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Huellas de homínidos en el volcán Roccamonfina, Italia.
Según la leyenda, el Diablo en cierta ocasión caminó por la ladera de un volcán en el sur de Italia, y cada paso que dió quedó preservado para siempre en roca sólida.
Las huellas se conocen como "Ciampate del Diavolo" ("Sendero del Diablo"), pero nuevos detalles obtenidos en una investigación revelan una historia menos diabólica y mucho más interesante sobre cómo surgieron.
Tales huellas misteriosas son bien conocidas por quienes viven cerca de Roccamonfina, un volcán extinto en la región de Campania, cerca del sur de Italia, el cual no ha entrado en erupción en decenas de miles de años.
El Roccamonfina es un volcán con un radio alrededor de 10 kilómetros que se encuentra a lo largo de la costa norte de Campania, a una distancia de aproximadamente 60 kiómetros al noroeste del monte Somma y el Vesubio.
Desde 2001, los investigadores han buscado una explicación a las docenas de huellas dejadas por un pequeño grupo de antepasados humanos, además de por algunos animales que se desplazaron por la ladera de la montaña.
En los últimos años, numerosas expediciones han proporcionado mediciones detalladas de un total de 67 huellas dejadas por el esfuerzo de pies, manos y piernas, todas ellas divididas en tres tipos distintos que se alejan de la cumbre de la montaña, es decir, van hacia abajo.
Pero ahora, gracias a los últimos estudios de un equipo de científicos de toda Italia, tenemos detalles de otras 14 nuevas huellas, incluso más grandes que las otras, algunas de las cuales van en dirección hacia lo alto del volcán.
La datación radiométrica y geológica de los diversos estratos de roca ha establecido que las huellas se depositaron en la suave capa de ceniza que se depositó después de una erupción que tuvo lugar hace unos 350.000 años, lo que convierte a estas huellas humanas en unas de las más antiguas que se han registrado.
Ahora bien, ¿quién dejó estas huellas? Es imposible decirlo con certeza solo con base a una variedad de formas presionadas de modo poco preciso en sedimentos volcánicos desgastados por el tiempo. Parece que fueron al menos cinco individuos diferentes los que produjeron semejantes marcas, y es posible que investigaciones adicionales puedan ayudar a saber el sexo, la masa corporal y las alturas de los excursionistas.
Dado que los ancestros del Homo sapiens desarrollaron sus rasgos característicos hace unos 300.000 años, podemos estar bastante seguros de que no eran miembros de nuestra especie.
(a) Fotografía cenital generada en 3D (vista sur); (b) mapa cenital del contorno (vista sur); (c) mapa cenital de profundidad (vista sur); (d) vista oblicua desde el este de la superficie en 3D mediante luz y color; (e) fotografía en 3D de las líneas de cuatro huellas (vista del este).
Sin embargo, los investigadores tienen algunas pistas.
Una de las huellas más claras proporciona evidencias claras de pertenecer a un hombre humano adulto. Y las formas de muchas de las otras huellas apuntan a una posibilidad interesante. La naturaleza amplia de la parte de atrás del pie, junto la baja elevación del arco del mismo, se parece sospechosamente a los pies de los individuos enterrados en la Sima de los Huesos de Atapuerca.
La especie a la que pertencen los restos hallados en la Sima de los Huesos, de unos 430.000 años de antigüedad, ha sido un tema de debate durante años, pasando de Homo heidelbergensis a neandertales o a denisovanos, y, finalmente, a pre-neandertales.
Asumiendo que realmente era neandertales (pre-neandertales), es una apuesta razonable -aunque no sólida- pensar que una banda de jóvenes de esta especie produjo las huellas, pero los investigadores tienen cuidado de sacar conclusiones precipitadas.
"Hemos decidido mantener pendiente la atribución de las huellas a una especie específica", dijo el investigador principal, Adolfo Panarello (izquierda) a New Scientist.
Nadie sabe con certeza qué fue lo que indujo a un antiguo grupo de homínidos a caminar sobre las cenizas y los escombros después de que el volcán erupcionara violentamente, aunque queda claro, por el momento que en se produjeron las huellas, de que nadie tenía prisa.
Con base al ritmo pausado del caminar, alrededor de un metro por segundo, del puñado de pasos que se dirigen cuesta arriba, y a la dispersión de artefactos de basalto hallados en las proximidades, podemos imaginar que este fue solo otro día más en la vida de un volcán activo.
Punta de basalto: (a) cara dorsal; (b) sección lateral izquierda; (c) cara ventral
Caminar descalzos lentamente a través de material recién depositado por un flujo de lava de 300 grados Celsius no está hecho exactamente para los débiles de corazón, no importa cuán duras sean las suelas de los pies. Por tanto, haciendo un cálculo, los investigadores estiman que la cubierta de material volcánico tuvo que haberse enfriado al menos a 50 grados Celsius para poder caminar sobre el mismo, lo que significa que debieron haber pasado al menos varias horas entre la erupción y la caminata realizada.
Bien podemos imaginarnos a miembros de una comunidad que vivía a la sombra de una montaña que ocasionalmente arrojaba nubes calientes de gas venenoso y cenizas fangosas, y a una pequeña banda atravesando un camino familiar para ver el fenómeno volcánico (quizás el turismo de desastres no es algo reciente, después de todo) o recoger material para elaborar herramientas de basalto (tal como interpretan como posibilidad los investigadores)
Huella C5 (barra de escala: 10 cm): (a) fotografía cenital generada en 3D (vista norte); (b) mapa de contorno cenital (1 mm) con contorno de la huella (vista norte); (c) mapa de profundidad cenital
(vista norte); (d) mapa de profundidad oblicuamente contorneado (2 mm) (vista sur).
Fuentes: sciencealert.com | dailymail.co.uk | 25 de enero de 2020
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