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Tabla principal del retablo del Maestro de Cubells que vendieron los hermanos Junyer al Metropolitan.
El Metropolitan de Nueva York, el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), el Museo de las Peregrinaciones y de Santiago, el Museo de Peralada de Girona, además de un buen número de coleccionistas privados, tienen entre sus fondos y colgados de sus paredes obras de arte gótico falsas creadas en el taller barcelonés de los hermanos Sebastià y Carles Junyer i Vidal a mediados de los años treinta del siglo pasado. Lo explicaron los especialistas Jaume Barrachina, director del museo de Peralada, y Gemma Avinyó, que han identificado una cincuentena de piezas, en la jornada Mercado del arte, coleccionismo y museos celebrada recientemente en Sitges. Para dar abasto a su producción, los hermanos Junyer crearon una red de pintores que trabajaba para ellos. Entre ellos, Josep Togores.
“Hace unos años me pidieron valorar una tabla gótica atribuida a Lluís Borrassà. Sus dueños querían venderla, pero les dije que era falsa, un pastiche moderno. Pasado un tiempo, les pregunté qué había pasado y me dijeron que la habían llevado a una casa de subastas de Madrid y que la había comprando el Ministerio de Cultura pensando que era auténtica, depositándola después en el MNAC, donde permanece en los almacenes. Se trataba de un Junyer absolutamente maravilloso, pero nada más”, explica Barrachina, que mantiene que estas obras no superan la prueba del algodón ya que la pintura se desprende con mucha más facilidad que la que tiene más de 70 años.
Izquierda: Retablo del Maestro de Cubells que el director del Metropolitan compró a los hermanos Junyer convencido de su autenticidad y no se ha expuesto nunca.
Barrachina asegura que una obra atribuida al pintor de Vergòs, que compró la familia Mateu para el museo que él dirige en Peralada, “es una falsificación sobre un original”, pero insiste en diferenciar entre pastiches y falsificaciones. “No es lo mismo falsificar un Miró o un Modigliani, donde el soporte es nuevo, que hacerlo con una obra del siglo XIV donde la madera tiene pátina, líneas de desgaste y deshidratación. Es más complicado”.
Por eso, mantiene, los hermanos Junyer “compraban piezas góticas en un estado de conservación pésimo y las repintaban encima”. Para el experto, “la diferencia entre falsificar y realizar una restauración abusiva es que el que restaura demasiado procura adaptarse al estilo, mientras que el falsificador prescinde del estilo y lo hace en uno mejor, ya que si puedes hacer un Borrassà no harás un 'Perico de los palotes', porque lo venderás a mejor precio”.
¿Pero quiénes fueron los hermanos Junyer i Vidal? Según Avinyó, Sebastià y Carles fueron dos personas muy conocidas en el mundo cultural de su época, vinculadas con Els Quatre Gats de Barcelona. Sebastià fue un gran amigo de Picasso que viajó con él a París en 1904 y lo pintó en varias ocasiones. El mismo era pintor y realizó obras del estilo de Anglada Camarasa, mientras que Carles fue un crítico de arte de gran reputación. “Los dos lograron reunir una importante colección de arte medieval donde mezclaron obras auténticas y falsificaciones, un 30% del total”, calculan.
Derecha: Obispo atribuido a Lluís Borrassà que compró el Ministerio de Cultura y que depositó en el MNAC y que nunca se ha expuesto.
Uno de los mayores problemas que se encuentran en su investigación es que las obras están consideradas como auténticas por sus propietarios. “La colección de los Junyer, con falsos y auténticos, fue publicada en 1934 en la obra de referencia 'A History of Spanish Painting', del americano Chandler Rathfon Post”, explica Barrachina, por lo que nadie ha puesto en duda el valor de las piezas. Entre las obras auténticas que pasaron por las manos de los Junyer se encuentran Los segadores, de Picasso, que puede verse en el Museo Thyssen y San Andrés negándose a adorar al ídolo, del ya famoso Borrasà depositada recientemente en el Prado.
Según desvela Barrachina, la correspondencia demuestra cómo los anticuarios dejaban escoger a los clientes las obras de su colección, pero a la hora de entregarlas cambiaban los lotes en función de sus intereses, colocando piezas falsas.
“Si los compradores se quejaban, ellos respondían que lo hacían para mejorar el pedido. Para saber el grado de autenticidad de las obras hay que verlas y a la mayoría no tenemos acceso. Intentaremos hacer un catálogo de falsos y pastiches que la bibliografía ha dado como originales”, explican los investigadores.
Sabiendo el problema que pueden generar a sus actuales dueños, que verán devaluarse sus obras de forma considerable, Barrachina asegura: “Nos ajustaremos a la realidad y haremos una cláusula, explicando qué entendemos por falsificación de forma controlada. Todo será lo más matizado posible”.
Entre las obras falsas que los Junyer vendieron está un frontal con escenas de San Martín que conserva el Museo de las Peregrinaciones de Santiago. “Es una pieza auténtica, pero que no conservaba la policromía, según aseguró el anticuario Bardolet que la vio en su lugar de origen. Ahora está totalmente repintada y brillante”. Otra es la llamada Predela Perdigó que había pertenecido al castillo de Vullpellac, “que es falsa del todo”.
Una de las piezas más destacadas es el enorme retablo del Maestro de Cubells, que el Metropolitan compró en 1957. “Fue una de las seis piezas falsas que adquirió el museo por recomendación del director James J. Rorimer a los patronos, por ser una pieza excelentemente conservada. El fraude se descubrió cuando la obra llegó a Estados Unidos y se vio que toda era un repinte. Nunca se ha expuesto”.
Izquierda: Frontal de Sant Martín del Museo de las Peregrinaciones y de Santiago.
Que la actividad de los Junyer estaba bajo sospecha lo advirtió el coleccionista Frederic Marés al escribir: "Su negocio se movía en el mayor silencio y no poco misterio. La preocupación por los conocimientos técnicos de Sebastián y su afán de restaurar las tablas, mucho influyó en que algunas piezas de su colección se hayan puesto en tela de juicio respecto a su autenticidad".
Según Avinyò, "el negocio de los hermanos siempre se movió en la línea de lo que estaba bien o no". Por eso, cuando su colección se subastó en la sala Parés de Barcelona no se hizo constar la procedencia de las piezas.
La actividad fraudulenta realiza por los Junyer afectó a otros artistas del momento. En una carta de 1918 dada a conocer por Ignasi Domènech, el pintor José Togores, que no pasaba por un buen momento económico, confesó a Miquel Utrillo que había aprendido a restaurar y que trabaja para los Junyer, pero le pedía que no lo explicara para que estos no se enfadaran. "Será por eso, que el personaje central de la obra de Francesc Serra del retablo de Sant Joan Bautista de Santa Maria de Tobed que conserva el Museo Maricel de Sitges y que las radiografías muestran restaurada de forma falsaria, tiene la cara de uno de los personajes de Togores", remacha Domènech.
Frontal con escenas de San Martin. Museo de las Peregrinaciones de Santiago de Compostela. Está repintado totalmente.
La predela Perdigó que se conservaba en el Castillo de Vullpellac Falsa por completo.
Retablo del maestro de Cubells. Fue una de las seis obras que el Metropolitan de Nueva York compró en 1957. Una vez en América se vio que esta obra estaba totalmente repintada y era un pastiche. Nunca se ha expuesto.
Obispo, de Lluís Borrassà. El Ministerio de Cultura lo compró en una subasta y lo depositó en el MNAC. Permanece en los almacenes y no se ha expuesto.
Una estupenda lección. Lo más sorprendente (o no) es lo de "Hace unos años me pidieron valorar una tabla gótica atribuida a Lluís Borrassà. Sus dueños querían venderla, pero les dije que era falsa, un pastiche moderno. Pasado un tiempo, les pregunté qué había pasado y me dijeron que la habían llevado a una casa de subastas de Madrid y que la había comprado el Ministerio de Cultura pensando que era auténtica, depositándola después en el MNAC, donde permanece en los almacenes." Ahí queda eso...
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