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Un equipo internacional de investigadores ha recreado los tres tipos de iluminación más comunes en las cuevas del Paleolítico (antorchas, lámparas de grasa y hogueras) para determinar cómo los seres humanos los usaban para moverse, iluminar rincones recónditos o dar luz a los murales que pintaban en las profundidades de las cuevas.
Basado en observaciones empíricas y en la arqueología experimental, el estudio fue liderado por María Ángeles Medina-Alcaide y Diego Garate-Maidagan, del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC) de la Universidad de Cantabria (norte de España). El artículo de la investigación se publica este miércoles, 16 de junio, en la revista americana PLOS ONE.
También colaboraron científicos de las universidades españolas de Salamanca (USAL) y del País Vasco (UPV/EHU), de la de Burdeos (PACEA UMR 5199), y del Instituto español de Investigación de la Cueva de Nerja.
Para hacer la investigación, los científicos recogieron restos arqueológicos y evidencias de los tipos de combustión utilizados en cuevas con arte paleolítico en Atxurra (Vizcaya, norte de España) o Nerja (Málaga, sur de España) y, al estudiarlos y compararlos con los de Lascaux y Chauvet (sur de Francia), pudieron determinar algunos de los materiales empleados para hacer las antorchas, lámparas y hogueras.
“Desde esas evidencias, queríamos reconstruir el pasado y saber cómo iluminaban las cuevas y, a partir de esa información, determinamos que, por ejemplo, en Atxurra emplearon roble y enebro para hacer antorchas”, explica Diego Garate.
A. Antorcha 1 antes de ser encendida. B. Marcas de combustión dejadas por la antorcha en las paredes de la cueva. C. Restos de la antorcha caen al suelo de la cueva mientras se estaba utilizando.
Con esa información, los investigadores recrearon los sistemas de iluminación en el interior de una cueva natural sin valor arqueológico, en la cueva vasca de Isuntza I, y obtuvieron unos parámetros sobre temperatura, humedad, tipos de luz y de roca, entre otros valores, que han quedado a disposición de la comunidad científica y podrán emplearse como referencia en futuros estudios.
“Hasta que no existió un dominio del fuego móvil, actividades como el arte no se pudieron desarrollar en las cuevas”, explica la primera autora del estudio Mª Ángeles Medina-Alcaide
Los autores hicieron los experimentos en la cueva con cinco antorchas realizadas con técnicas similares a las del paleolítico y fabricadas con resinas de hiedra, enebro, roble, abedul y pino, dos lámparas de piedra con grasa animal (principalmente médula ósea de vaca y ciervo) y una pequeña hoguera hecha con madera de roble y enebro.
Los ensayos permitieron descubrir que cada sistema de iluminación tiene distintas características, lo que condiciona sus usos en distintos contextos.
“Vimos que las antorchas de madera hechas con ramas de árbol secas, atadas con una liana y combinadas con distintos combustibles -resinas de árbol-, proyectaban mucha luz de manera constante, una luz dinámica, viva y rojiza que además era fácil de transportar y no deslumbraba pero que, sin embargo, generaba mucho humo”, detalla el investigador.
Representación del rango de iluminación (lux) de los tres sistemas analizados. A. Antorcha de madera. B. Lámpara de grasa portátil. C. Hoguera con leña. (Mediciones realizadas en ArcScene ™ por ArcGis ® basadas en los datos de los experimentos).
- La luz de las antorchas duró unos 41 minutos de media (con la antorcha de vida más corta ardiendo 21 minutos y la más larga 61 minutos), y aunque funcionaban de manera irregular, eran relativamente fáciles de encender nuevamente mediante oxigenación (moviéndola rápidamente de lado a lado).
- Las lámparas hechas con piedras horadadas y rellenadas con resinas y grasas animales permitían iluminar durante mucho más tiempo, y aunque la intensidad de la luz era “similar a una vela, débil y tenue”, podían dar luz hasta tres metros alrededor (o más si se agregaban mechas más grandes o múltiples) durante más de una hora sin generar apenas humo.
- La hoguera, sin embargo, generó grandes cantidades de humo y no duró más de media hora por lo que los autores creen que estos fuegos sirvieron más para iluminar las realizaciones artísticas que para ayudar a hacerlas. De hecho, en Atxurra se encontraron los restos de hasta tres fuegos en una repisa de la roca, situada junto a unos grabados, explica Garate.
La combinación de información cualitativa y cuantitativa les permitió contar con todo un catálogo de datos. “La antorchas, en concreto, han sido muy poco investigadas con anterioridad y nos han ofrecido datos muy interesantes como es la posibilidad de reavivarlas una vez que se extinguen por primera vez”, apunta la investigadora. La configuración de los diferentes palos, diseñada a partir de los restos prehistóricos, permitía que circulara el aire entre ellos con la posibilidad de encenderla fácilmente.
Fotografía del experimento 6 con lámparas de piedra. Observe el arco de luz semicircular. A. Experimento 6 antes de encenderlo. B. Experimento 6 después de funcionar durante 1 minuto. C. Experimento 6 después de funcionar durante 43 minutos.
Especialmente relevantes fueron los parámetros físicos de la luz como la duración, la luminosidad o el radio de acción. Con ellos, y la información cualitativa, modelizaron cómo iluminaron los prehistóricos visitantes la cueva de Atxurra, también en el País Vasco y que cuenta con pinturas paleolíticas.
“La zona que analizamos es una galería con una estancia alta. Ahí se encuentra una repisa elevada en la que se han hallado restos de tres fuegos estáticos y antorchas”, cuenta la investigadora.
Llegar hasta ahí les costaba a los antiguos humanos casi 40 minutos. Una antorcha duraba poco más de una hora encendida, por lo que necesitarían al menos dos para entrar y salir de la cueva, y cada una requería un kilogramo de leña y 75 gramos de combustible alternativo. La intensa pero cambiante luz de las antorchas habría sido complementada con la tenue pero estable y duradera luz de lámparas.
Pero quizá una de las conclusiones más llamativas del estudio es que los sistemas de iluminación del Paleolítico proporcionaban una visión mesópica, es decir, una luz muy cálida que limita la visión de los colores y los restringe a la gama de los rojos.
Ilustración de Arturo Asensio para la exposición "La mirada al Paleolítico", 2012-2013.
“Lo curioso es ese condicionante que hasta ahora ignorábamos. Las pinturas del Paleolítico son bicromáticas y utilizan distintos colores. Tienen muchas gamas y tonos de rojo, pero también amarillos y marrones, es decir, que pese a tener una visión restringida de los colores, recurrieron a muchos de ellos para pintar”, subraya Garate.
Para los autores, los experimentos evidencian que la iluminación en el Paleolítico requería una amplia planificación de su uso en los espacios, lo que pone de relieve la importancia de estudiar la iluminación para desentrañar las actividades de nuestros antepasados en las cuevas.
“La iluminación artificial fue un recurso físico crucial para expandir comportamientos sociales y económicos complejos en los grupos paleolíticos, especialmente para las primeras exploraciones paleoespeleológicas y para el inicio del arte en cuevas”, concluye Ángeles Medina.
Fuentes: elcomercio.com | lavanguardia.com | 16 de junio de 2021
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