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Cráneos de un humano moderno (nativo americano) y un neandertal (Amud 1). Las imágenes 3D se reproducen en la escala que se muestra debajo. La altura nasal (distancia entre los puntos de referencia nasión y subespinal) se muestra con una línea roja (humano moderno = 50,2 mm; neandertal = 63,8 mm).
Desde hace trece años sabemos que todos los euroasiáticos tenemos entre el 1% y el 4% de ADN neandertal, lo que implica que esta 'otra' especie humana se cruzó con la nuestra y dejó su impronta genética profundamente marcada en todos nosotros. De ellos, por ejemplo, hemos heredado genes que influyen en la calidad y el tipo de sueño, el estado de ánimo, la tendencia al aislamiento, los tonos claros de piel y cabello e, incluso, la sensibilidad a las infecciones por virus como el que causa el Covid 19.
Y ahora, un equipo internacional de investigadores dirigidos por expertos del University College London acaba de descubrir un nuevo rasgo a incluir en la lista: los humanos actuales heredamos de los neandertales un material genético que afecta directamente... a la forma de nuestra nariz.
El nuevo estudio, recién publicado en Communications Biology, explica que un único gen, que lleva a tener una nariz más alargada (de arriba a abajo) fue seguramente producto de la selección natural cuando los humanos antiguos se adaptaron a climas mucho más fríos tras su salida de África.
«En los últimos 13 años, desde que se secuenció el genoma del neandertal, hemos podido aprender que nuestros propios ancestros se cruzaron con los neandertales, dejándonos pedacitos de su ADN. En este estudio, encontramos que parte del ADN heredado de los neandertales influye en la forma de nuestras caras. Algo que podría haber sido útil para nuestros antepasados, ya que se ha transmitido durante miles de generaciones», explica Kaustubh Adhikari (izquierda), coautor de la investigación.
El estudio utilizó datos de más de 6.000 voluntarios de América Latina con ascendencia mixta europea, nativa americana y africana. Los investigadores compararon la información genética de los participantes con fotografías de sus rostros, específicamente observando las distancias entre puntos como el extremo de la nariz y el borde de los labios, para ver cómo los diferentes rasgos faciales se asociaron con la presencia de diferentes marcadores genéticos.
Recientemente, ya se habían identificado hasta 33 regiones del genoma asociadas con la forma de la cara, 26 de las cuales pudieron replicarse en otras etnias del este de Asia, Europa y África.
Análisis facial de humanos actuales y neandertales, con los genes correspondientes / Créditos: Nature
En una región del genoma en particular, llamada ATF3, los investigadores encontraron que muchas de las personas de su estudio con ascendencia nativa americana (así como otras con ascendencia del este asiático) tenían material genético en este gen, el cual contribuye al aumento de la altura nasal que había sido heredado directamente de los neandertales. También encontraron que esta región del gen muestra signos de selección natural, lo que sugiere que otorga una ventaja a quienes la llevan en su material genético.
«Durante mucho tiempo, explica Qing Li (derecha), de la Universidad de Fudan y primer autor del estudio- se ha especulado que la forma de nuestras narices está determinada por la selección natural; como pueden ayudarnos a regular la temperatura y la humedad del aire que respiramos, las narices de diferentes formas han servido para adaptarse mejor a los diferentes climas en los que vivieron nuestros antepasados. El gen que hemos identificado al respecto pudo haber sido heredado de los neandertales para ayudar a los humanos a adaptarse a climas más fríos cuando nuestros antepasados salieron de África».
Localizaciones en el cromosoma 2 relacionadas con la forma de la cara. La imagen muestra los genes candidatos y su efecto en la forma de las distintas estructuras faciales. En color rojo se indican las regiones de la cara que se proyectan hacia afuera y en azul, las que lo hacen hacia adentro. Adaptado de J. White y K. Indencleef.
El hallazgo constituye el segundo descubrimiento de ADN de humanos antiguos distintos al Homo sapiens capaz de afectar a la forma de nuestra cara. En 2021, de hecho, el mismo equipo de científicos ya descubrió que un gen que influye en la forma de los labios se heredó directamente de otra especie humana diferente: los desinovanos.
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