incrementó un increíble 600 por ciento".
"Creemos que esto está posiblemente relacionado con la necesidad que tiene el cerebro de satisfacer cada vez más las conexiones energéticas entre las células nerviosas, las cuales capacitan la evolución del pensamiento y el aprendizaje complejo. Para permitir que nuestro cerebro sea tan inteligente, debe ser alimentado constantemente con oxígeno y nutrientes de la sangre".
Los investigadores analizaron el tamaño de dos agujeros de la base del cráneo en los fósiles de los primeros humanos. Estos agujeros están donde las principales arterias se dirigen al cerebro. Encontraron que, con el tiempo, tales agujeros aumentaron de tamaño desde hace unos tres millones de años, cuando el Australopithecus vagaba por África.
La estimación de la inteligencia de los antepasados humanos ha sido difícil en el pasado y se ha basado en cálculos aproximados sobre su volumen cerebral. Sin embargo, esto no siempre proporciona una respuesta precisa, ya que algunos animales tienen cerebros muy grandes para su tamaño. Los delfines y algunas ballenas, por ejemplo, tienen un cerebro más grande si comparamos el tamaño de su cuerpo con el de los seres humanos.
Foto: De izquierda a derecha: Australopithecus afarensis, Homo habilis, Homo ergaster, Homo erectus y Homo neanderthalensis. Crédito: Roger Seymour.
El nuevo estudio, que se ha publicado en la revista Royal Society Open Science, muestra que los primeros homínidos como Australopithecus africanus y Australopithecus afarensis -que incluye a la famosa Lucy- tenían niveles relativamente bajos de flujo de sangre al cerebro en comparación con el tamaño del mismo.
Homo habilis y el recientemente descubierto Homo naledi también parecen tener similares niveles de flujo de sangre para el tamaño de su cerebro, lo que indica que tendrían una capacidad de inteligencia análoga.
Sin embargo, la inteligencia humana parece haber dado un salto espectacular con el Homo erectus, y volvió a aumentar en las especies humanas posteriores como el Homo neanderthalensis y, finalmente, el Homo sapiens.
Cuadro: Tasa de flujo sanguíneo cerebral en relación con la antigüedad estimada en 12 especies de homínidos.
El Dr. Edward Snelling (derecha), de la Universidad de Witwatersrand y coautor del estudio, dijo: "La intensidad de la actividad cerebral, se creía, hasta ahora, que se iba a la tumba junto con nuestros antepasados".
"Los cráneos fósiles de África revelan los agujeros por donde pasan las arterias que irrigan el cerebro. El tamaño de estos agujeros muestra cómo el flujo sanguíneo aumentó desde hace tres millones de años, desde los Australopithecus a los humanos modernos".
Vanya Bosiocic (izquierda), autora también del estudio, ha añadido: "A lo largo de la evolución, el avance de nuestra función cerebral parece estar relacionado con el tiempo que necesitamos para crecer desde la infancia. También está conectado con la cooperación familiar en la caza, la defensa del territorio y el cuidado de nuestros jóvenes.
La aparición de estos rasgos parece adecuarse muy bien con el incremento de sangre y energía que necesita el cerebro".
El profesor Maciej Henneberg (derecha), un antropólogo también de la Universidad de Adelaida, dijo estar impresionado con el nuevo trabajo de investigación.
"Es un buen estudio" dice Henneberg. "Ellos están apoyando lo que llevo diciendo desde el año 2009 [...], que la mente humana no evolucionó como resultado de un aumento del tamaño del cerebro, sino por los cambios en la forma en que operan los neurotransmisores en el cerebro".
El tamaño no lo es todo
De acuerdo con Henneberg, Seymour y otros científicos, el tamaño del cerebro es una forma inexacta e incompleta de medir la inteligencia humana (algunos han argumentado que el aumento de la complejidad y organización del cerebro condujeron a esta progresión, mientras que otros estudios han sugerido que las exigencias de criar la descendencia humana -que nace mucho más inmadura que otras especies- ayudó a impulsar la inteligencia humana).
"No podemos juzgar la inteligencia de los humanos modernos o de los seres humanos del pasado basados sólo en el tamaño de sus cerebros, a pesar de que está muy bien apoyado por el hecho de que, hace por lo menos 1,5 millones de años, los seres humanos produjeron herramientas complejas, se utilizó el fuego y logramos gestionar nuestro medio ambiente de una manera cada vez más eficiente", dice Henneberg.
Sin embargo, el profesor Darren Curnoe (izquierda), director de Paleontología y Geobiología en la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia), es más cauteloso y dice que "el estudio es demasiado especulativo".
"No creo que sea una pieza innovadora de la ciencia o que suponga un cambio de juego en nuestra comprensión de la evolución del cerebro humano", dijo a SBS Science en un correo electrónico.
Argumenta que una de las limitaciones más importantes del estudio es que hace una serie de hipótesis acerca de cómo evolucionó el cerebro humano, tal como considerar la evolución de una forma lineal respecto a los cambios anteriores, cuando esto puede no haber sido el caso, así como sobre el aumento de la complejidad y organización del cerebro.
"Mi principal preocupación es que sabemos muy poco acerca de la variación en la organización del cerebro entre las diferentes especies humanas y no es razonable suponer que en realidad existían grandes diferencias", concluye.
Fuentes: Mail Online | SBS Science | 31 de agosto de 2016 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)
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