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Fuente: ABC.es | José Manuel Nieves | 28 de agosto de 2014
Un nuevo y exhaustivo análisis del cráneo de ese primer australopiteco muestra diferencias con los pequeños de la especie humana.
El 7 de febrero de 1925, hace casi 90 años, la revista Nature publicaba un descubrimiento excepcional: el hallazgo, por parte del profesor Raymond Dart, de la Universidad de Wits, en Johanesburgo, de un cráneo infantil excepcionalmente bien conservado y con una antigüedad de 2,5 millones de años.
El extraordinario fósil, el primero que se asignó a la especie Australopithecus africanus, fue extraído por un grupo de obreros que trabajaba en una cantera de la localidad de Taung y entregado después a Dart. Desde entonces, “el niño de Taung” se ha considerado un claro precursor de los humanos modernos, con rasgos que muestran las mismas adaptaciones craneales que poseen los niños de nuestra propia especie, Homo sapiens.
Sin embargo, otro equipo de la misma universidad surafricana acaba de echar un jarro de agua fría a la teoría establecida. Y en un artículo recién publicado en PNAS afirma que, en realidad y en contra de lo que se creía hasta ahora, El niño de Taung no puede, de ninguna manera, colocarse en la línea que lleva desde nuestros orígenes colectivos hasta nosotros.
Foto: Reconstrucción facial del niño de Taung. Universidad de Padua / Wikimedia Commons
Para hacer esta afirmación el cráneo de ese primer australopiteco fue sometido por los investigadores de la Universidad de Wits a un exhaustivo análisis con las tecnologías de rayos X y tomografías computerizadas más recientes. Y los reultados han sembrado una duda más que razonable de que el Australopithecus africanus muestre realmente las mismas adaptaciones craneales que pueden verse en los niños pequeños de nuestra propia especie.
Hasta ahora, se pensaba que los cerebros infantiles de estos antiguos homínidos tenían un desarrollo muy similar al de los niños modernos, especialmente en la región prefrontal. Lo cual les confería, automáticamente, un puesto de honor en la carrera hacia los primeros representantes del género Homo.
De hecho, el niño de Taung tiene una gran importancia, tanto histórica como científica en el registro fósil, y ha sido considerado hasta ahora como el primer y mejor ejemplo de la evolución cerebral de los primeros homínidos.
Para probar la antigüedad de esta adaptación evolutiva del cerebro humano, Kristian J. Carlson (izquierda), del Instituto de Estudios Evolutivos de la Universidad de Wits, y otros colegas de las Universidades de Columbia y Florida, llevaron a cabo una disección en un molde de silicona del cerebro del niño de Taung, utilizando tomografías computerizadas de alta resolución.
En palabras de Carlson, “estudios recientes han descrito a este fósil de casi tres millones de años de antigüedad como el de un niño de tres o cuatro años de edad, con las fontanelas aún abiertas y la sutura frontal aún perceptible, dos características que en los humanos modernos facilitan el crecimiento del cerebro después del nacimiento”.
Pero las comparaciones llevadas a cabo con otras muestras del registro fósil y con chimpancés no sostienen, según Carlson, este escenario evolutivo. Citando varias deficiencias en la forma en que el material del fósil de Taung ha sido evaluado hasta ahora, los investigadores sugieren que las evidencias físicas del cráneo de Taung no están ligadas de forma incontrovertible a una expansión temprana del lóbulo prefrontal, una región cerebral implicada en un gran número de comportamientos humanos. Y que por lo tanto no tienen nada que ver con la forma en que se desarrolla el cerebro de los niños de nuestra especie.
Los autores del artículo también cuestionan las bases teóricas ofrecidas hasta ahora para esta adaptación evolutiva en el Australopithecus africanus, y al rechazar la presencia de estas características en el niño de Taung, discuten si estas estructuras podían haber aportado ventajas selectivas en la evolución de los homínidos, sobre todo en los australopitecinos.
Por lo tanto, los resultados del nuevo estudio muestran que, a pesar de lo que se creía, no existen aún pruebas físicas de que este tipo de adaptación craneal haya evolucionado antes de la aparición del género Homo. Ni tampoco hay evidencia alguna de que exista un vínculo entre las características observadas en el cráneo del niño de Taung y la expansión temprana de los lóbulos prefrontales, una región del cerebro implicada en muchos de los comportamientos humanos.
Artículo relacionado:
* Early Human Ancestor's Brain Didn't Grow Like Modern Humans' (Live Science)
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