'Chopping tool' o guijarro tallado bifacial localizado durante un sondeo efectuado en el yacimiento de La Mina, en el Barranco de la Boella -IPHES
Fuente:
IPHES| 30 de julio de 2014
La revista
PLOS ONE publica esta semana un artículo en el que se presenta por primera vez a la comunidad científica internacional la cronología de los restos arqueológicos del
Barranco de la Boella, situado en el término municipal de la Canonja (Tarragona), establecida entre un millón y 780.000 años antes del presente.
Durante el Pleistoceno Inferior final, la
tecnología achelense estaba muy generalizada en África, pero en Europa acababa de llegar y en el Barranco de la Boella se documenta de forma muy fiable esta remota innovación tecnológica.
“El conjunto arqueológico del Barranco de la Boella descrito es numeroso y su cronología está bien contrastada por evidencias independientes”, puntualiza
Josep Vallverdú (izquierda),
primer autor del artículo y arqueólogo investigador del IPHES (Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social), codirector del proyecto de excavación e investigación del yacimiento del Barranco de la Boella junto a
Palmira Saladié (derecha), también arqueóloga del IPHES.
En este estudio han participado profesionales de distintas disciplinas e instituciones, con el objetivo de establecer una cronología fiable para el yacimiento y sus implicaciones para caracterizar las primeras dispersiones humanas fuera de África durante el Pleistoceno Inferior (de 2,6 millones de años a 780.000 años). Además del IPHES, en los trabajos de campo e investigación han participado el Departamento de Paleobiología del Museo de Ciencias Naturales del CSIC (Consejo Superior de investigaciones Científicas). En el proyecto de la Boella también está implicada una unidad asociada al CSIC, constituida en el 2009, de la cual forman parte miembros del IPHES y de dicho departamento del museo, bajo la corresponsabilidad de Eudald Carbonell (IPHES) y Antonio Rosas (CSIC).
La investigación publicada se basa en la descripción de la estratigrafía (ordenación de las unidades sedimentarias que forman el yacimiento) y de los niveles arqueológicos. Para determinar la edad de los fósiles del Barranco de la Boella, se describen los resultados sobre la litoestratigrafia (observaciones sobre las características de los sedimentos), el paleomagnetismo (la medida de la orientación polar de los minerales ferromagnéticos de los sedimentos), la bioestratigrafía (la estimación de la cronología relativa de los macrovertebrados y los microvertebrados) y la datación absoluta mediante la medida de los isótopos radioactivos del aluminio y el berilio acumulados en los cuarzos que contienen los sedimentos.
En las unidades estratigráficas del Pleistoceno Inferior del Barranco de la Boella han sido contabilizados más de dos centenares de restos de rocas talladas prehistóricas y 500 restos faunísticos. Con las características y la cronología de estos fósiles arqueopaleontológicos, de entre 1 millón y 780.000 años, dicho yacimiento avala la primera aparición en Europa de una tecnología prehistórica más compleja que las primeras herramientas de piedra producidas antes de 1 millón de años. En definitiva, los grupos humanos que habitaban la península ibérica en el Pleistoceno Inferior final eran capaces de tallar rocas utilizando distintas tradiciones técnicas.
Pico descubierto en la cala 1 del Barranco de la Boella - IPHES
“Cuando el achelense llega al Barranco de la Boella, esta tecnología está muy generalizada en África, pero en cambio en Europa es muy reciente”, indica Josep Vallverdú. Por lo tanto, la cultura material de los homininos encontrada en el Barranco de la Boella representa una primera evidencia de la transmisión de conocimientos tecnológicos que apuntan a la inovación achelense fuera de África, ya que en este período cronológico la tecnología olduvayense es predominante en la península ibérica. De hecho, la tradición tecnológica achelense en los conjuntos arqueológicos de Europa se generaliza a partir de la colonización definitiva de Europa, unos 500.000 años más tarde, durante la segunda mitad del Pleistoceno Medio (500.000-125.000 años antes del presente).
“Una pequeña parte de la industria lítica hallada en el Barranco de la Boella son artefactos de piedra estandarizados grandes (hachas de mano), replicadas gracias a una transmisión cultural basada en un aprendizaje complejo que se asienta al mismo tiempo en la manipulación de rocas muy bien escogidas”, indica Vallverdú.
El mismo arqueólogo ha indicado: “Con la presentación que realizamos en PLOS ONE sobre el Barranco de la Boella queda claro que este yacimiento es testimonio de que existen episodios de dispersión humana datados entre un millón y 780.000 años, que pueden ser caracterizados por conjuntos de rocas talladas en el que es posible observar diferentes tecnologías en el registro prehistórico de la península ibérica, tal como pasa en África subsahariana entre 1.8 y 1 millón de años y, posteriormente, en Europa Central y del Este, entre hace 700.000 y 200.000 años antes del presente".
Vallverdú observa: “Estos intervalos de tiempo son períodos diferentes en distintas latitudes geográficas del viejo mundo (Eurasia y África). El tecnocomplejo achelense se extiende primero por el África subsahariana y después por el norte de África y Eurasia. Posiblemente traza grandes olas migratorias de la humanidad, o la transmisión de conocimientos tecnológicos, que salen desde África hacia Eurasia (sea en forma inicial de dispersión, y luego de colonización biológica), las primeras dispersiones con grupos humanos con tecnologías olduvayenses y achelenses y, finalmente, la colonización achelense de Eurasia. La colonización achelense de África acaba hace un millón de años, justo cuando empieza su dispersión hacia Europa. La generalización del achelense en determinadas áreas de Eurasia, a partir de 500.000 años antes de presente, ocurre cuando los grupos humanos prehistóricos empiezan a adaptarse a los biomas templados del hemisferio norte para colonizar Eurasia de forma definitiva".
Trabajo experimental y fauna
Por otra parte, la revista
Journal of Archaeological Science ha publicado un artículo sobre el Barranco de la Boella firmado por
Antonio Pineda (izquierda, alumno del
Máster Erasmus Mundus Cuaternario y Prehistoria de la Universitat Rovira i Virgili) como autor principal, y Palmira Saladié y
Josep María Vergés como investigadores responsables. En este caso, se exponen los resultados de un trabajo experimental basado en las alteraciones observadas en los restos faunísticos hallados en este yacimiento.
La investigación se basa en el hecho de que las superficies de muchos huesos recuperados en el registro del Barranco de la Boella muestran alteraciones químicas a causa de la acidez de los sedimentos. En consecuencia, algunas de las marcas localizadas en las superficies de los huesos también aparecen alteradas y, por tanto son difíciles de reconocer y describir de forma correcta. Entre las marcas hay de corte (producidas por los homininos durante el procesamientos de los animales) y las de trampling (causadas por el contacto de los huesos con el sedimento encajante). Las dos marcas en las superficies de los huesos son similares y es importante identificarlas de forma correcta, para así evitar inferencias erróneas sobre el comportamiento de estos grupos humanos.
Restos de rinoceronte localizados en la Boella - IPHES
En el trabajo experimental se han reproducido en superficies óseas marcas de corte y de trampling. Estas superficies se han alterado mediante ataques químicos para observar cómo se conservan y saber si es posible identificarlas en el registro arqueológicas por separado. Los resultados de la experimentación sugieren que los dos tipos de marcas no se pueden distinguir.
En el Barranco de la Boella, por tanto, el origen de estas marcas no se puede demostrar, y en consecuencia, no serán incluidas en los estudios zooarqueológicos que se realizan en la actualidad con el fin de evitar conclusiones equivocadas. El trabajo confirma que este tipo e inferencias sólo se pueden realizar en yacimientos en el que los huesos se encuentran en buen estado de conservación.
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