Mohenjo Daro, la ciudad mejor conservada y acaso la más grande y poderosa de aquella civilización, ocupa una extensión aproximada de 1 kilómetro cuadrado. Llegó a tener unos 50.000 habitantes y está situada en la ribera del Indo, al sur, a 600 kilómetros de la más antigua Harappa. Tiene un barrio preeminente llamado "Ciudadela" construido sobre un montículo artificial de ladrillo, y está formado por grandes edificios de aspecto comunal y administrativo. Esta "Ciudadela" estaba rodeada por una muralla. Tiene, así mismo, otro barrio mucho más extenso llamado "Ciudad Baja" compuesto por una área residencial, los barrios de artesanos, almacenes y graneros, y los barrios donde vivía la auténtica población indígena. En los límites de este barrio popular había otra muralla  que remataba toda la ciudad hacia el exterior.

La ciudad poseía una gran planificación urbanística producto de su propia tradición constructora con calles rectas y pavimentadas. La calle principal está diseñada de norte a sur, medía 9,5 metros de ancho y tenía sistemas de drenaje de aguas. Cada vivienda poseía instalaciones sanitarias y un sistema de drenaje hacia un alcantarillado en la calle. Otras estructuras de la ciudad podrían citarse, el gran estanque o piscina central alimentado quizás por un sistema de tuberías superficiales y un gran montículo-mirador desde donde la pertinente comisión de capataces vigilaba todo el entorno urbano para seguir sucesos como los trabajos públicos, las crecidas del río o la circulación de personas y aparatos.

Para hablar del final u ocultamiento de ésta cultura, se podrían traer a cuento la traducción del nombre de Mohenjo Daro, que no es otro que "La colina de los muertos". Esto nos puede ofrecer una idea de cómo sucedieran las cosas. Pero puede ser que el suceso de desaparición no revistiera unos tintes tan trágicos. Los datos sobre ello se refieren a que, hacia el año 1.800 antes de nuestra era, una diversidad de causas  -cambios climáticos y ecológicos, inundaciones y sequías-  habrían producido el abandono de algunos pueblos o ciudades o sectores de los mismos. También esa tradición dice que después de abandonadas las principales ciudades de Harappa y Mohenjo Daro, años después, es cuando llegan hacia el año 1.500 antes de nuestra era, grupos de guerreros de pastores nómadas euroasiáticos (indoeuropeos) entre cuyas manifestaciones de cultura estaban el carro de guerra, el uso de caballos, y una diversidad de armas y utensilios de bronce.

El relación con esta clase de abandono de ciudades, hay que decir que era una costumbre bastante notoria en algunos lugares y ciudades a finales del Neolítico. Sobre las causas que originaran esa clase de abandonos, además de las ya descritas, sería muy conveniente reseñar otras de aspecto social, de dialéctica entre clases, digamos.

Ya pusimos, en la primera parte del artículo, el posible carácter de sociedades de matriarcado-patriarcado para estas culturas del Indo, sus posibles excelencias y punto óptimo para el desarrollo y organización de las sociedades de entonces.

Pero es que estas sociedades de matriarcado-patriarcado generaron,  con el paso de los siglos y en la mayoría de los lugares planetarios en que se desarrollaron, un potencial inaudito de conflictos y malestar social.

Una manifestación de lo mismo podría ser esa clase de migraciones de gentes y abandono de ciudades, fenómenos algo distendidos en el tiempo, cuando algunas o muchas de las familias de base que se encargaban de los trabajos agrícolas, descontentas por las condiciones de trabajo, la no posesión de las tierras de labor, los impuestos sobre las mismas y la presión estamental de las clase dirigentes, se decidían a marcharse con todas sus pertenencias., cambiar de lugar para siempre hacia otros pueblos y ciudades. Y sería, en muchos casos y por curiosidad, que estos nuevos lugares y ciudades conseguían un sorprendente desarrollo y progreso para su beneficio, y de paso liberarse para siempre del yugo esclavizador de las clases dirigentes en esas sociedades de matriarcado-patriarcado.

Alguno de estos fenómenos podrían haber sido la causa de estos primeros abandonos de pueblos y ciudades en las culturas del Valle del Indo.

Estudios genéticos de especialistas aseguran que la invasión extranjera, hacia el año 1.500 antes de nuestra era, no se produjo, y que el espectro de genes aparecido en India procede de gentes desarrolladas en el propio lugar, gentes que habrían originado su propio desarrollo cultural, de escritura y antiguas obras literarias.

En este sentido si se considera el Rig Veda y las grandes epopeyas Ramayana y Mahabarata como unas obras producto de la mezcla entre los pueblos invasores y las gentes que allí hubiese, los datos son así: en el Rig Veda aparece documentada una invasión de un presunto pueblo desde el oeste, desde los espacios iranios hacia el Punjab y la India hacia el año 1.500 antes de nuestra era.

Según el Rig Veda en aquellas sociedades antiguas existían dos clases de gentes: los arios de piel blanca, invasores, y los dasas, gentes nativas de piel oscura. De igual modo, en el Mahabarata aparece la propia ciudad de Mohenjo Daro con abundantes datos sobre su destrucción de corte fantástico y mitológico.

Los rescates arqueológicos nos hablan de que, en seguimiento de la tradición o costumbre no belicosa de aquellas gentes antiguas y de sus ciudades, no existen pruebas de hechos guerreros. Sin embargo, sí existen cadáveres, unos pocos esqueletos con heridas de armas metálicas y grupos de cadáveres diseminados por las calles en el propio Mohenjo Daro. En ésta ciudad, como en otras de esa cultura, aparecen evidencias de poderosos incendios que habrían derretido muros y edificios de ladrillo, y que habían alcanzado unas enormes temperaturas cercanas a la radiactividad.

En relación con esos incendios, no obstante, habría que preguntarse sobre la meticulosidad en su preparación, si ello podría haber sido causa de invasiones guerreras, cuando todo se hace tan deprisa y sin previsión. Podría conjeturarse que esos incendios habrían sido provocados por los propios habitantes de las ciudades antes de marcharse, pues en su preparación y ejecución exigirían grandes cantidades de madera y otros materiales que provocasen los incendios y temperaturas tan extremas.

Una versión genérica que se podría conseguir para este hecho del abandono y destrucción en las culturas del Indo podría hacer referencia a una evacuación organizada de las grandes ciudades y de los pueblos, en Mohenjo Daro, sobre todo. Es decir, la poderosa clase de los administradores y drávidas habrían conseguido convencer al pueblo con sus argumentos de que, debido a la insistencia y avisos de invasiones, lo mejor era marcharse, abandonar para siempre su amada civilización y partir hacia otros lugares.

Sobre las causas que habría propuesto esa evacuación de las gentes del Indo no serían otras que la propia amenaza continua de los pueblos nómadas guerreros desde el oeste y el norte, que habrían estado preparando su conquista, acaso noticias particulares de esos preparativos para conseguir con la fuerza de las armas, la riqueza y la cultura de esos lugares donde desde antigua ellos habían vivido y trabajado.

En cuanto a las pruebas que podrían conseguirse para confirmar dicha hipótesis de evacuación organizada, se podrían hablar en primer lugar del propio tipismo alrededor de esas destrucciones, sin muestras fehacientes de lucha. No existen apenas rescates arqueológicos en ese sentido, las evidencias de unos incendios muy preparados y como fabricados a propósito, y que no aparecen los muertos suficientes que tendría que haber según el índice de población y la magnitud de la destrucción, tan sólo unos pocos grupos de rezagados y nostálgicos. Y, por último, da la sensación de que la cultura desarrollada en la propia ciudad de Mohenjo Daro tendría que responder en las excavaciones arqueológicas según unos patrones de riqueza y esplendor, pero apenas existen unos pequeños rescates, acaso muy insuficientes que justifiquen esa riqueza y desarrollo. Esto sería muestra de que, según esa hipótesis de evacuación organizada, a las gentes les habría dado tiempo y maneras de reunir sus pertenencias, bienes y utensilios para ponerse a salvo.

y ¿adónde fueron a parar la mayoría de las gentes de aquella singular cultura del Valle del Indo después de esa evacuación y la destrucción intencionada de sus ciudades? Pues se piensa que la mayoría de las gentes, sus familias, riqueza y aparatos, habrían marchado hacia las riberas del Ganges para allí continuar con su vida y destino, y encontrar su nueva casa y lugar.

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