Anfora griega representando El Jardín de las Hespérides donde se ven algunos elementos del mito del jardín que suelen repetirse.
Los mitos hunden sus raíces en un tiempo lejano mucho más allá de cuando fueron escritos.
Una de las herramientas de los antropólogos es la división de los mitos en sus mínimas partes, en trozos genéticos llamados mitemas (debemos esta metodología a Claude Lévi- Strauss). Uno de estos mitemas enuncia: una mujer rompe un tabú. Otros mitemas dicen: la serpiente guarda una fuente de agua, la serpiente custodia un jardín de arboles frutales, la serpiente es inmortal, las mujeres guardan un conocimiento ancestral [1]. Uniendo algunos de estos mitemas tenemos parte de un relato muy conocido.
Como he referido, hace aproximadamente 30.000 años, en un lugar particular de nuestro planeta, se dieron condiciones geográficas y culturales excepcionales para que nuestra especie diera un nuevo paso. Del uso controlado del fuego hace algunos cientos de miles de años a su uso en la primera modificación artificial del paisaje, hace 50.000 años en torno a la gran cueva de Niah en Sarawak, Borneo, no es prematuro considerar que junto a las primeras pinturas rupestres, las venus paleolíticas, y los primeros ejemplos de arte textil, emergiera en torno a esas fechas un nuevo arte donde las severas condiciones del clima del Pleistoceno lo permitieran.
En el valle de Edén, las mujeres pertenecientes a la cultura edeniense cambiaron un orden inmutable desde hacía cientos de miles de años, al crear la primitiva agricultura, dando forma a jardines de variadas especies comestibles siguiendo un diseño intuitivo que hoy llamaríamos agroforestal, al plantar árboles y arbustos frutales junto con diversas plantas comestibles. En este diseño de multiniveles, usando plantas comunes a esa geografía, podríamos establecer lo siguiente: a los pies de árboles de mayor porte como las palmeras datileras, olivares y algarrobos, se establecen árboles frutales más pequeños como higueras y granadas, y entre ellos diversas plantas comestibles. Ahora bien, ¿cómo puedo afirmar esto? Trataré de explicarlo. A grandes rasgos los lingüistas intentan reconstruir lenguas desaparecidas hace milenios, como el proto-indoeuropeo, estudiando raíces comunes de palabras de diversos idiomas del presente y de lenguajes conocidos del pasado como el latín. Usando esa metodología puedo encontrar el corazón de este diseño tomando solo los caracteres comunes en diversas agriculturas, como los huertos de las tierras altas de Nueva Guinea, los jardines de Oceanía, los huertos de Meso-América y los cultivos de los oasis, y esto no es extraño. Creo que en los oasis subsisten detalles de la primitiva agricultura, como otros rasgos culturales que han sobrevivido con los pueblos árabes.
Diosa de las amapolas de la antigua Creta, vemos cómo los motivos se repiten (hay una serpiente en la parte superior)
Génesis 2 16-17
Y mandó Jehová Dios al hombre,
diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer;
más del árbol de la ciencia del bien
y del mal no comerás; porque el día
que de él comieres, ciertamente mo-
rirás.
Génesis 3-6
Y como viere la mujer
que el árbol era bueno para comer,
apetecible a la vista y excelente para
lograr sabiduría, tomó de su fruto y
comió, y dio también a su marido,
que igualmente comió.
En el mito del Jardín del Edén Eva desobedece el mandato de Yahveh y come del fruto prohibido, el fruto del árbol de las ciencias del bien y del mal, el árbol del conocimiento. Como he referido, esta metáfora aludiría a un concepto nuevo que late en el cerebro de Eva, un conocimiento que pone en práctica al plantar árboles frutales, en torno al campamento semipermanente en el que vive con su comunidad, y comer de ellos y dar de comer de esos frutos a sus compañeros representados en la figura de Adán.
El mandato de Yahveh, que Eva rompe, es además otra metáfora que representa ese orden inmutable que las mujeres edenienses cambian para siempre. Y el mito culpa a Eva de todas las consecuencias que sus actos acarrearán al futuro. Algo cuestionable, si lo hay, porque adjudica a las mujeres los males que traerá un repentino y devastador cambio climático (el Joven Dryas), y ese desastre junto con otros que provocará el pasaje del Pleistoceno al Holoceno, es un castigo de los dioses por la conducta díscola de las mujeres al crear la agricultura.
Anfora griega con imagen del mito de Pandora
El mito griego de Pandora es más hermético y oscuro que el relato del Génesis bíblico, pero creo que a grandes rasgos alude a lo mismo; Pandora como Eva, es la primera mujer que crean los dioses y la envían al mundo con un presente, un ánfora cerrada (la famosa caja de Pandora). La historia es conocida, Pandora no resiste a su curiosidad y abre el ánfora (un típico presente griego) y desata todos los males de este mundo.
Hesíodo, Obras y Fragmentos
En efecto, antes vivían sobre la tierra las tribus de los hombres libres de males y exentas de la dura fatiga y las penosas enfermedades que acarrean la muerte a los hombres […] [2]. Pero aquella mujer, al quitar con sus manos la enorme tapa de una jarra los dejó diseminarse y procuró a los hombres lamentables inquietudes [3].
Esta complicada metáfora describiría algunas consecuencias de un acto fundamental que cambiará las condiciones de vida de los seres humanos. Algunas de esas consecuencias serán muy desfavorables, como las enfermedades epidémicas, las guerras, la esclavitud, esfuerzos sin cuento, vidas más breves y otras calamidades que acompañan la vida civilizada, la vida en ciudades. Un nuevo orden que tomará forma luego del referido cambio climático y reemplazará lentamente a los pequeños grupos de aldeanos y a los nómadas cazadores-recolectores. Evidentemente los griegos sabían de algo esencial (ese acto fundamental) que habían hecho las mujeres en el pasado, pero el mito solo refiere, en una velada metáfora, a esas amargas consecuencias en una construcción mítica notable.
En ambos mitos se reflejarían dos elementos esenciales que conducen a algo nuevo. Las mujeres guardan un vasto racimo de conocimientos del mundo vegetal, conocimiento acumulado de incontables generaciones, y en algún momento, por razones que todavía ignoramos, deciden cambiar el paisaje. ¿Fue algo puntual o una evolución de esas prácticas que encaraban todos los días con las plantas? Cambiar una costumbre ancestral (cosa nada fácil en sociedades primitivas) y sentir curiosidad son dos conductas que de algún modo anticipan el método científico.
[1] Investigación y ciencia, Julien d’ Huy, “La evolución de los mitos”, numero 485.
[2] Hesíodo parece describir, en este breve texto, la vida de los cazadores-recolectores y de otras comunidades previas al Neolítico, que como se sabe eran más longevos y sufrían menos enfermedades, por la mejor alimentación que los proveía de un más robusto sistema inmunitario y las condiciones más saludables de una vida nómada o más dispersa, al evitar las infecciones que provoca una vida en enjambres, como la que enfrentaron las crecientes comunidades neolíticas.
[3] Hesíodo, “Obras y Fragmentos”, Biblioteca básica Gredos, página 67.
Capítulo de: El Jardín del Edén. Cómo las Mujeres Crearon la Agricultura.
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